Capítulo 16
Al llegar a la cúpula los soldados transportaron a Paz directamente a las industrias nueva era. Luego de caminar unos minutos en silencio con un soldado a cada lado, llegaron a la sala de juntas. Los soldados tocaron la puerta y del otro lado se escuchó un "pase".
La presidente estaba parada mirando el gran ventanal con su copa de vino.
— La famosa Paz —dijo la mujer girándose para ver a sus invitados. Con un gesto de mano le indico a los soldados que se fueran y Paz tomo asiento.
Las dos mujeres se miraron en silencio por unos segundos.
— ¿Sabes porque eres tan importante, Paz?
— Puedo imaginármelo.
— Y supongo, ya que veo que has venido tan voluntariamente, que estás de acuerdo.
— Primero quiero escuchar bien lo que tiene que decir.
— ¿Estas consiente de que estas en mis dominios y que una negación de tu parte conllevaría, por lo menos, a que te encarcelen? —Paz se encogió de hombros.
— ¿Qué es exactamente lo que yo tengo que usted quiere?
— La formula
— ¿Y cree que hacernos inmunes al sol nos salvara de lo demás?
— No, pero podremos vivir en un lugar sin cúpula, en armonía con la naturaleza, como antes.
— Nunca hemos vivido acordes a la naturaleza.
— Por eso somos una nueva era, sé que tienes una mala perspectiva de mí, pero buscamos lo mismo, y entre las dos podremos alcanzarlo, tú tienes el conocimiento y yo los recursos.
— ¿En dónde está mi familia?
— ¿A los que abandonaste? Están bien, siguen con su vida, me he ocupado bien de Ben, a diferencia de ti.
— ¿Ocuparte bien de Ben? ¡Ustedes mataron a nuestros padres y yo me hice cargo de él desde pequeña!
— El desafortunado caso de tus padres ocurrió cuando mi padre estaba al mando, además fue su propia formula la que los dejo en ese estado, y tu tío fue quien firmo el certificado de eutanasia.
— Mi familia es lo más importante para mí.
— Entonces me darás la formula, y así salvarlos.
— No les tocaras un pelo.
— Jamás haría eso, pero sin la fórmula para modificar nuestra genética estaremos condenados a morir aquí, si me la das, obviamente Ben y tu tío serán unos de los beneficiados y podrán ir con nosotros al amazonas, libre de peligro.
— ¿Qué hay de los apatriados que están en la montaña?
— Ellos son lo que menos me importa ahora, no tengo ninguna intención buena o malo con ellos, mientras no se interpongan en nuestros asuntos.
— ¿Cómo se que tengo su palabra? —Dana se encogió de hombros tomando un sorbo de vino— Quiero ver a mi familia primero.
— Por supuesto, Joaquín debe venir en camino, por otro lado, tu hermano Ben no creo que quiera verte.
— Quiero ver a mi hermano, es una condición.
— Como quieras.
En ese momento Joaquín entre a la sala de juntos, Paz se puso de pie de prisa y ambos se abrazaron con fuerza.
— ¿Estas bien? —le preguntó Joaquín.
— Si, si, estoy perfecta ¿Y ustedes como están? ¿No les hicieron nada?
— Estamos bien, cariño.
Ambos se miraron con los ojos empañados, Joaquín acariciaba y acomodaba cada cabello de Paz por un rato en silencio.
— ¿Qué hay de los demás, están bien? —Paz asintió.
— Por ahora —dijo lanzándole una mirada de desconfianza a la presidente.
— Escucha cariño —dijo Joaquín poniéndose mas serio—, solo has lo que te piden y estaremos bien. Dana no es tan mala como piensas.
Paz miro a su tío asombrada, pero su mirada transmitía seguridad. Paz sentía que traía algo entre manos.
— Esta bien —dijo la chica.
— Muy bien, no perdamos más el tiempo —dijo la presidente—, avisare a los guardias que te lleven al laboratorio.
A los pocos segundos dos soldados aparecieron llevándose a Paz uno por cada lado.
Sin poner objeción se dejó llevar hacia los laboratorios para producir la formula de inmunización, pero algo le decía que tenia que hacer tiempo, pensó que tal vez era lo que las personas llamaban intuición. Se invento un desmayo y cayo al piso sorprendiendo a los soldados.
— Oye, ¿Qué te sucede? —dijo uno de los soldados tratando de levantarla.
— C-creo... que me... enferme —dijo Paz con voz agonizante.
Los soldados rápidamente la soltaron con miedo de que fuera algo contagioso, muy pocas personas tenían la educación de como funcionaba la enfermedad producida por el sol.
— ¡Un doctor! —grito uno de los soldados— ¡Rápido!
Los empleados que estaban cerca, salieron de su puesto de trabajo para ver que ocurria.
— ¿Paz? —dijo una voz que la chica reconoció bien.
Sin ser muy obvia trato de levantar la cabeza para ver a su viejo amigo Wang.
— ¡Paz! ¿Estas bien? —dijo el chico corriendo a socorrerla.
— Lle-llevame a la enfermería.
El asiático la alzo rápidamente y corrió hacia la enfermería. Los soldados no le perdieron el paso y fueron detrás de ellos.
Al llegar a la enfermería, solo se encontraba una chica de guardia sentada con los pies en el escritorio leyendo una revista. Se sobresalto cuando entraron de pronto, y sin preguntar mucho le indico a Wang que la colocara en la camilla.
— ¿Qué le sucede? —preguntó.
— No lo sé, de pronto se desplomo.
— Cortisona —dijo la chica nombrando el primer analgésico que se le vino a la mente.
La enfermera busco rápido entre las cosas la medicina que le indico Paz.
— Necesito que lo inyectes en los glúteos —Wang puso cara de asco, pero no dijo nada.
— Yo puedo hacerlo —dijo la enfermera.
El plan de Paz era que al semidesnudarse los soldados se sintieron lo suficientemente incomodos como para retirarse, y funcionó.
Cuando la chica se comenzó a bajar el pantalón los soldados salieron esperando fuera de la habitación.
Antes de que la enfermera la inyectara, Paz se giro rápido para detenerla y con el dedo en la boca le pidió que hiciera silencio.
— Diles que me tomaste una prueba de sangre y necesito reposar hasta que me traigan los resultados, por favor.
La chica miro a Wang sin entender nada.
— Wendy —dijo el chico guiñándole un ojo— ¿Puedes hacernos ese favor?
La chica sonrió tontamente y salió de la habitación informándole a los guardias lo que había dicho Paz, la chica entro nuevamente en su papel de drama cuando uno de los soldados entro.
— Infórmenle a la presidente las condiciones de Paz Mayce y que está aquí —dijo Wang— esperamos ordenes de como proseguir.
El soldado asintió y se fue dejando solo al otro vigilando en la puerta.
— Has mejorado —le susurro Wang—, pero sigues sin lograr engañarme.
— El punto era que tú si te dieras cuenta —le respondió también en susurro.
— Sabia que te traerían, pero no sabía que ya estabas aquí.
— Llegue apenas hace como una hora.
— ¿Y a que viene esta actuación? ¿Cuál es tu plan?
— No lo se.
— Paz Mayce no sabe algo, eso es nuevo —dijo con ironía.
— No tengo un plan, solo estoy haciendo tiempo.
— Eso no tiene mucho sentido si no tienes un plan, tarde o temprano tendrás que enfrentarte a los hechos.
— Solo siento que mi tío tiene algo en mente.
— Ya veo, supongo que no me contaras, así como tampoco me contaste que ibas a huir.
— Yo no quería huir, pero ayude a los apatriados y me descubrieron, era irme o dejar que me atraparan. No tenia otra opción.
— ¿En serio? Tal vez si te hubieras quedado hubieras llegado a un acuerdo con ellos, así como lo estás haciendo ahora.
— En mis planes no estaba hacer ningún tipo de trato con la cúpula —dijo Paz un poco irritada—. Tu no entenderías, no piensas en un plan mayor, solo en lo que es mejor para ti.
Wang miro a Paz fijamente a los ojos, parecía verdaderamente molesto.
— Tienes razón —dijo con voz dura—, no sé qué hago aquí.
Wang dio media vuelta y se dirigió a la puerta con paso fuerte, pero antes de abrir la puerta se detuvo unos segundos y con una gran inhalación se giró nuevamente a Paz.
— ¿Sabes que hago aquí? —dijo mirándola con rudeza—. Que al final si me preocupó por alguien más además de mí mismo. Te ayude con los trajes, te ayude a mentir, te cubrí la espalda muchas veces a cambio de un favor, pero ¿Te detuviste a pensar cuantas veces te cobre el favor?
Paz lo miraba sorprendida mientras hablaba, abrió la boca para decir algo, pero Wang la interrumpió.
— Ninguna, nunca te pide nada que no quisieras hacer, todo lo que hiciste por mí fue por voluntad propia, así como yo tampoco hice nada que no quisiera hacer, ¿Sabes por qué? Porque la verdad es que el fondo... me importas, y solo buscaba excusas para hacerme el duro, yo quiero apoyarte en todo, porque todo lo que haces es excepcional.
Paz lo miraba con la boca abierta, una pequeña lagrima corrió por su mejilla.
— Wang... si otra vez es una de tus bromas de mal gusto me voy a enojar mucho —dijo con la voz quebrada.
— Se que tengo juegos pesados, se que no sería la primera vez que te miento, y siempre me convencí a mi mismo que solo eras una chica más, pero desde que te fuiste... me hacías falta.
Los ojos de Wang también se aguaron.
— Creo que me morí y no me di cuenta —bromeó Paz.
Wang sonrió y se acerco poco a poco, Paz abría más los ojos con cada paso que se acercaba Wang, el chico se agacho quedando frente al rostro de Paz, y sin recibir una reacción negativa de la chica deposito un beso en la comisura de sus labios.
— No te espantes —bromeo Wang—, no es nada del otro mundo.
— Y-yo no estoy asustada —se defendió Paz—, solo me tomaste desprevenida.
En ese momento una radio que llevaba Wang en el cinturón sonó.
— Wang ¿En donde demonios estas?
— Maldición...—se quejó el asiático— Lo siento jefe —dijo Wang apretando el botón— hubo un contratiempo con una prisionera y vine ayudar.
— Te quiero ahora mismo en tu puesto, hay un maldito auto no identificado en la entrada de la cúpula.
— Enseguida, señor.
— ¿Un auto no identificado? —preguntó Paz con curiosidad.
— Tampoco tengo idea.
— Voy contigo.
— ¿Qué hay del guardia?
— Lo dormiremos.
Paz se levanto deprisa y busco entre las medicinas una botella en específico, tomo una jeringa y la lleno del líquido.
— ¿Qué piensas hacer con eso?
Sin dar explicaciones, Paz abrió la puerta con rapidez y sin perder tiempo le clavo la jeringa al soldado en el cuello depositando todo el líquido.
— ¿Dónde aprendiste eso? —dijo Wang mirándola asombrado.
— Ahora lo pensaras dos veces antes de meterte conmigo —bromeo la chica.
Ambos corrieron hasta la sala de control donde Wang pasaba sus aburridas horas observando las cámaras. El chico se asome primero para observar que no había nadie, luego le indico a la chica que pasara.
— Ahí —dijo Wang señalando el auto.
— Son ellos —dijo Paz asombrada— ¿Qué hacen aquí?
— ¿Quiénes son ellos?
— Mis amigos.
Los pasos de personas se escucharon y Wang arrastro a la chica para que se escondiera dentro de un armario.
Wang se giro nuevamente a las pantallas y entraron la presidente y Joaquín.
— ¿Dónde esta la chica? —preguntó Dana.
— En la enfermería.
A Paz le impresiono como Wang no desvió el tema y respondió directamente, después de todo era un as mintiendo.
— No esta ahí, el soldado estaba desmayado —Wang soltó una risa.
— Me impresiona, no hubiera esperado eso de Paz.
— Déjate de juegos muchacho —dijo Joaquín— ¿Dónde está mi sobrina?
— No lo sé, vine corriendo porque mi jefe me llamo que había un auto no identificado en las afueras.
— ¿Y que sobre eso? —pregunto Dana— ¿De quién se trata?
— No tengo idea, solo está ahí parado sin hacer nada.
— ¿Y no te has comunicado?
— Estaba apunto de hacer eso cuando llegaron.
Wang se sentó y apretó un botón que activaba la antena para comunicarse con quien fuera que estuviera afuera.
— Aquí torre de control, identifíquese —silencio—. Aquí torre de control, identifíquese.
Repitió el mismo llamado varias veces, pero nunca obtuvo respuesta.
— No tengo tiempo para esto —dijo frustrada la presidente— desháganse del auto ahora mismo. Tengo que buscar a esa chica.
— ¿Cuál es la orden, señora? —preguntó Wang.
— Hagan volar al auto, ahora.
— Señora presidente, no debería actuar impulsivamente.
— Cállate Joaquín —ordenó.
Wang dio la orden a los encargados de seguridad y en pocos minutos desde la sala de control se podía ver y escuchar la explosión que hizo volar al auto por el aire, cayendo en pedazos a la tierra.
Paz escucho la explosión e hizo lo posible por contener un grito y llorar en silencioso, ni siquiera había tenido tiempo de reaccionar, ¿De verdad había ocurrido?
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