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ROBO

Fredd me estaba esperando en el lugar que habíamos acordado. Noté su presencia antes de poder verlo debido a una oleada de asco que me pilló de improviso, se trataba de su don, era capaz de repeler a la gente provocando repulsión a todo aquel que se le acercara. Este vampiro, llevaba años vagando en solitario, desconocía que otros vampiros también poseían poderes, los clanes y todo aquello que a mí me enseñaron incluso antes de ser convertida.

–Gracias por venir, Bella.

La arruga de su ceño indicaba una fuerte preocupación.

–No hay de qué Fredd, ¿Va todo bien?

–En realidad no, creo que estoy metido en un buen lío. ¿Pero cómo demonios iba yo a saber...?– hizo una pausa para mirarme a los ojos– disculpa mis modales, ¿cómo estás tú, Bella?

Resultaba extraño escuchar mi nombre en tono amistoso viniendo de un vampiro que un día, juró acabar con mi vida.

–Hablaremos más tarde sobre mí, de hecho, hay un favor que quiero pedirte pero ahora, cuéntame ¿de qué trata ese lío en el que estás metido?

Nos sentamos en el borde de una colina, desde ahí arriba, todos los problemas cotidianos de la gente común parecían insignificantes.

–Bella, ¿tú conoces a los Vulturis?

–Por desgracia sí– contesté de mala gana al recordar mi último encuentro con Aro, Cayo y Marco–. Dime que el lío ese del que hablas, no los incluye.

–Me han pedido unirme a ellos, bueno... más bien me están obligando a hacerlo, eso... o morir definitivamente.

Fredd giro su cuerpo para quedar frente a mí mientras me contaba lo sucedido:


No suelo salir de día, cuando el sol aparece me escondo en la casita subterránea que construí hace unos años, pero ese día, era el estreno de "Mucho después de media noche", un libro que llevaba bastante tiempo queriendo leer. Pensaba colarme por la trastienda de la librería, agarrar el libro y salir rápidamente de ahí, pero... el olor de aquella muchacha me embriagó, dulce, intenso, delicado, sensual... una promesa de placer para mis sentidos. ¡Ni siquiera tenía sed! Pero ¿acaso los humanos no comen también por simple placer?

La persona procedente del aroma era una joven bibliotecaria en prácticas, su cabello dorado enmarcaba un melodioso rostro. Decidí dar la vuelta y entrar por la puerta principal, al verme, me dedicó una sonrisa llena de devoción, sus ojos desbordaban fascinación al mirarme.

Fui cuidadoso de no activar mi don, no quería repelerla. Inspiré profundamente y... no fuí capaz de resistirme, hundí mis colmillos en la fina piel de su esbelto cuello. ¡Ah, fué delicioso, sublime! La chica quedó completamente paralizada por el terror, ni siquiera era capaz de emitir sonido alguno. Tuve una erección tan fuerte que reventó los botones de mi pantalón, sin embargo, no quería tomarla sin su permiso. Deseaba que ella misma quisiera entregarse a mí, ese sentimiento me desconcertó por completo y paré de succionar, un temor se apoderó de mis huesos y huí tan rápido cómo mis piernas me permitieron, dejando a la muchacha con una herida sangrante en su cuello y posiblemente, un inminente coma que no tardaría en llegar por la pérdida de sangre. Desde ese día, no he parado de soñar con ella. Gracioso ¿no? Los vampiros no podemos soñar... pero en mi cabeza veo su imagen tan nítida, sus ojos mirándome... ¿Podemos los vampiros caer en la demencia? No importa, el caso es que de alguna manera, el hecho de que dejara a una chica desangrandose a plena luz del día con una evidente herida en su cuello, a hecho enfadar a la... no recuerdo su nombre, guardia vampírica ¿puede ser?

Esa misma noche, tres jóvenes encapuchados se cruzaron en mi camino, activé mi don, protegiendome de ellos. Por la mañana encontré en el resquicio de mi puerta una amenaza de muerte firmada por unos tal Vulturis, en ella, redactaban mi crimen: exponer mi condición a ojos de los humanos, y mi castigo, con una pequeña premisa: no me matarán, si acepto unirme a ellos.

Los rosados labios de Freed se fruncieron en una macabra sonrisa

–No me arrepiento de nada, volvería a tomar de esa sangre mil y una veces más– confirmó con la mirada perdida– pero tampoco es que quiera morir. Bella, ¿tú podrías llegar a saber porqué quieren que me una a ellos?

–Es por tu Don, sin duda, toda la guarda de los Vulturis poseen poderes excepcionales.

–No hay forma de escapar de ellos, ¿verdad?

Sí la había, yo lo había conseguido pero, acompañada de una tropa de vampiros y una manada de licántropos. Fredd no tenía escapatoria.

–Me temo que no.

–Entonces, tendré que aprovechar mis últimas noches de libertad, hoy me daré un gran banquete, quién sabe si en las mazmorras de los Vulturis la sangre está racionada.

Me sorprendió que no entrará en pánico. Fredd llevaba solo desde prácticamente su conversión, y ahora esa libertad se veía coaccionada. Yo estaría histérica en su lugar.

–¿No te preocupa?

–En realidad, no. Una vez esté allí, si no estoy conforme con lo que me pidan sólo tengo que intentar huir, me matarán y acabará todo.

Hablaba de la muerte de una forma tan banal que comprendí que quizá su vida no tendría tanto sentido si no le importaba perderla. Quizá ese era el secreto, vivir cómo si nunca fueras a morir. Quizá su vida tenía mucho más sentido que la mía. Suspiré mientras cerraba los ojos y la mirada de Oliver me recordó la verdadera razón por la que había acudido al encuentro con él.

–¿Puedo acompañarte a... cenar?– pregunté con la mirada fija en mis zapatos.

–No creo que tu y yo tengamos los mismos gustos culinarios– comentó divertido mientras señalaba sus ojos rojos.

–Tengo que pedirte algo.

–Cualquier cosa por mi reciente y efímera nueva mejor amiga.

No tuve que darle ninguna explicación, simplemente se puso en marcha. Corrimos hasta Seattel sin mediar palabra, era agradable el silencio, enfatizaba más el hecho de que no me juzgaría.

–No te prometo ser capaz, huele demasiado bien incluso desde aquí abajo– susurró Fredd.

–Fredd, por favor– supliqué nerviosa–  Sabes bien lo que se siente, sabes bien que si no puedes controlarte y clavas tus colmillos, tendré que matarte y es algo con lo que no podría seguir viviendo.

Estiró su dedo meñique y me lo ofreció con una sonrisa, me costó entender lo que pretendía.

–Prometido– exclamó enlazando su meñique con el mío.

La idea consistía en que Fredd entrará solo al correccional, mientras, yo esperaría abajo pacientemente. Fuí incapaz de cumplirlo, el aroma de Oliver activó de inmediato y con más fuerza si cabe, mi instinto protector, por lo que me deslizé junto al vampiro por la puerta de emergencia.

Después de una parada en la enfermería del centro, nos colamos sigilosamente por el pasillo que dirigía a las habitaciones de los internados. Oliver descansaba plácidamente sobre su camastro, con las extremidades cayendo a ambos lados debido a su gran longitud.

Sobre la mesilla de noche, se encontraba el envoltorio vacío de dos pastillas para dormir. Dirigí a Fredd una mirada dudosa, no estaba segura de si la morfina que íbamos a administrarle podría causar daños sumado a los somníferos que ya había tomado el muchacho.

Mi nuevo mejor amigo solo asintió y procedió a realizar el trabajo del que yo no me veía capaz. Una vez estuvo seguro de que Oliver no despertaría, introdujo una jeringuilla en la fina piel de su brazo, la sangre comenzó a fluir por el tubo, hasta llegar a una bolsa conectada al mismo.

Mis ojos no podían apartarse del líquido rojo, observando frenética como la bolsa se llenaba lentamente. Mi boca rezumaba ponzoña con la idea de sentir ese divino elixir deslizándose por mi lengua, por fin, podría tomar la sangre de Oliver sin causarle más daños, por fin podría calmar esta nueva sed.

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