02. Jay
Hace una hora estoy observando el techo con mis manos reposando sobre mi abdomen. El cielo aún no aclara, hay mucho silencio. Suspiro profundamente, siendo consciente de mis extremidades, de mi respiración, pero nada hace que logré recuperar mi sueño.
Giro mi atención a un lado. Su cuerpo delgado y pálido descansa boca abajo, se ve tan pacífica con su cabello rubio revuelto en la almohada. El cabello de Britney no es tan largo, su espalda es más estrecha y tiene algunas pecas esparcidas por sus hombros desnudos.
Cierro mis ojos. Pero cada vez que lo hago, me veo entregándole ese bolígrafo azul. Su cabello ahora es más abajo de los hombros, se ve más delgada. Hay algo en su mirada que ya no es tan brillante. Aunque eso no la hace menos reluciente. ¿Por qué ahora?
¿Por qué vuelves a mi cabeza ahora?, pregunto. Nadie escucha esas palabras, excepto yo.
Me pongo un brazo sobre los ojos. Pienso tanto que mi migraña empieza a hacerse presente por segunda vez en el día. Me levanto en dirección al baño donde me mojo el rostro, y me encuentro viéndome al espejo. Soy más pálido ahora, me veo... Agobiado.
Esa sensación de estarme hundiendo la reservo para noches como esta, en donde sé que la piel debajo de mis ojos se oscurecerá, en donde la incertidumbre de mi futuro hundirá mi esperanza. No recuerdo la última noche que pude descansar.
He estado en este departamento, en el departamento de Britney, un mes. Y la razón es porque sentía que si estaba solo un día más en mi departamento, terminaría por agarrar mis maletas y viajaría de regreso a Ciudad Solar. Toda esa ira que he estado sintiendo, esa frustración, es algo que nada más yo sé.
Hace dos semanas que no me he atrevido a contestarle a mamá sus llamadas. De Timotie's, apenas si logro comer algo cuando llego. Duermo una siesta y me levanto a pintar, a hacer todo lo que se relacione a Bridge, que me tiene harto y absorbe mi energía.
Irvin es específicamente quien absorbe mis energías.
Ese maestro quien arruinó a propósito mi pintura el año pasado, regresa a torturarme. Y lo hace cada vez que tiene oportunidad, volvió a darme clases este año y fue como ver a un tiburón acercándose a mi como su presa. Hoy por ejemplo, me soltó una brocha con pintura a los pies. Manchó mis zapatos, me había esforzado por comprarlos, pero no me moví. Le planté cara y sólo por eso, fui citado hoy a Bridge en la tarde después de clases para hablar con alguien sobre lo que estaba ocurriendo. Estaba tan enojado, tan sumido en mi odio, hasta que vi su silueta.
Entré en un choque. Mis sentidos se quemaron y una pizca de emoción regresó desde mi pasado como una pincelada en pintura fresca. Se metió de nuevo en mi piel tal como muevo la pintura sobre el lienzo frente a mí. He estado sintiéndome ahogado, absorbido en mis preocupación y odio a mí mismo, hasta que la vi.
Me odié todavía más cuando caí en la conclusión de que no podía hablarle, ¿cómo podría? Aunque terminé por escuchar mejor a esa parte de mí que me susurraba que ya había sufrido lo suficiente, no perdía nada con intentar excepto mi dignidad, que también había sido borrosa desde aquella noche.
Ese bolígrafo era mío. Creí que no iba a recibirlo. Había perdido la esperanza hasta que se dio vuelta y me miró lo que parecieron eternos segundos. Aproveché de clavar su imagen en mi cabeza para tener una razón por la que quedarme, ella fue suficiente para mantenerme sobrio de mis pensamientos y alejado de la incertidumbre. Lo recibió, me recibió ese bolígrafo.
Y estoy seguro de que ella sabía que era mío.
No.
No me permito sentir esperanza. Porque hayamos cruzado unas pocas palabras no significa nada y eso, me consume, y fragmenta mis emociones más allá de lo que puedo alcanzar reparar. Todo está yendo mal, tanto así que mis pinturas son grises, negras, perdieron la vida.
Siento unos brazos rodearme el cuello mientras doy unas pinceladas más a la oscuridad de la noche, lo que me ilumina es la tenue luz de una lámpara y la vida de la ciudad que traspasa los vidrios del departamento. Continuo incluso cuando siento sus labios recorrer mi cuello y llegar a mi mandíbula.
—Vuelve a dormir—su voz es rasposa, acaricia mi cabello.
—Ve tú. Iré más tarde.
—¿Más tarde? Eso me dices siempre y te encuentro aquí cuando sale el sol. ¿Te ayudo con el sueño?—sus manos recorren parte de mi pecho desnudo, su lengua lame mi cuello.
—¿Y Colin?
—Se fue ayer con mi papá. Te lo dije esta mañana.
—Sí. Lo siento—dejo el pincel en el agua, suspiro tomando sus muñecas en mi hombros. Britney besa mi frente.
—Está bien. Estás cansado. Ven a dormir conmigo, ¿está bien? ¿Qué pasó ayer para que estés así?—pregunta suavizando su voz, pero también hay un rastro de cautela. Conservo unos segundos antes de responder.
—Nada.
Britney respira audiblemente. Me da unas palmadas suaves en los hombros y sus pies la guían a su habitación, aunque se detiene apoyándose de la pared. Tiene sobre su cuerpo la camisa que más temprano me arranqué para encontrar algo diferente, algo de placer que me alejara de las preguntas. Sus piernas largas desnudas, extensas hasta llegar a sus pies delgados que siempre parecen estar sobre sus dedos. Inclino mi cabeza, a la espera de que diga algo.
—Vuelve, Jay—dice con añoranza. Apoya su cabeza en la pared de su costado.
—Iré en unos momentos—respondo retomando mi pintura. sé que no se refiere a eso. Pero no quiero hacerle cara a sus palabras, estoy lejos, estoy perdido de mí mismo. Siento su mirada sobre mi unos segundos más y después, escucho sus pasos y el sonido de la cama al hundirse.
Esa noche una vez más, no tengo descanso. Pinto hasta que los rayos del sol inundan el apartamento tocando mi pintura gris. Y como todas las mañanas, salgo del piso y la dejo junto a la basura.
.
.
—En serio, te ves mal—dice Harold abriendo los ojos. Froto mis ojos debajo de mis lentes.
—¿Mal mal? ¿O sólo mal?—bromeo.
—No estoy jugando, ¿cuándo fue la última vez dormiste?—ríe—. Eres un zombie.
—No sé, tal vez necesite ir por algunas bebidas.
—Debo salir con Bianca esta noche, ¿te parece mañana mejor?
Niego con la cabeza en medio de una sonrisa débil resignado. Aparece en mi rastro de esa envidia secreta que todos los días contengo cuando nombra a Bianca. Son pareja desde hace siete meses, Bianca sabe lo que ocurrió.
Harold conoce ambas versiones de la historia, y aunque me dijo en ese entonces que había sido un imbécil, no se fue. Supongo que creyó en mí. No se lo he dicho, pero le agradezco eso más de lo que podría expresarle.
—Mañana está bien. Debo ir al trabajo—respondo dando unos pasos hacia atrás.
—¿Qué te dijeron ayer sobre Irvin?—me subo de hombros.
—Lo mismo. Así que debo tolerarlo—hace una mueca.
—¿Tolerarlo? No has sido el único que ha tenido problemas con él.
—No. Pero es muy querido aquí, no tengo opción por ahora—no puedo dejarme vencer por él, es algo de lo que todavía no me doy por vencido—. ¿Mañana?—lo señalo.
—Mañana—me regresa el gesto.
Se supone que debía verme con Britney en el almuerzo en su departamento, pero tomé la decisión de mejor ir directo a Timotie's. No quiero enfrentarme ni tener una conversación de esto.
Britney ha sido mi amiga, tampoco supo lo que ocurrió. No preguntó. Ni yo le conté. Nadie sabe por qué se fue Meg de Timotie's, excepto Andrea.
Víctor se fue también, consiguió una mejor oportunidad laboral en relación a su carrera y la aprovechó, y Britney me sorprendió ofreciéndome su puesto a cambio. Me esfuerzo. Me esfuerzo tanto.
Britney insiste en que hago bien mi trabajo, me esfuerzo en decir las cosas con cuidado. Aunque no son suficientes, porque siguen esas miradas de reproche que me lanzan algunos que llevaban aspirando el puesto mucho más tiempo que yo. Ni siquiera era una posibilidad para mí.
Me esfuerzo. A diario lo repito, me esfuerzo por esto, por Bridge. Nada me parece suficiente, nada me parece un camino que me guíe a dónde quiero. ¿A dónde quiero ir? Es lo que me cuestiono cada vez que me siento en esa banca cerca del baño, esa que esconde la pared en donde está detrás la cocina.
Resoplo con los codos en las rodillas, peino mi cabello y presiono el puente de mi nariz. Mis dolores de cabeza han sido más constantes.
—¿Estás bien?—esa voz conocida me sorprende. Levanto la mirada para encontrarme con sus ojos marrones. Se sienta junto a mi ajustando su falda.
—Andrea...
—¿Por qué tan sorprendido?—se sube de hombros—. ¿Estás bien?
—Estoy cansado—me apoyo de la pared cruzando los brazos—. Es todo.
Pasan unos segundos sobre nosotros. Andrea asiente con sus labios apretados y golpea sus tacones entre sí.
—¿Crees que lo hago bien?—pregunto.
—¿Qué?—suspiro.
—¿Hago bien este trabajo?—ríe.
—Para ser un niño, lo haces bien.
—Me llevas cuatro años—le respondo con obviedad.
—Eso hace una diferencia, aunque no lo creas—desvío mi mirada nuevamente al frente—. Ella tiene esa misma expresión que tú.
Le respondo con una mirada, invitando a que continúe. Quiero saber de ella.
—Ella sonríe, ha hecho cosas nuevas. Lo intenta todos los días, tanto que a veces me pregunto si sólo reprime todo lo que siente para seguir adelante.
—¿Sufrió mucho?—resopla. No quiero escuchar esa respuesta, fragmenta más que mi corazón.
—Creía que no la escuchábamos, pero lloró tanto, Jay. Nunca había conocido a alguien que le afectara de esa forma una ruptura. Pasaba días enteros en su habitación, sin comer, no hacía nada. Se quedaba ahí, lloraba, dormía... Y volvía llorar.
Asiento. Imaginarla ahí, pequeña y rota, me hace odiarme más de lo que lo hago ahora. Ese repudio interno que veo en el reflejo de mi alma, es lo único que veo cuando la recuerdo.
—¿Qué pasó, Jay? Ustedes estaban tan bien.
—¿Por qué esos comentarios y esas preguntas?—intento suavizar la voz, pero también evadir esa pregunta.
Tantea sus dedos en el borde de la banca, se muerde el labio y baja unos segundos la mirada.
—Ella vendrá hoy.
—¿Por qué?
—Victor le ofreció un puesto.
—Victor ya no trabaja aquí—digo.
—Lo sé. Pero estará de paso para recorrer su currículum, o es lo que Meg me explicó. Quieren contratarla y por eso, Víctor pidió su currículum para hoy, para hacerle el favor de llevarlo de paso.
—Ella... ¿Sabe que yo tomé su puesto?-Andrea sonríe, creo ver algo de complicidad en su mirada.
—No. No lo sabe... Aprovéchalo.
—Ella no quiere verme.
—¿Estás seguro que no quiere verte?
Recuerdo sus palabras de aquella noche, no puedo describir hasta hoy día cómo me sentí cuando las escuché. Sentí que se desgarró todo lo que era yo, pude sentir como cada parte de mi cuerpo sufría. Me siento vacío.
Ayer cuando la vi, me sentí de la misma forma. No me permití sentir esperanza alguna a pesar de que lo recibió. Aunque, ayer tuve algo más en que pensar además de mi dudas y miedos, quizás al verla, pude sentir un poco de paz que no había saboreado en meses a pesar de sentirme vacío..
Niego con la cabeza. No. No se puede forzar algo que no va a ocurrir.
—¿Qué dices tú?—agrego. Andrea sonríe sin dientes, niega.
—No creo que te odie. Sufrió más de lo que sabemos. Todo el dolor que ella siente, sólo ella lo conoce. Pero en el fondo de esa carcasa, todavía te recuerda. No sé qué pasó realmente de tu parte, nada más quiero verla ser la Meg que conocí.
Meg.
Hace tanto que no escuchaba su nombre. Evité su nombre en mis memorias, cada vez que en ese entonces la nombraban, yo sentía cómo cambiaba mi mirada, su nombre me lanzaba a un abismo. Aún lo hace pero, a la vez, es refrescaste volver a escuchar la armonía de su nombre.
—¿Qué harás entonces?—me dice Andrea. Suspiro y palmeo mis manos.
No le doy respuesta. Es evidente que si viene, debo saludarla y lo haré. Una parte de mí, desea escuchar una vez más su risa, esa parte me pide que necesito oírlo solo una vez más para continuar.
Pero está esa otra parte, esa que predomina... Me grita que no me atreva ni siquiera a imaginarlo. Estoy más de acuerdo con esta parte.
Durante la tarde, no puedo evitar sentirme desconcertado mientras miro constantemente a la puerta y sobre los mesoneros que se mueven de aquí para allá llevando platos y postres.
Estiro mi cuello cuando casualmente, me apoyo sobre el mesón de la caja, en donde ya se encuentran personas pagando, reprendiéndome continuamente que no lo busque, no lo piense, tratando de convencerme de que estoy en paz con la idea.
No es que no quiera verla.
Es que no hay motivos, no hay razones para esperar que venga porque no hay ningún fin.
Me desajusto mi corbata con algo de impaciencia al acercarse la hora de finalizar mi turno. Retiro el primer botón de mi camisa mientras tomo una respiración profunda tratando de apaciguar el dolor de mi cabeza.
Se intensifica cuando la veo entrar. Tiene puestos unos tacones no tan altos y una minifalda que combina con su chaqueta de jean. Su rostro se ve tan tranquilo mientras sostiene una carpeta frente a ella y busca con la mirada quizás a Víctor
Dos segundos parecen una eternidad cuando la detallo. Trato de pensar algo razonable que decir mientras me tiemblan las manos y el aire frío entra a mis pulmones. Parpadeo cuando me encuentro con sus ojos negros.
Me observa inerte, no hay ninguna expresión surcando su rostro. Me acerco con casualidad con el vago intento de una sonrisa.
—Dos veces en una misma semana—comienzo. Me prohíbo palmearme la frente de la vergüenza, puedo sentir los ojos de Andrea en mi nuca.
Se acomoda de hombros y estira los labios en incomodidad.
—¿Sabes en dónde está Víctor?
—Él ya no trabaja aquí—respondo, intento sonar casual.
—Lo sé, pero me dijo que estaría aquí. O si no, lo dejase con el nuevo encargado.
—Pues, lo estás viendo—asiento tratando de sonar amable . Ella enarca la ceja.
—Felicidades, supongo.
—Sí... Gracias—sonríe con incomodidad elevando las cejas con puntualidad. Mueve sus pies—. ¿Necesitas que se lo entregue?
—Sí. Serías muy amable. Gracias.
Recibiendo la carpeta, hay un leve roce de nuestras manos. Tanto ella como yo, nos apartamos con una rapidez vergonzosa. Meg se guarda un mechón detrás de la oreja conforme da dos pasos precavidos hacia atrás.
—Bien, ya me voy—dice.
—¿No has conseguido trabajo?—sale de mis labios. Me mira con firmeza a los ojos.
—No. Víctor me ofreció un puesto de medio tiempo en una tienda de zapatos. Una de las que está administrando.
—Qué bien... De seguro te irá bien.
—Eso espero—se sube de hombros—. Ya, me voy. Gracias... Por el favor—señala la carpeta. La levanto.
—No hay problema.
—Y... —dice cuando yo empiezo a caminar un paso en dirección de la cocina, en donde quiero soltar todo el aire que contengo en el pecho, que palpita sin parar— Esto es tuyo.
Saca de su bolso el mismo bolígrafo de ayer. Bufo sin que sea una sonrisa.
—Puedes quedártelo, está bien. Siempre los pierdes.
Sonríe. Meg sonríe.
Algo en el pecho se me agrieta. Hago lo mismo, una sonrisa sin dientes que me cuesta un gran esfuerzo. Podría rendirme a sus pies con ese gesto. Recibo el bolígrafo cuando noto que tiene su mano aun extendida.
—¿Sabes qué me gustaría recuperar?—digo cuando veo que borra la sonrisa y aparta la mirada, con esa sombra regresando a esa expresión con la que ahora me ve, ¿decepción? ¿Rencor?
¿Estaría decepcionada todavía si se entera de la verdad? Esquivo unos segundos mis preguntas, no sonrío. Pero mantengo mis ojos puestos en los suyos. No es el mismo brillo, ¿así de mucho te herí?
—Mi llavero—cuido mis palabras. Por equivocación esa noche, se llevó mis llaves. Su expresión hace casi que me arrepienta, incluso se tensan los segundos entre nosotros.
—Buscaré entre mis cosas... Si aún lo guardo—suelto aire tratando de que se escuche lo menos posible. Me clavo entre las cejas la imagen de cómo se aparta el cabello del hombro y levanta las cejas, como hace cuando se siente incómoda, da unos pasos hacia atrás—. Adiós.
—Adiós.
No puedo evitar ver el camino que hace cuando sale por la puerta y va en dirección contraria detrás de la vitrina. Me quedo ahí unos segundos más de lo que debería.
Negarlo me haría más imbécil.
La quiero, la sigo extrañando igual que desde ese día.
Incluso con esa verdad que intensifica el dolor de mi cabeza, me enfoco en ayudar a limpiar las mesas restantes. Andrea no me pregunta más esa noche. Es suficiente por hoy.
.
.
—Estás... Diferente—dice Britney doblando su ropa en el mueble, mientras yo lavo los platos. El departamento está casi en silencio, pero iluminado por las grandes ventanas sin cortinas.
—¿Sí?—regreso a verla momentáneamente.
—Sí... ¿Pasó algo hoy para que estés así de pensativo?—mis manos están enfocadas en los platos y el agua.
—No—termino con el último plato, colocándolo en el fregador.
—¿Irvin se fue de Bridge?—dice a modo de broma. Hago el intento de una risa—. Algo debió pasar... Mentiroso—me cruzo de brazos subiéndome de hombros. Trato de permanecer relajado.
—Debería regresar a mi departamento.
Britney se detiene. Dobla su última camisa y la coloca sobre la pila.
Apoya su cuerpo en el mueble sosteniéndose de su mano.
—¿Por qué?-dice con unos segundos de por medio—. ¿No te gusta estar aquí?
—Britney—advierte—. Estoy pagando ese alquiler.
—Puedes venir a vivir aquí. A Colin no le molestaría.
—Sabes que no puedo hacer eso—respondo.
Aparta su vista unos segundos. Veo que suspira discretamente.
—¿Por qué siento que estamos jugando a algo peligroso?
—Nadie está jugando a nada.
—Jay. Entiende mi punto.
—Lo entiendo, y por eso creo que la mejor decisión es que me vaya.
—La viste, ¿verdad?—aprieto mi mandíbula. Suelta aire.
—Yo no estoy jugando contigo, Britney. No voy a cometer el mismo error.
—No quieres cometer los mismos errores, pero me invitas a la boda de tu madre y te quedas a dormir en mi casa. ¿Qué lógica es esa?—se acerca a mí con las manos en la cadera.
Respiro con profundidad intentando formular una respuesta. Sí. La invité porque sí quería que fuera conmigo. Britney ha hecho mucho por mí, la quiero, es obvio.
Pero las cosas se han confundido lo suficiente.
—Si ella estuviese contigo, ¿la habrías invitado?
—Nos criamos casi juntos. Es una situación diferente—aparta un cabello rubio de su frente, cruzando sus brazos.
—Yo tampoco quiero una... Relación formal, ¿bien?—dice—. Pero quisiera tener algo de seguridad. Quisiera que tú me vieras como yo te veo.
—No estoy jugando contigo—respondo con firmeza—. Pero estoy harto de cometer los mismos errores una y otra vez. No quiero cometer el error de ir demasiado lejos y que después, no haya retorno.
Trato de acercarme. Buscamos un alivio en medio de nuestra tempestad. Estuvimos pasando mucho tiempo juntos para alivianar la agotada rutina llena de responsabilidades. Dejamos las cosas claras, pero Britney de vez en cuando hacía esto, insistir.
No puedo, no voy a cometer el mismo error. No puedo fallarme más veces de las que lo estoy haciendo ahora. Al fallarme a mí en el pasado, le terminé fallando a los demás.
No voy dañar a nadie más. No puedo. ¿Quién seré entonces si no me decido por lo que quiero de una vez?
—Yo te quiero en mi vida, Jay—me dice Britney—. Y aunque no quiero una relación por el momento, quiero que estés en mi vida hasta que podamos lograr algo. Si tú estás dispuesto. ¿Lo estás?
—No puedo, Britney—respiro—. Ya hemos hablado de esto, ahora mismo no puedo ofrecerle nada a nadie.
—¿Y conmigo no es suficiente por ahora? Lo tienes todo, no entiendo el por qué te sientes así.
—No puedes conformarte con esto.
—A veces te desconozco—hay algo de rabia en su voz, también desilusión.
Mantengo mi expresión fría. Estoy tratando de explotar, no con Britney. No es su culpa. Pero me duele la mirada de decepción que me echa.
—¿Cómo puedo ofrecerte algo que tú todavía no sabes qué es?—digo.
—Porque yo no puedo ahora. Tengo a Colin, y una herencia completa ahora.
—¡Estamos igual! Tampoco puedo hacer esto. Estamos en el mismo dilema, ¿qué es entonces?
—Tú no vas a entender mi situación. No es lo mismo.
—¿Tú quieres de mi parte una respuesta inmediata de un futuro del que ninguno está seguro? Te preguntaría qué es lo que quieres, pero ninguno encuentra respuesta de eso.
—¿Me quieres?
—Claro que te quiero, Britney. Pero no así.
—Ella no va a volver, Jay. Ya deja de esperar algo que no va a pasar.
Contorsiono mi expresión con acidez.
—¡Hablo de mí! De cómo me siento. Necesito resolver cosas más importantes que una relación... No tengo espacio aquí para eso—señalo mi cabeza, sus ojos se abren y quedamos en silencio. No recordaba lo que era hablar con soltura, subí la voz, y lo noto cuando la vena de mi cuello se tensa.
—¿Qué hacemos entonces?—dice después de largos segundos. Cruzo mi mirada en otra dirección que no sean sus ojos gélidos atravesándome.
—Por ahora—cito sus palabras, regresando a su expresión ahora enrojecida—. Debo irme, no está bien esto. Para ninguno.
—Ninguno—responde con cinismo en su voz—. Está bien, Jay. No tengo opción. Lo entiendo.
Se va a su habitación, y es como si tuviese un deja vú.
He recibido el apoyo de Britney casi desde que llegué, pero ahora, sus responsabilidades son mucho mayores. Tenemos la meta del éxito en común, también un concepto distinto de lo que significa.
Mi concepto está distorsionado, puede seguir ahí. Sigo amando pintar y el arte, aunque para este punto, tengo dudas sobre lo que puedo alcanzar.
Pensé por un tiempo, en medio de esas noches que no conciliaba el sueño, buscar una forma de dejarlo atrás. A pesar de decidir que no era lo correcto, y considero que fue una buena decisión, a veces siento culpa por eso.
Britney espera.
Todos siguen esperando algo de mí, y sigo fallando.
¿Cuándo dejaré de sentir que tengo la responsabilidad de que otros esperen de mí?
Con ese pensamiento, decido que regresaré al apartamento cerca de Bridge la próxima semana.
Puedo tratar de enmendar las cosas. Puedo tratar de abrir un camino en el que ya no sienta tanta culpa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro