Pesadilla

Lucí parecía sufrir mucho, gemia constantemente y su respiración era dificultosa con cada segundo que pasaba. Mía seguía caminando hacia la casa de Kevin ya le faltaba poco.

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Kevin se encontraba angustiado e impaciente dando pasos por toda la casa, solo esperaba que su amiga estuviera a salvó por que si, ya la consideraba eso y más ya era parte de su familia.

Otra vez la culpa se instalo en lo más profundo de su ser, por no ser fuerte y cuidarla, vivía sintiendo culpas preguntándose ¿Como podía vivir así?

Escucho fuertes golpes en la puerta, asustado corrió hacia allí y la abrió observando estupefacto a la chica que lo había salvado cargando a Lucí en la espalda.

—¿Pero que...? —. Kevin no pudo terminar. Lucí se quejaba de algo y tenía una expresión de tormento.

Sin pensarlo él chico ayudo a Mía, sujetando a  Lucí en brazos llevándola a su habitación dándose cuenta que no tenía su blusa solo una chaqueta mal puesta.

«¿Que te han hecho, mi Lucí?»

Kevin sintió una opresión en el pecho imaginandose lo peor.

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Lucí tenía pesadillas que para ella eran recuerdos de esos días que le hacían daño:

—Tu sólo eres un fenómeno a la que abandonaron en este lugar —. Dijo un hombre alto, delgaducho y bastante feo.

La pequeña tenía manchas de sangre por todo el cuerpo signos de las pruebas, que más bien eran torturas que le realizaban.

—Tú, vete de aquí —. Ordeno un Anderson más joven entrando en la habitación blanca pero fría donde se acercó a la pelirosa con un pañuelo en mano.

—Lucí, se lo que estas pensando pero... —. En ese momento Lucí hizo algo que lo tomo por sorpresa pues ella jamás lo abrazaba como ahora lo hacia.

Anderson correspondió el abrazo acariciando su cabello tiernamente.

—Hay Lucí, que daño te estamos haciendo cuando ni siquiera te lo mereces, perdoname —. Suplicio Anderson en voz baja.

Lucí se separó de él, limpio una de sus lágrimas con su dedo índice y lo lamio como si fuera un gato, una acción que no lo hubiera echo con cualquier otra persona pues eso significaba un vínculo más cercano, un lazo mucho más estrecho.

—Gracias, Lucí —. Agradecido limpio toda la sangre del pequeño cuerpo desnutrido de la niña.

—Nunca estaras sola, pues siempre estaré a tú lado; siempre —. Prometió Anderson con una sonrisa poco visible.

—Nooo, nooo —. Gritaba de dolor pues volvían a someterla a las pruebas.

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Kevin también parecía sufrir al verla así y se esmeraba cuidando lo mejor que podía de Lucí.

Mía solo miraba atenta como él chico se preocupaba por Lucí, y procuraba atenderla sin importarle nada más que aquella chica atormentada.

¿Como era posible que un simple chico se preocupara por una raza a la cual solo las apartaban del mundo? ¿Como era posible que un simple chico fuera capas de aceptarlas tal cual eran sin humillarlas, sin importarle las diferencias?

«Ahora veo que hasta en los simples humanos no todos son iguales» Pensó Mía sonriendo feliz de ser aceptadas por dos únicos simples humanos.

...

Un capítulo más, que disfruten de la lectura.