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Capítulo 4: Santuario

Taito de Altar sonrío con dulzura a la niña que llevaba de la mano, la cual tenía los ojos hinchados y rojos de tanto llorar, y sin embargo miraba todo a su alrededor con un cierto reconocimiento mientras Rubius caminaba a su lado en su forma can.

Taito: Himea, ¿conoces este lugar? –Pregunta mientras se adentraban poco a poco al Santuario. La niña lo miró con sus enormes ojos rosa.

Himea: No, pero siento como si ya hubiera estado aquí antes y si miro hacia alguna columna caída recuerdo con claridad su ubicación original. – Contestó con la voz algo ronca.

Taito asintió, un poco sorprendido de que la pequeña recordará cosas como esa.

Poco a poco fueron subiendo las escaleras que pasaban por las treces Casas, algunas Casas estaban vacías y en otras hombres con brillantes Cloth Doradas similares a la de Isabelle, los dejan pasar al verlos pasar por sus Casas. Himea estaba confundida, tenía sentimientos encontrados respecto a este extraño lugar, tristeza por haber dejado su primer hogar y alegría por haber regresado al que ella sabía era su verdadero hogar.

《Flash Back》

La pequeña Himea despertó en su habitación, preguntándose si todo lo que vio ayer se trataba de un sueño, pero al ver al lobo dormido en un rincón de la habitación, recuerda lo que paso anoche y supo de inmediato que no se trataba de ningún sueño, volvió a llorar por todo lo sucedido hace unas horas.

Taito al oírla llorar, entra a su recámara y la consuela. Cuando volteó a ver a Rubius y le sonrío, Himea supo que venía por ella y Selene supo quién era él.

Selene-Himea: Tú eres Rubius. –Dijo en voz entrecortada, pero en voz alta.

Rubius sonríe y se sube a la cama para lamarle la cara.

Rubius: [Sí, su alteza. He venido a llevarla a casa.] –Contestó con una leve sonrisa.

Selene-Himea: ¿A casa? Dijo confundida Ah... ya recuerdo, el Santuario. –Dijo en voz baja, acariciando su cabeza.

Rubius: [Así es, pero antes hay que velar a Ophiuchus.] –Dijo poniendo triste a Selene-Himea.

Taito se puso también triste al saber de lo que estaban hablando.

~

Al otro día, Himea y Taito junto a unos pocos sirvientes vestían de negro mientras llevaban el cuerpo de Isabelle para ser enterrado.

Taito no dijo mucho, solo lo que debían saber los medios, y el funeral fue algo sencillo, solo ellos dos y los de la mansión.

Y justo ahí, se encontraban parados delante de la tumba de su lápida, donde decía: Ophiuchus en griego.

Taito y Rubius se habían ido hace un rato, pero Himea seguía ahí llorando debajo de la lluvia.

Cuando estaba a punto de volver a casa, vio a uno de sus amigos delante de ella con un ramo de flores. Himea al ver su gesto, su mirada se vuelve a humedecer.

Himea: Shun... Dijo mientras las lágrimas salían y caigan de sus ojos ¡Shun! Corre los pocos metros que los separaba y se lanzo a sus brazos, sorprendiendo al peliverde, pero al ver su dolor no dice nada y solo corresponde el abrazo.

Permanecen así por un buen rato, escuchando las gotas de la lluvia caer al suelo.

Shun: Himea... Tengo que decirte algo. Dijo abrazándola fuerte.

Himea: ¿Hmh?

Shun: Mañana parto a la Isla de Andrómeda para obtener la Cloth de Andrómeda. Pero verte en este estado...

Himea: Ve. Dijo en un murmullo.

Shun: ¿Qué? Pregunta desconcertado y se separa un poco para verla.

Himea: Qué vayas. Dijo viendo sus brillantes ojos verdes-azulado Se lo prometiste a tu hermano, a Ikki. Y ahora prometemelo a mí: que irás al entrenamiento de Caballero y que regresarás con la Cloth de Andrómeda. ¿De acuerdo?

Shun: Sí. Completaré el entrenamiento de Caballero y regresaré con la Cloth. Te lo prometo.

Himea: Una cosa más. –Saca una pequeña pulsera con unas pequeñas pulseras de flores que había hecho ella misma Es un regalo. Es igual a la que yo poseo, quiero que tú también la lleves. Se la dio y Shun se la puso Así cuando sientas que ya no puedas más o decidas renunciar al entrenamiento, ve esta pulsera y recuerda porque estás en la Isla de Andrómeda.

Shun: De acuerdo. Yo también tengo algo para ti. Dijo sacando un conejo de peluche de color morado y se lo entrega a Himea.

Himea: ¿Por qué este regalo? Pregunto viendo el peluche, sin entender el porque del regalo.

Shun: Para que nos recuerdes. Todos cooperamos para reunir el dinero con algo de trabajo para comprarte ese regalo. Explicó como él y los demás obtuvieron el dinero para comprarle un regalo.

Himea: Gracias, pero no debieron gastar en mí. No lo desprecio porque sean huérfanos, sino que debieron ocupar ese dinero en otra cosa.

Shun: Eres nuestra amiga y hermana, por eso lo hicimos. A través de ese peluche están transmitidos nuestros sentimientos por Himea.

Himea: Siendo así... Lo aceptó con mucho gusto. Dijo sonriente.

~

Una vez que todos se han ido, ella y Taito desaparecen en secreto de Saori, Tatsumi y Mitsumasa.

《End Flash Back》

Igual que no le había costado esfuerzo asociar a Taito con una borrosa imagen mental de Altar, tampoco le costaba esfuerzo asociar todo lo que veía con las impresiones que recordaba de manera vaga, recuerdos de una guerra, de sufrimiento y también de alegría, y por supuesto, a cada segundo deseaba que Seiya y los demás hubieran venido con ella, tal vez entonces... tal vez entonces no se habría sentido tan sola...

Luego de las interminables escaleras Himea al recordar a su madre y sus amigos la había hecho echarse a llorar de nuevo. Rubius había intentado consolarla sin éxito, sin embargo, ella dejó de llorar al llegar al templo principal después de todo debía mostrarse fuerte ante el líder de todos los Caballeros... Taito le había explicado muchas cosas mientras viajaban hacia aquí y uniéndolas a sus propios recuerdos que despertaban poco a poco cada día, se había convencido de que era su deber mostrarse fuerte ante los demás, debía esconder su dolor, pues alguien débil no podría proteger a toda la Tierra de lo que se avecinaba.

Entró al gran salón y observó un hombre con casco y máscara sentado en un trono, un hombre que parecía emanar autoridad por cada poro y que hizo que Himea se sintiera incómoda, pero luego recordó que era una diosa y que ningún humano estaba por encima de ella, así pues, levantó el mentón y se encaminó hacia el trono.

Himea: «Tranquila Himea, inhala, exhala y levanta la cabeza, que te vea a los ojos...» –Se dijo a sí misma al ver al hombre delante de ella.

Arles: Bienvenidos sean al Santuario. Mi nombre es Arles, y soy el Patriarca de este Santuario, reciban mis saludos y mi juramento de eterna fidelidad. – Dijo con voz muy formal.

Taito: Taito de Altar junto a Rubius, presente. –Dijo hincando una rodilla en el suelo, inclinando el rostro.

Arles: ¿A qué se debe vuestra visita?

Taito: Ella es Himea, mi hija. –La presenta y Himea imita su acción– Y quiero convertirla en mi aprendiz y ser uno de los aspirantes a Caballero Dorado.

Arles: Ya veo. –Dijo comprendiendo sus intenciones Dime, pequeña, ¿estás dispuesta a realizar el duro entrenamiento de Caballero Dorado? –Pregunto.

Himea: Sí. Quiero aspirar a la constelación de Ophiuchus. Quiero ser el sucesor de Isabelle de Ophiuchus. –Dijo decidida.

Arles: Bien, siendo así, Himea serás enviada a la Isla de Kanon a realizar tu entrenamiento de Caballero. Y quien te instruira será Taito de Altar. –Himea sonrío y las lágrimas se formaron en sus ojos al recordar que su destino estaba muy alejado de las personas que amaba, cerró los ojos y dejó que las lágrimas cayeran por su rostro.

Himea: Gracias... –Contestó y luego intentó secarse las lágrimas que se negaban a dejar de salir de sus ojos. Estaba feliz, pero sentía al mismo tiempo muchísimo dolor, todo el peso de su nueva situación había acabado por caer de golpe sobre sus jóvenes hombros...

Taito: Gracias, Señor. –Dijo levantándose y saliendo del salón junto con Himea y Rubius.

Himea: Bien, ¿cuál es el plan? –Pregunto qué pasaría de ahora en adelante.

Taito: Primero: Ocultar tu Cosmos divino y volverlo Cosmos Caballero. Segundo: Nadie debe saber que eres Selene, de lo contrario te matarán... –Dijo algo triste recordando lo sucedido– Tercero: Entrenar para obtener la Cloth de Ophiuchus.

Himea: Suena un plan casi imposible pero al menos sabemos algo con que empezar.

Taito: Más o menos... pero sí. En fin, por ahora intenta adaptarte en el Santuario antes de irnos a la Isla de Kanon.

Himea: *Le ve confundida* ¿"Adaptarme"? ¿Quieres decir que viviré aquí cuando obtenga la Cloth Dorada y me convierta en Selene?

Taito: Sí, pero no desesperes, podrás ir a Japón cuando puedas, siempre y cuando no descuides tus obligaciones de princesa y Caballero. –Himea le ve unos segundos para luego desviar su mirada.

Bajan las escalinatas de todas las Casas para ir a la antigua casa que habitaban Taito y Isabelle antes de irse de Grecia por su trabajo y el nacimiento de Himea.

Mientras bajaban, Taito le explicaba uno poco más las obligaciones de las Treces Caballeros Dorados, sus signos, sus Casas, quienes las habitan, etc; hasta llegar a su hogar y empezar su entrenamiento.

Al principio aun Himea no se acostumbraba a su nueva vida: en el día era la princesa que fue instruida en la mansión Kurusugawa y en la noche una llorosa niña que no asimilaba aun la muerte de su madre, la separación de sus amigos del orfanato y de los Kido.

A pesar de que su relación no era muy estrecha como lo es con Seiya y los demás niños, la quiere y vela su bienestar porque ambas provienen de familias ricas e importantes, por eso podía sentir que de vez en cuando se identificaba como Saori y la soledad que le esperaba por cumplir su dura tarea como la guardiana de la Tierra y Caballero. A parte que debía vivir y congeniar con los demás de la Orden Dorada para que la acepten como su hermana y amiga/compañera de armas.

~

Himea despertó con los primeros rayos del sol sobre su cara, asustándose de haber creído que todo había sido un sueño, pero al darse cuenta en donde estaba, recuerda todo, intentando acostumbrarse a su nueva vida, se levanta y lo primero que hace en la mañana fue mirarse al espejo. Inspeccionó sus ojos, que aun tenían expresión de somnolencia, que eran rosa como las rosas black Baccara. Miró su nariz y sus labios, pero enseguida se concentró en el cabello. Era plateado, pero ese era el único atributo que le gustaba de él. Es lacio y largo; se había quedado a medio camino y acababa pareciendo un pajar. Ella lo cepilló para desenredar los nudos y acomodar bien su cabello, se vistió con ropa simple y salió a desayunar. Cuando llegó a la cocina, lo que vio la dejó con la boca abierta. Era su padre sin duda, pero vistiendo la Cloth de Altar. Percibió el propio Cosmos de la Cloth y lo sintió en concordancia con el suyo. Eso le alegró. Supuso que Taito también lo habría sentido, porque sonrío de gusto sin ningún otro motivo aparente.

Himea: Buen día, Chichi-ue. –Saludó, mientras se sentaba a la mesa. Él le sirvió de una tetera que tenía en el fuego. Eso le asombró. La noche anterior había dicho que era inusual que los Caballeros sirviesen comida a sus discípulos– Muchas gracias. –Sonrío.

Taito: No hay de que. –Contestó, inclinando la cabeza– ¿Has descansado bien al final?

Himea: *Tuerce los labios en una línea* Más o menos. –Confesó– Aún no me adaptó a este cambio y más a donde vivo.

Taito: Cierto, lo olvidaba. Viviste 5 años en la mansión desde que naciste, pero desconoces como es vivir en pequeños espacio. –Se disculpa.

Himea: No importa. Siempre quise experimentar que se siente vivir con pocos lujos como Seiya-san y los demás... –Dijo triste eso último.

Taito: Es natural que los extrañes, pero sabes que tienes la esperanza de que los volverás a ver.

Himea: Eso lo sé. Bueno, ya termine, me voy a convivir con mis futuros amigos/compañeros de armas.

Taito: Suerte... –Le escucho Himea antes de irse.

Himea volvió al Santuario para intentar convivir con la demás Orden Dorada, cada día que pasa, se siente curiosa de saber más sobre su estrella guardiana de Diosa. No niega que se sentía un poco rara estar entre extraños, pero se emocionaba cuando alguno de los Dorados la saludaba, y le preguntan por su bienestar. Al inicio pensó que tendría la desaprobación de todos, pero ha sido lo contrario. A todos les agrada verla en el Santuario.

En algunas noches, salía deslizándose silenciosamente entre las sombras de la oscura noche, ya sea para pasear e intentar aclarar su mente o simplemente olvidar todo sus males y observar el cielo llevado consigo un báculo que tenía en la mano... Tanto su padre como su guardián le habían dicho que ése era Nyx y que proporcionaba la protección a su portador, y que ella, Selene, era su legítima dueña.

Se acercó con cuidado a la ciudad, notando la presencia de uno de los guardianes del Santuario, Selene no le toma importancia y sigue su camino.

–¿Qué la trae a la cuidad, Himea? –Pregunto.

Himea dio un respingo al escuchar la voz, su corazón latía desbocado por el susto y volteó violentamente a observarlo, notando dos cosas, uno: era el mismo caballero que había visto en la Casa de Virgo y dos: tenía los ojos cerrados.

–¿Es seguro que se aleje tanto? Su padre se preocupará... –Agregó él.

Himea: *Lo miró fijamente y la curiosidad le ganó* ¿Cómo es que puede verme con los ojos cerrados? –Preguntó llena de curiosidad.

–No los cerré Himea, ellos siempre permanecen así. –Contestó con calma– Gracias a ello, puedo echar más que un vistazo, ver inclusive el sufrimiento de este mundo.

Himea sonrío y se acercó, dejando a Nyx, arrecostado en un pilar y se acuclilla frente al Caballero.

Himea: Entonces eso quiere decir, que te hace sufrir terriblemente.

«¿Como...?» –Pensó el Caballero desconcertado por primera vez en el día– ¡Pero usted, usted es una aprendiz y aun así ha elegido ser capaz de sentir el sufrimiento de la humanidad! –Exclamó él.

Himea sonrío, acababa de comprender el dilema del portador de Virgo. Le estaba reclamando... por qué él también sufría y no podía comprender como alguien, más a un dios, podría querer sufrir de manera voluntaria. Himea estira la mano, entrelazó sus dedos con los del Caballero, cuya confusión aumentaba por segundos.

Himea: Pero no me molesta sentir el dolor... –Contestó– porque eso quiere decir que estoy viva y que no he olvidado mi promesa. –Sonrío y, sin querer, encendió su cálido Cosmos, envolviendo al Caballero con él– Es más si pudiera, me gustaría sentir todo el dolor posible.

–No comprendo... –Se sinceró el Caballero.

Himea: No te preocupes, yo tampoco lo comprendo... además creo que no necesitamos comprender este sentimiento, sino a hacer lo que nos dicte el corazón. –Explicó o al menos lo intentó, porque el Caballero seguía igual de confundido, sino más. Entonces miró hacia sus manos entrelazadas, la de él más grande que la de ella, y sin embargo tan diferentes eran ambas, una áspera por el trabajo duro y con pequeñas cicatrices parecidas a las que ambos soportaba en su alma mientras la otra era suave y tersa como la seda, sin ningún gramo de fuerza en ella, salvó el lodo de las jugadas con los chicos del orfanato– Por cierto, Caballero de Virgo, ¿cuál es tu nombre? –Preguntó con una cálida sonrisa en el rostro, le gustaba mucho este Caballero, y esperaba poder ser su amiga.

Shaka: Soy Shaka de Virgo, Princesa. –Contestó este mientras intentaba descifrar el extraño comportamiento de la niña frente a él, podía sentir su Cosmos rodeándolo y lo cierto es que era increíblemente reconfortante, también sentía la pequeña y frágil mano aferrada a la suya más grande, y era extraño, él no podía recordar cuando había sido la última vez que alguien le había tomado la mano así... apartó bruscamente esos pensamientos y se levantó, soltando la mano de Himea y rompiendo la burbuja que los había aislado a ambos del exterior durante su breve intercambio– Princesa, creo que debería regresar a su casa... –Dijo, pasándole el báculo de Nyx. Ella lo tomó e hizo un puchero.

Himea: Pero...

Shaka: Nada de peros Princesa, regrese y no se entretenga por el camino. –Himea suspiró y él sonrío, divertido por esta faceta más infantil de la niña frente a él.

Himea: Vale, me regreso. –Acepta, regresando su camino a casa.

Shaka: Himea... ¿Por qué ocultas tu Cosmos divino? –Pregunto dudoso de haberle preguntado.

Himea: *Se detiene y voltea a verle de reojo* Porque una vez intentaron matarme, y además soy la guardaespaldas de Atenea, por eso debo ser primero Caballero antes que diosa. –Contestó alegremente.

Shaka: Es comprensible. Bueno, no la detengo más. –Dijo despidiéndose de ella y regresa a su Casa al igual que ella.

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