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Capítulo X.

Con papeles en pata y todo su valor a flote, la comadreja entró con total fuerza a la oficina del lobo blanco. Tenía total seguridad de sí mismo. Le probaría a aquel can que no le dejaría con la burla de hace unos días atrás.

El lobo dejó todas sus cosas a un lado para poder ver a la comadreja caminar a paso acelerado hasta su mesa, tirar sobre la misma los papeles de las encuestas realizadas y mirarlo con una sonrisa máxima de satisfacción.

―Mira la tercera página, esquina inferior derecha.

El lobo tomó los papeles entre sus patas, separó las dos primeras de la tercera. En esta se mostraban las estadísticas de la encuesta de tan solo cinco preguntas que se les habían hecho a más de seis mil animales ciudadanos de Zootopia. En la esquina que Furllon le había mencionado, estaban dos números. Uno a la aprobación del plan de la comadreja y la otra a la negación de esta.

El número para su aprobación era muy diferente al de la negación.

―Ahí tienes lo que querías. ¿No? Ahora dame el permiso para comenzar mi programa. ―esa petición fue más una orden la cual el lobo solo soltó una pequeña carcajada.

―¿Enserio creíste que te dejaría hacerlo aun así que tuvieras esta encuesta? ―alzó el papel con su pata, mostrándosela a la comadreja―. No te voy a dejar hacerlo, Furllon. Gastarás tiempo, dinero y personal en un plan que simplemente va a fallar.

La comadreja, teniendo en cuenta que ello podría suceder, solamente siguió sonriendo satisfecho. De su bolsillo izquierdo del pantalón sacó un Carrotphone S7 y presionando algunas cosas en este, el número marcado del hurón se dejó ver en la pantalla.

―Veremos que dice el jefe con respecto a esto. ―el lobo sentía que no tenía nada que temer. Jamás le había dado permiso para cualquier plan que este tenía, y dudaba mucho que se lo diera ahora―. ¿Hola? ¿Jefe? Sí, soy Jimmy. Le llamaba para preguntarle si ya había visto los datos que le envié a su correo... Le parece una buena idea, ¿No? ―una sonrisa más amplia se hizo en sus labios―. Sí, aquí lo tengo a mi lado. ―se quitó el teléfono de la oreja y se lo acercó al lobo―. Es para ti.

El lobo, mirándolo con una furia indescriptible, arrancó el teléfono de la pata de Jimmy. Se lo acercó hasta su oreja y habló.

―Aquí Wolfbat, señor. ―dijo.

―Mira, Carter. ―dijo el hurón del otro lado―. Le doy toda mi aprobación para hacer el trabajo que quiere Furllon. ¿Entendido? Y tú le ayudarás en todo lo que necesite. Esos datos son tan irrefutables como la misma barba de mi abuela. ―un grito por el otro lado del teléfono hizo carraspear asustado al hurón―. Bueno, no la de mi abuela, je. En fin, solo dale el permiso o sino, cuando vuelva, habrá un nuevo animal controlando tu silla giratoria. ―sin más, el hurón colgó.

La sonrisa victoriosa, que nunca se había ido del rostro de la comadreja, esperaba unas palabras por parte del compañero de trabajo que tenía en frente. El lobo tenía toda su furia al tope y quería desahogarla lanzado al pequeño animal que tenía en frente por la ventana detrás de él. Respiró tres veces, cerró los ojos y se sentó en su silla giratoria favorita.

―¿Qué rayos es lo que necesitas para tu maldito programa? ―dijo sin más opción y con mala gana.

***

―¡No me importa si están a punto de irse a la luna, cualquiera de ustedes tiene que venir pero ahora! ―ese grito había dejado casi sordo al zorro.

Suspiró cansado cerrando su teléfono. El jefe Bogo estaba impaciente para entregarles a la pareja policía su nueva misión. Algo que al zorro no le hizo mucha gracia ya que uno de los hermanos de Judy, Louis, la había llamado para ir a las Madrigueras por algún asunto. Él sentía que debía ir aunque no quería, soportaría lo que sea por ella, incluso a su padre conejo.

―Querida. ―la llamó―. Creo que no podré ir contigo. ―las orejas de la coneja bajaron―. El jefe mala cara quiere que uno de los dos vaya a recoger la nueva misión que nos tenía preparada. Tú tienes que ir con tu familia así que no habrá problema en que yo me quede. ―aunque la coneja quería refutarle varios puntos de que si había problema, al menos para ella, de que Nick no fuera, lo pensó dos veces.

Habiendo visto lo que había sucedido en la pastelería de Gideon días atrás, podría darse lo mismo o hasta un caso peor teniendo en cuenta el carácter de su padre. Ella solo le sonrió diciéndole "Cuídate mucho, torpe zorro." El zorro le dio un fuerte beso para luego abandonar el departamento.

Al menos así no habrá un problema con papá, se dijo con algo de molestia.

Horas más tarde, ella estaba en un tren directo a las Madrigueras donde los tres conejos esperaban ansiosos a su hermana mayor. Las fotos estaban en la casa de los H y dentro de ella, el conejo jugaba en su salón con sus amigos campesinos sin preocupación alguna. ¿Por qué de preocuparse? Su hija dejaría al zorro después de que le mostrasen las fotos, no habría problema alguno.

Después de que el tren arribase y la coneja se encontrara con sus hermanos, los cuatro llegaron a la casa. ¿Por qué mamá no está? ¿Qué hace papá jugando póker en la mañana? ¿Para qué me llamaron? Esas dudas la atacaban.

―Judy, dos cosas. ―le dijo Sherman―. Una, deja de pensar en alto que escuchamos todas tus dudas sobre papá y mamá y de lo que haces aquí. ―la coneja se ruborizó un poco al escuchar eso―. Y dos, papá juega en la mañana porque quiso, mamá se fue al mercado a ver unas cosas que necesitaba para el traje de Zack y estas aquí porque queremos que veas algo. ―Stu automáticamente miró de reojo a sus cuatro hijos y, con toda su fuerza de voluntad, evitó sacar una sonrisa.

El hermano menor, Carl, solo se mantenía algo lejos por si algo sucedía en el momento exacto en el que su hermana reaccionaria ante lo que le mostrarían. Somos unos idiotas, se dijo molesto al cerrar la puerta del cuarto de los tres hermanos.

―Bien, ¿Qué quieren? ―dijo con mala gana.

Louis se acercó hasta la mesa de noche en medio de la litera de Sherman y Carl y la cama de él, la abrió y de ahí sacó cuatro papeles de un material especial. Cuatro imágenes para mostrárselas a Judy.

―Hermana. ―comenzó Louis―. Antes de que digas algo, quiero decirte que te apoyaremos en todo lo que pienses.

Ella tomó las imágenes.

Las dos primeras imágenes mostraban a Nick y Skye abrazándose en la cocina del departamento de Jack. La tercera los mostraba mirándose, al menos a Nick, con una sonrisa tranquila. Y la última mostraba a Nick mirando hacia la ventana con una mirada extrañada. Los dos hermanos mayores a Carl la miraban expectantes de que mostrara alguna emoción de ira o confusión. Carl, por otro lado, solo estaba en una esquina con cierto miedo.

Ella suspiro unas cuantas veces con los ojos cerrados, la pata en el entrecejo les parecía una buena señal de que su plan iba a la perfección pero su expresión al abrir sus parpados mostraba algo muy diferente a lo esperado.

―¿Acaso son tontos o es que mamá los dejó caer de la cama? ―dijo con toda la paciencia que su cuerpo podía mantener.

―¿Disculpa? ―dijo Sherman.

―Ella es Skye ―dijo con molestia―. Y estábamos en la casa de Jack porque ellos nos habían invitado. ¿Y saben lo más interesante de toda esta historia? ―dijo Judy con sarcasmo―. Que yo ya sabía lo que ellos hacían en la cocina. ―en ese momento las orejas de los tres cayeron tan fuerte que parecían que se iban a despegar de sus cabezas y caerían al piso.

Judy se levantó molesta y al darse vuelta se encontró con su hermano menor sentado en una esquina de la habitación. Una pequeña punzada le atacó el corazón.

―¿También sabias de esto? ―dijo ella molesta.

―Sí... ―contestó con vergüenza―. Pero quiero aclarar que estaba en contra de esto. ―añadió rápidamente.

La coneja solo negó con la cabeza. Salió de la habitación dando un portazo detrás de ella, alertando al padre y a sus amigos apostadores. También, a su hermano mayor, Kyle quien salió al pasillo pero no pudo ver quién provocó semejante estruendo. Solo vió a los tres enanos esconderse en su cuarto al ver salir a Kyle.

Stu se levantó de su silla y se acercó a su hija preocupado pero ella lo detuvo. Sabía exactamente lo que él quería hacer.

―¿Cómo pudiste papá? ―fue lo único que le dijo antes de abandonar la casa de los Hopps.

***

―Se puede saber qué rayos es lo que estuvieron haciendo estos días, Wilde. ―Bogo realmente estaba molesto por la poca presencia de los oficiales en la comisaria. Apenas había avistado al zorro llegar a la comisaria, hizo que el guepardo lo enviara con él―. Tendrán que hacer mucho papeleo después de esto.

―Señor, tenemos una boda entre manos. Tampoco es fácil para nosotros. ¿Lo olvida? ―le respondió el zorro calmado.

―No lo olvide. ―dijo―. No tengo interés. Ahora. ―le entregó una carpeta al zorro―. Quiero que te lleves esta carpeta y que la revises a detalle junto a Savage y Hopps. Tenemos un nuevo criminal a rienda suelta. ―Nick abrió la carpeta en la que la primera página mostraba el historial del criminal junto a una foto del mismo―. Ha robado casi todos los bancos de la costa de California hasta Texas y no han podido atraparlo. Ahora recae sobre ustedes atraparlo. Me han llegado informes de que se lo ha visto robar algunas tiendas pequeñas pero es muy escurridizo como para atraparlo. ―el búfalo hizo una sonrisa―. Más escurridizo que tú, Wilde. ―el zorro alzó la mirada divertido.

―Nadie es más Houdini que yo, señor. Gracias, iré a ver a Jack ahora mismo y le avisare a Zanahorias en cuanto vuelva. ―se bajó del asiento de invitados y salió de la oficina.

―Espera. ―lo detuvo antes de salir―. ¿A dónde fue Hopps?

―Oh, tuvo que ir a las Madrigueras a arreglar un asunto con su familia. Seguro volverá pronto. ―Eso espero, pensó angustiado. Sin más, salió de la oficina finalmente.


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