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CAPÍTULO 2


Vannesa sigue su camino por las calles de la ciudad atrayendo las miradas de los hombres que giran la cabeza ante tan hermosa mujer.

Cerca de allí, Joey aparca su vehículo, retira el velo del parabrisas y se lo guarda en el bolsillo de su chaqueta. Tal vez la persona que lo ha perdido se de cuenta que él lo tiene y pueda devolvérselo en algún momento, aunque es muy poco probable. Aún tiene algo de tiempo antes de ver a sus compañeros de banda y se dirige a una cafetería en la que suele tomar algo cuando sus compromisos profesionales se lo permiten. Allí conoció a la que será en breve su exmujer de manera oficial.

Sí, él hizo locuras en su juventud. Por aquel entonces era joven, famoso y rico, además de un poco inmaduro aunque nunca una mala persona. Jamás engañó a nadie.

Las chicas con las que ha estado sabían a que atenerse con él, les dejaba las cosas claras. No tenía compromiso serio con nadie, de modo que era libre de estar con quien le apeteciera.
Cuando se enamoró de la mujer que se convirtió en su esposa y ella le comunicó que iban a ser padres, Joey le pidió matrimonio pues quería que su hijo naciera dentro de un matrimonio legal. Pero todo era falso, esa mujer le engañó, le hizo creer que tendrían un hijo.

Era mentira.

Esa niña no es biológicamente suya y se ha enterado cuando la joven ya tiene veinte años, aunque para él siempre será su hija porque la crió como tal desde que estaba en el vientre de su esposa, a pesar de que su primo, uno de los primos de Joey, sea el padre biológico de la muchacha.

Eso es algo que tardará en perdonar a ambos, eso si los perdona. Todavía es pronto para saberlo.

El intérprete atiende de nuevo a gente que le pide fotos y autógrafos.  Después entra en la cafetería, y saluda con la mano al dueño del local, que se halla presente ese día en su negocio.

—¿Lo de siempre, Joey? —le pregunta el dueño del establecimiento al artista. —¿Café con leche?

—No. Esta vez café solo sin azúcar. —responde el cantante en ese momento.

—¿Y ese cambio, amigo? —se sorprende el dueño del bar. —Llevas años tomando café con leche con un sobre de azúcar. —le recuerda el hombre.

—No sé.  Hoy necesito un cambio. Necesito...algo nuevo. —responde el sueco encaminándose hacia la mesa que suele ocupar cada vez que toma algo en aquel establecimiento.

En esta ocasión hay una mujer en ella. Una dama hermosa, de piel ligeramente oscura, cabello largo, ondulado y discreto color rubio. Y vestida de negro de arriba abajo.

«¿Por qué una mujer tan bonita viste de forma tan oscura?» —piensa el cantante. —Disculpa. —se dirige a la mujer. —¿Te importa si me siento aquí?

—Tú mismo. Es un mundo libre. —responde ella con desgana, sin prestarle mucha atención al atractivo hombre que tiene ante si.

El intérprete se sienta frente a ella mirándola en silencio logrando hacerla sentir incómoda.

—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? —pregunta ella.

—¿Por qué no hacerlo? Soy un enamorado de la belleza. —responde él quitándose la chaqueta esperando por su café.

—Entiendo. Eres uno de esos. —le dice ella tomando un sorbo de su café.

Café solo. Lo mismo que ha pedido él.

—¿Uno de esos? —se sorprende el cantante que no entiende de que está hablando.

—De los que dicen cosas bonitas a una mujer solo para llevársela a la cama, —responde la mujer de cabello largo. —aunque no lo piensen y solo lo hagan para tener un rato de sexo.

—¿Y por qué iba a decirle a una mujer que es bonita si no lo es? ¿Solo para llevármela a la cama? No es mi estilo. Las mujeres, sin embargo, sí usan tretas para lograr lo que quieren de un hombre.

—¿Tretas? —dice ella enarcando una ceja mirando esta vez al cantante. —Las mujeres no somos todas iguales. —responde ella molesta.

—Los hombres tampoco. Esta es una conversación absurda, ni siquiera nos conocemos. Además fuiste tú quién empezó este desfile de reproches.

Ella evita responder pues en el fondo él tiene razón.

Cuando el camarero lleva su café a Joey este le da las gracias y comienza a beberlo mirando de vez en cuando a su compañera de mesa.

Durante unos minutos se produce un silencio incómodo entre ambos. Silencio que parece más el de una pareja que ha discutido que el silencio de dos personas que se acaban de conocer.

—Creo que me pasé un poco al hablarte así. Discúlpame. —se disculpa el cantante levantándose de la mesa. —Buscaré otro sitio donde sentarme, así no te molesto más.

—Yo tampoco he sido muy amable contigo. Perdóname. —se disculpa ella en esta ocasión. —No es necesario que me pidas perdón. Yo fui quien empezó todo esto. Lo lamento. Mi experiencia con vosotros en los últimos años ha sido de todo menos positiva. Supongo que eso me ha hecho estar en guardia. No te vayas por mi culpa.  Soy yo quien se marcha. —responde ella levantándose.

Él la sonríe.

—No te vayas, ¡por favor! —le pide el músico agarrando su mano con suavidad.

Ella se da cuenta en ese momento y ambos se miran las manos agarradas.

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