-𝟎-
𝐎𝐩𝐨𝐫𝐭𝐮𝐧𝐢𝐝𝐚𝐝
Maddy Davis
Lo último que recuerdo es que salía de mi segundo trabajo, el cual consistía en ser mesera de un viejo bar en el centro de la ciudad. Eran las dos de la mañana cuando puse un pie en las solitarias calles de mi barrio, aún llevaba el uniforme del lugar donde laboraba, una simple camiseta con el logo del lugar y unos vaqueros incómodos de color negro. Mi celular no tenía batería y yo no había comido nada desde el almuerzo, así que me quedaba rogar para que en casa hubiera algo que pudiera merendar o tendría que aguantar hasta mañana.
Siempre solía repetirme a mí misma que no podía tener peor suerte, que con la carga de responsabilidades que llevaba en mi vida era suficiente. Tenía dos empleos y estudiaba al mismo tiempo, tratando de mantener una beca, mientras lidiaba con un padre alcohólico que constantemente me pedía dinero. Pero, lamentablemente me equivoqué.
Hace unos años atrás solía pensar que las mujeres que andaban por la calle solo estaban en peligro si vestían de cierta manera, como con faldas o vestidos, pero el tiempo me hizo madurar y romper ese esquema. Entendí que para el abusador la vestimenta es lo de menos. Por ello, sentí los vellos de mi piel erizarse en cuanto me percaté de que alguien me seguía. Al principio traté de actuar como si nada, pero disimuladamente aceleré mi paso al tiempo que apretaba mi viejo bolso, el cual tenía el cierre dañado. Así que me tomaría algunos minutos lograr abrirlo para sacar mi gas pimienta.
Los pasos pesados detrás de mí resonaban en mis oídos, dejándome en claro que un hombre me seguía de cerca. Una oleada de temor me invadió y sin pensarlo dos veces, decidí cambiar mi ruta y adentrarme en un laberinto de calles desconocidas en un intento desesperado por escapar de su mirada inquietante. Mi corazón latía con fuerza, mientras recorría miles de calles sin saber si me encontraba más cerca o más lejos de la seguridad.
Cuando finalmente creí haberme librado de él y me acercaba a mi hogar, esa sensación desagradable de cuando sientes que alguien te observa, volvió a apoderarse de mí. Era como un peso invisible, un intangible aliento oscuro que me observaba desde las sombras. Mi cuerpo se tensó en respuesta, cada músculo preparado para el peligro inminente. Mi mente se convirtió en un torbellino de pensamientos aterradores, anticipando los peores escenarios posibles. Estaba en un estado constante de alerta, sintiendo que en cualquier momento el peligro se materializaría frente a mí.
Tras unos agonizantes segundos, finalmente me atreví a girar lentamente mi cabeza, temiendo lo peor. Sin embargo, un suspiro de alivio mezclado con un escalofrío de nerviosismo escapó de mis labios al percatarme de que solo era un gato, sus ojos brillantes me observaban con curiosidad. Aunque me encontraba más tranquila, una sombra de miedo seguía presente en mi ser. Con paso apresurado, continué mi camino, cada fibra de mi ser seguía en alerta. Y entonces, en el momento en que volví a voltear, allí estaba él, el hombre que me había estado acechando. El miedo se apoderó de mí, paralizando mi cuerpo por un instante. Mi corazón palpitaba descontrolado mientras luchaba por mantener la calma y encontrar una salida ante esta aterradora situación.
Mi respiración se corto, dejándome sin aliento cuando me doy cuenta de que él está justo frente a mí. La visión de su rostro es aterradora y lo peor es que está exhibiéndolo deliberadamente. Su cabello oscuro cae en cascada sobre sus hombros en un estilo elegante, pero no puedo apartar la mirada de sus ojos. Sus ojos azules, que en circunstancias normales podrían haber sido hermosos, ahora me llenan de terror. Están enrojecidos y las venas alrededor están visiblemente marcadas, añadiendo un aspecto perturbador a su expresión.
Intente alejarme lo más rápido que pude, mi instinto de supervivencia tomo el control. Sin embargo, sabia que gritar en este barrio no serviría de nada. No tenia ninguna conexión en esta zona, gracias a mi asocialidad y mi carácter introvertido. No conocía a nadie de confianza en las cercanías y mis únicos contactos eran unos compañeros de la universidad que ni siquiera saben que residía allí.
Una sensación de soledad y vulnerabilidad me invadieron, intensificando el miedo que ya sienta. La realidad de mi situación se cernió sobre mí, dejándome con pocas opciones. Debía encontrar una salida, un refugio seguro donde pudiera protegerme de aquella amenaza.
Corrí desesperadamente, impulsada por el miedo, pero de alguna manera, el desconocido me alcanzaba en un abrir y cerrar de ojos. Se planto frente a mí, con una sonrisa burlona dibujada en su rostro. Parecía disfrutar de mi desesperación, alimentándose de mi terror. Trate de huir, pero su agarre firme me detuvo, sujetándome del brazo con una fuerza implacable. Me arrastró hacia un callejón cercano, donde la oscuridad y el silencio se ciernen a mi alrededor.
En ese instante, mis gritos desgarradores rompieron en el aire, liberando toda la angustia que tenia acumulada. Mi garganta ardió de dolor por la intensidad de mis voces, pero seguí clamando por ayuda, aferrándome a la esperanza de que alguien, en algún lugar, escuchara mi llamado. Sin embargo, el hombre parecía inmune a mis súplicas. Sus ojos fríos y despiadados seguían fijos en mí, como si estuvieran disfrutando de mi sufrimiento.
Con un brusco movimiento, me estampó contra la fría pared del callejón, el impacto me arrebato el aliento de los pulmones. Sentí todo mi cuerpo entumecido por el dolor, pero el miedo seguía bombeando en mis venas. El hombre continúo con sus acciones, dedicándose a observarme con una mezcla de satisfacción y crueldad, aunque distinguí también algo de duda. En medio de mi desesperación, un pensamiento aterrador se apodero de mi mente: si me permite ver su rostro, es porque está claro que su intención es matarme.
Sentí cómo su mano se abalanzo sobre mi boca con una fuerza brutal, haciendo que mi mandíbula se resintiera de inmediato. Las lágrimas brotaron de mis ojos, no solo por el dolor físico, sino por la abrumadora impotencia que me embargo. Durante años luché incansablemente, sacrificando tanto para construir una vida mejor. Cada noche, sin falta, recé con fervor para que mis sueños se hicieran realidad y pudiera finalmente alcanzar la nueva vida que tanto deseaba. Y ahora, todo ese esfuerzo parecía desmoronarse ante la mirada indiferente de un hombre que ni siquiera conocía, que estaba decidido a arrebatarme todo lo que había estado construyendo con tanto esmero, simplemente porque así lo desea.
La injusticia del momento me golpeo con una fuerza devastadora. Gemí en silencio detrás de la mano que me sofoca, sintiendo cómo se agolpaban los sentimientos de frustración y rabia en mi pecho. La realidad se desdibujo ante mis ojos, mientras la impotencia se apodero de mi ser. Era un recordatorio amargo de que, a veces, la vida puede ser cruel y arbitraria, sin importar cuánto hayamos luchado por un futuro mejor.
Llore con odio. Mi mirada se encontró con la suya, desafiante y sin rastro de temor, solo con un intenso sentimiento de repugnancia. Porque aunque era consciente de que se avecinaba lo peor, no permitiría que el miedo me dominara. Lucharía con cada fibra de mi ser, sin importar cuánto me costara o cuánto dolor tuviera que soportar. Estaba lista para desafiar a este monstruo que me acechaba y luchar por mi vida con cada aliento que me quedara.
Me tenia atrapada contra la pared con tanta fuerza que no podía moverme ni un centímetro. Su mano sucia seguía cubriendo mi boca, y fue ahí que me di cuenta de que mi bolso ya no estaba conmigo. Supongo que en medio de la persecución, se me cayó sin que yo lo notara. El hombre me escudriño de pies a cabeza con una mirada indescifrable, y mi razonamiento corrió intentando adivinar qué estaba tramando en su mente retorcida. Aunque se muy bien que nada bueno saldría de ahí. El latido de mi corazón retumbaba en mi pecho, amenazando con salir disparado en cualquier momento.
En un instante que me genero mas pánico, deslizó su dedo índice desde mi abdomen hasta mi cuello, enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Comencé a temblar, pero mantuve una apariencia de valentía, sin permitirle ver el miedo que me consumía. En ese momento, finalmente libero mi boca y pude respirar un poco mejor. Mi mente se agito, buscando desesperadamente alguna salida. Mis ojos escudriñaron el entorno, pero no encuentre ni siquiera una botella u objeto que pueda usar a mi favor. Supongo que lo de la limpieza comunitaria iba en serio.
En un acto de desesperación, dirigí rápidamente mi mirada hacia sus partes más vulnerables, en un intento de desviar su atención o encontrar una oportunidad para defenderme. Sin embargo, en cuanto él se percato de mi movimiento, aprieto su agarre, dejándome prácticamente inmovilizada entre su cuerpo y la fría pared. La esperanza de encontrar una salida pareció desvanecerse, pero mi determinación de escapar seguía ardiendo dentro de mí, impulsándome a buscar cualquier resquicio de oportunidad para liberarme de su control opresivo.
—Estás de suerte. — su voz extremadamente grave sonó en mis oídos, y no pude evitar dar un salto en el lugar. Su mirada continuó fija en mí, mientras sus pensamientos parecían girar en su mente. — quiero que escuches con atención, Madeline. —Sus dedos juguetearon con la placa que lleva mi nombre en mi uniforme, como si estuviera deleitándose con su dominio sobre mí. su voz se arrastraba en el aire, envolviéndome en una mezcla de temor y curiosidad. Sentí cómo la adrenalina se apoderaba de mi cuerpo mientras intentaba prepararme para lo que venia. —Te daré la oportunidad de tu vida... o bueno, de tu muerte. — se burló, provocando que más lágrimas escaparan de mis ojos y mi mandíbula se tensara de rabia. Sus palabras me golpearon como un puñetazo en el estómago, recordándome que estoy a merced de su crueldad.
—Déjame ir.— demande casi sin voz. Él negó de inmediato.
—Tienes ese fuego en ti que me hace pensar que eres indicada para mi tarea.— sus palabras resonaron en mis oídos, pero su significado seguía siendo un enigma para mí. En un breve instante de descuido, aproveché para alzar la rodilla con todas mis fuerzas y golpearle directamente en su entrepierna. A pesar de que su rostro se contorsionó de dolor, no me soltó. Mi corazón se hundió en decepción al ver que mi intento de escape no había tenido el efecto esperado.
—A esto me refiero.
Dicho esto, un brillo siniestro se encendió en sus ojos, llenándolos de un tono rojizo que desató un nuevo torrente de terror en mí. Sin previo aviso, agarró mi cuello con fuerza, inmovilizándome una vez mas y robándome el preciado aire que necesitaba desesperadamente. Con una determinación perturbadora, comenzó a rebuscar en sus bolsillos en busca de algo. Finalmente, encontró lo que buscaba y, sin ninguna piedad, me arrojó al suelo.
A medida que tosía con desesperación y sentía el dolor punzante en mi cuello, supe que mi situación se volvía aún más difícil. No pasó mucho tiempo antes de que me volteara bruscamente, dejándome boca arriba, mientras él se posicionaba encima de mí. Pataleé y grité con todas mis fuerzas, golpeándolo y arañándolo sin descanso, pero mis esfuerzos eran inútiles frente a su fuerza, que parecía casi inhumana.
En su mano derecha sostenía un frasco, una especie de líquido rojo y espeso, que abrió con una sola mano. Con una destreza perturbadora. Mi corazón se hundió en el horror al reconocer de inmediato lo que era: sangre. Antes de que pudiera siquiera reaccionar, me obligó a tragar el líquido repugnante, que dejó un sabor metálico en mi boca.
Las náuseas se apoderaron de mí, pero él se aseguro de que tragara todo, incluso cuando sentía que me estaba ahogando en el proceso. Cada rastro de ese líquido repugnante desapareció por mi garganta, mientras él me observaba detenidamente, como si necesitara confirmar una vez más lo que acaba de hacer. Durante un breve instante, albergue la esperanza de que se arrepintiera, así que lo mire directamente a los ojos, anhelando ese destello de empatía por el cual secretamente rogaba en mi interior. Sin embargo, en lo más profundo de mi ser, sabia que esa esperanza es en vano.
—Por favor...— mi voz sonó extremadamente ronca y lastimada.
—Lo siento.— Su disculpa se escucho sincera por un instante, pero en el siguiente, toma mi cuello con ambas manos y comenzó a apretar con una fuerza despiadada, robándome nuevamente el preciado aire. Seguí pateando y golpeando, luchando con todas mis fuerzas. Tomaba sus brazos intentado alejarlos, pero era en vano. Él ganó.
Empece sentir cómo mi vida era arrebatada injustamente de mis manos sin piedad. Este era el fin y probablemente seria otra chica más en el periódico de alguna revista amarillista, en la cual miles de personas opinarán si fue mi culpa o no. Estaré en boca de algunos durante unos días y olvidada años.
¿Acaso ese es mi destino?
Pero mi historia no fue así, claro que no, porque en cuanto ese desgraciado me mató, desperté al día siguiente en mi maldita casa. MUY viva, sin rastros de heridas y un asqueroso libro que me daba la bienvenida a mi nueva vida como un ser inmortal.
Pues sí, morir no es lo peor que me podía pasar. Había pedido una nueva vida, pero en su lugar, el universo me había regalo una nueva muerte.
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