Capítulo VI.
[Muy bien, creo que algunos deben estar confundidos con los días. El encuentro entre los padres de Judy y los dos es antes del mensaje de Nick por lo que quería dejar un capitulo para la cita con los padres de Judy y luego un capítulo con el padre de Nick]
―No sé ni para qué te traje. ―quejó molesta, acercándose a pata a la pastelería con el zorro de ojos verdes a su lado―. Esto es una mala idea.
―Oye, no me mires a mí. ―dijo el zorro alzando sus patas relajado―. Tu madre fue la de la idea. ¿Estas segura de que no te dijo otra cosa?
―Eso es lo que más quisiera Nick. ―ahora estaban al frente de la puerta para entrar a la pastelería―. Ahora, recuerda que papá es cerrado y disparatado con sus tonterías. Así que si hace algún comentario hiriente, tu solo ríe y pasa de largo, trata de hablar más con mamá, así no te molestarás tanto, yo, por otro lado... ―el zorro solo negó sonriendo y se agachó a la altura de la coneja.
Puso sus dedos en los suaves labios de la coneja, haciéndola callar. Sus ojos demostraban preocupación pero los de él mostraban tranquilidad.
―Zanahorias, si te propuse matrimonio, fue porque sé a lo que me enfrento, por así decirlo. Todo saldrá bien. ¿Está bien? ―la coneja le dedicó una sonrisa asintiendo.
Volvió a erguirse para tomar la perilla y abrir la puerta de la pastelería. El olor a pasteles recién salidos del horno atacó las fosas nasales de los dos mamíferos, dándoles el buen momento de un buen ambiente. En todas las mesas había diferentes especies disfrutando de sus postres, la mayoría, moradores de las Madrigueras, algunos otros visitantes de la ciudad. Pero de que estaba repleto, lo estaba.
El zorro pastelero estaba al tope en la cocina, moviéndose de un lado a otro tratando de llevar todos los pedidos a sus respectivas mesas. Sudaba un poco más de lo normal gracias a la clientela tan exuberante, entre ellos, los padres de la coneja de ojos lila.
Llevando el pedido de los viejos conejos, se encontró con el par depredador y presa en el camino. La pequeña coneja lo saludo con una sonrisa mientras Nick admiraba la repostería sin dudar que era realmente acogedor.
―Judy, vaya, ¿Qué haces aquí? ―preguntó él casi cayendo con los trozos de pastel al detenerse frente a los recién llegados.
―Hola Gid, pues vine a hablar con mis padres.
―¿Pero porque no...? ―miró a Nick quien había llevado su vista hacia él, inspeccionándolo. Sin dudar, les mostró a donde ellos estaban aunque la quemazón en su nuca le ponía nervioso.
Creyó haber entendido el caso en el que estaba la coneja, por lo que no decidió entrar en alguna conversación con los padres o con ella, mucho menos con el zorro visitante en esos momentos.
Después de que el pastelero se retirara, solo quedó el tenue ruido de los comensales hablando, los choques de los moldes de pasteles entre otros sonidos que daban el típico ambiente de pastelería. Aunque la tensión estaba tratando de entrar en el ambiente por Stu quien se estaba incomodando de a poco al ver a Nick.
―Qué bueno que hayan aceptado nuestra invitación, Judy. ―dijo Bonnie―. ¿O no Stu? ―el mencionado no hablo. Solo hizo un gruñido casi inaudible―. Bueno, dígannos ¿Cómo les va en la ciudad?
―Muy bien, mamá. Es más, el jefe Bogo parece que nos dará un nuevo caso. Nick... ―el zorro miró a Judy―. ¿Cuándo debíamos ver al jefe para la misión?
―En dos días si no estoy mal, querida. ―Stu bufó "indiscretamente" al escuchar el apodo.
Judy y Bonnie se miraron incomodas, sabían lo que debían hacer aunque no pareciera lo mejor.
―Mamá, ¿Me acompañas al baño? Necesito... algo. ―los dos machos alzaron las orejas extrañados. Bonnie solo asintió casi riendo por esa reacción, las dos se levantaron de la mesa para dirigirse al baño―. Ya volvemos.
Ahora la tensión aumentó. ¿Acaso es buena idea dejar a dos animales de diferentes ideas solos y con ganas de matarse? Tal vez no. Los dos animales no se miraban, no se hablaban, hasta hacían como si el otro no existiera.
Una indiferencia completa pero sabiendo qué hacían allí.
Nick soltó un suspiro cansado, llamando la atención del conejo. Sé lo que quieren hacer esas dos, pensó el conejo, no van a volver hasta que hable con él.
―Así que, Nick, ¿eres policía? ―una pregunta incomoda e incoherente.
―Sí, así es.
―Ah.
―Mmm.
Silencio, nada más que eso. Como si fuera un chiste, todos los comensales y hasta los de la cocina decidieron callar sus ruidos para dejar paso a un incómodo momento. Debe haber algo más, se dijo el zorro.
―Oye Nick, una pregunta. ¿Cómo conociste a Judy? Seguramente es una historia interesante. ―¿Detecto una indirecta acaso? Se dijo mentalmente Nick.
―Pues se podría decir que no fue algo normal. ―contratacó Nick―. De hecho, fue más raro de lo que usted cree, señor. ―ese comentario le hirvió la sangre al conejo―. ¿Usted sabe cómo es que ataca un zorro? ―el conejo solo lo miraba con enojo―. De esa misma manera fue, yo estaba buscando una presa a la que tener de cena, algo para llenar mi estómago y pues, su hija apareció y creo que estoy bastante satisfecho con mi comida. ―el zorro sonrió pícaramente, aguantando todas las ganas de reír sobre su historia. El conejo copió su expresión.
―Oh, entonces, ¿En qué rato atacarás a nuestra familia? ¿Será antes o después de cenar a Judy? Es que esa duda aun me come la cabeza. ―Idiota, pensó el zorro. Los dos se miraron fijamente, serios, enojados, incontrolables de ira―. Dímelo, zorro.
―Pues creo que será después de devorarlo, Stew. ―dijo serio.
Los dos estaban demasiado cerca como para comenzar una pelea, algo que Judy notó a tiempo. Aquello se iba a convertir en una pelea en cualquier segundo.
―Mamá, esto se va a salir de control. Debemos volver. ―dijo Judy preocupada.
―Espera, tengo una mejor idea. ―miró a Gideon por la puerta de la cocina, él asintió conociendo lo que debía hacer, más o menos.
Respiró hondo y salió de la cocina con dos de sus ayudantes por detrás, gritando un "Feliz Cumpleaños" a uno de los que se encontraba comiendo. Una liebre quién se sorprendió demasiado ya que, increíblemente, sí era el cumpleaños del lugareño. Algo que hizo muy feliz a Judy ya que ese gritó por parte del pastelero los distrajo lo suficiente para que se separaran de nuevo, sentándose en sus sillas.
Otra vez reinaba la "paz" entre los dos animales, aunque no por mucho.
Las dos conejas volvieron a la mesa para continuar con el encuentro antes que sucediera algún otro momento de tensión que pueda provocar una pelea, al menos esta vez no lo fue.
Siguieron hablando de varias cosas, pudiendo hacer que los dos mamíferos enemistados se conocieran un poco más. Algunos temas de mas, otros postres de mora azul después y todo era un ambiente pasivo entre los dos animales. Aunque eso no sería suficiente para cambiar la opinión del conejo tan tradicionalista con sus ideas.
―Gideon, ¿Podrías traernos la cuenta? Por favor. ―el zorro asintió con una cálida sonrisa y volvió al mostrador para tomar las demás órdenes.
Minutos después, los cuatro seres salieron por la puerta de la pastelería pero Judy decidió hablar un segundo con el pastelero antes de irse. Algo que le pareció muy raro a Nick. Tal vez solo esté siendo algo paranoico, se dijo en bajo antes de despedirse de sus futuros suegros y entrar al auto.
Stu solo le dio una mirada mala antes de ir de vuelta a la madriguera de la familia H.
Estúpido, musitó el conejo en bajo.
***
―Muy bien, el traje está bien. Yo estoy bien. Ahora solo debes entrar, hablar con tu hijo y salir. ¿Qué tan difícil puede ser?
Después de estar buscando el restaurante en la tundra helada, el zorro general se sentía nervioso, preocupado, dudoso de los que su hijo quería hablar con él. ¿De qué quería hablar? ¿Su madre? No, no era eso. ¿Su carrera? Tampoco, ¿Qué podría ser?
No lo sabré hasta que no entre, se dijo.
Respiró hondo un momento y traspasó la puerta para entrar al gélido pero cálido lugar. Era un restaurante muy acogedor y más que eso, parecía muy interesante de ver. Fotos de famosos, otras de momentos importantes de la historia, posters, todo lo que podrías imaginar.
La gran parte del lugar estaba recubierta por alfombras y mantas para mantener aún más el calor que yacía dentro del mismo. ¿Para qué tanto cobertor? Se preguntó Norman, algo desconfiado.
Observó las "mesas" del restaurante, que no eran más que montículos de hielo cortados perfectamente en forma de mesa, y sobre estos una alfombra limpia, buscando a su hijo. Se suponía que debería estar aquí, musitó para sí mismo.
Después de unos segundos, logró reconocer al peli rojizo de ojos verdes que estaba en una de las esquinas del restaurante, cercana la cocina. Sin demorar más, se acercó con la mayor tranquilidad posible aunque en sus adentros, los nervios lo comían.
¿Cómo no? Era su hijo de quien hablaba, no lo había visto desde hace casi veinte o treinta años, no sabe casi nada de él y quiere evitar más peleas en lo posible. Aunque no hubiera pasado con él la mayor parte de su vida, Norman lo quería. A él y a su madre, siempre se decía antes de dormir que ellos eran la mejor decisión que pudo haber tomado en su vida.
―Nick. ―dijo Norman.
―Norman. ―respondió Nick.
―Bueno, ya estoy aquí. ¿De qué querías hablar, hijo? ―el zorro hizo una mueca al escuchar el apodo―. Lo siento, Nick.
―Escucha, no nos conocemos lo suficiente como para saber qué es lo que hay que hacer en esta situación, así que iré directamente al grano. ―sus orejas se agacharon y los ojos se cerraron con fuerza, dándose un pequeño animo antes de hablar―. Quiero que tú, Judy y yo pasemos una tarde. Para conocernos y para que conozcas a Judy.
¿Para eso me ha llamado? ¿Para hablar sobre su romance anti natural? Con ese pensamiento tan disgustoso, el zorro decidió solo seguir escuchando.
―Estamos a dos meses de casarnos y esto no lo hago por mí, lo hago por ella. ¿Me entiendes? ―eso era lo que menos quería hacer―. Lo mismo debiste haber pensado hacer cuando te casaste con mamá.
―Sí, pero tú mamá se casó conmigo, no con un conejo. ―otra vez estaba esos comentarios discriminatorios de él. Nick solo irguió hasta lo más que pudo las orejas para evitar lanzarle un puño al zorro que tenía como padre―. Acepto ir pero no creas que me quedaré mucho tiempo.
―Oh, no necesitaras mucho tiempo, Norman. ―le dijo serio―. Solo no hagas algún comentario estúpido como el de ahora frente a ella, o las cosas se pondrá mal para ti. Me importa un pepino que seas mi padre o el general de Zootopia, si la molestas, no dudaré en romperte los huesos. ―esa amenaza hizo reír al general. ¿De verdad se cree mejor que yo? Pensó divertido.
No cruzaron más palabra, los dos se levantaron y cada uno tomó el camino de vuelta a sus respectivos hogares.
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