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SALIDA

Un escalofrío recorrió toda mi columna vertebral. Querían que cumpliera mi parte del trato de inmediato; unirme a ellos sin más dilación con sólo la promesa de no matar a mi madre... no era justo, no me iba a conformar. Necesitaba asegurarme de que así sería. Jane debía de seguir por Phoenix, cerca de Renée...

–Preferiría ir yo misma.

–Mi querida Bella, ¿Acaso no estás feliz de unirte a nosotros?– preguntó con fingida pesadumbre– aún puedes retirar tu petición...

–Si la condición es que me una ahora mismo, retiro mi petición. 

Aro no pudo fingir su asombro, su mandíbula se descolgó ante mi desafío.

–Matad a la humana– sentenció Marco sin un atisbo de emoción en su voz.

Aro lo miro, para después posar su mirada en mí con aire de suficiencia,  recordándome que ellos eran quienes tenían el poder. No permití que capataran el rayo de dolor que me partió por dentro, así que alcé la voz
con firmeza:

–Supongo que entonces no me queríais aquí por mucho tiempo. Mi... ¿Cómo lo llamáis? Ah sí, cantante sigue en Seattel, vivo y todavía humano. Si es cierto tu relato de ayer– dirigí mi mirada a Aro– me debilitaré sin remedio al estar lejos de su sangre y finalmente moriré.

–¿Y a qué creías que nos referíamos con tus pertenencias?– soltó Aro con una carcajada– por supuesto Bella, traeríamos a la tua cantante.

–Yo misma lo traeré. Si su sangre es como fué la mía siendo humana, no pienso correr ningún riesgo.

Los tres vampiros se miraron entre sí, Aro rozó la mano de su hermano Cayo y asintió levemente mientras murmuraba algo en italiano.

–Es demasiado arriesgado Bella... si en el camino a Volterra no soportas la sed, ¿De qué serviría todo esto? Tendríamos que matarte a ti, a Renée,  a todo aquel que esté presente...– suspiro como si realmente le importara– ¡Cuánto desperdicio!

–Entonces, retiro mi petición. Podéis acabar conmigo ahora mismo– levanté la barbilla desafiante.

Un enorme vampiro apareció de la nada y me rodeó con sus brazos en una presa mortal. No tuve necesidad de mirarle a la cara para saber que se trataba de Demetri,  el sicario de la guarda vampírica. No opuse resistencia, por el contrario clavé mi mirada en Aro sin pestañear.

–Menudo despilfarro, mi querido Aro– dije burlonamente.

En ese momento la puerta de la sala se abrió y todos los que estaban allí presentes retrocedieron como si una fuerza les obligara a alejarse de mí. Demetri deshizo su presa dejando libres mis brazos. No tuve ninguna duda, Freed estaba ahí.

Aro lo escudriñó con la furia brillando en sus ojos.

–Jovencito estamos reunidos, no puedes estar aquí– la voz de Aro destilaba veneno– ¿Quién te ha dejado entrar?

–No necesito permiso para repeler a todo aquel que esté en mi camino– dijo Freed con una sonrisa de suficiencia– ¿Acaso has olvidado mi don, Aro?

Aro hizo una señal casi imperceptible a Demetri, recordaba bien esa señal. Le estaba ordenando que acabará con Fredd sin ninguna dilación. El enorme vampiro intento avanzar, reprimiendo las náuseas que el don de Fredd le causaba. Emitió un grito de desesperación al darse cuenta de que le era imposible.

–Y ahora que tengo vuestra atención– siguió hablando Freed– yo también vengo a hacer una petición. 

–¡Habla! Antes de que te arranque la lengua y desgarre tu cabeza– escupió Marco.

–Oh, ¡Cuanta agresividad! ¿De verdad vais a perder tanto? El don de Bella junto con el mío, son imparables. ¿Cuántos vampiros han podido desafiaros de esta forma? Hay dos opciones, mi querida realeza– dijo Freed haciendo una exagerada reverencia.

La furia era perceptible en todos los rostros de la guarda vampírica. Expandí mi burbuja para cubrir por completo a Freed, y que ninguno de los vampiros pudiera utilizar su don contra él.

–Podéis matarnos ahora mismo, no sin esfuerzo claro está y seguramente con alguna baja en la guarda... no pienso morir sin pelear. O podéis dejar que yo mismo acompañe a Bella, después regresaremos ambos y formaremos parte de esta amable familia.

–¿Qué ganas tú acompañando a Bella?– urgió Aro

–Encontrar a mi cantante. No dudo de vuestras habilidades, pero vosotros no la habéis olido. No soporto más el dolor y al igual que Bella, no confío en que mi objetivo llegue con vida al castillo.

Un atisbo de desilusión se hizo eco en mí. En un primer momento pensé que Freed me estaba ayudando genuinamente, pero tan pronto comprendí que su ayuda era también por su conveniencia,  recordé que los vampiros no obran por empatía. Yo parecía ser la única excepción. 

–Tiene sentido...– titubeo Aro– ¡Id! pero recordad que si no volvéis, si intentáis burlarnos, deseareis haber muerto el día de hoy.

                           
Fredd bajó su don, lo pude notar porque la expresión de asco desapareció de todos los rostros allí presentes. Por el contrario, yo mantuve mi escudo arriba. Conocía bien a este aquelarre, no toleraban la rebeldía contra ellos.

Mientras subíamos las escaleras de caracol mis pensamientos agolpaban contra mi mente de forma atropellada. Lo primero que debía hacer era visitar a Renée, para poder despedirme de ella antes de que se fuera, o de que me fuera yo... pero los ojos de Oliver tatuados en mis retinas me torturaban. 

No pensaba volver a verle, no quería destrozarle más la vida de lo que ya había hecho, pero ¿Qué otra opción tenía? Deseaba que no sintiera el mismo dolor que yo sentí cuando me abandonó Edward. Esa sensación de tener un agujero en el pecho, de que los días pasarán por inercia sin encontrar sentido alguno a seguir respirando.

Y Edward... mis sentimientos hacia él seguían vivos, pero no tenía claro si se trataba de costumbre o realmente pude enamorarme de él con los años. De todas formas, su engaño hacía que lo aborreciera tanto que el simple hecho de volver a verle me revolviera el estómago. Todo aquello que yo había confundido con amor, no era más que un vil engaño para su bienestar.

–Vuelves a deberme otra– dijo Freed mientras me guiñaba un ojo.

Me reconfortó tenerlo al lado, aunque él mismo tuviera sus motivos para enfrentar a la guarda.

–¿Por qué lo has hecho?– pregunté acusiva– no tienes idea de lo que esos vampiros son capaces.

–Por la misma razón que tú. El dolor ya es insoportable, siento que me debilito por momentos. Encontraré a esa mujer, beberé hasta el último sorbo y lo que suceda después ya no importa.

Bajé la mirada avergonzada. El atisbo de esperanza de que lo hubiera hecho por amistad, por preocuparse por mí... me hizo sentir ridícula.

–¿No has pensado en convertirla?

–Ni siquiera se cómo se hace. De todas formas, ¿Por qué querría tener una compañera de por vida? Demasiado tedioso para mí. Una sangre no vale tanto la pena.

Edward no había pensado de esa forma... él sí pensó que valía la pena convertirme. De todas formas, no era premisa para mentirme y engañarme. No iba a cambiar mi pensamiento respecto a eso. Diecisiete años de engaño eran demasiados años cómo para pasarlo por alto.

Cuando salimos por el portón del castillo ya era entrada la noche. Toda Volterra dormía, excepto los habitantes de aquel castillo que estábamos dejando atrás.

–¿Tenemos un plan?– preguntó Fredd.

–Yo sí. Iré a Phoenix y después a Seattel.  Tienes mi número, estaremos en contacto.

–¿Vas a convertir al muchacho?

–No, voy a hacer algo mejor.

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