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Capítulo 32. Debo continuar.


Después de mucho tiempo y mucho llorar,  noto que ya ha anochecido.

Todos deben estar molestos y desesperados por encontrarme, pues no traigo ni la mugrosa agenda conmigo, bajo del árbol, noto de nuevo el dolor en la entrepierna, trato de ignorarlo y camino hacia la avenida que veo delante.

Espero a que pase un taxi y lo detengo, el chofer me reconoce.

—Señorita Everdeen, ¿no debería estar dónde sea que hacen los Juegos?
–Ahí es a donde quiero que me lleve,  a la Mansión Presidencial. –el taxista afirma con su cabeza y me mira. –Solo que no traigo dinero. —le digo al hombre mientras le doy una de mis mejores sonrisas fingidas.
—No se preocupe,  éste viaje va por mi cuenta. —me responde con una sonrisa.

El resto del camino lo hacemos en silencio, una pantalla en la parte trasera muestra la transmisión en vivo de los Juegos.

Veo a Effie hablar de como Dewey resultó petrificado durante el ataque del muto serpiente y como Sydney mato a la gigantesca serpiente plateada.

¡Demonios! Plutarch debe estar furico por mi desaparición y la petrificación de Dewey. Aunque en realidad no se puede considerar una baja, solo hay que esperar que los hermanos de Sydney consigan el dinero suficiente para la cura de la petrificación.

—Hemos llegado señorita.  —me saca de mis pensamientos el chofer, salgo del auto.
—Gracias. —le digo y me despido con la mano.

Camino hasta la reja donde un guardia me detiene.

—¿A dónde va? —me pregunta, la verdad es que está muy oscuro,  no lo culpo por no reconocerme.
—Voy al Comando, supongo que deben estar buscandome. —le respondo de manera indiferente.
—¿Su identificación?
—¿Identificación? No tengo ninguna. —doy un largo suspiro y me masajeo la sien derecha. —Simplemente llame a Plutarch y dígale que Katniss Everdeen está aquí.

El guardia se aleja, y yo me quedo de pie esperando a que me dejen entrar.
Empieza a sentirse frío, froto mis manos en mis antebrazos para generarme un poco de calor.

—¡KATNISS! —el grito me sobresalta, no puedo distinguir de donde vino el grito pero sé que fue James quien me llamó. –¡¿Dónde demonios te metiste?!
Veo su forma caminar hacia la reja,  pero después se desvía hacia donde se fue el guardia, después lo veo a él y al guardia ir hacia donde estoy.
El guardia ingresa el código para abrir la reja, y finalmente entro.
—Lo siento James. –le digo apenada.
—Está bien, ¿estás bien?
—Por supuesto, ¿te recuerdo con quien estás hablando? —le digo sonriendo, él también me sonríe y se da cuenta que estoy empezando a temblar de frío.
—Ponte mi chaqueta o te resfriaras. —me dice mientras se quita su chaqueta y la pone sobre mis hombros.

Agradezco que está muy oscuro porque así Johnson no pudo notar el sonrojo de mi cara.

—Gracias. —le respondo mientras ajusto su chaqueta en mis hombros. —Supongo que Plutarch y Haymitch deben estar furiosos conmigo ¿no?
—La verdad es que si están molestos, pero más que nada están preocupados de que te hubiese pasado algo.
—Me esperará una buena regañada. —le digo medio en broma, medio en serio.
—Traje a tu madre a la mansión. —un extraño escalofrío recorre mi columna.
—Me dá igual donde esté Parminder. Mientras no se me vuelva a acercar.
—Katniss me parece que fuiste injusta con ella. —solté un bufido. —No parabas de insultarla y de echarle en cara sus errores. —rodé los ojos, mientras entrábamos en el vestíbulo demasiado iluminado. —Insisto en que debes arreglar las cosas con ella.
—James, no tiene caso, nuestra relación no tiene remedio. Yo jamás dejaré de culparla por dejar que Prim fuera como médico de guerra.

El optó por no seguir con el tema de Parminder, y yo lo agradecí internamente ya que estaba empezando a ponerme de malas, hicimos el resto del camino hasta el Comando en silencio.

—Por fin te dignas a aparecerte. —me dice Haymitch nada más al verme.
—Hola Haymitch, sí, estoy bien, gracias por preguntar. ¿Qué hay de ti? —le respondo sarcástica y malhumorada.
—Déjate de jueguitos, ¿dónde demonios te metiste? Por un momento pensé que te habías ido al cuatro. —me responde molesto y preocupado a la vez.
—¿Al cuatro? ¿qué iba yo a hacer en el cuatro? —le pregunto haciendome la desentendida.
—Pues por Mellark. —se adelanta a responder Johnson, cuando lo miro veo un pequeño rubor en sus mejillas.
—Exactamente, pensamos que te habías ido al cuatro a buscar a Peeta, tuve que llamarlo. —miro a Haymitch cuando dice eso último.
—¿Lo llamaste? ¿Para qué? ¿Qué no entiendes que no le intereso? ¿Para qué lo llamas? —le pregunto molesta.
—¡Basta Katniss! Toma asiento, te toca guardia hoy con Beetee. —intercede Plutarch dando por finalizada la discusión con mi ex mentor.

Me dirijo a mi consola, con Johnson detrás de mí.

—Bien, por si no lo sabes, el saldo del día de hoy es de un petrificado, Dewey, Sidney está herida del brazo izquierdo pero aún así esta cargando con la estatua de su aliado. —me informa Plutarch mientras los busco en las pantallas finalmente los veo, la chicas tiene un vendaje en el brazo, lleva su mochila en la espalda y va arrastrando con mucho esfuerzo una estatua blanca de un chico cubriéndose la cara con las manos.
—¿Todavía no han comprado la cura? —le pregunto a Plutarch.
—¿No es obvio descerebrada? Si ya lo hubieran comprado no estaría cargando una estatua por toda la Arena. —me dice molesta Johanna, estoy por responderle pero James me toma del brazo y niega en silencio, doy un largo suspiro y lo dejó pasar.
—No, no han podido juntar en dinero, los Flickerman están haciendo una gran campaña para recolectar el dinero necesario, pero aún no completan, los precios ya han aumentado considerablemente. —responde Beetee a mi pregunta.
—De acuerdo. —respondo sin darle mucha importancia.
—Bueno ya que estas al tanto, es momento que el resto nos vayamos a descansar. –Beetee, cualquier novedad, avisas. –me señala con un dedo acusador. –Katniss, ¡compórtate! —lo que dice me ofende pero opto por no decir nada porque lo merezco.

La primera en salir de la Sala es Johanna, Enobaria se acerca a mi mientras veo a Plutarch y Haymitch salir platicando.

—¿Estás bien? —me pregunta la mujer del 2.
—Sí, no te preocupes, ve a descansar. —le respondo y trato de sonreír pero creo que parece más una mueca.
—¿Segura? —afirmo con la cabeza y sonrio, ella también asiente y se va de la Sala.
—A mi no me engañas, ¿quieres que me quede? —me dice James.
—Estoy bien, ya vete. —le digo empujandolo hacia la salida.
—Estará bien Johnson, no se quedará sola. —le dice Beetee a James.

El chico de ojos verdes ¿o son azules? finalmente cede y se va de la Sala.
La noche es bastante tranquila, a eso de las tres de la mañana Beetee me envió a dormir un par de horas y después se fue él a dormir un rato, a las siete de la mañana empezaron a llegar el resto de los Vigilantes.
—¡Buenos días! —El primero en llegar es James, yo estoy bebiendo un té cuando llega.
—Buenos días,  ¿qué tal dormiste? —le pregunto.
—No estuvo mal, ¿y tú? ¿cómo estas?
—He tenido mejores noches. —le digo encogiendome de hombros.
—¿Con Mellark? —me dice muy serio, evito su mirada.
—¿Podemos no hablar de él? ¿por qué insisten en hablar de él? Viví doce años sin él en mi vida, puedo volver a vivir sin él.
—¿Estas segura? —me mira divertido. No puedo evitar reírme.
—Sí, muy segura. Así que por favor no lo mencionemos más.
—De acuerdo, será como tu digas, así que... —lo veo titubear y ponerse un poco rojo —...¿podría yo intentarlo?
—¿Intentarlo? ¿Intentar qué? –Da un largo suspiro y vuelve a sonrojarse.
—¿Podría yo intentar ser... más que tu amigo? —el trago de té se me va por otro lado y empiezo a toser en busca de oxígeno y de sacar el líquido de mis pulmones, él empieza a darme palmadas en la espalda para ayudarme.

Justo en ese momento entra Haymitch, que corre hasta donde estamos y empieza a agitar sus manos intentando darme más aire, por fin logro volver a respirar con normalidad y los ataques de tos empiezan a ceder.

—¿Ya pasó? —me pregunta preocupado James.
—Sí, no te preocupes. —le doy una sincera sonrisa.
—Bien, después seguimos con nuestra platica. —y me da un apretón en el brazo.

Johnson se va a su consola y Haymitch se quedó como siempre... ¡molestando! —¿Hablar de qué? ¿Qué tienen que hablar? —me empieza a someter a su interrogatorio.
—De... ¡lo que a ti no te importa! ¡Por Dios Haymitch! No eres mi padre, ni mucho menos. Así que no me molestes con tu interrogatorio.
—Eres una mal agradecida. Siempre has sido una egoísta por eso estas como estas, sola. –sé empieza a alejar de donde estoy mientras sigue insultandome. –No volveré a preocuparme por ti, allá tú lo que haces.

Y se fue molesto y refunfuñando cosas sobre lo egoísta que soy.
Sólo ruedo los ojos y pido paciencia para no matar a mi ex mentor. Entran al final Plutarch discutiendo con Johanna y con Enobaria, termino mi té en silencio y sin ninguna otra interrupción.

Plutarch hace callar a las dos Vencedoras y las manda a sus lugares, pero Enobaria no se sienta donde siempre en su lugar se sienta junto a mí, en el lugar que había sido de Peeta, yo puedo evitar sentir un escalofro en todo el cuerpo al recordarlo, alejo esos pensamientos y pongo atención a lo que dice el Vigilante en Jefe.

—Hoy nos toca organizar otro ataque, tal vez algo más tranquilo que lo de ayer. —lo dice mientras dirige una severa mirada a la del distrito 7, la cual se encoge de hombros pero sonríe triunfal.
—Plutarch, estuve pensando en lo que hablamos ayer e insisto en que eso tendría más éxito que tus mutos. —habla Haymitch.
—También lo estuve pensando amigo, ¿qué tal si compartes tu idea con el resto? —le responde Plutarch mientras se gira a ver todas las pantallas.
—De acuerdo, la idea es reunir a Percival y Krystal para que se desarrolle más su imagen de amantes trágicos. —cuando escucho esas dos palabras, miles de imágenes llegan a mí, recuerdos de mis primeros Juegos, y de la Arena del Vasallaje donde estamos Peeta y yo. —Sin duda llamará más la atención la imagen de un romance, amor y esas cosas que monstruos asesinando niños, además nos hace una imagen menos bélica ante los ojos de todo Panem.

Estoy muda, no puedo creer lo que propone Haymitch, sólo puedo negar en silencio.

—Katniss, Katniss, ¿estás bien? Katniss, Katniss. —escucho las palabras a lo lejos, pero no logro emitir ningún sonido porque las imágenes no dejan de correr en mi mente. —Katniss, Katniss, me estás preocupando, ¿me escuchas?

Las imágenes no dejan de pasar por mi mente, me veo besando a Peeta, veo a Peeta besándome, a Finnick reanimando a Peeta, y siento un enorme vacío en el pecho.

Lágrimas empiezan a correr por mis mejillas, lágrimas silenciosas, levanto la vista y veo un par de lindos ojos azul verdoso, pero lo que yo necesito son esos ojos azules como el cielo, me empieza a punzar la cabeza y empieza a verse todo borroso y después todo se vuelve oscuro.

¿Pueden creer lo que Haymitch propone?
Karly 🖤

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