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7. Meg

—Estás fuera de tiempo—con frustración, dejo caer los dedos pesadamente en el piano. 

Ya es tarde, debería estar en casa estudiando. Mis ojos arden, ya mis dedos se acostumbraron a estar entumecidos. Sofia suspira apoyándose en el piano.

—¿Qué pasa? ¿Tuviste problemas en clase hoy?

Me muerdo el interior de los labios mientras limpio mis manos sudadas en mis pantalones buscando qué decir. Para Sofia no hay excusas. Ella me está presionando desde navidad para que logre conseguir esa oportunidad en el extranjero.

Mentiría si digo que no me aterra. Ciudad Solar está a unas horas de aquí. Si extraño algo de mi antigua vida, puedo volar en avión. No puedo volver así de simple estando en otro país, ni siquiera puedo comunicarme así de fácil estando allá. No me siento tan aterrorizada como cuando tuve que tocar en la gala... Pero sí como para que me recorra un escalofrío al imaginarlo.

—Estoy cansada.

—No te vas a ir hasta que no le tomes el tiempo—dice con naturalidad—. No hablamos de un concurso. Estamos hablando de un futuro como músico internacional.

—Ya sé. Pero ahora en serio estoy cansada.

Sofia me mantiene unos segundos la mirada. Piensa que si me deja ir, será cuestión de tiempo para que lo abandone. No sé si estaría pensando mal ahora, porque mi cabeza palpita y mi estómago gruñe.

He estado sentada frente a este piano no sé cuántas horas. Estoy frente a lo que puede ser el pase a la vida que he estado soñando desde que soy una niña. No tengo que desperdiciar la oportunidad, lo sé.

Pero ahora quiero llegar a casa, ducharme y comer. Sentir algo de tranquilidad porque a pesar que el piano es mi escape, hoy no ha sido del todo suficiente.

—Practica en casa. Si no lo haces bien mañana...

—Lo haré bien. Lo prometo.

Salgo del aula para encontrarme con Bridge casi vacío. Huele al piso recién pulido, un poco a polvo y a pintura. Cuando olí por primera vez esto sentí que lo había logrado todo... No sabía todo lo bueno y malo que ocurriría después.

Quisiera decirle a esa Meg que disfrute lo que puede, mientras puede. No tendrá mucho tiempo para ser feliz. No le alcanzará el tiempo para sentir esa sensación de satisfacción. En ese entonces, mi felicidad se acabó rápido cuando vi a Sofia entrar a la clase. ¿Fui orgullosa al no querer ayuda? No sabría cómo explicarlo en voz alta, quizás lo que quería era sentir que por fin había logrado algo, quería demostrarme a mí misma que sí podía a pesar de todo lo que hubo en el camino...

Hay suaves crepúsculos en el cielo que anuncian el pronto anochecer. El viento me mueve un poco el cabello, lo termino por esconder detrás de las orejas mientras me atrapa el paisaje. Mi teléfono suena y es Heron quien me dice que está cerca.

Llega en su moto con su casco, me extiende uno para después, arrancar a velocidad camino al mismo restaurante de hamburguesas en el que hablamos realmente por primera vez.

Heron hace un pedido rápido al llegar, sabe ya que quiero comer cuando he estado más horas de las que debería en Bridge. Que mi humor no alcanza más que para mi hambre.

Me trae una hamburguesa, papas y un batido grande de chocolate. Primero como, remojo algunas papitas en el batido. Me termino la mitad de la hamburguesa antes de que Heron me sonría.

—Hola. ¿Cómo te fue? —cruza sus manos sobre la mesa manteniendo esa expresión divertida. Le doy otro mordisco rápido a la hamburguesa sin vergüenza, me limpio la salsa de las comisuras de los labios.

—Fue un día pesado. No como nada desde la mañana... Lo siento.

—No te preocupes—ríe.

—¿No vas a comer nada tú? —estoy a dos mordidas de terminarla. No quiero. Así que me doy una pausa para beber algo del batido.

—No tengo tanta hambre.

—Eso sí es un milagro—uno mis cejas.

—Qué graciosa... —le extiendo la bolsita de las papas.

—Come también algo conmigo.

—¿Y comer de tus papas mojadas? No, gracias.

—¡Saben bien! —esta vez quien ríe soy yo. Me meto una papita a la boca subiéndome de un hombro—. Tú te lo pierdes... ¿Estuvo bien tu día?

—¿Quién tiene un día fácil? —trata de bromear, pero lo veo aburrida—. Tuve que hablar hoy con mis padres.

Casi me atraganto. Trago parpadeando un par de veces por la sorpresa. Heron no ve a sus padres desde ese día en la cena del cumpleaños de Sofia, y esa vez no terminó nada bien.

Heron siente mucho dolor por el abandono de sus padres. No lo menciona, no lo dice en voz alta. Pero siempre noto esa mirada de ausencia cuando hablo de papá. Esa que admite que él también tiene un padre al que hablarle pero no hay el coraje o el perdón suficiente. Sus padres estuvieron ahí, su presencia era ausente. Se perdían en sus trabajos y en su dinero. Heron se quedó solo y no sabía cómo afrontarlo. Era un niño.

Evito compararnos, pero podría ver en nuestros reflejos a dos niños infelices que buscaban más que el dinero. Ambos queríamos escuchar reír a nuestros padres y verlos en las presentaciones escolares.

A cambio, nos tocó lidiar con este vacío. A pesar de que papá está ahora más presente en mi vida, y mamá tal vez esté más cerca de ser... Mi mamá, creo que habrá siempre una parte de mi que tendrá una grieta que no podrá ser sellada... Esa parte que aún trata de reclamar la dulce niñez que me prometían las películas y los libros.

Heron hace de vez en cuando un par de comentarios resentidos que no me dan más que lástima. Es bastante seguro que yo suene igual que él, y estoy segura de que él, como yo, ha pasado noches enteras llorando y suplicando porque sus propios padres presentes en su hogar pero no en su corazón, lo quieran.

Por eso la sorpresa en mi rostro permanece más de lo debido. Heron abandonó a sus padres cuando decidió traer las drogas a su vida. Y sus padres, ¿abandonaron la protección de sus sentimientos? ¿su niñez? ¿su inocencia? Esas preguntas solo podrían justificarlas ellos.

—Mamá está por tener al bebé. Es un embarazo algo riesgoso por la edad que tiene. Mi papá me pidió que fuera con ellos.

—¿Cuándo?

—Mañana. Es una niña.

Dejo mi comida un momento para pensar las palabras adecuadas.

—¿Irás?

—¿Debería?

—La bebé no tiene la culpa—suspira.

—¿Qué harías tú si fuera yo? —pregunta con tranquilidad.

—Iría. La bebé no tiene la culpa. Ella podría tener una segunda oportunidad. Tú podrías enseñarle cosas—bufa.

—No es como que yo tenga esa clase de instintos—río.

—Ve. No tienes que hablarle a tu papá—bromeo subiendo un hombro. Heron trata de sonreír. Se estira en la silla.

—Lo pensaré. Podría ser un buen hermano mayor si dices que puedo enseñarle cosas.

—Y puedes traerla por hamburguesas cuando tenga edad.

Esta vez me muestra sus dientes blancos en una sonrisa sincera.

—Está bien, me convenciste. Tendré a alguien a quien traer en el futuro.

Me hago la ofendida tratando de alcanzarle un brazo.

—También podría venir...

—Si estás en Europa, no lo creo.

—No me iré toda la vida... Si es que me voy.

—Si te casas, no tendrás tiempo tampoco.

Evito las ganas de lanzarme una fuerte carcajada.

—Es bastante improbable que yo me case, Heron. No creo ser una buena mamá.

—¿Te daría miedo?

Lo he pensado. No suficiente, tampoco pocas veces. Sí ha pasado la idea por mi cabeza y me aterra terminar siendo como mi madre. Me aterra herir a un niño o niña como para que piense que no es bueno para su madre, que se sienta en responsabilidad de cumplir mis expectativas.

—Es probable que el linaje de mi pequeña familia termine conmigo—bromeo, pero cada palabra, por lo menos en mi cabeza, es cierta hasta ahora.

—Yo sí creo que serías una buena mamá. Mira a Pequeñito. Es todo un perro hecho y derecho.

—Sí, por cierto, ya debería irme para alimentar al hecho y derecho—digo después de sorber lo último del batido—. ¿Pago?

—No. Yo las invito. Espero que cuando regreses de Europa y te cases, que estoy seguro que sí te casarás, tengas tiempo para devolverme el favor de unas hamburguesas.

Sonrío.

No quiero pensar en ese futuro ahora.

.

.

.

—Hola, papá—respondo la llamada después de llegar a casa. Pequeñito me trae la pelota cada vez que se la lanzo mientras estoy acostada en el piso relajando mi espalda.

—¿Estás bien? ¿Tienes comida suficiente?

—La suficiente—lo tranquilizo—. Estoy bien, no te preocupes tanto.

—No tenías que buscar ese trabajo. Es importante que estés en la universidad.

—También es importante tener dinero. Hay que comprar cosas de adulto, como desinfectante y lavaplatos—ríe. Lo escucho reír.

—¿Has visto a Patricia?

—Sí. Los vi hace poco. Están bien. ¿Cuándo vendrás?

—Bueno... A tu mamá le darán de alta en poco tiempo. Vivirá conmigo un tiempo y después le daré la opción de irse.

No sé cómo sentirme con eso. Nunca esperé que ellos estuviesen juntos. Además, estos meses evitaba pensar en más cosas negativas para no seguir llorando, sabía que me derrumbaría más si me enfocaba en lo demás que me causa daño. Me alegra que salga... Que se vaya, no sé si haría alguna diferencia. Quería verla. Pero no había pensado en el después, en el qué pasaría cuando ella saliera.

—Tiene que seguir yendo a sus terapias, así que tomará tiempo ese proceso. ¿Estás ahí?

—Sí—Pequeñito hace fuerza para quitarme el juguete de la mano, se la lanzo una vez más—. Estaría bien que vengan un día a mi departamento. Podría dejar a Pequeñito con Sarah y Andrea para que no le moleste a mamá.

Pienso repentinamente en la promesa que le hice a él en el café. Sí. Otra cosa que seguro he evitado pensar. Todo en él cambió cuando le mencioné la idea...

—Se lo propondré cuando esté lista.

—Está bien. Te dejo, papá. Tengo que hacer tareas y... Limpiar. No estaría mal que vinieras a hacer eso tú por mí.

—Adiós—se despide en medio de una risa burlona. También sonrío.

Pequeñito se cansa y se sienta a mi lado para lamerme el brazo. Su pelo me hace cosquillas. Mete su nariz en mi cuello y me olfatea tanto que me hace reír.

Aunque ni eso logra que me distraiga de los pensamientos en forma de eco, los que me arrullan una advertencia.

No...

No puede volver a pasar.

No puedo volver a evadirlo.

Pero, ¿qué hago?

¿Qué hago con los sentimientos de Heron, conmigo, con él?

¿Fue mi culpa?

¿Por qué no quise escucharlo?

Sé solo una de todas esas preguntas y no me siento preparada para admitirlo. Él y yo no nos estábamos haciendo más que daño.

No sé qué pasó por mi cabeza cuando le escribí ese día. Estaba tan cansada que quería a alguien con quien no tuviese que explicarlo todo. Mis dedos escribieron y horas más tarde, estaba sentado frente a mí con algunas ojeras, con el cabello sujeto. Tan cambiado... Y triste.

Nada más de recordar el cómo sus ojos apagados brillaron cuando le mencioné a Pequeñito me hace sentir culpable. Ya no lo conozco, no nos conocemos. Esa Meg que vive herida dentro de mí solo conoce a la vieja versión de él, ella no está segura de que exista. Además, ¿qué puede ofrecerle esa pequeña Meg de cabello largo y malas decisiones?

Suspiro al pensamiento. Una vez más no hay respuestas. Hay tanto que debo hacer. Ya me había acostumbrado a ese dolor. No estoy mal, no estoy bien. Tampoco triste. Solo acepté cosas que eran inevitables y me liberó de cierta forma. Pero hay decisiones, como esa, que todavía siguen velando a mi alrededor como almas buscando la tranquilidad eterna.

Todavía, de vez en cuando, me llevo la mano al pecho para buscar algo que no existe. Trato de ya no aferrarme tanto al pasado como antes a pesar de que hay heridas que no veo posible sanar. No quita que me haya hecho creer que era algo que me protegía. No me aferro al objeto, extraño el significado que tenía para mí.

Sin perder más tiempo, me levanto del piso para buscar mi laptop y encenderla. Me preparo comida, porque sí, ahora trato de cocinar más que sándwiches y cereal, y mientras leo, repaso y estudio teoría, echo al sartén una pechuga de pollo y vegetales.

En un momento consciente en el que evito mis deberes, acomodo armoniosamente la comida de mi plato. Los vegetales a un lado y el pollo al otro, solo para tomarle una foto estando orgullosa de lo bien que se ve. Dejo a un lado mis tareas para disfrutar de la comida mientras subo la misma foto a una de mis redes sociales, forzándome a no pensar más que en la simpleza del momento.

Al rato, Ellen comenta mi foto diciendo que está feliz de que coma más saludable. Tuve que llamarla un par de veces, a ella y a Rose, para preguntarles cómo hacer algunas cosas. Pude llamar a Tori o a Patricia, porque se supone que son expertas en esto, quizás era una excusa para recordarles que pienso en ellas.

Chris también hace lo mismo recordándome de ir a entrenar en el comentario. Le cruzo los ojos, pero sí me causa gracia. Heron le responde diciéndole que solo es para una foto, porque me encantan las hamburguesas. Es un momento en el que me río y me siento querida, por más tonto que sea o suene.

Me meto un pedazo de pollo a la boca antes de que llegue una notificación a la mensajería.

Ahora cocinas?

Me quedo sin masticar y con el tenedor en la mano. No abro el mensaje. Pequeñito empuja mi pierna pidiéndome un poco pero no puedo reaccionar. He hablado con él en persona voluntariamente, sin contar esa vez en Timotie's. No es nada, es solo un mensaje, trato de convencerme.

Ya mi mano empieza a acalambrarse. Paso la comida con un sorbo de agua para sostener el teléfono con ambas manos. No es el mismo que me regaló aquella vez. También tuve que evadirlo de mi vida. Aun así, vuelve a mis contactos y a mis mensajes.

No tanto, cuando tengo tiempo—respondo con un par de caritas sonrientes.

Pasan unos minutos en los que pienso, masticando un brócoli.

Quién sabe, quizás cocinar pueda ser una de tus nuevas pasiones—bromea.

He hablado con él en persona. ¿Por qué sería diferente? Claro. Hablar con él por mensajes significaría establecer más contacto. Abro el mensaje en medio de un suspiro, poniéndome una mano en la barbilla.

¿Debería seguir contestando?

Le ofrecí quedarse con Pequeñito unas horas, igual tendremos que seguir en contacto si eso sucede. Podría limitarlo...

Trato de no recordar el tiempo que ha pasado y lo mucho que han cambiado nuestras vidas. Intento no pensar en esa Meg que toca las puertas de mi coraza. Ella sigue herida y confundida. Esa noche definió y endureció lo que yo trataba de ser, más fuerte, menos sensible. Quizás él había tenido razón y yo era muy vulnerable.

No me siento lista para estar con nadie, ni siquiera con Heron, que ha cuidado de mi este tiempo. He tratado de comprender que no necesito de alguien para curar mi corazón, después de todo, sí dependía de él lo suficiente como para estar bien.

Lo que necesito es decidir, pero no hay nada más difícil que eso ahora. Por lo menos para mí.

No puedo estar con Heron. Después de esa noche con él, sentí que estaba jugando con sus sentimientos. Dije que me daría una oportunidad, pero a qué costo... No puedo perder la amistad con Heron. Él posiblemente lo entendió porque no ha dicho nada más. Debo hablar con él, no quiero herir a nadie más en este transcurso. No a Heron, que me ha dado su cariño.

Tengo que enfrentarme finalmente a esto, pero debo encontrar el momento.

Él tiene razón, no puede ser en la boda. No podemos arruinarle el día a Ellen quien es una de las personas que ha velado por mí. Llegará el momento justo como llegan las oportunidades.

Decido por hoy solo contestar con una carita sonriente. No hay más que hacer a parte de terminar con mi comida con una sensación de escalofrío en el cuerpo. Estudio hasta tarde cargando con la promesa de Sofía, habrá consecuencias si no termino con esto preciso y rápido.

Debería tomarlo también como una lección de vida.

.

.

—Tenga buen día—digo con una sonrisa floja, entregándole un par de zapatos a la mujer de lentes oscuros y mirada irónica que ni siquiera responde.

La tienda es algo lujosa, los zapatos están en diferentes estanterías y mostradores. Los precios son algo que yo no podría, ni querría, costear. Victor logró conseguir ser gerente de estas tiendas, tiene un cargo con influencia, no sé cómo se enteró de que yo me había ido de Timotie's, pero recibí su propuesta y ya estaba cansada del terrible trato y la mala paga de la última tienda en la que trabajé.

Aunque es lujosa, es suficiente pequeña como para que yo pueda atenderla. Mi turno termina un poco más allá de medio día, así que puedo ir tranquila a mis clases en Bridge. No viene mucha gente, y claro, con una sola compra de aquí estoy segura de que se hace más que en una semana en el trabajo anterior.

Me miro al espejo el uniforme, una falda ajustada hasta las rodillas negra, sencilla. Tacones bajos y chaqueta negra aterciopelada. Se ve formal, linda. Mejor que las mini faldas de estudiante que tenía que usar en Timotie's.

Respondo algunos mensajes en mi teléfono antes de levantar la mirada cuando suena la campanita de la entrada. El corazón se me acelera, me sudan las manos. Mi boca también se seca. Dejo el teléfono en el mostrador caminando unos pasos que se hacen eternos, no escucho ni siquiera la música suave de fondo, me enfoco en su aura fría que aún no nota que estoy ahí.

De repente, extraño mi antiguo trabajo donde era imposible encontrármela.

—Hola, Britney—intento, de verdad intento que mi voz no salga temerosa. Enderezo los hombros mientras obligo a mis manos a ir a los lados de mi cuerpo para no lucir intimidada.

Hace un gesto con las cejas de vaga sorpresa. Tensa los labios y se lleva los lentes de sol hacia atrás para mostrarme sus ojos sin un ápice de emoción por verme. Es la misma expresión con la que me la encontré ese día que le regresé el llavero a... Él.

—Hola, Meg—hace peso en sus dos pies. Se ve más alta por los finos tacones que lleva puesta. ¿Cómo en menos un año se ve más adulta y refinada? —. Supuse que te encontraría...

—No se me había pasado por la cabeza encontrarte aquí—respondo soltando aire, tratando de que no suene brusco. Vuelve a tensar sus labios en una sonrisa intranquila.

—Vengo a ver algunos tacones. Los necesito para la boda de la mamá de Jay.

Bajo.

Muy bajo...

La última vez que Britney y yo hablamos, no fue cruel ni fría conmigo. Por ella yo toqué en la gala y, de hecho, recuerdo que hasta fue amable conmigo invitándome a almorzar con el resto de los estudiantes.

Ahora sostiene su bolso con elegancia y con el mentón levantando, esperando que le atienda como si yo fuese alguien totalmente irrelevante en su vida. Estoy segura de que ella no tenía necesidad de venir aquí, hay muchísimas tiendas de zapatos a la que puede ir esta...

Detengo ahí el pensamiento evitando insultarla para que el hormigueo de rabia que comienza en la punta de mis dedos no continúe al resto de mi cuerpo. Me fuerzo a regresarle la misma sonrisa tensa que me dio al principio sin añadir nada más.

Ella camina como si fuese una pluma, sus tacones crema se pasean por el piso marmoleado y pulcro mientras mira sin expresión alguna los precios de los zapatos. Mis dedos detrás de la espalda empiezan a sufrir cuando los retuerzo para no imaginarme ahorcándola... Es justo como mi imaginación en el pasado creía que era.

—Busco unos tacones altos y con la punta cerrada, de color crema. Quiero que lo que voy a usar se vea lo más uniforme posible—dice después de dar una vuelta sobre sí, ni siquiera me mira, pasea su mirada como aburrida—. Algo así—me señala uno dentro de la vitrina.

No hago el esfuerzo ni de sonreír. Meto la llave a la cerradura para sacar el zapato y que ella lo evalúe. Es el zapato más simple que pueda existir y equivale a lo que yo ganaba en una semana en Timotie's. Aparto ese pensamiento para no sentirme más patética.

—Te veo más... Delgada—menciona recorriéndome con la mirada.

—Hago ejercicio—digo con firmeza. Ya no me intimida, encuentro fuerza en mi rabia.

—Te ves mejor que antes—ni siquiera le agradezco. No es un cumplido. Ese desdén, ese tono en el que lo dice, me indica claramente que no es un cumplido.

—¿Te gustan esos? —le señalo el zapato.

—Está algo simple pero sí. Algo similar—me lo regresa, y mientras ella se pasea, respiro diez veces para no clavarle el tacón en su frente lisa y regresarlo a su lugar.

Me señala uno más en la repisa de arriba que está al lado de la caja. Ella lo toma y me pregunta por su número.

—Puedo buscarlo para que te los pruebes—puedo ver un ápice de duda antes de responder con neutralidad.

—Me llevaré esos. Conozco mi talla.

Cuando le doy la espalda, los ojos me llegan al cerebro. Evito aplacar esa Meg que sin miedo la podía destrozar en dos palabras. No tengo razones justificables para hacerlo excepto su actitud, y no sería suficiente.

—Jay me dijo que también irás—menciona cuando saco ambos zapatos de la caja para que los examine. Me muerdo la lengua.

—Ellen me crió. Sí... También iré—respondo tratando de sonar amable.

—No te ofendas. Pero, ¿no es incómodo que vayas aun cuando ustedes no... Se hablan? —no me mira, dice cada palabras pasando sus dedos finos por el zapato.

—¿Seguro no te los probarás? He escuchado que las bailarinas tienen pies... Delicados—la miro de abajo a arriba sin desanimar mi tono de voz, que no vea que me afectó su comentario. Sonríe. No sé describir de qué emoción nace esa sonrisa.  

—Me conozco. Sé mi talla—perra. No se refiere a sus pies. Aprieto los dientes. Me quedo dos segundos viéndola, termino por inyectarle veneno a la sonrisa que le regreso. Inclino la cabeza. Ya es suficiente.

—Perfecto. No tendrás es problema en cancelarlos, ¿tarjeta o efectivo?

—Efectivo—me meto detrás de la caja para recibir su dinero. Hago todo con sutileza, controlo mi respiración y el temblor de mis manos. No bajo la cabeza aunque la tenga ella en frente con su nariz levantada. Le entrego la caja viéndola a los ojos.

—Gracias por tu compra—sonrío sin dientes, tratando de que mis labios no se muevan del sitio.

—Le diré a Jay que le mandas saludos—un parpadeo.

—Está bien. También puedes decirle que lo llamaré para hablar con él. El día de viaje se acerca.

Su expresión cambia. Sí, tengo su número y él el mío.

Detesto esto. No tiene sentido. Pero si quiere jugar como si tuviésemos quince años, perfecto.

—Adiós, Meg.

—Buen día.

.

.

—¡Sigue siendo una zorra odiosa! —le digo a Hailee por llamada mientras camino a Bridge— ¡Dios! ¿Cómo pude creer que de verdad fue amable conmigo antes?

—Quizás está dolida porque Jay y tú han vuelto a hablar.

—¡No hemos hablado más que para lo de la boda de Ellen! ¿Qué le pasa a ella por la cabeza? La hubieses visto, qué insoportable.

—¿Y qué de la cafetería? Me dijiste que hablaron...

—Sí, pero de cosas normales. Él dijo que son amigos. Dudo mucho que en todos estos meses no haya pasado nada, Britney siempre estuvo detrás de él.

Cruzo la calle sintiéndome irresponsable por caminar mientras hablo por teléfono, pero es que mis manos tiemblan, el corazón todavía me late con fuerza. El viento mueve con furia mi cabello.

—¿Ella en serio irá a la boda?

—¡Sí! ¡No sé qué pasó por la cabeza! Él sabía que yo iba a ir.

Dice unas palabras a alguien más detrás de la línea. Respiro.

—Lo siento, Lee... No te he preguntado cómo estás.

—¡No te preocupes! Una de mis pasiones es escuchar sobre tu complicada vida amorosa—ríe, hago lo mismo sintiéndome un poco más tranquila.

—¿Acabas de entregar un pedido?

—Sí. Me encargaron cupcakes de cumpleaños aquí en la universidad. Mi papá obviamente no sabe nada de esto, me mataría. Pero yo se lo advertí—sonrío.

—Seguro tendrás esa tienda de repostería. ¿Me invitarás?

—Siempre que me sigas contando historias de tu vida amorosa, sí.

—No tiene mucho de amorosa ahora.

—¿Te quedarás en casa de Ellen?

—Sí, supongo. Tenía pensado ir a la boda y después volver. Tengo muchísimo que hacer de la universidad.

—Pero es fin de semana.

—Hay demasiado que adelantar.

—¿Segura de que es por eso? —me muerdo los labios.

—También es porque... Papá me ofreció ver a mamá—hay una pausa. Recuerdo esa mirada que tuvo Hailee cuando le conté lo sucedido en Ciudad Solar. Los golpes que me dejó y no hablo solamente de los físicos.

—Tú estabas emocionada por verla.

Veo a Bridge a una cuadra. Me abro la chaqueta para refrescarme. Tengo una clase difícil, después de terminar todos mis bloques, las asesorías con Sofía, si no logro lo que ella quiere hoy, no me imagino lo que hará para castigarme.

—Es complicado. No es que no quiera verla... Es que ha cambiado mucho todo. No quiero volver a no dormir por pensar en los por qué ella no me quiere.

—Pase lo que pase, estaré para apoyarte—endulza su voz.

—Te quiero. Llámame para lo que necesites—escucho una risita.

—Está bien. David te manda saludos.

Al colgar mi rabia se ha disipado casi por completo. Hablar con Hailee siempre mejora mi estado de ánimo. Ella está bastante ocupada, y aun así, tiene tiempo para mí.

Hailee volvió con David hace unos meses. Claro que sus padres tampoco lo saben. Hailee también ha cambiado. Antes temía y velaba por la aprobación de ellos en cada aspecto de su vida. Ahora, aunque no le gusta lo que estudia, lo hace porque tiene los objetivos de su vida en mente. Hailee es una de las personas más determinadas que conozco, que esté siendo feliz me da felicidad a mí.

Hailee ha conseguido de cierta forma, la paz que ella deseaba tener. Como muchas cosas que sigo intentando, trato de seguir su ejemplo.

Bianca me manda un mensaje de texto para preguntarme si ya estoy en la Universidad. Tengo una sola clase con ella, el resto de su horario es en la mañana.

Bianca está aspirando a participar en el programa para irse al extranjero, eso es un detalle que sé nada más yo. Tampoco tiene mucho tiempo, pero hacemos lo posible para hablar y salir cuando hay tiempo libre.

En la hora que tengo para descansar luego de la segunda clase, me dirijo al café donde siempre nos reunimos. Ya la encuentro ahí viendo su teléfono y con un café pequeño que se lleva a los labios antes de percatarse de que llegue. Me abraza y me deja un beso rápido en la mejilla.

—Hoy estoy tan cansada—menciona con desgano—. No he comido nada en todo el día, ¿por qué entre los estudiantes hacemos competencia entre quién duerme y come menos? —río.

—Te entiendo. ¿No irías a desayunar hoy con Harold?

—Dijo que tenía algo importante que hacer con Jay.

Uno mis cejas.

—¿Puedo saber qué? —me mira unos instantes.

—Es Harold quien le está insistiendo a Jay. ¿Recuerdas ese profesor? Está amenazando a Jay con sacarlo de la universidad sin motivo. El viejo está loco, le lanzó un balde de pintura a los zapatos solo porque se molestó.

Me enderezo en la silla algo sorprendida. Él me mencionó eso en el pasado, recuerdo que gracias a ese profesor casi lo expulsan por el incidente con Heron. Él estaba muy afectado por eso.

—Sí... Él alcanzó a decirme algo de eso. Le dañó una pintura.

—La universidad no se quiere hacer cargo de lo que está pasando.

—¿No ha intentado hablar con Sofía? —pregunto. Ella niega.

—Harold me dice que ella tiene influencia ahí, pero se encarga sobre todo de la facultad de música. Ella no tiene nada que ver con Irvin. La situación ya se está saliendo algo de control.

—¿Le tocó verlo de nuevo este año?

—A él y a Harold. Con otra materia, claro. Pero hasta el mismo Harold pierde la cabeza después de escucharlo. Es un imbécil. Nadie más ha hecho nada. Jay es quien le responde en las clases y Harold está buscando una forma de hacerlo saber a las autoridades de la universidad. No han dejado que hable con los rectores.

—Es grave, entonces... —asiente con preocupación. El mesero llega, pido un café y una ración de pie, noto que Bianca no bromea con que yo le coquetee como siempre— ¿Hay... hay algo que yo pueda hacer para intentar ayudarlos?

—Por ahora creo que no. No es posible que lo despidan, es alguien conocido en ese mundo.

Resoplo dejándome caer.

—Jay ha estado muy decaído desde hace un tiempo—dice, la miro a sus ojos que cubren sus lentes purpura intenso. Sostiene su taza con delicadeza—. Tú... ¿Nunca escuchaste lo que tenía que decir?

—¿Por qué esa pregunta ahora? —responde después de unos instantes. Bianca suspira y parpadea, como alargando el tiempo. Pensando los posibles resultados de lo que dirá a continuación—. ¿Qué pasó?

—Me encontré con Gemma.

Si escuchar el nombre de Britney tiene un efecto que me congela los nervios. Oír o recordar el nombre que acaba de mencionar, me hace querer gritar y quemar todo a mi paso. No había vuelto a hacer mención de su nombre desde aquella vez. Yo desaparecí su rastro de todo, me propuse incluso a olvidar su cara, su voz, y el recuerdo de cómo intentó ser mi amiga.

—Ella me buscó... En realidad.

Mis dedos se quedan tiesos. Mi espalda se vuelve aún más rígida. ¿Es que hoy estoy destinada a recordar a todas esas personas que me han hecho el daño suficiente como para yo sentirme con ganas de desaparecer?

—¿Qué te dijo? —mi voz sale penosa.

—Su abuela murió en enero. Ella vino a Bridge a retirar sus documentos porque no seguirá aquí. Al parecer, será mochilera un tiempo... Me dijo que me estaba buscando porque quería hablar conmigo. Me dio su número. Quería arrancarle la cabeza, en serio—dice sin ningún ápice de gracia. Bianca fue quien más la insultó, ella incluso fue quien me advirtió en primer lugar. Yo creí que estaba equivocada, yo pensé que Gemma no era esa clase de persona.

Bianca tomo un sorbo de su taza pensando en lo siguiente.

—Quiere hablar contigo. Me dijo que sabía lo que había pasado y se sentía mal. Quería... Aclarar las cosas—suelto una risa cínica.

—Tuvo mucho tiempo para hacerlo.

—Me dijo que no sabía hasta hace poco. Creyó que tú y él seguían... Juntos—palabra delicada para el tema, lo sabe, veo su mirada cautelosa.

—Yo no tengo por qué hablar con ella.

—Jay y tú estarán juntos en Ciudad Solar un fin de semana. Lo más probable es que se dé la oportunidad de hablar—suspiro.

—Quedé con él para dejarle a Pequeñito, nos hemos conseguido estos meses algunas veces, pero nada más. No estoy esperando que pase nada—es verdad—. Si tengo que escucharlo, lo haré. Pero después de todo este tiempo, ¿eso cambiaría algo?

—Él le ha dicho lo mismo a Harold—responde casi de inmediato. Apoya sus codos sobre la mesa—. No trato de hacer que vuelvan, te vimos sufrir mucho. Pero yo no sé la versión de Jay, excepto lo que me ha dicho Harold... Y la verdad, tiene sentido.

—Él estuvo escondiéndome mucho—hay rencor en mi voz. Hablar de esto significa que quien va a responder, es la Meg que deseché en el cajón donde guardo mis heridas—. ¿Cómo confiaría de nuevo?

—No has querido escuchar a nadie... ¿Segura de que no pasaba algo más?

Esa respuesta es muy personal, esa Meg abraza esa respuesta dentro del cajón.

—Lo acepto. Quizás sí se dará esa oportunidad de hablar de lo que pasó. Pero no puedo asegurar lo que sucederá después.

—¿Por Heron?

—¡No! Heron y yo no... No podría volver a repetir ese ciclo. No sirvo para esa clase de relaciones.

Bianca toca mi mano con cariño. Mis amigas son las que me han salvado estos meses. Sarah, Andrea, Bianca y Hailee. ¿Cómo podría sobrevivir a la rutina sin ellas? El corazón se me hincha al pensamiento, feliz a pesar de las preguntas difíciles de este día porque tengo amigas que se preocupan por mí y por mi vida más de lo que yo lo hago.

—Pase lo que pase, espero poder ayudarte. Aquí estoy para escucharte si lo necesitas. Cuando estés lista, lo hablamos.

Le sonrío genuinamente en respuesta. La hora se nos pasa en risas, escucho a Bianca hablar feliz de Harold y sus clases, de su mamá que la ha venido a visitar con su novio. Ella me dice que está feliz de que su mamá haya conseguido a alguien que la ame aun y cuando perdió la esperanza. La escucho todo el rato contagiándome de su energía y sus palabras.

Las siguientes clases, tengo una sonrisita relajada en el rostro. Hoy no necesito más café ni respirar profundo. Recuerdo el rostro de Bianca y la voz de Hailee cuando toca mi asesoría con Sofía que se ve severa.

Solo lo hago dos veces cuando me dice que me puedo retirar con una expresión que trata de esconder con su cuello estirado y sus cejas rígidas leyendo una partitura.

Está complacida.

Esa noche, llego a casa más tranquila que otras noches, atreviéndome a pensar de que estoy feliz de estar aquí. Se disipa esa emoción de neutralidad que predomina en mi pecho.

No me permito tener total esperanza, pero si me lanzo en mi cama acompañada de Pequeñito para dormir y empezar otro día. 

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