Capítulo 6
Dana, la presidente de la cúpula, no había logrado pegar un ojo en toda la noche mientras esperaba respuestas sobre los fugitivos; miraba a través del gran ventanal de la sala de juntas la ciudad, tenía vista a la mejor parte; los edificios de cristales, el gran parque central, con sus grandes y hermosos arboles genéticamente modificados para que crecieran en un lugar como la cúpula. Disfrutaba de tomar una copa de vino mientras observaba el paisaje, sobre todo en esos momentos de muchos nervios.
Desde que su padre, el verdadero presidente, enfermó, y ella había tomo el mando de la ciudad, habían pasado muchas cosas desafortunadas para ellos, y su padre comenzaba a dudar de sus capacidades como gobernante.
Esta piedra en el camino, por muy insignificante que pareciera, era otra en la larga lista mental que llevaba su padre sobre los errores cometidos. Solo esperaba obtener buenas noticias del equipo de reconocimiento.
Siguió disfrutando de la vista acompañada de su vino durante unos minutos más hasta que tocaron la puerta.
—Adelante.
—Señora Presidente, el equipo de reconocimiento se comunicó con nosotros.
Dana se sentó a la cabecilla de la gran mesa de juntas que había en medio de la sala vacía, cruzo las piernas mostrando la piel bronceada que dejaba al descubierto su ajustado vestido, tomo un último sorbo de su copa de vino para depositarlo en la mesa.
— ¿Qué noticias tiene para mí, comandante?
— Efectivamente el huracán tuvo lugar, arraso con todo el pueblo, si antes era un montón de basura y escombros, ahora es mucho peor, encontraron cuerpos en algunas casas, pero ninguno era de los fugitivos, señora.
— ¿Eso quiere decir que su destino nunca fue regresar al pueblo?
— Lo dudo mucho, después de ver el desastre en que se convirtió.
— ¿Qué hay de las interrogaciones? ¿Alguna información importante?
— No por los momentos, nadie parece saber nada.
— ¿Joaquín?
— Dice que a su sobrina le lavaron el cerebro los apatriados, ella nunca huiría ni tramaría algo que pusiera en peligro a nadie.
— ¿Lo amenazaron con torturar a su sobrino?
— Si, pero no obtuvimos nada —Dana arqueo las cejas en sorpresa.
— Ni siquiera por su familia... y después nos dicen a nosotros monstruos ¿Qué hay de su casa? ¿La registraron? ¿Encontraron algo?
— Nada.
— Supongo que se encargaron de deshacerse de todo
— ¿Alguna orden señora presidente?
— Sigan interrogando, sobre todo a los acercados a Joaquín, y traten de hallar el rastro del camión —el comandante hizo una leve reverencia con la cabeza— otra cosa... no hace falta que atormentemos a mi padre con este tema, por ahora no es sano para su salud llevarle malas noticias por muy simples que sean.
— Claro —el comandante le mostró una sonrisa maliciosa y se retiró de la sala.
Hijo de perra, seguro mi padre ya lo sabe, pensó.
Dana sentía que todos sus subordinados estaban a favor de su padre, es decir, en su contra. Aunque el presidente estuviera atado a una camilla, conectado constantemente a una hemodiálisis, sin fuerza aparente, ella podía ver y sentir como movía los hilos de sus marionetas, incluyéndola a ella.
Dana se levantó tomando su copa, se dirigió a la nevera ejecutiva que había en la sala, tomo la botella de vino y se sirvió otro trago. Camino hacia al gran ventanal nuevamente y disfrutando de la vista se hundió en sus pensamientos.
Ya podía escuchar a su padre reprochándole como se le pudo escapar de las manos unos simples apatriados. No le podía decir que debido a la proximidad del huracán no quiso poner en peligro a sus soldados, eso sería peor, la juzgaría como débil; decir que pensó que el huracán que se encargaría de ellos, también era una mala idea, diría que fue irresponsable y negligente, simplemente no tendría ninguna excusa esta vez, estaba condenada a recibir los reproches.
La puerta de la sala de juntas se abrió de golpe sin ningún aviso previo, Dana se giró enfadada por la intromisión tan abrupta de su momento de tranquilidad y reflexión.
— ¿No te enseñaron a tocar?
— ¡Querida prima! ¿Por qué esa cara? ¿No te pone feliz verme?
— No te di permiso para entrar.
La chica rubia mostró una sonrisa tranquila como si su presencia no fuera molesta; tomo asiento en una de las sillas giratorias de la gran mesa y dio vueltas despreocupada.
— No pensé que tenía que pedir permiso.
— Todos tienen que pedir permiso, incluso el comandante lo hace ¿Crees que por ser mi prima puedes hacer lo que te venga en gana? —la chica soltó una risa sin dejar de mecerse en la silla.
— Por supuesto que puedo ¿O que harás al respecto? —su tono tan natural en que decía las cosas, como si no buscara ofender a nadie con sus ataques, era lo que más le molestaba a Dana.
— Podría castigarte.
— ¿No castigas a personas que se lo merecen y castigaras a tu prima? Tío no estaría contento con eso.
— Mientras castigue a alguien él será feliz.
— No si se trata de mí, su favorita —dijo haciendo énfasis en la última palabra.
— ¿Qué quieres? ¿Para qué viniste? —dijo Dana desviando el tema para no caer en sus juegos.
— Solo quería saber cómo estabas, después de ese gran fiasco con los fugitivos, debes estar en un gran estrés ¿No?
— ¿Qué te hace pensar que fue un fiasco? —la rubia soltó una risa burlona
— Ay por favor Dana, no trates de disimular conmigo, seguro hasta estoy mejor informada que tú.
— Lo dudo mucho, te guste o no, yo soy la presidente.
— No por mucho —dijo mirándola fijamente a los ojos con una sonrisa maliciosa mientras se balanceaba en la silla con tranquilidad.
Dana iba a responderle, pero tocaron la puerta de la sala de juntas.
— Adelante —la secretaria entreabrió la puerta mostrando su cabeza.
— Señorita, es Wang Hua, dice que usted lo solicito
— Así es Clara, que pase.
La secretaria abrió la puerta y Wang entro con una caja en sus manos, se quedó parado firme a poca distancia de la puerta esperando instrucciones.
— ¡Wang!
— ¿Cloe? —la chica había corrido a toda prisa a los brazos del asiático quien se quedó petrificado mientras lo abrazaban —no pensé que estarías aquí.
— Ya se va —dijo Dana.
— Claro que no —dijo la rubia utilizando su tono feliz y tranquilo de siempre, un tono fastidioso para Dana— ¿Qué me trajiste? —dijo acercando su mano para abrir la caja pero Wang la alejo con rapidez de ella.
— Con todo respeto, no creo que esto te involucre.
— Pero cuanto formalismo cariño, solo soy yo —dijo riendo
— Wang tiene razón, esto no te incube así que agradecería que te retires por tu cuenta antes de que llame a un guardia —ordeno Dana haciendo suspirar a Cloe.
— Como quieras Dana, de todas formas, me enterare —la rubia dio media vuelta para salir de la sala rosando la mejilla de Wang— ¿Nos vemos esta noche guapo?
— Tengo otros asuntos por resolver.
— Bueno, tu solo llámame —Cloe le guiño un ojo a Wang para terminar de salir de la sala.
Dana soltó un aire de frustración cuando al fin su prima cerró la puerta luego de salir.
— Tome asiento, señor Hua —Wang se sentó al otro extremo de donde la presidente había tomado su acostumbrado lugar como la cabecilla de la mesa— Tengo entendido que hablaste con el comité sobre un traje protector del sol.
— Así es señora.
— Según me dijo el jefe de seguridad, el comité de seguridad te dio permiso para imprimir en los laboratorios dicho prototipo.
— Correcto.
— Según los registros se elaboraron 7 de estos trajes, pero tu solo debías hacer uno para mostrarlo al comité ¿O me equivoco?
— No, solo elabore uno, el que tengo aquí para usted —dijo tocando la caja.
— ¿Y los otros 6?
— Paz estaba al tanto de mis proyectos, también sabía que el comité me había dado permiso de usar las impresoras, era la única persona a la que le hable de ello, pero por lo visto ella no me conto todos sus planes.
— Tengo entendido que eres un amigo cercano de la fugitiva Paz Mayce.
— Con todo respeto señora presidente, me está haciendo las mismas preguntas del interrogatorio, supongo que ya sabe las respuestas...
— Responde —Wang suspiro.
— Es cierto que pasábamos mucho tiempo juntos, sé que ella me consideraba su amigo, la pobrecita no tenía muchos, pero la verdad para mí solo era un pasatiempo ¿Aprecio? Si, era una chica a la cual se podía admirar, pero solo eso, no la ayudaría a huir y arruinar mi vida por ella.
— Aun así ella estaba al tanto de tus planes.
— Se reconocer una mente brillante, aunque me cueste admitirlo, muchas veces me dio ideas de las cuales saque provecho, es por ello que estaba al tanto de mis proyectos.
— ¿Pero tu no de los planes de ella?
— Siempre fue muy reservada, y varias veces me dijo en mi cara que yo no era de confiar, así que no, no tenia idea de lo que tenía planeado hacer.
— Que amistad tan rara —dijo en tono sarcástico.
— No era mi amiga, como dije antes, era más una relación en la que ambos obteníamos beneficios del otro.
— Bien... Me dijeron que como prueba de tu fidelidad tenías algo importante que mostrarme, algo que nos interesaría.
— Así es —Wang saco de la caja un traje, se levantó para ofrecérselo a la presidente— este traje protege de los rayos del sol.
La presidente le ordeno con la mano que se detuviera, miro entornando los ojos el traje, no se preocupó de revisarlo, después de todo ya estaba al tanto de ello.
— ¿Eso es todo?
— No —Wang saco de la caja un viejo cuaderno que se lo ofreció a la presidente— Son los apuntes de los padres de Paz, me lo dio el hijo menor, Ben, Paz jamás me lo hubiera dado.
Dana tomo el cuaderno tratando de mantener su estado neutral, pero extasiada con la idea de tener en sus manos lo que tanto habían deseado. Abrió el cuaderno observando hoja por hoja rápidamente.
— ¿Sabes cuánto tiempo hemos buscado información, registros, viejos archivos, de los científicos Macey?
— La verdad, no —Wang siempre había sido un excelente mentiroso— De todas formas, no hay nada interesante, solo viejos apuntes de proyectos de dominio público, nada nuevo ni importante, tal vez algunos datos poco relevantes.
— ¿Arrancaste alguna hoja?
— Jamás le haría eso a un cuaderno o un libro.
La presidente se quedó unos segundos observando y analizando el libro. De pronto sintió que su silla se movía de un lado a otro, concentro su mirada en la botella de vino que aún estaba en el bar y pudo notar que vibraba inexplicablemente
— ¿Sientes eso?
— ¿Qué? —respondió Wang
— Esta temblando...
Wang presto atención a sus sentidos para captar cualquier fenómeno extraño.
— Creo que sentí algo.
Se quedaron unos segundos en silencio prestando atención a su entorno, hasta que Dana no sintió nada.
— Muchas gracias Wang, has sido de mucha ayuda, te llamare si necesito algo más de ti.
Wang asintió y se retiró de la sala satisfecho, por los momentos su pellejo seguía a salvo.
Dana tomo el libro y lo guardo dentro de la caja dejándola arriba de la mesa.
— ¡Clara! —la secretaria entro a toda prisa a la sala— Llama a Canda y dile que se lleve esta caja a su oficina, hay cosas que tiene que echarle un ojo. Si alguien me busca iré al área de control.
— Si, señora.
Cuando Dana llego al área de control había un notable agite, las personas se movían de un lado a otro con rapidez, se gritaban mutuamente dando órdenes o pidiendo información, Dana se paró en la puerta con los brazos cruzados esperando a que alguien notara su presencia.
— ¡Señora presidente!
— ¿Quiere decirme por qué tanto desorden, Owen? —el joven de unos 30 años se notaba agitado, sus ojos se movían de un lado a otro con desespero y daba golpecitos al piso con su pie con desespero.
— Hubo un sismo de 8 grados señora, gracias al cielo que la construcción antisísmica de la cúpula lo suavizo, pero los gráficos apuntan la probabilidad de uno nuevo y de mayor grado.
— ¿Hubo algún daño?
— No que sepamos
— Bueno ¿Eso es todo el alboroto?
— No, señora, al parecer por producto del sismo una placa tectónica se debilito y se está formando un nuevo volcán, o tal vez el nacimiento de este fue lo que produjo el sismo.
— ¿Dónde es eso?
— A unos 10km al oeste, la formación es anormal, avanza con rapidez.
— ¿Dónde está David?
— En su oficina, señora.
Dana atravesó la sala de monitoreo que aún se encontraba en caos, llego a una puerta con el aviso "Supervisor de control" y entro sin tocar. En la oficina sentado de espalda en su silla giratoria estaba David, con el mentón apoyado en sus manos entrelazadas, pensativo.
— ¿Qué haces ahí sentado sin hacer nada? —el hombre se giró hacia Dana desconcertado.
— ¿Qué esperas que haga?
— ¿Has escuchado el alboroto que hay afuera?
— No puedo hacer nada para calmarlos, tampoco puedo darles una solución, así que... —se encogió de hombros.
— Eres el supervisor ¿No piensas controlar a tus subordinados? Cuanta ineptitud...
— Pues usted dígame querida presidente ¿Cómo los calmo? ¿Cómo detengo un volcán? —el hombre se paró sobresaltado de su silla.
— No se puede.
— Exacto...
— Pero eso no quiere decir que no haya una solución.
— Ilumíneme...
— Primero que todo deje la altanería, la próxima vez que me hable de esa manera será sancionado... segundo, ahora más que nunca tenemos que poner en marcha el plan éxodo.
— ¿Y cómo piensa hacer eso? ¿Cómo podemos irnos de la cúpula sin sufrir las consecuencias del sol?
— ¿Sabes quién es Wang Hua? —David afirmo— Tenia un cuaderno de los Macey que seguramente tenga información sobre la fórmula de inmunización, y si no es así, el chico aparentemente creo un traje contra el sol
— No podemos vivir toda la vida sin sacarnos un traje, por otro lado, la fórmula de la inmunización sería una solución a nuestro problema -—dijo acariciando su mentón pensativo— ¿Y a donde iríamos? ¿Al amazonas? ¿Se ha preguntado a donde fueron los fugitivos?
— Ya estamos trabajando en un plan de reconocimiento.
— Y cree que los apatriados se aventuraron con la esperanza de encontrar un lugar donde poder vivir sin nuestra ayuda ¿A la voluntad de Dios?
— No claro que no —Dana sintió como se prendía el bombillo en su cabeza— alguien tuvo que decirles a donde podían ir...
— Seguro no has hecho tu trabajo como debe ser —ahí estaba otra vez ese tonito de "eres una inútil"
Dana se irguió hasta llegar a la misma altura del hombre, se paró justo al frente de él en una posición ofensiva.
— He hecho todo lo posible por hacer hablar a las personas correctas; torturas, amenazas, solo me falta terminar de matar lo que queda de ellos, que si seguimos de la misma forma no pasara mucho tiempo, de nada me sirve si no colaboran, así que deja se subestimar mi trabajo y mejor ocúpate por hacer el tuyo, que no lo estás haciendo muy bien —dijo señalando el desorden que había fuera de la oficina.
David la miro con los ojos entornados en silencio. En ese momento, las puertas de la oficina se abrieron dejando entrar al comandante sin previo aviso.
— Señora presidente, me notificaron que su padre quiere verla.
— Gracias, ahora voy.
— Suerte —dijo David con una sonrisa maliciosa.
Dana tomo aire profundamente llenándose de valor para ir a donde su padre, suspiro y salió de la oficina.
La habitación del presidente era elegante e innecesariamente grande, estaba llena muebles costosos, sillones, cuadros y aunque el tapiz era algo anticuado, en aquella habitación daba un toque vintage. Lo único que no cuadraba en ese sitio era la gran camilla de hospital en vez de una cama.
— ¿Querías verme papa? —Dana se paró al lado de su padre con los brazos cruzados
— No pensé que tendrías el valor de darme la cara —dijo girando la cabeza para verla
El que alguna vez fue el maravilloso presidente de la cúpula, ahora era un viejo canoso, alargando el día de su muerte conectado a unas máquinas que se encontraban al lado de su camilla.
— Pues a diferencia de todas las malas opiniones que tienes de mí, no soy una cobarde.
— Si no lo fueras ya habrían unas cuantas cabezas colgadas—la que antes era una voz clara y autoritaria, ahora era solo una carrasposa y ronca voz.
— Mandar a otros a morir no me hace valiente.
— ¿Crees que me mantuve en el poder pensando en el bienestar de cada civil insignificante? Eres una cobarde solo porque tienes miedo de cargar con sus muertes en tu consciencia, te quedas petrificada, y cuando logras tomar una decisión, ya es muy tarde.
— Se que no, eso no quiere decir que mi gestión sea errónea, he cometido algunos errores, pero también he sido asertiva —el anciano soltó un bufido sarcástico—. Hoy conseguí viejos archivos de los Macey —tal vez la palabra "archivo" sonaba muy formal para referirse a un viejo cuaderno, pero lo importante era el contenido—; los científicos ya están investigando su contenido —el presidente guardo silencio por unos segundos.
— Si no tiene información sobre el proyecto inmunización, quedaremos en las mismas.
— Seguramente la tendrá.
— "Seguramente", siempre dejas todo a la suerte. Solo había dos personas que podían tener esa información, y dejaste que una escapara.
— De todas formas, nunca hablo, y nunca hablaría.
— Nunca la forzaste ¿o sí?
— ¿Qué querías? ¿Qué la torturara? —silencio total— Por Dios solo tiene 20 años, tal vez ni siquiera tenga de verdad la información que buscamos.
— Ahora nunca lo sabrás ¿Cuál era problema de hacerla hablar? ¿Qué podía ser lo peor? ¿Qué muriera? Tú lo dijiste, solo era una niña, que importancia tenía.
— Una muy talentosa, que podría habernos aportado grandes cosas.
— De que sirve eso si siempre jugó para el otro lado.
— Era una chica imparcial.
— Psss, por eso huyo con los apatriados, pasan los años y sigues igual de ingenua. Cloe tiene razón, ella sería más capaz que tú de dirigir la ciudad.
— ¿Cloe? ¿¡Cloe!? Es solo una niña caprichosa que piensa en sí misma, además ¿Cuántos años tiene? ¿23? ¿24?
— Y aunque le doblas la edad, muestra tener más capacidades que tú, deberías apoyarte en ella, creo que piensa con más claridad.
— Ni hablar...
— Es una orden, hablare con Cloe al respecto.
— Como digas papa.
Dana salió de la habitación furiosa, solo eso le faltaba, que su padre le diera permiso a su prima Cloe para molestarla y estorbar en sus asuntos oficialmente.
Entro en su recamara y busco en su pequeña nevera ejecutiva una copa y una botella de vino.
La puerta de la habitación sonó y una voz dulce llamo tras ella.
— ¿Puedo pasar?
Dana volvió a guardar la botella y la copa de vino en la nevera y se sentó en su cama.
— Pasa.
La puerta se abrió y un niño algo bajo para su edad, cabello negro deshornado y tez pálida entro con vergüenza dando pequeños pasos con cautela.
A simple vista se podía ver que no tenía ninguna relación con la elegante presidente, ella tenía el cabello chocolate, recogido en una perfecta coleta que daba el ultimo toque a su vestido, el niño en cambio usaba ropa sencilla y sin mucha presencia.
— Hola señora presidente, yo solo...
— Ben, ya te he dicho que puedes decirme Dana —dijo en el mismo tono dulce que utilizaba el niño
— Dana —dijo con una sonrisa— ¿Sabe algo de mi hermana?
— Ven —dijo dando unos golpecitos en la cama para que se sentara a su lado— No sabemos nada de Paz —dijo comenzando a acariciar los cabellos del niño una vez se sentó a su lado— Estamos haciendo lo posible por encontrarla, pero no tienes por qué preocuparte, después de todo, ella no se preocupó por dejarte solo.
— ¿Y si la secuestraron? El apatriado fue quien se bajo del camión para cargarla y llevársela con ellos.
— Si, pero tenemos varias pruebas que acusan a Paz de conspirar contra nosotros.
Ben agacho la cabeza mirando al suelo con lágrimas amenazando en salir. Dana lo abrazo depositando un beso en la frente.
— Yo cuidare de ti, no te faltara nada y jamás te abandonare.
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