Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

6. Jay

Vuelvo a poner los codos sobre la mesa después de beber el contenido del pequeño vaso de vidrio. Evito contorsionar mi rostro. Sí es un trago fuerte, pero necesario.

—No puedes renunciar—me dice Harold con una expresión de molestia—. No puedes rendirte por Irvin.

—Creo que he hecho todo lo posible. Esto es insoportable. Me amenazó.

—¿Qué te dijo? ¿Cómo no hacen nada?

—Básicamente—tomo otro trago antes de continuar—, que soy un ser sin talento, y que si continuo en la universidad, hará que mi vida sea miserable.

—¿Les dijiste?—bufo.

—No me creyeron cuando les dije que manchó mis zapatos con pinturas, me lanzó un balde de pintura a los pies —río, Harold adopta una postura de tensión.

—No puedes renunciar.

—¿Qué otra opción tengo?—lo miro, se pasa una mano por su cabello rojizo, sostengo esa expresión de frustración que tengo desde que salí de clases hace unas horas—. Todo va mal, así que qué diferencia haría irme.

—No seas idiota. Eres uno de los mejores de la clase, tienes oportunidad. No te puedes rendir, punto. Tenemos que buscarle una solución.

—Es un profesor querido en la universidad—me da un golpe en la nuca.

—Basta de eso. Habla, pregunta, recolecta pruebas y lo denunciamos. Punto.

Después de un rato más de charla, Harold debe irse. Había quedado con Bianca para salir, me dice que vaya a casa porque no es bueno beber sin compañía. Tiene razón. Pero me siento tan perdido que de pensar en la soledad que me espera en casa me abruma.

Mirando a un punto vacío, pienso en la parte de mí que no quiere buscarle solución. El Jay del pasado había hecho todo lo posible por defenderse, por buscar una salida o por lo menos aceptar soportarlo hasta que pasara lo mejor. Ahora es diferente, me siento con poca fuerza para esto.

He pensado si esto comenzó desde que se fue Meg. Pero no es así. Esto no tiene que ver con ella, o con Britney, o con cualquiera. Sino conmigo. ¿Quién soy ahora? ¿Qué debería hacer? Esto comenzó desde que me consumió la rutina y el otro Jay se perdió y a cambio, surgió esta versión de mí que no me agrada.

No me excuso, no es culpa de nadie. Excepto mía.

Termino por levantarme para dejar pago y propina en mesa. Me meto las manos en la chaqueta, el aire está frío, camino al departamento.

Al llegar y abrir la puerta, la cierro con el talón. No puedo evitar recordar a Meg gritándome que dejara de cerrar la puerta así. Dejo caer las llaves en el mesón junto con mi cuerpo, apoyando mi frente en mis dedos. Este lugar se siente tan vacío. Hay una taza frente a mí, me siento cada vez más desesperado.

No pasa un minuto de silencio cuando la taza vuela por el aire y se estrella contra la pared. El sonido de desesperación que sale de mi garganta es lo que hace que me dé cuenta que las lágrimas bajan por mi rostro.

Hay mucha ira dentro de mí. Quiero gritarle al mundo que se detenga.

Mi teléfono suena, siempre suena cuando estoy solo. ¿Es tan obvio que estoy mal? Con ese pensamiento, pateo sin tanta fuerza la pequeña mesa junto a la puerta. Todo sigue igual, no he cambiado nada de lugar.

Vuelve a sonar. No quiero saber quién es. No quiero hablar con nadie y, a la vez, quiero gritar que no lo soporto más.

Pero no tengo más opción, el teléfono sigue sonando. Con la respiración agitada veo mi teléfono. Es Britney.

—¿Hola?—dice ella a través de la línea—. ¿Jay?

—¿Qué sucede?

—Colin se fue. No sé en dónde está—su voz se quiebra—. Le dije lo de papá... Tuvimos una discusión y se fue, no ha regresado a casa.

—¿Dónde estás?

—En mi departamento. Sé que es tarde, pero necesito encontrarlo. Raphael estuvo por toda la ciudad buscándolo, no le puedo decir esto a mi papá—llora, Britney jamás pierde el control, a menos que sea en una situación como esta.

—Voy para allá. Mantén la calma.

Veo de regreso mi departamento oscuro. Casi no estoy aquí, excepto para dormir y comer algo. Refleja cómo me siento, vacío y roto.

Con esa última idea, salgo de nuevo. Prefiero estar fuera que en esta oscuridad que me consume todavía más.

Al llegar al departamento de Britney después de haber llamado durante todo el camino a Colin sin obtener respuesta, lo primero que me consigo es el rostro enrojecido de Britney bañado en lágrimas. La atraigo a mi pecho mientras ella se desborda de lágrimas.

Se aferra a mi camisa con sus manos delgadas. Intento tranquilizarla moviendo su cuerpo junto al mío.

—Fue mi culpa, todo es mi culpa. ¿Y si le pasó algo, Jay? ¿Si se lo llevaron?

—Britney, tienes que respirar—la sujeto del rostro, apenas veo sus ojos—. Colin es inteligente, debe estar a salvo. ¿Tiene alguna tarjeta de crédito? ¿Algo que podamos rastrear para saber dónde está?

—Dejó su teléfono, sé que él tenía efectivo. ¿Por qué se fue así? Tenías razón de todo, soy una terrible hermana.

—Basta, Britney. Sabes que no es así, Colin te ama. Debe estar por regresar, preguntémosle a algún amigo, alguien debe saber en dónde está.

—Goleudy es muy grande. No sé en dónde más puede estar. Tuve que llamar a los hospitales de lo angustiada que estoy.

Desfallece, la sujeto con fuerza caminando con ella hasta el sofá. Dejo que esté en mi pecho para que se recomponga, tiembla y se ve más pálida de lo que es.

—Britney, estoy seguro de que Colin está bien—acaricio su brazo desnudo, su piel está fría—. Descansa, llamaré a la policía, ¿está bien? Todo estará bien, Colin aparecerá.

Britney se queda, yo salgo y voy a la azotea. El viento me golpea el cabello y el rostro, la vista es impactante.

Puede verse toda la ciudad junto a sus luces, el cielo siempre nublado pero las calles llenas de vida.

Pulso el número de la policía mientras camino alrededor para enfocarme en algo más. Me detengo cuando veo a una figura conocida del otro lado, con los codos apoyados en el borde del edificio, un chico.

—¿Hola?—dice el número detrás de la línea después de unos segundos de haber sido contestada la llamada.

Me acerco y cuelgo, me apoyo igual que él, mirando al frente con cautela.

Veo a Colin de reojo, sus ojos están bañados en lágrimas. No se parece en nada a Britney, debió de parecerse a su mamá. Su cara es más ovalada. Está más alto de cuando lo conocí, pero aún no se ve lo suficientemente adulto.

—Britney te está buscando desde hace horas—digo mirando la frente, intentando que no se vea como un regaño.

—Acabo de llegar. No estaba aquí—responde con las voz quebrada.

—¿Por qué te fuiste?—pregunto.

Traga. Baja su mirada unos segundos.

—Me voy a quedar todavía más solo.

—Creí que ya lo sabías...

—Sabía que estaba enfermo—me responde con demanda—. No que ya no había solución.

Lo acompañado en silencio.

—No lloro por él—continua con pausas—. Igual no lo conocía demasiado. Siento que es como conocer a alguien nuevo. Estoy enojado porque él intente arreglarlo ahora. Cuando ya es tarde.

—Es mejor tarde que nunca, Colin.

—Hubiese dolido menos si no hubiese sabido nada. Duele que muera porque me estaba cayendo bien, supongo que me gustó la idea de tener un padre. Lo más cercano a una madre es Britney, pero un papá... Y lo que más molesta es que Britney no me lo haya dicho, y que me haya dicho que crezca de una vez. Creí que lo estaba tomando bien. Yo no lo odio. Pero me rechazó toda la vida.

—Dices que no lloras por él, pero te estás refiriendo a tu padre de todas formas.

—¡Me siento mal porque por fin creí que podría tener una familia!—me enfrenta. Sus ojos claros, ahora sí iguales a los de Britney, me reflejan a esa edad. Diferente problema, diferente huella. Pero la marca igual de profunda—. Creí que él al fin querría ser parte de nuestra vida. Es un cobarde. Bastó que tuviese a la muerte tocándole la puerta para que quisiera saber de mí.

No hay nada que decir. O quizás, yo no tengo nada que decir. Por eso prefiero acompañarlo en silencio.

Colin no vuelve a hablar después de eso. Me hace sentir enojado y frustrado, Colin no puede hacer nada al respecto. No es un buen día para remover cosas del pasado, pero a nadie le importa eso, igual mientras miramos a Goleudy con todas sus historias y personas, me lleno de rabia al recordar que yo me sentí igual que él... Y sigo sintiéndome así.

—¿Cómo fue cuando tu papá murió? —me pregunta al cabo de unos minutos. Deberíamos volver, seguramente Britney debe estar volviéndose loca. Pero aquí hay tanto silencio y espacio. Aun lleno de amargura, prefiero estar aquí que entre cuatro paredes blancas que son sinónimo de mi vacío.

—¿Cómo?

—¿Cómo fue después de que el murió?

Trago, suspiro. Me remuevo un poco pensando qué decir.

—Difícil. Tuve que hacerme cargo de mucho. Mi mamá estuvo mucho tiempo deprimida, cuando llegaba de trabajar, se quedaba todo el tiempo en silencio. Cuidaba de mi mientras estuve recuperándome de mi operación en la rodilla, después de que pude hacer todo por mí mismo, tuve que forzarme a ser fuerte por todos.

—¿Es lo que yo debería hacer?

—No—lo observo—. Siéntete mal el tiempo que puedas. Después sigue adelante. Ayuda a Britney en lo que puedas, no más. Sin importar que tanto te diga, piensa que tú también eres importante.

Une sus cejas como si no fuese la respuesta que esperaba. Su expresión es dudosa. Cómo si entendiera, como si quisiera hacer lo que le digo. Pero no lo hará. Colin no es así. Yo no soy así y odio admitirlo. No puedo hacer como que no me importa.

—No puedo hacer eso—dice en medio de un suspiro. Dejo salir una risa irónica—. ¿Qué?

—Sabía que dirías eso.

—¿Por qué?

—Tienes buen corazón.

Ríe débilmente al cabo de unos segundos. Le palmeo la espalda diciéndole que vayamos dentro. Antes de irme, veo por última vez el plano de la ciudad. Sigue ahí la turbulencia, la pintura sin color.

Britney corre a abrazar a Colin después de que abrimos la puerta. Afuera empieza a llover. Vuelvo a meter las manos dentro de los bolsillos de mi chaqueta cruzando mi mirada hacia otra parte para darles privacidad, Britney llora y sujeta a Colin como si su respiración dependiese de eso. Y es así. Britney es la madre de Colin, Colin lo sabe. Por eso él se aferra a sus brazos dejando caer sus lágrimas.

Doy dos pasos hacia atrás en busca de retirarme. Pero la mirada que me dirige Britney suplicándome que me quede me hace sentir culpable, quiero irme, pero no quiero estar solo en ese departamento.

No quiero estar aquí, ni en mi departamento. ¿Entonces en dónde debo estar?

Britney lleva a Colin a su habitación, dura bastante rato con él mientras yo me quedo en la sala viendo la lluvia caer, viendo la ciudad oscurecerse por las nubes tormentosas. Sigue el silencio, pero las gotas en la ventana lo hacen de cierta forma diferente. Al recuerdo de mi habitación en Ciudad Solar, termino por voltear mi mirada de regreso al celular.

Últimamente he estado pensando mucho más en Meg. No he podido escribirle desde esa vez que visitó fugazmente Timotie's. Ella escapó... La conozco suficiente para saber que escapó. Y no puedo culparla de ninguna forma, no podría.

—Jay.

Me sobresalto al escuchar la voz de Britney.

—Te estabas quedando dormido—dice acomodando su bata de dormir, se sienta junto a mí. Su cuerpo irradia calor—. Lamento si te pedí que te quedaras. Estaba empezando a llover. Hoy te ves triste. ¿Está todo bien?

No.

—Sí—respondo. Britney hace una mueca, no está convencida—. ¿Cómo está Colin?

Suspira, se pone los brazos debajo del torso cruzando sus piernas. Su cabello rubio le recorre un hombro. Se ve cansada, pero de cierta forma, aliviada.

—Nada bien. Pero está bien. ¿Me explico?—bufo—. Está bien ahora que hablamos. Enojado, muy enojado. Supongo que así también me siento yo.

—Qué bien.

—Gracias por ser amigo de Colin—dice después de una pausa—. Y mi amigo. No sabía a quién llamar.

Ambos apoyamos nuestra cabeza del borde del sofá. Ambos cansados. Ambos con muchas responsabilidades sobre nuestros hombros. Britney me mira a los ojos con sus ojos azules profundos, con una sonrisa tranquila.

Termina por sujetar mi mano, uniendo sus cejas rubias.

—Lamento si he dicho cosas antes que no debí decir—acaricia la piel de mis nudillos—. No estuvo bien... Supongo que sería la necesidad de encubrir lo que sentía.

—No te molestes—respondo después de unos segundos.

—No sé qué está pasando por tu vida, Jay. Pero me gustaría ser parte de ella.

Resoplo.

—Ni yo mismo soy parte de mi vida ahora.

Siento la mirada de Britney sobre mí. Después, su mano va a mi rostro para dirigirlo a sus ojos que ahora, son más tranquilos, amistosos.

—Te conocí hace casi ya más de año...—dice con nostalgia— Vuelve, Jay.

—Es fácil pedirlo.

—¿Cómo puedo ayudarte?

—Basta, Britney—tomo su mano y la pongo de regreso en su regazo, veo su expresión decepcionada—. Por ahora no pueden ayudarme.

Sus cejas unidas, sus labios en una mueca triste me dicen lo que ya sé, me veo tan mal cómo me siento. Intento tranquilizarla con una sonrisa sin dientes, pero el esfuerzo termina por resultar patético.

—Estaré bien. No te preocupes.

—Quisiera no hacerlo. El problema es que me importas demasiado.

.
.
.
.

—Deberíamos hablar.

Es el primer mensaje en mi teléfono dos días después del incidente con Colin y Britney.

Con un ojo abierto sintiendo los rayos del sol entrar por la ventana, evito parpadear pensando en que no debe ser cierto.

Dejo el mensaje un rato más ahí. Incluso termino por despertar, bañarme y hacer las cosas básicas que hace un ser humano al despertar, como desayunar.

Claro que al abrir la alacena no hay mucho. Así que opto solo por tomarme una taza de café instantáneo que me termina por dejar un mal sabor en la boca.

Voy a Bridge, me encuentro con Harold y Bianca tomados de las manos caminando hacia mí. Bianca sostiene como siempre esa expresión de duda en su rostro, apenas escucho un saludo de su parte. Harold me palmea la espalda y me promete que hoy puede que sea un buen día.

Ellos se despiden, yo me quedo con Harold caminando por la universidad. Está igual que siempre, ya no me parece tan fascinante como cuando llegué. Ahora tiene para mí un aura nostálgica.

O no sé si será esa capa de polvo que parece recubrir ligeramente la madera de la que se compone este lugar y los tenues rayos de luz que entran por los vitrales que hace que todo sea más triste.

—¿Todo bien?—me pregunta Harold—. Te he visto aún más decaído estos días.

—No. Todo bien.

—Lamento que Bianca se porte así.

—Lo entiendo de cierta forma—me subo un hombro después de ver la expresión dudosa de Harold—. ¿Qué?

—Bianca habló con Gemma. Bueno, Gemma la buscó.

Eso sí me sorprende.

—¿Y?

—Pues, no fue muy bien. Pero si me dijo que te dijera que Gemma quiere hablar contigo.

—¿Para qué? Digo, no puedo culparla de todo. Pero tampoco puedo exonerarla de eso.

—No lo sé. No quiero meterme en ese asunto. Pero si estás arreglando las cosas con Meg...

—No es así —recuerdo el mensaje. No he querido atreverme a revisar de nuevo por miedo a que sea real, y si es real, sería para hablar de la boda, e igual no tengo ni pizca de ánimos de ir.

—¿No es que habían hablado?

—No de eso.

—¿Y?

Vemos al profesor pasar a nuestro lado, después entrando al salón. Debemos ir y yo no quiero seguir hablando de esto.

—No sé, Harold. Quizás si ya se pasó el tiempo después de todo.

Veo que une sus cejas.

—¿Estás seguro de eso?

Antes de entrar al salón, de seguir siquiera respirando, pienso lo que diré. Ese pensamiento que me ha estado persiguiendo desde que la vi de nuevo.

—Por más que yo quiera seguirla... No sé si sea justo para Meg después de todo. No es justo para ella. No soy bueno para ella ahora mismo.

Y esa es la verdad, una que no me había atrevido a decir en voz alta.

No hay nada más que quiera mi alma que escucharla reír y cantar, de tenerla tan cerca que desearía quedarme por siempre ahí escuchando su corazón.

Pero, ¿es justo para Meg después de todo? ¿Hacerla sufrir nada más por lo que yo quiero?

Claro que no.

Por eso en la clase no puedo concentrarme. Saco mi teléfono, el mensaje es real, tanto como lo fue su confianza en mí. No es un mensaje que me alegre, no voy a pedir que regrese porque no hay nada bueno que le pueda ofrecer ahora mismo. No es justo que sufra.

Meg... De todas las personas que he conocido, es la que más ha sufrido y menos merece sufrir.

Le respondo el mensaje.

De acuerdo.

.

.

.

Con las manos en los bolsillos, camino con la dirección que me dejó Meg por mensaje. Cae una llovizna que logra dejar los vidrios de los negocios empañados. Las personas caminan con sus paraguas mientras las luces de la ciudad embargan la noche. No se ven estrellas, solo las luces encendidas que cuentan historias de quienes viven aquí.

No es muy lejos. Es un sitio similar a Timotie‛s. Entiendo que ella no haya querido ir, por eso ni siquiera se lo propuse. Mis manos sudan y mi respiración se corta cuando estoy a menos de una cuadra. Planeé todo lo que podía decir, pero estoy seguro que lo olvidaré todo cuando la vea.

Meg fue mi amiga. Y eso es más importante que cualquier otra cosa. ¿Qué sentido tendría hacerla regresar cuando lo único que puedo es hacerla sufrir?

Cuando la veo a través de la vitrina del café, mis ideas se despejan. Me doy cuenta que es el mismo... El de las luces que caían del techo de la entrada en navidad. Cuando caminamos de regreso a casa y nevaba, cuando lo único que me hizo regresar a mí mismo fue tocar su mano cálida.

Es como si el mundo se hubiese detenido. El sonido de los autos, de los pasos, hasta mi propia respiración se apaga lentamente. El mundo se convierte en ella con sus piernas cruzadas mirando hacia el frente con su café sobre la mesa humeando a su rostro ya enrojecido del frío. Se rasca suavemente la nariz con el dorso de la muñeca, un gesto que hacía cuando empezaba a molestarle la temperatura.

Es un escena tan simple y familiar.

El pecho se me abre de dolor. ¿Por qué estamos tan acostumbrados a que pase lo peor para empezar a valorar lo que hay a nuestro alrededor?

Meg pudo haberse quedado a pesar de lo que me ocurre, la conozco.

Yo decidí que no fuese así.

Cruzo la calle. Veo su expresión cuando entro al café. La diferencia de temperatura no es demasiada, así que me dejo la chaqueta con mis manos temblando no precisamente por el frío.

Sonrío a medias. Dejé mis lentes en casa. Y aun así, puedo ver qué se siente incómoda. Respira y retuerce sus dedos sobre la mesa, balbucea y los esconde, después se quita un mechón de cabello. Yo sonrío.

—Hola—decimos al mismo tiempo. Sonrío.

—Hola. ¿Estás bien?—dice.

—¿Tú cómo estás?

Llega el mesero y Meg pide dos chocolates después de que él retira su taza vacía de café. No me atrevo a rechazarlo por más que tenga el estómago cerrado.

—No respondiste mi pregunta—pestañea dos veces y... Muerde el interior de su boca. Evito realmente sonreír, pero se me hace imposible—. ¿De qué te ríes?

—Sigues haciendo eso—le señalo. Relaja su rostro.

—Sí. Hay cosas de las que no he podido deshacerme.

Asiento con lentitud.

—No me refería a eso—dice con rapidez avergonzada.

—No te preocupes—respondo genuinamente—. Estoy bien, Meg. ¿De qué querías hablar?

—No sé... Sólo hablar—dice algo cabizbaja.

—¿Pasa algo?

Meg se deja caer en la silla manteniendo sus dedos largos sobre la mesa. Hace un gesto fijando por un momento su atención a un punto detrás de mí.

—¿Es buena idea que yo vaya a la boda?

Uno mis cejas.

—Mamá estaría triste si no vas—aseguro.

—¿Le dirás... Lo que pasó?

Respiro eligiendo mis palabras.

—No creo que ese día.

Asiente. El mesero trae el pedido y Meg no tarda en darle un sorbo rápido.

—Se lo diré después si te sientes más cómoda—menciono removiendo la taza en el plato. Meg se pausa unos segundos con la mirada en la bebida.

—¿Es fácil para ti?

—¿El qué?

—Esto—señala. Sé a qué se refiere. Termino por mirarla a los ojos. Ella trata de mantenerse tranquila, pero su tono de voz es algo demandante.

—No—respondo sin agregar nada más—. ¿Quieres decirme algo más?

Bufa con las cejas unidas. Con esa expresión de ironía. La misma que me sacaba un poco de quicio.

—Si no te sientes bien yendo a la boda, está bien. No tienes que ir.

—¿Irás solo?—bien. Otra pregunta con la que tengo que tener cuidado. No le he dado el primer sorbo a la bebida, apoyo los codos sobre la mesa de nuevo, escondiendo los brazos.

—Voy a ir con Britney. La invité hace tiempo—respondo con naturalidad. Eso. Veo eso. Ese gesto impreciso que esconde con la taza en sus labios.

—¿Ustedes salen?—baja la mirada al contenido de la taza.

—No. Britney y yo somos amigos.

Muerde el interior de su boca, después se peina el cabello para darle un sorbo corto a la taza, casi con impaciencia.

—Mamá quiere que vayas. Te prometo que le diré que... Ya no hablamos, después.

Asiente sin verme. Me ofrece un gesto simple que no podría llegar a ser una sonrisa.

—¿Pasa algo más? —pregunto.

—Yo... Te vi algo triste ese día en el parque.

Expulso aire con algo de incomodidad por su pregunta. Soy yo quien bebe un largo sorbo para pensar qué debería decir. ¿Debería seguir diciendo que no ocurre nada? ¿Qué ganaría con admitir que no es así?

—Son... Cosas. No te preocupes mucho por eso.

Empieza a sonar un suave jazz. La cafetería está agradable, hay una buena cantidad de personas que hablan y disfrutan de la noche. Yo me dejo caer de nuevo en la silla con una mano sobre la mesa, no tengo ni idea de qué más decir.

Hablar con Meg era tan fácil... Evito el dolor que me causa ese pensamiento. He estado evitando recordar cualquier cosa que se relacione con su memoria. No es que sin Meg no pueda ser feliz, sería algo absurdo. Sino que desde que ella se fue, la vida no ha podido ser la misma.

Pienso repentinamente en la verdad. Ella sí se hubiese quedado conmigo a pesar de yo estar hundido. Mientras pasan los minutos, todo en mi cabeza cobra sentido. Esa idea toma fuerza.

Ahora me siento todavía más arrepentido. Todo sería sido distinto si no hubiese sido tan susceptible. No estaba pasando nada, pero yo decidí huir.

Despejo el recuerdo de esa noche. Hoy no.

—¿Conseguiste el trabajo? —pregunto.

—Sí—responde con algo de entusiasmo—. Tiene un horario flexible. Puedo ir a clases y a hacer ejercicio. La paga es un poco mejor que en el anterior.

—¿De qué es? —me intereso realmente.

—Es una tienda de zapatos. No es tan lejos de mi apartamento... También ya me mudé.

Sonrío observándola a los ojos.

—¡Eso es muy bueno, Meg! En serio me alegra por ti... Tendré que regalarte algo para que decores.

Asiente con una expresión relajada, sí se ve feliz... No podría quitarle eso por más arrepentido que me encuentre. Eleva sus cejas, seguido enciende su teléfono. Me muestra la pantalla en donde hay una foto de Pequeñito acostado en el piso mordiendo el mismo juguete que yo le compré hace muchos meses atrás...

—Ya no es tan pequeñito—río—. Seguro no será tan grande. ¿No te ha roto ningún zapato?

—Es el perro perfecto. Lo criaste bien ese mes que se quedó contigo.

Extraño a ese perro. Dios... Extraño toda mi vida. ¿Por qué está este desastre de ahora? ¿Qué fue lo que ocurrió? Es absurdo sentirme de esta forma cuando apenas empiezo a vivir pero parece y siento que he pasado años en este tormento cuando apenas fue el año pasado que empezó. Yo era un soñador, veía lo positivo de todo, trataba de solucionarlo todo. ¿Dónde estoy?

—¿Ocurre algo? —dice.

Hago un gesto volviendo en mis sentidos.

—No, no—sonrío—. Me sorprende que haya crecido tanto, nada más.

Meg hace un pausa pensativa.

—Yo... Podría dejártelo un día, si quieres.

—¿De verdad? —mi propia emoción me sorprende.

—Sí... Un día que esté ocupada, puedes llevártelo al departamento.

Mis labios me muestran incluso a mí mismo, una sonrisa genuina. Imaginar a Pequeñito en el departamento unos horas es algo que cambia mi humor lo suficiente para sentirme bien.

—Gracias, Meg... Eso estaría bien.

Escucho ese silencio en mi interior. No es tormentoso ni desolador. Es arrullador. Hace tiempo que la tormenta de pensamientos no se detenía en mi consciencia. Ahora está como si un velero navegara después de la lluvia...

—Ya debo irme. Se me hace tarde—dice después de un rato.

—Sí. También debería irme.

Ambos nos encaminamos a la salida después de pagar. Meg no dice nada más. Pero no parece incómoda... Trato de mantener a flote el velero, en pensar en Pequeñito en el apartamento. Me tranquiliza la idea a pesar de que también me hace sentir como a un niño que le prometen un juguete.

Meg detiene un taxi. Su blazer largo y beige haciéndole movimiento a su cuerpo junto con su cabello negro que le descansa en un hombro.

—¿Te cortaste el cabello? —pregunto.

—He tratado de mantenerlo corto. Me gusta—su mirada se ve tranquila.

Abre la puerta del auto, las luces de la ciudad no me parecen tan desagradables hoy.

—Nos vemos—se despide.

—Sí.

Es lo que puedo decir. Empiezo a andar por la ciudad tocando un poco de la esperanza que se había extinguido de mis sueños. Imagino a Pequeñito en casa. Ya es hora de limpiar, hay el polvo suficiente. Incluso pienso en comprarle un plato nuevo para ponerle agua y comida.

Me detengo en una tienda justo a hacer eso. Mi cabeza no grita. Trata de decidir seli escoger  rojo o el azul. Si está más grande, debe comer más...

Pago el plato rojo, el más grande. Incluyo galletas de perro y un juguete de goma para él. Esa noche, camino tranquilo a casa pensando en un motivo para continuar. Para esperar el futuro y tener la expectativa de que me espera ese día con Pequeñito. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro