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Capítulo VIII.

El club de los Hermanos Lemings.

Aquel lugar no era nada parecido a cualquier cosa lujosa que Judy y Nick hayan visto en su vida. Campos de golf, canchas de tenis, futbol, baloncesto. Zonas recreativas para pequeños, piscinas y muchas otras cosas que apenas y lograban notar solamente con la vista.

Pero, ¿Por qué su sorpresa si se reunirían ahí con el padre de Nick?

Por una razón es bueno tener de tu lado al jefe de policía de Zootopia. Bogo es miembro oficial de aquel club y, aunque no utilice mucho su membresía, siempre estaba regalando pases de entrada a los mejores oficiales de la semana. Obviamente, ellos se lo habían ganado por haber salvado a la ciudad de una muerte inminente entre otras proezas.

¿Y cómo es que su padre entra? Otra obviedad, es el general del ejército de salvamento. Claramente tenía membresía en donde sea que él pudiera necesitarla.

Dejando tantas cosas obvias de lado, los dos mamíferos admiraban con gran sorpresa aquel lugar tan ostentosamente grande. Se sentían más pequeños de lo que ya estaban dentro de la ciudad animal. Una cebra mayordomo se les acercó, les indicó a donde debían ir para encontrarse con el "Señor Wilde". Vaya título para mi padre, musitó Nick en bajo.

Fueron a la gran mansión que estaba en el centro de todo el lugar. Esta era una rustica, de madera con colores suaves y con un ambiente de campo muy tranquilizante. Se podía observar un pequeño bosque detrás de la casa que estaba un poco más atrás de las piscinas y los baños termales. Esas ratas sí que saben controlar el dinero, pensó sorprendido sobre los roedores lemings.

Varios pasillos, cuartos y pasadizos después, ya se encontraban frente a frente con Norman quien estaba vestido de un chaleco de lana con rombos, una camisa celeste que sobresalía del chaleco, una boina de golfista y sus mejores pantaloncillos de la profesión del golpea pelotas. Se ve ridículo, pensó Judy con gracia al verlo así, ¿Quién puede temerle así?

―Hijo mío. ―dijo en un entusiasta saludo―. Que gusto verte de nuevo. ―el zorro de ojos verdes no sabía si lo hacía por evitarse un numerito frente a la cebra o si realmente era un gusto de verlos ahí―. Vamos, siéntense, tenemos tanto por hablar.

***

―¿Lista la cámara, Sher? ―el mencionado asintió seguro―. Bien, vamos a entrar.

Los tres conejos salieron de su escondite para tratar de entrar al lujoso club al que habían entrado la pareja hace unos minutos. Carl no tenía confianza en el plan que sus hermanos se habían trazado. Vestirse como parte del personal para entrar a escondidas y buscar a Judy y Nick para tratar de tomarles fotografías en algún momento indecente. Más si era del zorro. Pero el primer inconveniente era el tamaño del lugar.

―Este lugar es inmenso, Louis. ―le dijo Sherman―. ¿Cómo piensas encontrarlos?

―Deben estar en la mansión. Judy no es de las que le encanta hacer demasiadas actividades acompañada. ―sin más que decir, se dirigieron al gran establecimiento en medio del club.

Carl aún seguía inseguro de aquel plan. Sabia como actuaba Judy, sabía que ella los descubriría tarde o temprano y que, si no los mataba ese día, seria cuando se encontrasen en las Madrigueras en algún momento futuro. Los tres pasaban de un lado a otro evitando tener contacto visual o verbal con algún animal que realmente trabaja en el club. Si los descubrían, Judy los mataría. Y más miedo le tenía a ella que al zorro.

A fin de cuentas, en realidad, de los tres, el conejo gris no le temía tanto al zorro. Si Kyle se llevaba con Nick, ¿Por qué debería tenerle miedo él? Quizá su padre les había implantado ese miedo a lo desconocido en cuanto a los depredadores. Pero en Carl ya se estaba derrumbando de a poco.

***

Aunque con varios temas conversados con la coneja, Norman sentía que no podría aguantar más sino decía algo sobre la relación de Nick y ella. Aun no podría creer que estaba hablando con la prometida antinatural de su hijo. ¿Cómo fue que llegue a esto? Se preguntaba a medida que conversaba con ella.

Esto está yendo mejor de lo que pensaba, pensó Judy al comparar su visita con Norman con su encuentro con sus padres. Aunque ella estaba notando que algo lo incomodaba. ¿Qué podría ser?

―Disculpe, señor Wilde. ―interrumpió la coneja―. No es por entrometerme pero... ¿Le incomoda algo? ―Norman tuvo que armarse de valor para no explotar.

―No, para nada. ―contestó con su mejor sonrisa―. ¿Por qué?

―Es que lo noto inseguro, como si quisiera evitar algo. ―era verdad. El zorro había estado evitando algunos temas con respecto a su relación y a la boda.

La tensión empezó a hacerse presente en el aire. Esa misma tensión que ella sentía cuando conoció a Nick, esa misma tensión cuando estuvieron a punto de atacar el Distrito Forestal. Solo que esta vez uno de los tres era el que iba a atacar.

―Judy. ―dijo Norman cortando el silencio―. ¿Por qué te enamoraste de mi hijo? ―la pregunta fue muy directa. Ella quedó helada. A Nick le empezaba a hervir la sangre. Él sabía a lo que quería llegar su padre.

―Pues ―comenzó ella― No fue algo de la noche a la mañana en realidad. Me costó mucho darme cuenta de que este bobito de acá ―señaló con la nariz a Nick a su derecha― no era tan torpe para mí en realidad.

Esos apodos "Bobito" "Torpe" le parecían más bien insultos. ¿Qué clase de pareja se deja insultar uno del otro? Pensó Norman ¿Acaso ya no hay el mismo respeto que en mis tiempos?

―Pero ―dijo Nick―. Si no hubiera sido por su testarudez y su linda figura ―hizo énfasis en "linda"―. Creo que no estuviéramos aquí, a dos meses de casarnos. ―Eso es lo que más deseo en la vida, se dijo Norman internamente a modo de sufrimiento.

Entre más hablaban de la relación del zorro y la coneja, el general parecía que iba a explotar. Y así se iba a dar, sus orejas estaban totalmente en punta, su pelaje estaba completamente erizado y la cola se mantenía erguida lo más recta posible. Esa era la postura que optaba para ponerse a pelear.

Hubiera pasado una tragedia de no ser por un destello proveniente de la puerta de la oficina. Una cámara, y detrás de ella, unas orejas largas café cocoa. A Judy se le levantaron las orejas de inmediato al ver esas orejas que tantas veces había visto antes de pequeña. Sherman.

De un salto se levantó de la silla y caminó furiosa hasta la puerta pero la cámara desapareció diciéndole que había empezado a correr. La abrió y salió al pasillo para ver a donde se había ido pero no estaba a la vista. Ni si quiera se escuchaban sus pasos al correr. Rayos, se fue, se dijo con molestia. Cerró la puerta con delicadeza por no tirarla con fuerza.

―¿Qué sucedió? ¿Quién era? ―Nick estaba igual de confundido que Norman.

―Creo que debemos irnos ya. ―musitó ella―. Alguien nos está siguiendo.

Nick agradeció con su alma esa petición. Aunque siempre soñó con ir a aquel club tan extravagante y elegante, ahora lo que más quería era alejarse de él para no volver a ver a su padre hasta el día de la boda. Los dos mamíferos se levantaron y agradecieron. Después, se retiraron andando con mucho cuidado de que nadie los siguiera o tomara fotos.

Finalmente lograron llegar a su auto.

Los dos soltaron un suspiro de tranquilidad al mismo tiempo. Los hizo reír esa sincronización. Nick le dedicó una sonrisa al igual que Judy, prendió el auto sin decir nada y lo dirigió para salir del inmenso club.

Norman parecía que también estaba alegre de que se hayan marchado. Si hubieran dicho una palabra más sobre su relación, él hubiera explotado en pocos segundos. Seguramente gritándole a la coneja o propinándole un golpe al zorro. Algo que enojaría mucho más al su hijo, evitando su plan de evitar que se case con la coneja. Haciendo que todo lo que esté haciendo se vaya al demonio.

―Bueno, tal vez eso es un poco exagerado. ―se dijo―. Demonios, Nick. ¿Por qué tienes que hacer todo tan difícil?

***

El camino era silencioso, ninguno de los dos hablaba. Aunque el ambiente era totalmente tranquilo y hasta divertido se podría decir, los dos estaban callados. ¿Cómo no lo estarían? Ella tenía el corazón a mí, él con su mente por los aires. Tantas cosas pasando por esas mentes pero ninguno lo demostraba. De todos modos, alguno de los dos tenía que hablar para acabar con la "incomodidad" del momento.

―Jack ―dijo Skye sin mirarlo y sin detenerse―. Este... yo quería... quería decirte que... siento lo de antes. ―el conejo alzó las orejas confundido―. Solo fue un accidente. ¿Verdad? ―aunque en realidad sí lo fue, el conejo quería pensar que no.

―Sí... ―dijo vagamente―. Solo fue... un accidente. ―siguieron caminando.

Ambos tenían muchas cosas que decirse. Muchas cosas de las que hablar, seis años separados por un maniaco. Finalmente juntos y se deciden no hablar por un beso accidental. Que irónica que es la vida ¿Verdad? Los dos hubiera seguido callados e incomodos por dentro si no hubiera sido que un auto rojo se detuvo en frente de ellos.

El conductor bajó la ventanilla dejándose ver. Era Nick con su típica sonrisa pícara y divertida.

―¿Los llevamos a casa o quieren seguir en el frio? ―¿Frio? Se preguntó Jack.

El ambiente era cálido para él, pero a su alrededor el viento rugía con fuerza y las nubes parecían ser de una tormenta fuerte. ¿Por qué creí que estaba haciendo sol? Pensó confundido.

―Muchas gracias Nick. ―contestó Skye.

Los dos subieron al auto rojo en la parte trasera. De copiloto se encontraba Judy quien los saludó con una sonrisa animada y en cuanto cerraron la puerta, comenzó a hablar con Skye.

―Así que, dime Skye ―dijo Judy―. ¿Qué hacían caminando en pleno frio?

―Oh, pues... ―estaba pensando las palabras ideales, no le diría que se besó por accidente con Jack―. Estábamos en casa y decidimos salir un rato pero al parecer no nos dimos cuenta del cambio del clima. ―rio nerviosa.

Esa risa hizo dudar a Judy. Había vivido con suficientes hermanos mentirosos para saber que eso no significaba toda la verdad. Pero decidió no preguntar más sobre su salida, la postura jorobada del conejo le decía casi todo.

Pasaron varios minutos hasta que Nick llegó al edificio donde Jack y Skye vivían. El zorro y la coneja se despidieron pero antes de que se fueran, Jack los llamó.

―¿No quieren quedarse un rato?

Nick estuvo a punto de negar la invitación pero Judy interrumpió. Habían pasado un mal momento en el club y no habían tenido tanta tranquilidad desde que salieron del departamento en la mañana. Un momento con sus amigos no sería nada malo.

―Sí, nos quedaremos. Gracias Jack. ―Judy bajó de un salto del auto mientras Nick se fue a aparcar el alto auto de su mismo color.

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Muy bien, esta fue la maratón por San Valentín. Espero que les haya gustado.

¿Qué piensan sobre el plan de espionaje de los hermanos?

¿Que creen que pasará en el departamento de Jack? 

¿Encontraron algunos de los chistes que puse divertido?

Diganmelo en los comentarios.

Nos vemos mis Dj's.

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