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Capítulo XV.

El equipo se encontraba listo para partir. El permiso de su jefe había sido dado el día anterior así que no habría problema en que se ausentara en uno de sus programas de The Tonight Show. Su jefe dijo que esa noche pondrían a alguien en su remplazo para evitar complicaciones.

Sin más que estar haciendo del edificio, el equipo conformado por cuatro animales, contando la comadreja, se dirigía a una estancia hogareña en las Madrigueras. Furllon casi nunca había estado en esos campos verdosos y llenos de paz. Había ido, sí pero quedarse allí como visitante o casi como turista era casi un sueño para él. Cosa que se cumpliría a medias, gracias al proyecto que estaba llevando a cabo.

El cuarto de Furllon era el más grande de la estancia. Al parecer la dueña era fanática del programa de la comadreja. Algo que enrojeció al presentador al escucharlo pero que de todos modos agradeció con modestia y amabilidad.

Su cuarto era compuesto por tres partes bastante diferenciadas. Primero, estaba el centro en el que se situaba la cama de un tamaño lo suficientemente gran para hacer caber a dos cerdos de gran tamaño sobre ella. Acolchonada y muy suave al tacto. La segunda era una mini sala que estaba al lado de la cama.

Consiste de dos sillas de madera acolchonadas y una pequeña mesa en medio la cual, seguramente, era para las parejas que se quedaban a pasar en el lugar. Y la tercera pero no menos importante era el baño. Este era algo modesto y muy acogedor desde el punto de vista de la comadreja. Una gran tina en la base de la regadera, un váter normal y un lavamanos con la altura para un tigre si no es menos. Por lo que tenía una escalerilla alta para que pudiera alcanzar las llaves del grifo.

―Toda una ganga, Furllon. ―se dijo muy satisfecho.

El resto de cuartos eran iguales. Algunos radicaban en que tenían algunas cosas en otros sitios pero la estética era la misma. Una pequeña cama, dos como mucho, una mesa de noche en medio o a un lado en el caso de ser particular el cuarto y un pequeño baño para los que se quedaban.

Ya se encontraban en el lugar, todo era de acuerdo al plan. Nada podía salir mal.

***

―Todo va a salir mal. ―bufó Stu―. Realmente todo va a salir mal y... Oye, ¿Qué estás haciendo?

―¿Qué crees que estoy haciendo? ―dijo Bonnie retirando algunas sabanas y almohadas del armario―. Es lo menos que podemos hacer con el padre de Nick, Stu. No querrás darle una segunda mal impresión de ti ¿O sí? ―la mirada acusadora de su esposa le reprendía siempre que podía desde que habían hablado con Norman.

―¿Y dónde dormiremos nosotros, ah? ―preguntó molesto.

―Junto a Kyle. Al menos él aún tiene un poco de razonamiento para no enojarse con su hermana y mantener respeto a su padre.

El conejo salió de la habitación lanzando maldiciones en bajo. Por suerte, ninguno de los pequeños conejitos que estaban en ese momento en el pasillo lo había escuchado. Al ser una familia bastante grande, se mantenían constantemente en movimiento. La mayoría de los pequeños se encontraba en la escuela mientras otros jóvenes y adultos ayudaban en los campos y otros se dedicaban a trabajos en el Mercado de la Comarca.

Jill había estado pendiente de su padre y su hermano Kyle. Ella sinceramente no apoyaba con toda seguridad la relación que se hermana mantenía con el zorro. Le daba hasta un poco de asco el ver que ella podía estar con un depredador sin pensar que de un momento a otro no se la comería, y no como cena.

Kyle y Jill ya habían tenido roces antes por tocar el tema. El que siempre terminaba era Kyle quien mandaba a su hermana con un fuerte regaño. Esta se encerraba y no salía a no ser que fuera a comer o ir al baño. Ahora sentía pena de sus hermanos menores. ¿Cómo Kyle pudo regañarlos de esa manera? Le pareció hasta inaudito e inmoral.

Pero ella no se podía meter, familia es familia, aunque eso se trate de ver cómo tu hermana no es destrozada a pedazos por una amenaza. Jill era muy influenciada por los pensamientos de Stu, se podría decir que ella la imagen viva del tradicionalismo del conejo granjero.

El primero en arribar a la Madriguera H fue el general. No fue un recibimiento del todo agradable si es que se puede decir. Aunque Bonnie le había dado una cálida y bondadosa bienvenida, al encontrarse de cara con el conejo, la tensión había subido tanto que todos los pequeños conejitos habían callado solo para ver como su padre y el zorro visitante se mantenían la fuerte y seria mirada. Bonnie evitó una riña y le indicó a Norman el lugar donde se alojaría por el próximo mes hasta la boda de su hijo.

Aun recordaba las palabras que habían intercambiado con Nick, en el Palacio de Koslov "Estamos a dos meses de casarnos ―le había dicho― y esto no lo hago por mí, lo hago por ella. ¿Me entiendes?" Si eso es lo que más quisiera hacer de toda esa locura. Pronto tendría que compartir parte de su vida con presas, con su enemigo natural. Y por si fuera poco, tenía competencia con el conejo marrón que no paraba con sus indirectas ofensivas en cada momento que lo veía. Se armó de mucho valor para no bajarle los dientes de las mandíbulas.

La pareja había arribado horas más tarde. Se veían radiantes y muy alegres de que todo estuviera, de lo que parecía, yendo a la perfección. Nick y Judy se encontraron, primero, con el conejo quien solo los atendió un segundo y no volvieron a verlo por todo el día. Luego, con Bonnie, quien los aduló y los hizo sentir tranquilos y alegres. "Nuestro hogar es tu hogar, Nick." Le había dicho Bonnie con una sonrisa tan bondadosa que parecía un brillo de luz. Finalmente saludaron a algunos hermanos de Judy, a Kyle y los tres espías para terminar de frente con el padre de Nick.

No fue mucha palabra la que cruzaron. Un saludo, un abrazo (beso en el caso de Judy que le dio mucha vergüenza a Norman darlo) y una última pero desanimada adulación.

―Espero que esto no suceda en la boda. ―dijo Judy como si el que Norman fuera con un ánimo de funeral fuera lo mejor.

Eso no sería lo peor, pensó Nick, si mi padre y Stu se empiezan a pelear, eso será lo peor.

Se instalaron en la habitación de Judy, se cambiaron de ropa y en menos de lo que esperaban, se encontraban sentados a la mesa junto a las olas de conejitos que hacían alboroto por todas partes. Aunque Bonnie hacia malabares para mantenerlos en sus lugares, algo de orden reinaba en el lugar.

El general bajó las escaleras una a una con las esperanzas de que no lo notaran, plan que no funcionó. Todos los pequeños callaron en cuanto vieron al zorro de ojos cafés brillantes entrar en el comedor. Ese silencio hacia que las cosas se pusieran incomodas que, de por sí, ya se habían hecho así gracias al padre de Judy. Todos comían de manera callada, solo dejando escuchar el ¡clin! de los cubiertos chocando entre si y contra los platos.

Bonnie habló:

―Y bueno, Judy. ¿Cómo les está yendo en la Comisaria? ―Judy miró de soslayo a Nick, como preguntándole si estaba bien decirle sobre el caso, aunque no les haya preguntado eso. Nick le devolvió una sonrisa indicando que sí.

―Pues bien, mamá. No hay casos o problemas mayores. Solo patrullaje y parquímetros. Nada nuevo. ―la sonrisa de la coneja era nerviosa, cosa que Bonnie se dio cuenta que no le estaba diciendo toda la verdad.

Pero teniendo en cuenta el ambiente en el que estaban ahora, no parecía prudente el que se hicieran más preguntas acerca de los casos de su hija y su prometido. Decidió cambiar de tema a algo más apropiado.

―Está bien. ―dijo sonriendo―. ¿En dónde piensan vivir, Nick? ―la pregunta fue algo confusa para el zorro.

¿En dónde piensan vivir? Pero si ya viven en un lugar estable. Un cómodo apartamento en el centro de la ciudad el cual fue reconstruido después de la guerra... Y tiene un cuarto incomodo lleno de papales quemados... Y demás cosas que pueden ser casi inservibles.

La mente de Nick se encendió en ese momento. ¿Seguir viviendo allí? ¿Para qué? ¿Para incomodar más a Judy? No, pensó, ella necesita un lugar mejor.

―He estado evaluando ciertas opciones, Bonnie. ¿Puedo llamarla Bonnie, verdad?

―Seguro. ―respondió dando una risita.

―Aunque no sé qué lugar sería mejor. Una casa en Sabana Central, aquí en las Madrigueras o en el Distrito Forestal. Tal vez usted nos pueda ayudar. ―algunos de los hermanos mayores de Judy rieron junto a la coneja mayor y el zorro.

Pero Judy se quedó confusa. ¿Había estado, realmente, pensando en cambiar de casa o fue una ocurrencia de él? Sea como sea, de algún modo funcionó aunque no notaba si era para bien o para mal.

―Seguramente querrán un lugar sin mucha presencia animal ¿Verdad? ―había dicho el conejo café. Nick estuvo a punto de responder algo con lo que debería servirle para defenderse del comentario del padre de Judy pero otra voz se le adelantó.

―Así como usted, señor Hopps. ―Norman había dejado de comer para ver directamente a Stu―. Este parece ser un lugar bastante alejado y tranquilo. ¿Quién no querría vivir aquí? ―la pareja inter-especie no tenía ni idea de lo que pasaba. Si es que Norman quería enojar a Stu o era solamente un comentario "normal" por parte de él.

Sea como sea, estaba dando un efecto negativo en la moral de Stu. Muy negativa.

―Había olvidado que estaba ahí, señor Wilde. ―respondió con una sonrisa forzada―. Aprovechando este momento, quisiera saber una cosa. ―Judy y Nick se miraron preocupados. ¿En qué momento se estaba empezando a perder el control?―. ¿Cómo es que usted llegó a ser un exitoso general? Jamás lo había escuchado en la televisión o visto en los periódicos.

―Pues, mi querido Stu, eso es algo confidencial. Demasiado como para contárselo a un civil. ―ahora las miradas de los dos padres eran clavadas una a la otra, la misma chispa del primer encuentro se presentó.

―Oh, entonces, no debe haber problema que no le crea, en ese caso. ―una sonrisa algo tenebrosa se formaba en la cara de Stu. Otra en la cara de Norman.

―¿Y usted cómo se hizo un gran granjero? Puede que sea interesante escuchar su historia.

―Yo me hice un gran granjero gracias a que seguí el ejemplo de mi padre. ―indirecta detectada, pensó Judy inmediatamente―. Y persistí hasta que logré ser uno de los agricultores más conocidos en toda la Comarca y puede que, algún día, de Zootopia.

―¿Está seguro que no utiliza hormonas del crecimiento o algo parecido? ―esa pregunta atacó al conejo en el centro de su orgullo. Si algo que jamás había permitido era que se utilizasen métodos novedosos en sus plantaciones―. Digo, no creo que un cultivo tan grande se haga en menos de dos meses. ¿O sí? ―dijo entre pequeñas risas.

―¿Qué insinúa? ¿Qué no soy un verdadero agricultor?

―No, no Stu. No he dicho eso. Es solo que pienso que no es tan fácil crear tantos cultivos en tan poco tiempo. Eso lo he visto antes en varias misiones y resultaron ser... ―hizo una pausa dramática―. ...Falsas.

Fue todo. Esa palabra había acabado con toda la (poca) paciencia que Stu había tenido con el zorro padre de Nick. Si algo que a Stu le molestaba más que sus hijos no le hicieran caso era que creyeran un fraude su noble labor de cultivar. Esa palabra fue la gota que derramó el océano que se le avecinaba a Norman.

―Pues yo creo que usted debió ser un mejor padre para enseñarle a su hijo a ir con quienes realmente debe. ―respondió con brusquedad―. Si hubiera sido un buen padre, no hubiera permitido que él ―señaló a Nick―. Se uniera con mi hija. Pero claro, el famoso general Norman Wilde, está tan ocupado que no pudo decirle a su hijo que no debe meterse con quien no debe. ¡Su esposa debería estar avergonzada!

―¡Cállese! ―gritó Norman de la nada.

El silencio se hizo en medio de todos. Un silencio con varias emociones. Ira, odio, tristeza, orgullos quebrados. Los dos habían dado en el centro del otro, dañándolo al punto de quiebre. Primero salió Norman a paso firme, dando gracias a regañadientes, y subió rápidamente las escaleras. Se escuchó de fondo un portazo muy fuerte. Seguido, fue Stu quien salió de la misma manera pero sin decir nada, solamente se fue al cuarto de Kyle e hizo la misma acción que Norman.

Bonnie estaba que quería que le tragara la tierra. Habían hecho un escándalo en frente de los niños y los hijos más jóvenes pero ellos ya entendían, al menos en gran parte, lo que sucedió. Así que uno a uno fue terminando sus platillos y dando gracias, se retiraron a sus respectivas habitaciones en silencio. Al final solo quedaron cuatro animales en la mesa gigante. Nick, Judy, Bonnie y Kyle. Los cuatro se miraban entre sí, como si quisieran ver la respuesta del problema en el otro.

Será un largo mes, pensó con mucha pena la coneja esposa de Stu.

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