9. Meg
No sé qué me hace sentir este lugar. Y veo que a Heron tampoco. Porque ambos estamos parados viendo a nuestro alrededor sin tener la menor idea de qué hacer.
Hay mujeres dando vueltas con sus coches y sus bebés al hombro. El olor es una extraña mezcla entre colonia de bebé y pañales limpios. Hay metros delante de nosotros en dónde hay coches, ropa, pañales y juguetes.
—No tengo la menor idea de qué comprar.
—No llamaste a la persona indicada para orientarte—bromeo, Heron sonríe y suspira.
—Creo que un juguete bastará.
—Heron, acaba de nacer. Ella no usará juguetes por lo menos hasta que tenga un año.
—¿Qué propones entonces?
—¿Algo más útil? ¿Por qué me llamaste a mí entonces? —lo codeo cuando veo su mirada de reproche, igual se mantiene relajado y sus labios a punto de una sonrisa.
—Caminemos y veremos.
No puedo negar que hay cosas que son tiernas, ropa con temática y pequeña, peluches enormes, coches y cunas esponjosas. Hay también algunos niños que no pasan de cinco años corriendo por el lugar, y un par de mamás conversando mientras sus niños le agarran la camisa para preguntarles algo. ¿Cómo tienen tanta paciencia?
—¿Recuerdas algo de cuando tenías unos... No sé, cinco años? —me pregunta Heron con unas medias mínimas de abeja en sus manos.
—No. ¿Y tú? Digo, no es que no lo recuerde, es que mis padres no estuvieron muy presentes tampoco.
—¿Qué hacían contigo?
—Es una buena pregunta a la que no le tengo respuesta. Cuando ya tuve consciencia, tenía un piano frente a mí.
—¿Los culpas por eso? —me dice después de unos segundos cuando observa una caja de bloques de colores.
—No creo que la bebé tenga interés en eso todavía—me observa, espera mi respuesta. Suspiro subiendo los hombros—. En este punto que ellos tratan de acercarse a mí, es complicado. Papá no me rechazó nunca, no estuvo presente y ya. Mi mamá...
No me permito decir más. Me espera quizás este mes o el siguiente, su presencia bastante cerca de mí. No he ni siquiera pensado en nuestro reencuentro por temor a que una vez más no sea como espero. Jamás las cosas han sido como espero.
He imaginado desde que sentí por primera vez el dolor del rechazo, cómo sería que ella me amara de verdad. Sin nada de por medio, sin nada que dar a cambio. Esa niña flaquita de la que se olvidaban ellos todavía se pregunta el por qué tuvo que ser ella a la que le tocara tanta soledad.
Ya hoy no me siento sola. He tratado de aprender que hay gente fuera de mis padres que se preocupan por mí y me quieren sin darles nada a cambio más que mi amor. Pero sí he de admitir que ha nacido de mi un rencor que no sabía que existía.
—Ahora mismo, no sé bien qué sentir. Nunca esperé que hubiese perdón en nuestra familia. Me cerré en lo que quería, yo no ví esto nunca posible—digo tocando la tela suave de un enterizo. ¿Mi mamá me vería con ternura cuando tuve este tamaño? Lo dudo.
—¿Hablas con tu papá de esto?
—No. Nunca. No sé si quiera tocar el tema por ahora.
—Ser padre es peor de lo que pensé—río.
—Sí. ¿Ves? No me veo con niños... Por más que me gusten.
—¿Te gustan? —me sonríe.
—Sí. Me gustan mucho los niños. He pensando en... —me detengo.
—¿En qué? —casi me arrepiento, evito verlo mientras me paseo por la tienda.
—No, es tonto.
—No es tonto si es algo que piensas—Heron se pone frente a mi con esa sonrisa blanca y los ojos abiertos—. Dime.
—Me gustaría un lugar donde puedan ir a hacer música. ¿Una fundación? He pensado en algo así. La música me salvó, sería lindo hacerle saber a ellos, a los niños, que pueden encontrar algo que los salve de lo que les duele.
—Meg, eso es muy bonito. Nunca me lo habías dicho—subo un hombro.
—No lo veía posible antes. Yo iba a ser médico—se carcajea con una mano en el abdomen.
—¿Tú? ¿Médico?
—¡Tampoco sería tan mal médico!
—Meg, toda tú grita arte—hace énfasis con sus manos—. Es imposible verte haciendo algo más que música, no porque no seas buena—toca la punta de mi nariz—, sino que, tú naciste para esto.
Mi corazón salta con sus palabras. Heron ahora habla sin sarcasmo, sin ironía. Cada que recuerdo su yo del año pasado y veo a esta versión de él, me siento orgullosa. Él insiste en que yo lo he ayudado, no he hecho nada más que estar ahí.
Él es quien se lleva todo el mérito. Por eso hago un chasquido con la lengua para hacer un gesto de ternura y abrazarlo por la cintura, me rodea también dándome un beso rápido en la coronilla.
—Eres todo un sentimental—digo.
—Gracias. Además de guapo, cautivador y músico, soy un hombre sensible—suelto una risa genuina, hasta siento que se van de mi las preguntas a las que ahora no me quiero enfrentar.
—¿Quién diría que el estereotipo más claro de un chico malo, ahora es todo un ejemplo a seguir?
—Cállate y camina. Haz tu trabajo de elegir algo bonito para un bebé. ¿Me acompañarás después a llevárselo?
—Claro. Mientras puedas invitarme hamburguesas después—le pellizco.
—Basta ya de comer hamburguesas. A los europeos le gustan las mujeres delgadas.
—A mí no me importa. Yo quiero ser libre y comer hamburguesas, esté aquí o en Europa.
Esa misma tarde de fin de semana, en el apartamento a la hora de almorzar, empiezo a pensar qué me pondré para la boda. Pequeñito ahora se siente mejor y de nuevo me sigue por la casa con la lengua afuera, caminando de a brinquitos. Ayer vinieron Simon y Tori a visitarme, Simon estuvo jugando con él toda la tarde mientras Tori y yo hacíamos galletas para compartir. No le comenté nada de... Él, de nuevo.
Me distraigo un rato en mi teléfono, con los pies descalzos y en ropa fresca. Hace semanas que no sabía lo que era un día sin hacer nada importante, pero ahora, me siento casi aburrida, o muy pesada de pensamientos.
Pequeñito se sube al mueble junto a mi, se acurruca en mis piernas y suspira. El sol entra suavemente por el balcón. No puse nada frente a él para que no perturbara la vista. Es mi lugar favorito de la casa. Se parece mucho a lo que era Ciudad Solar durante las noches cálidas que me rogaban ir a la playa.
Niego para mí misma. Suficiente, no puedo ser nostálgica hoy que hay silencio y soledad. Aunque cuando veo a Pequeñito, no puedo olvidar su voz mencionando que había comprado cosas para él cuando fuese a su departamento.
Fue como ver de nuevo a ese niño con sonrisa segura en la playa, ese que me pedía que me montara en una tabla para surfear y me seguía a todas mis travesuras. Me quedo en mis recuerdos tratando de detallar las pecas de su nariz y cómo cuando teníamos doce, me llevaba desayuno a la escuela, me pasaba las tareas y me invitaba a sus salidas familiares... Todo eso, sin darle nada a cambio.
Ese que me compró unas tontas luces navideñas, sólo porque las quería. Que compraba para mí mis galletas favoritas y me lavaba semanalmente la sabana que más me gustaba para dormir.
Cierro los ojos dejando salir el aire contenido en el pecho, siento que podría quebrarme en dos como porcelana de recordar su cara cansada agradeciéndome por la comida que le preparé. Ahora es más alto, más triste y cansado.
Y aún así, me sonrió con la misma calidez. Con los mismos ojos olivo tranquilos...
Mi teléfono suena en una llamada, me saca de mis ideas nostálgicas la voz de Sarah recordándome buscar los zapatos en su apartamento. También tenía pensando alquilar un vestido, la temática de la boda es bastante elegante. No puedo costear comprar uno, pero ví un bello vestido azul que le pareció excelente a mi presupuesto.
Después de ducharme y pedirle a Pequeñito que no me extrañara, salgo una vez más del apartamento agradeciendo muy dentro de mi no tener que quedarme sola con mis recuerdos. Llevé a Pequeñito al parque está mañana y le compré nuevas vitaminas, trato de calmar a mi consciencia diciéndole que él está bien.
Aún no queriéndome quedar sola con mis pensamientos, disfruto de mi respiración y mis pasos tranquilos por la ciudad. El panorama hoy no se ve tan triste, el cielo está claro y la ciudad como siempre. Intranquila y salvaje. De todas formas, me compro algo delicioso que comer para continuar con mi camino. Decido hoy no tomar un taxi.
Ya pronto será la boda. Tendré que enfrentarme a Britney en el mismo espacio. Yo no quise llevar a nadie. Antes no quería que fuera tan obvia la situación. Él tiene razón de todas formas, no es el momento para hablarlo con Ellen, pero no sé cómo manejará eso.
No puedo molestarme. Ninguno de los dos puede. No sé qué pasará... Respiro profundamente llevando mis pensamientos al bello vestido que me espera en la tienda.
Es una tienda con una decoración excéntrica. Alquilan vestidos para matrimonios y otras ocasiones. Todo es muy colorido y setentero, así que me sorprendió cuando ví ese vestido elegante en la vitrina.
—Seguro es que era el destino llamándote a este lugar, linda—me dice el hombre de lentes de pasta gruesa quitándole el vestido al maniquí—. Creo que es hasta de tu talla, es que se ve que tienes una figura exquisita.
—Ay, para nada. Como muchas hamburguesas—él ríe. Sus uñas están pintadas de rojo, su ropa es justo como su tienda.
—Es el día a día de quién vive aquí en Goleudy. ¡Anda ya! Pruébatelo.
En el probador, me dispongo a quitarme la ropa y ponerme el vestido. Es entallado hasta el busto, con un escote cruzado en tiras en la espalda y hombros. La falta es larga y de suaves pliegues. La tela es de un azul profundo y brillante, como el mar en la noche. Me veo alta y larga, puedo imaginarme con esto puesto más los tacones de piedreria de Sarah.
Salgo para mirarme de lejos en el espejo, detallando el vestido mientras lucho con el recuerdo de la última vez que me puse uno, el día de la gala. Aún lo guardo pero con un sabor amargo. Espero que este no me cause la misma sensación cuando lo lleve puesto allá.
—Sí, definitivamente es tuyo. Se van a babear por tí.
—No, imposible. No hay quien se babee por mi allá.
Ríe con ironía.
—Lo imposible es que alguien no se babee por ti. Quítatelo ya antes de que trate de convencerte de llevártelo puesto.
Con mi bolsa en mano, me dispongo a la siguiente parada que es el apartamento de Sarah y Andrea. Es muy seguro de que Andrea esté en Timotie's, lo bueno es que ese lugar no se interpone en mi camino, así que puedo llegar en paz a ese apartamento en donde yo también viví.
Mi tiempo con Sarah y Andrea fue agradable. La razón por la que me fui es cierta. Sí quería más privacidad y ya no quería molestar más a Sarah con Pequeñito. Pero ellas siempre estuvieron para apoyarme hasta cuando no podía levantarme de la cama por el dolor que desgarraba las emociones, era un zombie, un alma en pena.
No podría volver a verme a mi misma en esa posición. No puedo permitirme más dolor...
Sarah me abre la puerta con una hermosa y blanca sonrisa, me recibe con un abrazo invitándome obligatoriamente a pasar. En los muebles hay maquillaje y ropa por doquier, si Andrea estuviera aquí, estoy segura de que no estaría así. Con esa idea, sonrío.
—Sí, lo sé, mamá Andrea tiene dos días fuera. Pero tengo que ordenar hoy, temo por llegue y encuentre el piso así.
—¿Dos días?
—Está buscando mudarse de regreso a la ciudad de sus padres—mi corazón duele, también se alegra—. Y... Está saliendo con alguien.
—¿Lo decidió al fin?
—¡Sí! Al siguiente de mi casting, tuvo una cita con él.
Me pongo una mano en la frente.
—Sarah, como lamento haberme ido ese día... Estabas tan emocionada, me sentí tan mal.
—No te preocupes, créeme que entiendo más que nadie las ganas de huir de un lugar en dónde no quieres estar. Hasta yo pensé que era una mala idea llevarte ahí.
—¿Cómo está tu hermana? —su rostro de nuevo se ilumina, saca de la alacena un paquete de galletas de limón y me sirve té.
—Ella está tan feliz de que esto por fin esté ocurriendo.
—¿Y Luca?
Se muerde los labios después de morder una galleta con una mirada de picardía.
—Oh, él también—le empujo un brazo feliz de que ella esté contenta—. Todo está bien, lo único aburrido es que no estás tú en el apartamento. Lamento que hayas tenido que irte.
—No, yo estoy bien, Pequeñito está feliz porque tiene un parque justo al frente. No han ido a visitarme.
—No, pero conozco de alguien que sí.
Uno mis cejas con la taza a medio camino.
—¿Alguien? —hace un gesto— ¿Quién te dijo?
—Andrea... Él se lo dijo porque ella sabía que Pequeñito no estaba bien. Solamente le comentó que te ayudó a llevarlo a casa. ¿Hay algo de lo que me perdí?
Me muerdo el interior de los labios reflexionando si exteriorizar lo que me ha quitado el sueño por algunos días o si seguir callándolo. Ellas me vieron llorar y estar mal por meses, ¿sería justo caer en eso otra vez?
—No te juzgo, Meg—dice poniendo una mano sobre la mía—. No pongas esa cara de angustia... Pregunto porque me preocupo por ti.
—No pasó nada, créeme. Él fue y comió conmigo. Después se fue, no hemos hablado más que para que me pregunte si Pequeñito está mejor.
—¿Estás bien con eso?
—Sí. Es que no hemos hablado de nada en sí. Él es diferente ahora.
—Igual que tú.
—Está más triste. Se veía cansado. Quizás un poco menos desde la primera vez que lo ví en la universidad, pero—hago una breve pausa recordando ese pequeño momento en donde nos vimos a los ojos, pude ver un poco del pasado en su reflejo—, esa vez que fue al apartamento, estaba tranquilo.
—No la ha tenido fácil, entonces.
—No—respondo después de tomar un sorbo. Apoyo mi barbilla en el puño de mi mano—. Ninguno... La vida ha cambiado suficiente como para no reconocernos.
—¿Te sentiste mal?
Tomo otro sorbo pensando en mi respuesta. No me sentí mal, me evité sentir algo en general, ¿para qué de todas formas? No quiero ser esa Meg débil que se hundía en sus deseos y se olvidaba de lo importante, ahora lo importante, es pelear por el futuro que añoraba de niña. Persigo un sueño que sí vale la pena...
—¿Sigues queriéndolo?
—Me preocupo por él —digo con franqueza—. Fuimos amigos muchísimo tiempo, pasamos por mucho juntos. Él y yo nos entendemos tanto que da escalofríos.
—¿Pero?
Me subo de hombros sintiéndome derrotada por enfrentar las mismas preguntas que yo me he estado haciendo.
—No hay peros por el momento. Me dijeron que tenía que escucharlo. ¿Debería hacerlo entonces?
—Si te sientes en paz con la idea, hazlo. Meg, desde que te conozco me has dado la impresión de que te obligas a hacer mucho que no te gusta para complacer a los demás. ¿Harás esto porque quieres o porque tienes la obligación de hacerlo?
Esa pregunta aturde mis sentidos lo suficiente el resto del día. No recuerdo el resto de la conversación, si las sonrisas y abrazos de Sarah pidiéndome que le envíe fotos con el vestido puesto, quizás un destello de lo que fue el sol nuevamente escondiéndose de nosotros para descansar, pero lo que rebota en mi consciencia, son esas palabras.
¿Tengo que escucharlo? ¿No puedo cerrar esa página y ya? ¿Por qué tengo que ser tan apegada a las cosas?
La piel de mis labios ya empieza a doler de mis dientes mascándolos. Me levanto de la cama de madrugada para prepararme algo de tomar, una bebida que me ayude a conciliar el sueño que he perdido estos días, desde que volvió a mi vida.
Él nunca se fue, no sé qué tan frustrante sea porque ese hilo que nos une, nunca sentí que se cortó. No es dependencia... Es que quizás... Nuestra historia no ha tenido un final.
Quizás al escucharlo, pueda encontrar un vistazo del futuro que me indique a dónde vamos. Igual yo tendré que irme, o en eso confío mi futuro. Es posible que esto sea un capítulo que mi propio destino no sabe si continuarlo o ponerle un punto y final.
A la idea, termino suspirándole con el vapor de la taza acariciándome el rostro. Aún sigo teniendo la misma edad, el mismo rostro, el mismo andar.
Pero quizás mi alma se quebró un poco más.
No es de papel, nunca hubiese soportado el peso de lo que viví. Tampoco es de piedra, no encuentro el material de lo que está hecha, antes creía que de irreverencia y sueños salvajes por cumplir, ahora tengo que buscar otro significado para darle tranquilidad a mis pensamientos.
Él también cambió. Sigue oliendo a perfume y pintura, a madera. Hay lunares en su rostro que jamás se irán y gestos que vienen con él desde que yo misma lo recuerdo. ¿Podemos encajar incluso después de todo esto?
Agarro la libreta que siempre dejo en mi escritorio. No enciendo la luz, es suficiente con la que entra desde mi ventana cuando muevo la cortina. Esa luz azul de Goleudy que ha velado por mis sueños y tormentos, también me ha acompañado a esto.
No sé en qué momento empecé a hacerlo, pero muevo el lápiz sobre la hoja. No soy buena, pero me ayuda a no pensar cuando quiero silencio y no escalas musicales bajo los dedos. Un ojo, después otro. Nunca es nada específico, solo son garabatos. Ya tengo más de la mitad de la libreta llena de ojos, manos, objetos.
Hago esto hasta altas horas de la madrugada, cuando los ojos empiezan a sentirse pesados y dejo caer el lápiz juntos a mi. Sueño con una playa dorada y dos niños corriendo a las olas de una ciudad perdida en los recuerdos de la infancia.
.
.
—¿Seguro?
—Sí.
—Heron, estás sudando.
Se limpia con el dorso del suéter el sudor de la frente. Le quito el obsequio de las manos mirándolo con cariño.
—Podemos entrar, saludar, entregarlo e irnos. Entiendo lo que sientes—un destello del pasado vuelve a mi memoria. Lo nerviosa que estaba cuando ví a mi familia por primera vez en mucho tiempo—. Ellos saben que vienes, no estás de sorpresa. Quieren que estés aquí.
—Ya deja de ser comprensiva y dime que no sea un cobarde—río, aunque encuentro reproche en su expresión nerviosa.
Estamos frente a la casa de sus padres, un hermosa fachada que pone a temblar a Heron, tatuado, alto, con sonrisa segura y vibras de alfa. No me quiero reír de la ironía, por eso, tomo yo su mano obligándolo a caminar.
—Nos vamos al primer comentario que me moleste.
—Trato.
Toco el timbre. Me aliso el vestido y sonrío preparada para encontrarme con los padres de Heron. Quien abre la puerta es Sofía, nos recibe con cariño invitándonos a pasar.
La casa huele delicioso, mi estómago comienza a gruñir. No como nada desde la mañana. Otra vez. Diana, la madre de Heron, está sentada en una mesedora con la bebé envuelta en tela. Es una imagen que me enternece, ella hace un gesto que nos indica que vendrá en un momento cuando se levanta con la bebé dormida.
—No nos ha dejado dormir—nos dice Moisés. No habla con molestia, se ve feliz a pesar de los círculos oscuros debajo de sus ojos—. Karina es una bebé hermosa y complicada.
—Tiene un nombre hermoso—menciono con sinceridad, Moisés nos invita a tomar asiento en la mesa donde ya está la comida servida.
—Te lo presto entonces cuando tengas tu propia hija—su voz es suave. El hombre es muy parecido a Heron, no es mayor, pero las canas decoran su cabello con tímidez. Bien vestido y con clase, se siente frente a nosotros.
Sonrío evitando decir lo que respondo cuando me mencionan hijos. No es que no los quiera... Es más complicado que eso. De todas formas, él continúa hablando amorosamente de su hija, se intensifica el ambiente feliz cuando llega Diana dejándole un beso rápido a su esposa y sentándose a su lado. Sofía sirve en los platos la comida mientras conversamos.
—Hemos estado esperando que Sofía quiera hijos—ella hace un sonido de espanto al que río.
—Ya soy muy vieja para eso.
—Mírame a mí—le dice Diana—, todavía somos jóvenes.
—Tú tienes un esposo—se sirve una copa de vino.
—¡Tú puedes tener uno! —bromean en complicidad, se ve que se quieren mucho.
—¡Yo quiero más dinero! —me río genuinamente mientras tomo de mi copa, la comida está deliciosa.
Podría decir que la paso bien de no ser por Heron que no deja de mover su pierna en un intento de drenar la ansiedad de su cuerpo que ya con manos frías, lo que grita es un claro "vámonos".
Le pongo una mano en la pierna, lo miro rápidamente mientras ellos hablan entre sí. Él se detiene a mirarme unos segundos con los ojos abiertos, parece un niño asustado.
Le murmuro suavemente que podemos irnos. Pero él me sorprende diciéndome que no. Toma un sorbo de su bebida (que es soda y no vino), y sonríe en dirección a su madre que lo mira con cariño.
—¿Te gustó la comida, Heron? —le pregunta Diana con amor en sus ojos.
—Deliciosa, mamá. Gracias, todo está muy rico.
—¿Están bien tus clases? —vuelve a preguntar colocándose delicadamente una mano en su rostro de piel blanca y suave. Diana es una mujer hermosa, me guiña un ojo cuando nota que la observo.
—Sí. Han sido un poco difíciles, pero están bien.
—¿Aspiras también al extranjero? —esta vez, es la voz de su padre que nos sorprende. Él se toma unos segundos más antes de responder.
—Sí. Es probable que en un futuro no tan lejano, piense mejor en mi futuro como chellista en el extranjero.
Su padre asiente, y distingo desde aquí una expresión levemente complacida. Hasta yo trato de que mi respiración aliviada no se oiga cuando su padre termina de hablar. Moisés es un hombre que impone respeto.
Heron con su carácter sin duda le hostiga una persona como él, y aún así, le medio sonríe sin dientes antes de meterse un pedazo de pollo a la boca con el tenedor.
Pasan unas dos horas más en la que compartimos postre y charlamos. Heron no habla pero es parte de la conversación con su mirada atenta y sus sonrisas nerviosas. Diana y Moisés se miran con cariño, Sofía habla relajada y yo disfruto de este ambiente cálido que ya me hacía falta.
Heron y yo nos despedimos con abrazos y agradecimientos cuando ya la noche pinta el cielo. Hace un poco de frío, Heron me pasa su chaqueta por los hombros, le sonrío con suavidad mientras caminamos de regreso con pasos lentos.
—¿La pasaste bien? —asiento con sinceridad.
—Muy bien. Gracias por invitarme. Tu mamá y Sofía cocinan delicioso.
—¿Mejor que Tori?
Río.
—Podrían estar a la par para que ninguna se ofenda.
—¿Te acompaño a casa?
—Está bien—él sonríe complacido.
—¿Pequeñito está mejor?
—Ya está mejor. Eran sus vitaminas que no le estaban haciendo bien.
—Es un buen perro—sonrío uniendo un poco las cejas.
—¿Estás bien?
—¿Por qué preguntas?
—Estás un poco distraído—suspira.
—Puede que esté un poco feliz.
—¿Por hoy?
Se sube de hombro balanceando su andar, buscando la forma de ahorrarse unos segundos más para pensar.
—No iba a venir. De no ser por ti, no hubiese venido.
—Tu mamá está feliz.
—¿Debería darles otra oportunidad? Es cierto lo que tú me dijiste esa vez... Yo lo abandoné cuando tomé la salida fácil. Pero, ellos me dejaron a un lado como si yo no valiera nada.
—No creo que haya sido eso. No los excuso. Pero tus padres te aman. Quizás en ese momento no supieron manejar la situación, así como a ti también se te escapó de las manos.
Aprieta los labios reflexionando.
—Debió ser muy difícil para ti ver a tu mamá así. Tú sola lidiaste con ella.
—También he estado pensando en si darle una segunda oportunidad. También me duele.
—Podemos intentarlo.
—¿Tú crees?
—Por mi parte, me gustaría volver a mi familia... No me mires así—río.
—Me hace feliz que ahora te sientas mejor—suelto aire, uno mis dedos frente a mi mientras sigo caminando.
No quiero aconsejar a Heron con algo de lo que yo no siquiera estoy segura. Pero él se ve tan dispuesto a ser diferente que quiero alentarlo a que continúe así.
También es cierto lo que le digo. No sé cómo será el día que tenga que verla de nuevo en persona. Será extraño que ella quiera abrazarme y consolarme cuando ya para mí... ¿Es tarde?
No quiero estar sola, por eso no seguí con Lys. ¿Qué si no me gustaba lo que encontraba y tenía que dejar de un lado a mi familia? ¿A Patricia y mis primos que ahora me aceptan?
Aunque también debo admitir que ellos han evadido por completo el tema, sin hacer comentarios de mi madre, o de mi abuelo, ni de nada del pasado. Lo saben, saben que yo misma podría alejarme para evitar más decepción. Pero no quiero.
No quiero estar más sola.
Cuando volteo a ver a Heron, sé que él desea lo mismo. Desea no estar más solo, por eso se alejó de amigos que no apoyaban su carrera, dejó de beber alcohol y empezó a preocuparse por las personas de su alrededor, y mientras hacía eso, me ayudaba a mí. Aunque no quiero estar sola, tampoco puedo herir a Heron.
—Heron...
—¿Sí?
—Hay algo que debemos hablar—digo con pausas. Su expresión se mantiene serena.
—Claro, ¿de qué trata?
—De... Lo que ha ocurrido entre nosotros.
Ahora sí se detiene. Sin embargo, sigue manteniendo su mirada tranquila y no hay tensión en su cuerpo. Solamente me observa, el viento moviéndole el cabello oscuro mientras se guarda las manos en los bolsillos del pantalón.
—Meg... Entiendo—dice después de unos largos segundos en los que nos refugiamos en nuestra mirada—. Sé que todo lo que ha pasado, tu familia, Jay. No estás lista para esto. Y... Creo que yo tampoco.
Me muerdo el interior de los labios sintiéndome sudar de los nervios. No quiero por nada del mundo perder a Heron quien ha sido un amigo desde que llegué aquí. Aunque nuestro comienzo no fue el mejor, él ha sido mejor para él mismo.
—Siempre serás la chica más atractiva que he visto, lo juro—río sintiendo que mis ojos se humedecen ligeramente—. No puedo negarte que hay algo en ti que me enloquece. Pero... No quiero herirte, sé que tú tampoco. Menos cuando sabes que tienes cosas que resolver con alguien más.
—No es por alguien más—soy honesta con esto. No es por él. Es porque Heron me importa, y desearía mantenerlo en mi vida—. Eres mi amigo. Has sido mi amigo desde que llegué a esta ciudad. Tu apoyo es importante para mí.
—Lo tienes. Lo tienes siempre que lo necesites—me sostiene las manos con cariño.
No es incómodo, él no intenta nada. Es él tratándome como aquella vez en la gala. Consolándome y entendiéndome. Puedo ser juzgada, pero la comprensión no es algo que esté muy presente en mi vida.
Hasta ahora, Heron no ha cuestionado mis decisiones, y cuando hay algo que debe decirme aunque duela, encuentra las palabras para hacerlo.
—Te quiero, Meg. Si en un futuro hay algo que deba pasar, pasará. Pero por ahora, podemos hacernos compañía si me prometes que tú estarás bien y me permites continuar aquí. Eres importante para mí. Aunque eres la chica más linda y con el cabello más lindo que he visto—sonrío ahora sí con un par de lágrimas deslizándose por mi cara. Heron las limpia dejándome un beso rápido en la frente—, estoy bien con ser tu amigo. Tú eres mi amiga.
Lo abrazo con fuerza bajo la luz de un faro en el camino. Mi corazón late con fuerza agradecido de que estoy sumando personas a las que le importo. Desde que tengo memoria, me había sentido sola. Como excluida de amor, sin merecer a personas que me quisieran porque estaba hundida bajo el peso de las palabras de mamá. Ahora hay personas a mi alrededor que me piden que me quede.
Quiero quedarme, por ellos, y por mí.
Quiero también sanar, quizás algún día, me sienta valiente para ir por las preguntas que me esperan. Esta noche, estoy bien con que Heron me abrace y me lleve a casa, donde me recibe mi perro...
Y un mensaje.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro