~Noveno mes~
-Buenas noches, Jinnie.
Abrazó a su esposo dejando que este se acomode contra su pecho. Les gustaba dormir en pose de cuchara, era más cómodo para el gestante y para el alfa quién podía abrazar a sus dos amores al mismo tiempo.
-Descansa, Hoyuelos bonitos.
Sí, el fin del octavo mes y el comienzo del noveno era sin duda lo más amaba del embarazo. Su esposo estaba nuevamente más estable emocionalmente y había vuelto a ser el cariñoso Jin que siempre adoraba.
Así ambos cerraron los ojos y se dispusieron a dormir. Sin nada en sus mentes que les causen algún revuelo. Simplemente el sonido del viento y los árboles que les brindaba la noche.
Un sedante perfecto para los agotados padres que solamente querían que el amanecer tarde en llegar.
Aunque al parecer... Tardaría más que lo que a NamJoon le gustaría aceptar.
-¡NamJoon!
Pasó en la madrugada como a eso de las dos. Cuando el morocho estaba en el hospital tomando la mano de su pareja mientras corrían directo al quirófano para que la bebé nazca.
Todo sería un sueño hecho realidad, dejando de lado el hecho de que le estaban rompiendo la muñeca y su adorado Omega gritaba a los cuatro vientos que iba a matarlo.
-¡Te odio!
Lloraba desconsolado el mayor mientras el menor trataba de tranquilizar a su esposo en labor de parto. Lo cual era jodidamente complicado.
-Jin... Cariño, solamente necesitas anestesia. Todo irá bien. -Trataba de relajar el cuerpo tenso de su pareja. Pero no- Príncipe...
-¡No me vuelvas a llamar así en tu maldita vida, Kim NamJoon! Te juro que si salgo de esta te voy a cortar en dos! ¡A ti y a tu maldito pene!
Para ese punto, dos doctores estaban algo incómodos por los gritos. Pidiendo por favor al paciente que trate de hacer silencio. Lo único que consiguieron fue un Omega aún más enojado gritando groserías como si no hubiese un mañana.
-Esto es tu culpa... Yo debí seguir mi carrera de modelo... Hubiese sido aún más famoso y podría cocinar por última vez esas galletas que tanto me gustaban...
Ahora había llegado a la negación, Jin creía fervientemente que iba a morir. Lo cual estaba lejos de la realidad. Simplemente lo habían alistado para comenzar el parto, necesitaban sedarlo, pero este no parecía estarlo notando. A juzgar por los movimientos exagerados que estaba haciendo.
-Cielo, no vas a morir en el parto. Solo necesitas que te pongan la anestesia y luego no sentirás dolor. -Le asegura acariciándole las mejillas que estaban llenar de lágrimas- Ahora, necesitas inclinarte hacia adelante para la inyección.
El mayor observa a todos lados notando que lo esperaban solamente a él para lo que seguía.
Con sus ojos aún llenos de lágrimas acató la orden y se inclinó, no pasó mucho cuando sintió un dolor, más bien molestia en un área central de su columna. Pero todo se volvió más calmo después.
Veía a todos gritar algunas cosas que él no entendía o al menos no quería entender en ese momento.
Porque soltaba risas al ver la cara preocupada de su esposo.
-Namjoonie~ mira, esa doctora fea te está mirando mucho. -Señala a la mujer quien ladea la cabeza al no entender y prefiere seguir buscando los instrumentos para iniciar el parto- Dile que si te sigue mirando así, voy a arrancarle ese cabello postizo que tiene.
Gruñó y el morocho simplemente sonreía en disculpa a la mujer que solamente trataba de sacar la bebé que llevaba consigo el Omega. ¿Porqué la anestesia lo había puesto así? Quizás funcionaba distinto en todas las personas.
Eso quería creer NamJoon, quien mantenía a su pareja distraído de los demás y le decía de vez en cuando para pujar.
Suponía que inconscientemente al mayor aún le dolía lo que sucedía. Porque sus lágrimas seguían corriendo hasta que se escuchó un llanto resonar fuertemente en aquella habitación en la que estaban.
Todo el cuerpo del Kim menor se sacudió y observó a sus espaldas donde estaba la pequeña princesa de ambos, envuelta en una pequeña manta de color rosa pastel, mientras su pielecita aún estaba de un tono rojizo, pero se notaba que iba a ser más parecida en ese aspecto al Omega.
Un alivio, porque su suegra lo mataría si es que la bebé sacaba su tono de piel.
Bien en claro se lo había dejado aquel día en que se comprometió con su adorado esposo.
Aún podía recordar las palabras de la dulce mujer.
-Estás consciente que si el hijo que tengan sale al menos un cincuenta por ciento parecido a ti, te voy a castrar, ¿Cierto?
Habló dulcemente la alfa al momento de dirigirse a su yerno. Tenían una hermosa relación, claro que sí.
-No se preocupe, igual mi deseo es que se parezca a Jinnie.
Sonrió orgulloso y recibió un golpe en la cabeza de la mayor. Ah, sabía exactamente de dónde venía aquel humor volátil de su adorado Omega.
-Pues espero que tu genética comparta tu opinión.
A su rescate, llegó un lindo Omega el cual era el padre-madre de su pareja. Se llevó a la alfa regalándole una pequeña sonrisa de consuelo. De los dos, quien mejor me caía era su tierno suegro.
Salió de su ensoñación cuando tuvo la bebé en brazos y está aún lloraba. SeokJin lo veía entre confundido y conmovido.
-Namjoon... ¿Sabes de lo que me acabo de dar cuenta?...
Murmura el Omega extendiendo sus brazos pata poder tomar a su bebé en ellos. La observó con amor y en seguida unió su nariz a la pequeñita de su hija.
-¿De qué?
El morocho solo observaba con añoranza a esas dos personitas tan importantes en su vida. Eran su soporte, sus amores, sus razones de despertar cada mañana, su...
-De que tú, maldito alfa, no has pensado en un nombre para nuestra bebé.
Aquello salió con tanta irá que el Kim menor temió que la anestesia haya dejado ya su efecto. Miró a los doctores quienes estaban muy entretenidos cerrando la herida de su pareja como para tomar en cuenta que el Omega había tomado una pequeña lámpara y le estaba pegando al Alfa con ella.
-¡Idiota! ¡¿Cómo es posible que mi bebé llegue a este mundo sin un nombre?!
Entre golpes y una gran sonrisa se repetía que amaba a su familia y amaba cada momento que compartía con ella. Porque mientras él estaba recibiendo aquellos regaños, su tierna bebita se acomodó en los brazos de su papi y se quedó descansando.
NamJoon supo que podría pasar las mil y una si con eso lograría ser aún más feliz.
Así que quitó la lámpara que tenía el mayor y en cambio, le dio un animado beso en aquellos labios esponjosos y suaves.
Ese, definitivamente era su hogar.
Después de todo, no había sido tan difícil...
Además, aquello sería una divertida historia que contarle a su hija.
Su pequeña travesía de Nueve meses.
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