Capítulo 5
Capítulo 5
Zack
Estaba hasta los cojones.
Agotado, de mal humor y con un sueño de la hostia.
Para ponerlo todo aun peor, el entrenador del equipo del instituto estaba gritando a través del campo. Estaba lejos y su voz todavía me perforaba el oído. Tenía ganas de ir hacia él y sacudirle para que dejara de chillar.
Prácticamente observo como se desarrolla el final del entrenamiento, sin una pizca de ganas de entrar a jugar con ellos. Ni siquiera estábamos teniendo un buen día de entrenamiento. Todos estaban teniendo errores tontos y había tenido que separar más de una pelea en un entrenamiento de dos horas.
Pues eso, una mierda.
Por eso, en cuanto el señor Davies hizo sonar el molesto silbato que llevaba en el cuello para terminar el día, no tardé en ir hacia donde habíamos dejado el agua.
Tiro el protector bucal hacia el suelo con desgana, sin preocuparme porque se ensucie. Engancho mi botella de agua y me echo por la nuca, intentando ver si la sensación de frescor me aliviaba, pero cuando levanto la mirada, la misma molestia constante sigue ahí, atormentándome.
No se va. Nunca se va.
Recojo mis cosas con rapidez, ignorando exitosamente todas las miradas y palabras de mis compañeros de equipo. Busco a Thomas con la mirada, porque, efectivamente ni siquiera tarda dos segundos en perderse.
Cuando lo veo, lo encuentro en la baranda que separa el campo de las gradas. Y muy casualmente, charla animadamente con Sandy. Ivy la acompañaba, como siempre, pero había una chica más que no me sonaba, aunque tampoco iba a caer en quien era desde tan lejos.
Desde luego, tenía que ir a otra revisión al oculista.
Me apunto eso en la lista de cosas que tengo que hacer, que ya es demasiado larga, y doy un par de pasos hacia mi mejor amigo.
―¡Eh, tío! ¿Vienes? ―le grito a Tom, señalando con la cabeza al vestuario. Esperando que me hiciera caso por primera vez en su vida, porque realmente no me apetecía nada tener que poner una sonrisa y buena cara para socializar.
Normalmente no me costaba, pero hoy no estaba siendo mi mejor día.
―¡Zack, ven! ―no me sorprende nada que no me haga caso, tal vez por milésima vez en su vida. Agita fervientemente la mano, haciéndome dudar aun más―. ¡Venga, que te pesa el culo! ¡Hay una chica nueva, joder! ―así que es eso. Tom nunca tiene reparos en conocer gente nueva. Y si se la presenta Sandy, seguro que obliga a la pobre chica a que sea su amiga en un par de días.
Finalmente, después de un momento de pensar que puedo pasar de él e ir a los vestuarios, pienso en el berrinche que se tomará después y troto hacia ellos con cansancio. Me paro al lado de Tom y mis ojos se van irremediablemente a la chica al otro lado de Sandy.
Tiene el pelo castaño y rizado recogido en un moño bajo. Es bajita y me mira fijamente, con toda la cara de un rojo carmesí.
De repente, me alegro bastante de haberme dejado arrastrar por Tom.
Sé que no la conozco, al menos no es de este instituto, porque definitivamente me habría fijado en ella.
Era preciosa, joder.
Teniendo todos esos pensamientos en mente, mirándola por lo que parecieron horas de un revoltijo de emociones, la sensación de obstrucción que me ha perseguido, se evapora, haciendo el peso mucho más ligero.
Una sonrisa se planta en mis labios, sorprendiéndome incluso a mí.
―Hola, soy Zack ―el tono es mucho más nervioso de lo que me hubiese gustado. Y espero que esté disimulándolo bien, pero mirando a esa chica, me tiemblan hasta las putas rodillas.
Ella no dice nada, simplemente me mira fijamente, escaneando toda mi persona.
Ahora mismo odio demasiado las ojeras y el mal aspecto que he llevado estos días de un lado para otro. Lo odio muchísimo y no entiendo porque.
―Se llama Elena, es de España. Viene de interna ―durante un momento, mi mirada se desliza a Ivy, solo para regresar a Elena con la misma rapidez―. La conocí en el autobús cuando venía, es muy agradable.
Ahora mismo, necesitaba cuanto tiempo iba a estar en este instituto, con urgencia.
Pero me guardo mis necesidades para mí mismo y mantengo la boca cerrada por mi propia salud mental.
Entonces, Tom se embarca en un monólogo interno de como se pronunciará ese nombre, intentando imitar el acento que había puesto Ivy, pero fracasando por completo.
Elena le intenta corregir, pero Tom sigue en la suya, intentando hilar las palabras.
Suspiro, intentando no quedar como un gilipollas integral porque mi mejor amigo esté murmurando para sí mismo como un loco.
―Ignóralo. Él es Thomas, pero todos le llaman Tom ―alcanzo a decir, haciendo que los ojos de Elena me miren. Creo que una sonrisa crece en mis labios al ver sus ojos grandes y atentos puestos en mí.
―Oh ―murmura, apartando la mirada de mí demasiado rápido. Quería que me mirara a mí. Fijamente, a ser posible.
―Lena ―espeta de repente Thomas, como si fuera la idea de su vida. A este paso, le pondría apodos a todo el mundo―te quedas como Lena, porque tu nombre es español y eso ―dice con una sonrisa floja, encogiéndose de hombros.
Lena... le quedaba bien.
Me gusta el apodo.
Aunque para ser sincero, me gustaría cualquier cosa de esta chica.
―No le puedes cambiar los nombres así como así a la gente, Tommy, es de mala educación ―sisea Sandy, rodándole los ojos. Y entonces la pareja se embarca en una discusión, refutándose entre ellos con rapidez.
Observo a Elena con reverencia, notando la forma en cual sus ojos se movían rápidamente, intentando recopilar toda la información posible. Asentía cuando la incluían en la conversación, pero se mantenía cuidadosamente apartada.
En un momento, mi mejor amigo o "el bruto" como voy a empezar a llamarlo, le da para lo que él es un empujón amistoso suave, pero que a ella la hace trastabillar con sus propios pies.
Abre mucho los ojos, como si estuviera asustada.
Frunzo el ceño hacia mi amigo y abro la boca para regañarle, pero otra voz se superpone con la mía.
―¡Dejaros las chicas e iros a cambiaros, que ya es tarde! ―nos chilla nuestro entrenador, en la entrada de los vestuarios como si fuéramos la peor peste que ha caído en la tierra. Aunque sé que nos aprecia, sigue siendo un gruñón.
―Menudo tío mierda ―dice Thomas en un tono de voz tan alto que todo el instituto podría haberse enterado. Le meto un sopapo en la nuca, bloqueando la vista del entrenador―. Bueeeno, pues nos vamos ―refunfuña como si no tuviera más remedio.
Mientras él se despide de Sandy como siempre, observo a Elena por última vez.
Me giro cuando Tom se pone a mi lado, frotándose donde le había dado.
―Lo último que necesitas es otro toque de atención del señor Davies, Thomas ―aviso cuando me pone una mueca de lo que estoy muy seguro que es asco.
―Eres malo conmigo ―me responde, como si estuviera genuinamente ofendido―, encima de que te he presentado a Lena ―aprieto la mandíbula, esperando que no se hubiera dado cuenta de mi repentino interés en una chica por primera vez en demasiado tiempo―. Eres un traidor.
―Dios, cállate ―le empujo hasta la puerta del vestidor, rezando por que me deje en paz después de esto.
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