Asesinatos

—¿Por qué has hecho eso? ¡¿Quien demonios te crees?! ¡Te estoy ayudando y así me lo agradeces! ¡Responde! ¡¿Porque?! — Gritaba kevin dolido y enfadado, no podía pensar en lo que decía estaba fuera de sí.

—Yo... perdona no lo hice a propósito —. Decía Lucí confundida, no recordaba haber llegado hasta ese sitio.

—Quiero que te vallas, dejarme solo —. El chico se hinco para tomar la foto de su hermanita era el único y más preciado recuerdo, pero que le causaba daño, lo lastimaba, era como una cruz que debía cargar sobre su espalda. Un gran peso de culpa.

—Kevin... no fue culpa tuya solo eras un niño... no puedes seguir lastimando...

—¡Dije que te fueras! No entiendes, no necesito tus estúpidos consejos. Solo te ayude por lástima te vi como un animalillo asustado y me diste lastima, solo eso —. Kevin se arrepintió de haber dicho eso, sabía que ella tenía razón que ya no podía vivir en el pasado pero era muy difícil olvidarlo.

—Adios y gracias por ayudarme, fuiste la primera persona que me aceptó tal como soy. Diferente y estaré en deuda contigo siempre —. Se despidió Lucí con llanto, jamás se imagino llorar por un humano así, realmente lo extrañaría.

Kevin volteo para observar a la chica irse de su casa, otra vez esa culpa lo invadió en todo su ser, quería gritar, llorar y así lo hizo.

El atardecer comenzó. Kevin no sabía qué hacer, había pensado en Lucí todo ese tiempo, creyó que regresaría pero fue tan cruel con ella que temía no volver a verla por todas esas idioteces que le dijo y que se arrepintió, solo quería que estuviera bien.

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—María, mi Lucí se fue, no debí haberle gritado, ¿que debería hacer ahora?  Necesito buscarla —. Hablaba kevin por celular.

—Kevin no puedo hablar, estoy ocupada. Pero deberías buscarla debe estar muy mal —. Dijo María del otro lado con una voz que a Kevin le preocupó.

—¿Estas bien? —. Preguntó.

—No kevi, estoy... debo colgar —Colgó sin terminar.

"Maldición"

Kevin salió de casa con paraguas en mano por la lluvia, cerrando con llave la puerta se dispuso a buscar a la pelirosa.

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Las gotas mojaban a Lucí y se mezclaban con sus lágrimas, caminaba sin rumbo, otra vez estaba sola, en la calle y sin Kevin.

<<Qué lástima de nuevo aquí, debimos matarlo y tendríamos un hogar>>

—No importa ya, haz lo que quieras pero a él dejarlo en paz —. Pidió rendida, sin importarle nada.

Melisa tomó el control de Lucí, como ella lo había pensado ahora Lucí estaba dolida, débil, vencida emocionalmente sin fuerzas.

A lo lejos divisó una casa, no era ni pequeña, ni grande. Brinco una valla de madera y por suerte para ella salía un niño no más de 8 años, Melisa entró sin hacer mucho ruido, dentro vio a otros dos niños con su padre sentados mirando una serie de televisión. Una mujer en la cocina bebiendo whisky o eso era lo que decía la botella.

Sin miramientos Melisa a cabo con cada uno de ellos de la peor manera que se puede imaginar, no dejó ninguno con vida. Ninguno.

—No dejaré ningún humano con vida Lucí, tú querido Kevin también debe desaparecer —. Se decía a ella misma con una mirada perversa.

Dos días pasaron después de lo ocurrido, los cuerpos empezaban a descomponerse y el olor era ya insoportable, los vecinos ya percibían el nauseabundo olor y el silencio. Fue en ese momento que llamaron a los policías.

Pero Melisa había sido rápida y había huido del lugar a tiempo, no creía ser descubierta pues los había matado sin ni siquiera tocarlos, pero si así fuera podría matarlos también.