Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5. Meg

Me despejo de un movimiento. Intento quitar esa sensación de mis brazos con mis manos, para apartar esa calidez que se quedó ahí cuando me abrazó.

Pasó una semana. Preferí guardarlo para mí y esa noche cuando llegué al departamento con Andrea, sentí que mi vida se desmoronaba y empezaba de nuevo. Todo al mismo tiempo. 

Me asusta sentir esto de nuevo. Creí que era asunto del pasado. Pero ahí estaba su sonrisa y a pesar de su cansancio, los mismos ojos verdes brillantes.

—Estás bastante desconcentrada últimamente—me dice Tori leyendo una lata de frijoles y metiéndolos al carrito.

—No estoy desconcentrada. Estoy cansada.

—¿Qué le pasa a los jóvenes hoy en día que siempre están cansados?—río.

—¿Tú no eres joven?—bufa.

—Básicamente, podría tener hijos y una esposa, pero aquí estoy, ayudando a mi primita a mudarse sola por primera vez.

—¿Es malo eso?—me mira y sonríe.

—No. Prefiero pasar tiempo contigo.

—Lo sabía—me codea después de guardar en el carrito una caja de cereal—. Esos me gustan.

—¿Te quieres mudar sola de verdad?

—¿Por qué no? Ese siempre había sido mi sueño.

—Sí. Pero trabajas y estudias.

—Sí—no tengo un argumento sólido para eso.

Pienso que decir mientras sostengo un molde de galletas... Recuerdo ese día que hicimos galletas para desayunar. No puedo sonreír, pero tampoco puedo evitar que esa sensación de añoranza florezca en mi pecho. Me paso una mano por el cabello tratando de deshacer esas ideas, de sofocar ese recuerdo con otra cosa... Lo que sea.

Siento que Tori me pone una mano en el hombro.

—No es necesario que lo apures—me dice con obviedad, también en su ojos hay suavidad, comprensión quizás—. Si quieres mudarte sola, está bien. Si quieres tener tu espacio, está bien—se sube de hombros—, pero ya deja de hacer cosas por hacerte la fuerte. Sólo que la vida es más ligera cuando compartes la carga.

Me muerdo los labios. Aprecio sus palabras, y también me siento culpable por lo que estoy a punto de confesar.

—Lo vi—Tori me levanta una de sus cejas negras, abre sus labios después de quitar su mano y los vuelve a cerrar.

—Vaya, ¿pasó algo?

Tomo la baranda del carrito. Camino dos pasos mientras escucho que Tori me sigue, nuestro carrito ya tiene lo suficiente para abastecerme un tiempo. Tori se aseguró de meter cosas que sí me mantendrán alimentada. Por lo menos con mi alimentación puede estar tranquila, porque mientras camino con los labios apretados veo que busca la manera de cuidar sus palabras.

—Meg...

—No pasó nada.

—No te creo—me detiene, suspiro y apoyo mis codos en el carrito.

—Créeme. No pasó nada.

—¿Hablaron de lo que pasó?

—No precisamente. Paseamos y hablamos. Es todo—respondo un poco borde. No por Tori. Sino por mí.

Vuelve a abrir los labios. Pero termina por suspirar. Su brazo tatuado también se apoya en el carrito.

—No te puedo obligar a no hablarle. Pero te hizo sufrir. Y bastante, ¿lo recuerdas?

—No digo que no. Me sentí como una idiota.

—Bueno, de vez en cuando todos podemos ser un poco idiotas—sonrío—. ¿Qué piensas hacer?

—¿No hay palabras de comprensión y aliento?—bufa.

—Te vas a mudar sola, no te puedo decir que hacer todo el tiempo—siento mi risa triste salir y reflejarse en mis ojos, bajo la mirada hacia mis manos. Las mismas que tocan música y siguen sintiendo esa extraña sensación de que falta algo—. No quiero verte otra vez así de mal, Meg. Ninguno de los que te queremos quiere verte así de nuevo.

—No pienso volver a pasar por lo mismo... Necesito resolver mucho primero antes de pensar en alguien más.

—¿Incluso en Heron?

—Incluyéndolo. No puedo, Tori.

—Si tú dices que no puedes, lo entiendo—me toma de los hombros—. Pero no te quedes estancada. Ya es tiempo que pienses en tomar algunas decisiones.

—No quiero herir a nadie.

—Inevitable. Por eso tienes que tomarlas antes de que sea irreparable.

.
.
.

—Ya vuelvo—digo mirando hacia el suelo, sus ojos llorosos hacen que me muerda los labios de culpa, le señalo—. No me mires así. Ya vuelvo, no tardaré.

Pequeñito se sienta y me mira como rogándome que no le deje solo. Mi nuevo departamento no es tan grande, no es tan frío, pero tampoco caliente. Está bien para mí y Pequeñito. Estaba feliz cuando llegamos, ahora parece que me recrimina por irme.

—No puedo llevarte, Pequeñito. No puedes ir a todos lados conmigo—chilla, levanta una pata—. Oh, ven aquí.

Lo levanto del suelo y me lo pongo en el pecho después de darle un beso en su nariz húmeda. Lo pongo frente a mi viendo cómo saca su lengua y jadea contento.

—Eres un perro malcriado. Pórtate bien, ¿sí? Te traeré algo.

Lo vuelvo a dejar en el suelo y veo que me sigue, cierro la puerta viéndolo por el pequeño espacio que queda, lo último que escucho es un ladrido.

Pequeñito no estuvo conmigo por un mes cuando sucedió todo. Todos los días quería armarme de valor e irlo a buscar, pero estaba demasiado ocupada sintiendo mi pecho desgarrarse y obligándome a comer.

La conversación con Tori queda en mi memoria como un destello que viene y va. De todas formas, ¿qué lograría con volverle a hablar? Dudo que nuestra confianza pueda ser la misma, somos muy distintos ahora.

Cada uno tiene su vida, y si sobrevivimos ocho meses lejos podemos seguir así. Pero cada que pienso en la noche en el parque se me revuelve el estómago.

Saludo a Andrea, quien se levanta y me da un abrazo fuerte. Se queja del clima y después se sienta con las piernas cruzadas en la parada de autobús. Hay varias personas, el cielo está algo gris. No hace frío, aunque es posible que llueva. Tomo asiento junto a ella mirando a mi alrededor, Goleudy perdió su brillo de cierta forma. Los árboles se ven opacos, las personas se ven apagadas.

—Sarah estaba nerviosa. Bastante nerviosa—me dice Andrea.

—¿Por qué?

—Hace mucho no tenía un casting. Incluso me dijo que esta era la última, que si no vencía, se rendiría.

—Pues, entonces espero que la seleccionen.

—Sí, ya basta con una de nosotras deprimida—me codea, sonrío un poco—. Lo vimos ese día.

No quiero de nuevo está conversación. No quiero que él siga apareciendo, pero lo hace. Siempre ha sido así, aparece en una canción, o en una conversación. Me muerdo el interior de la boca, una vieja costumbre con la que he luchado y no he logrado quitarme.

—¿Estás bien con eso?—me dice.

—¿Qué?—respondo a la par de unos segundos.

—Digo, supongo que intercambiaron más de dos palabras. ¿Estás bien con eso?

—No lo había pensado.

—¿Cómo?

—No había pensado si yo estaba bien con eso. Supongo que había pensado en general.

—¿Y?—se sube de un hombro.

—No lo sé. Son muchas ideas que digerir. Una parte dice que está bien, otra parte siente que él ya no existe, otra dice que debería hacer como que jamás pasó.

—¿Lo sigues amando?

Me ahorro unos segundos. Respiro.

—¿Está mal que diga que no estoy segura?—veo en sus ojos marrones sorpresa—. ¿Por qué te sorprende?

—Supongo que esperaba que por lo menos me dijeras que lo extrañas.

—Sí lo extraño. Pero no estoy segura de que todo pueda ser como antes.

—Antes no hablaron.

—Pero tal vez ya es tarde.

Se muerde los labios pensativa.

—No te diré lo contrario porque no quiero influir en tu decisión.

—¿Pero?

—Quizás deberías por lo menos escuchar qué quiere decir.

—No me siento capaz de escucharlo sin estallar.

—Deberías. Habla con él y deja que te explique.

—¿Por qué debería?

—No sé, solo digo. Ahí viene el autobús.

El resto del camino nos dedicamos a hablar de otras cosas, de cómo sus terapias han ido mejorando su sueño y autoestima, de que está feliz de que esa pesadilla haya acabado. Quisiera resplandecer así como lo hace Andrea, que a pesar de todo ese dolor que tuvo que vivir, sigue con una sonrisa cálida.

Al llegar, esperamos en el lobby del hotel que Sarah salga. Se supone que es un casting para promocionar algún producto de marca importante para el cabello, vemos a algunas chicas de piernas largas y morenas pasearse por el lujoso hotel en dónde se ven carteles sobre el casting. Buscan una imagen nueva, algo diferente.

—¿Crees que sí resulte bien?—me dice Andrea codeándome y señalando con la mirada frente a mí.

Una esbelta y alta mujer de cabello negro largo hasta la cadera, con sonrisa blanca y dientes rectos. Abro mucho los ojos, es hermosa. Llamativa, fresca.

—No veo por qué no—digo con sinceridad—. Sarah es preciosa. Sí hay mucha competencia. Pero puede lograrlo.

Cuando la vemos venir hacia nosotras, sonríe tranquila. Andrea le extiende un bolso con su cambio de ropa, hay un brillo en su rostro, aunque no dice nada. Nos encaminamos a la salida y es ahí cuando se nos cuelga del cuello y en medio de lágrimas nos dice que lo logró.

Andrea grita, yo la abrazo con más fuerza. Felices de que una de nosotras esté encaminada en su sueño. Sarah me sujeta fuerte la mano, me mira con ojos llorosos de alegría.

—Iba a rendirme, de verdad iba a rendirme. Lo logré—es esa satisfacción en su rostro que me hace dudar si de verdad he estado disfrutando de todo lo que me ha tocado.

—Te dijimos que ibas a lograrlo—le dice Andrea—. Tenemos que celebrarlo.

—Es que no puedo creer que esto es real—Sarah me sujeta fuerte del brazo, tiembla y sus manos están frías. Caminamos siguiendo a Andrea.

—Es real. ¿Qué harás ahora?—le pregunto.

—Todo, el comercial, la valla publicitaria, todo—ríe—. Les gusté. Cuando estés en Europa, Meg, espero que me veas desde allí.

—¿Ya es seguro?—me pregunta Andrea, niego con la cabeza.

—No es seguro aún. Pero supongo que me darán una respuesta dentro de poco.

Conozco este camino, contraigo mi expresión de espanto cuando veo que llegamos a Timotie's.

—Yo invito. Hay que celebrar en dónde todo comenzó—dice risueña Andrea, que nos abre la puerta y nos deja pasar, aunque no evito mirarla con reproche y hablar antes de poner un pie en el lugar.

—Odio este sitio.

—No lo odias, deja de llorar—la imito, recibo de su parte una risa.

Nos sentamos en la mesa junto a la vitrina, las calles están atiborradas de personas, muchos autos y sonidos de cornetas. Aquí en Timotie's es cálido y hay música suave, aunque no puedo evitar estar tensa, más tensa de lo que estaría fuera con todo ese bullicio.

Veo al frente para encontrarme a Sarah con una ceja enarcada.

—Un poco más y te quedas con esa expresión para siempre—me dice en medio de una sonrisa burlona.

No quiero estar aquí. Tampoco quiero arruinarle su día. La sujeto de la mano y sonrío.

—Estoy bien. Lo siento—veo a Andrea pedir desde la caja lo que tomaremos—. ¿Qué te preguntaron? ¿Le dijiste ya a tu hermana?

—Oh, no. Planeo decírselo en persona. Viene en unos días. Aunque no sé cómo soportaré no contárselo antes.

—¿Y a tu novio?—me mira con reproche.

Dejo de escucharla cuando veo detrás de ella una figura conocida para mí. Su cabello claro, los lentes cayendo por el borde de su nariz. Atiende una mesa de chicas quienes se sonríen y se renueven en sus asientos nerviosas y ruborizadas. Él también sonríe, pero sólo les atiende.

—¿Qué?—Sarah voltea apoyándose de la silla, se regresa a mí con una expresión afligida—. Ah. Eso.

—Necesito un minuto. ¿No te molesta?

—¿Necesitas que vaya contigo?—me pregunta con preocupación en su voz, pero ya yo estoy unos pasos lejos en dirección al baño.

Cierro la puerta con seguro, me echo agua para refrescarme mientras respiro profundo. Me apoyo en el lavamanos soltando aire con la boca con pesadez.

Demasiado que recordar se está volviendo doloroso. Más doloroso. Creí que había superado esto, pero sigue doliendo, no quiero y quiero hablar con él. No siento que pueda amarlo, aunque si me abraza otra vez caería. No puedo permitirme caer.

Estás en Timotie's?—llega un mensaje a mi celular. Maldigo. ¿Debería responder?

Sí, pero ya me voy—respondo, mis manos tiemblan mientas escribo.

Espero la respuesta con el corazón palpitando a velocidad.

Deberíamos hablar sobre la boda. Ya es pronto.

—Debo irme—le escribo a Andrea. No voy a hablar con nadie. Voy a irme a esconderme con Pequeñito en mi departamento—. Las veo en la noche.

No espero que responda, intento ser lo más discreta mientras salgo evitando por completo que me vea él o alguien más, como Britney, por ejemplo. Soy una persona más caminando por la calle de Nuevo Goleudy en este día gris.

¿Por qué es tan difícil? Me siento avergonzada desde la última vez, lloré como una estúpida, casi me creí, casi. No puedo pretender que me siento bien con esto, quizás yo misma provoqué este sufrimiento, pero no me importa.

Cuando llego a casa, veo una moto conocida estacionada. Antes de entrar al edificio, Heron se acerca con una bolsa. Lo espero con mis llaves en mano. Quiero entrar a casa con Pequeñito. No quiero hablar con nadie.

—Pensé que sería buena idea traerte algo que comer y... ¿Qué tienes?

Trago con fuerza. Las lágrimas se me desbordan, siento mi cara enrojecer, pero aprieto la carne de mi boca entre mis dientes. Asiento. Heron suspira cambiando la bolsa de mano para tomarme por los hombros.

—Ven. Vamos—escucho algo de resignación en su voz.

.
.

—Definitivamente tienes algo de masoquista.

Sostengo el té entre mis manos, el vapor me invade el rostro mientras mantengo mi mirada en la bolsita que cuelga de la taza.

—¿Qué piensas hacer después de todo esto?

—¿Por qué todos me preguntan lo mismo?

—Digamos que no puedes seguir fingiendo que no te afecta.

—Tampoco puedo seguir yendo por la vida pretendiendo que estoy bien—bufa—. ¿Qué?

—Es lo que has estado haciendo, Meg.

Vuelvo a fijar mi mirada en la taza. No tengo una respuesta, una respuesta para nada.

—¿Por qué quieres escuchar sobre esto?—se sube de hombros.

—Me importas.

Hay silencio, no es incómodo, lo miro. Veo que hay emocionadas combinadas, y no sabe cómo expresarlas. Aunque Heron siempre encuentra la forma. No me incómoda cuando pone una mano sobre la mía.

—Tengo las cosas en claro, Meg—sus ojos se clavan en los míos, son palabras que dice con seguridad—. Tú me gustas. Pero sé que esto que tienes es... Bastante difícil de sacar. Si puedo estar como tu amigo, está bien.

—Heron...

—Creo que deberían tener una conversación sería sobre el tema. Son adultos—se sube de hombros, río un poco—. No sé de qué te ríes, pero yo me he tomado mi papel de adulto en serio últimamente.

—No es eso. Es que todo ha cambiado demasiado en poco tiempo, no sé qué tan adulta soy.

—Creo que al final, nadie es lo suficiente adulto para enfrentar cosas que duelen.

—Mi vida no puede seguir girando en torno a eso que pasó.

—Entonces suéltalo. Cómo todo lo que has pasado y has logrado superar.

—Creo que hoy día es cuando más me afecta—bebo un poco de mi taza. Heron tarda unos segundos para levantarse de su silla y rodear la mesa hasta donde estoy.

Me levanta la mirada con dos dedos con suavidad, sus ojos de color madera son igual de tranquilos. Definitivamente este no es el Heron que me dejó irme sola en aquella fiesta.

—Tú me has ayudado mucho a sanar, Meg. Si necesitas que esté aquí para lo mismo, estaré.

—No hice demasiado—uno mis cejas.

—A veces la mejor forma de escuchar a quien no dice ni una palabra es la compañía.

Sus dedos se deslizan por mi cuello, acaricia la parte trasera de mi nuca. No en busca de nada, sólo un gesto de apoyo.

—Ya es tiempo, ¿no?

—¿De qué?

—De que brilles de nuevo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro