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CONCLUSIONES

Toda la noche la pasé soñando con Bella Cullen, ojos de color carmesí, colmillos impregnados de sangre y sexo salvaje coronaron mi mundo onírico.

Llena esa maldita bolsa, puedo aguantar.

¿Era la voz de Bella? Intenté abrir los ojos pero me fue imposible, una fuerte neblina cubría por completo mi mente, impidiendome el movimiento libre de mi cuerpo. Escuché como alguien rebuscaba en mis cajones, quise gritar, pero no recordaba como se hacía, por el contrario, permanecí tumbado en la misma posición.

Sentía una molestia en el brazo derecho, similar a cuando te extraen sangre y comenzó el sueño:

Bella esta hermosa, un precioso vestido rojo lleno de diminutos cristales adorna su esbelto cuerpo. Su tez marfileña resalta con ese color, dando a su rostro un aire similar al de una deidad, o más bien un ángel.

Estamos en un precioso prado verde, el aroma de las flores silvestres impregna el lugar, dejando en mi garganta el regusto dulce de su savia. Miro embelesado la magnitud de la belleza que emana Bella, su vestido centellea con cada movimiento, du piel reflecta a la perfección los pequeños diamantes que ornamentan su vestido. Todo en ella es resplandeciente, sin duda, es una diosa.

Me acerco lentamente hacia su posición, deleitándome a cada paso con el sublime placer de contemplarla. Alzo la mirada buscando perderme en el caramelo líquido que es su mirada, pero por el contrario, un rojo vivo tiñe sus iris, se ve aún más preciosa con ese nuevo color.

Sonríe ampliamente, dejando a la vista una larga hilera de colmillos, hace un ademán con la mano invitándome a seguir avanzando, no tengo miedo, le pertenezco. Acaricia suavemente mi cuello y la electricidad recorre mi columna vertebral, giro la cabeza exponiendo mi yugular para su uso y disfrute.

Ríe mientras niega con la cabeza, besa suavemente mi cuello y miles de mariposas quedan posadas en él, dejándome un agradable cosquilleo. Agarra mi brazo derecho y lo lleva hacia su boca, mi excitación aumenta con la antesala de lo que va a suceder
...

Clava sus colmillos limpiamente en el pliege de mi codo, y el placer que refleja su cara al succionar mi sangre me provoca una gran erección.  No quiero que se detenga, todo mi ser le pertenece, ansío calmar su sed.

–¡Vámonos!– la voz de Bella hace que despierte de mi sueño– sabe lo que soy, si despierta no habrá forma de hacerle creer que ha sido un mal sueño.

Intenté gritar nuevamente, levantarme, abrir siquiera los ojos, pero no fuí capaz, debieron de administrarme algún tipo de droga. De repente se hizo el silencio, la oscuridad era densa y pesada, mi mente estaba despierta y consciente, aunque mi cuerpo se encontrara inmovilizado.

Bella era un vampiro, ahora estaba completamente seguro, por eso no había dejado de soñar con sus ojos, escuchar su voz en mi cabeza y sentir un deseo irrefrenable hacia ella. Seguramente habría utilizado algún tipo de embrujo vampiríco para inmovilizarme y poder extraer mi sangre, pero, ¿los vampiros no se alimentaban mordiendo en la yugular?

La confusión volvía más frenética a mi mente si esto era posible. No sentía miedo en realidad, no temía a esa maldita chupasangres y estaba convencido que esto también formaba parte del embrujo. No era una asesina como sí lo era yo, ella era un monstruo, un ser de la oscuridad y las sombras con a saber cuantas muertes a sus espaldas, sin conciencia ni clemencia.

Cuando por fin pude mover mi cuerpo, ya hacía rato que el sol se había puesto, abrí los ojos pesadamente y estiré mis entumecidas extremidades. Observé el pliegue de mi brazo, y ahí estaba, minúsculo pero perceptible: un pequeño punto rojo corroboraba que no había sido un sueño, Bella había extraído mi sangre dios sabe para qué fin.

En cuanto estuve totalmente lúcido, me levanté y busqué frenético entre mis cajones, recordaba que por la noche había escuchado como trasteaban en ellos, rezé porque no hubieran encontrado mis dibujos... desde hacía unas noches, me dedicaba a dibujar los sueños que perturbaban mi mente.

El folio en el que plasmé mi último dibujo se encontraba por encima del resto: un retrato de Bella bebiendo sangre de mi cuello, Sabe lo que soy había urgido Bella esa misma noche.

La puerta de mi habitáculo se abrió ligeramente y el sobresalto hizo que diera un salto.

–Perdona Oliver– se disculpó el señor director– no pretendía asustarte.

–No se preocupe señor Steven– dije mientras me ponía un viejo pantalón raído.

El señor director tomó asiento en mi cama y me hizo un ademán con la mano invitándome a sentarme con el.

––¿Cómo va todo, hijo?

Lo observe con el ceño fruncido, si había venido hasta mi habitáculo, era porque tenía algo importante que decirme, no obstante, no quería ser grosero con él,  Steven siempre había sido compasivo y fraternal conmigo.

–Todo en orden señor, pero dígame, ¿Qué sucede para que venga a visitarme?

–Oliver,  me agrada tu compañía –confesó mientras palmeaba cariñosamente mi hombro– pero estás en lo cierto; hay algo que tengo que decirte: la doctora Cullen abandona el centro, le han surgido unos problemas y no podrá seguir impartiendo terapias con nosotros.

La noticia me cayó como un jarro de agua fría, una pesadumbre emergió de lo más profundo de mis entrañas.

–¿Por qué? ¿Qué motivos a dado? ¡No puede hacer eso! ¿Verdad que no?

La ansiedad se adueñaba de mis palabras y movimientos, estaba comenzando a hiperventilar, la idea de no volver a ver a Bella estrangulaba mi garganta empañandome los ojos en lágrimas.

–Es su decisión Oliver, entiendo que te gustaba mucho su forma de trabajar, buscaremos otro profesional que pueda ayudarte, te lo prometo.

–¡No necesito otro profesional!– elevé la voz nervioso– Steven, no conoces a esa mujer, no puede largarse ahora.

Silencié abruptamente al darme cuenta de que estaba hablando demasiado y quizá, volverían a tomarme por loco.

–¿Qué sabes tú sobre ella, hijo mío? Estoy dispuesto a escucharte.

–Bella no es humana, y tengo pruebas para demostrarlo.

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