
Capítulo 26: La Pirámide de Hielo
–«Debo estar soñando.» –Pensó Hyoga al estar frente a su mentor, quien se dispuso a atacar primero con su puño, el caballero del Cisne lo esquivó a tiempo, aterrizando en un bloque de hielo– «Mi maestro tiene la intención de matarme. ¿Dónde está el noble guerrero que me convirtió en lo que soy? El espíritu del mal está en él. No puede tratarse del mismo hombre.»
En su mente recordaba algunos momentos de su entrenamiento cuando era un niño (Cristal le mandó a que destruyera una montaña), no eran fáciles, pero progresaba con el pasar tiempo y se volvía más fuerte. Hasta que logró derribar una montaña, siendo felicitado por Cristal con una cara tranquila y una sonrisa.
–«¿Qué pudo haberle ocurrido?»
–Jamás saldrás vivo de aquí. –Finalmente habló el caballero.
–¿Por qué, Maestro? He sido siempre su discípulo más devoto. ¿Por qué me trata así? –Dijo el chico de cabello rubio, recibiendo una risita entre dientes del hombre de cabello blanco y canalizando su energía, para destruir ese gran bloque de hielo y Hyoga cambia de lugar– «Aunque no es el mismo hombre, sigue conservando su poder. Sin mi armadura, no tengo alguna posibilidad.» –Sus pensamientos son interrumpidos por una pregunta.
–¿Dónde se encuentra el casco de la armadura dorada?
Hasta se sorprendió un poco.
–¿Cómo sabe...?
–Limítate a respondedor. –Le exigió.
–No, no puedo decírselo.
Fue de nuevo amenazado con otro puño que terminó en donde había estado momento detrás, una y otra vez para retroceder.
–«Será mejor escapar.» –Lo primero que se le ocurrió y corre.
–No saldrás escapar. No saldrás vivo. ¡Hyoga!
El caballero del Cisne hizo caso omiso a sus palabras. El caballero de Cristal lo iba a perseguir, pero se detuvo por algo que le molestaba la cabeza.
–Otra vez. no me sesado desde que vi al Patriarca. –Dijo en el aire y todavía con el recuerdo de como le lavaron el cerebro, dando un grito de dolor.
~
En China
(Específicamente en Los Cinco Picos)
Shiryu fue a ver a su viejo maestro, junto con Shunrei.
–De modo que un nuevo Patriarca reina en la tierra sagrada. –Dijo el muchacho.
–Así es. aquel que siempre venera ya no esta. Su hermano Arles le sucedió en ese dificil cargo.
–¿Cómo es ese hombre? –Preguntó Shiryu, el viejo se levantó de su lugar y caminó hasta llegar de lado de Shiryu– ¿Es digno de tal honor?
–Desgraciadamente, no sé nada de él. –Fue su respuesta.
–¡Maestro! –Shiryu lo llamó y él volteó un poco para cruzar su mirada con su estudiante, permaneciendo por un momento en silencio.
–Gracias por advertirmelo. –Agradeció al romper el silencio con una sonrisa, y su maestro asiente con la cabeza para después entrar a casa.
–Shiryu, ¿te vas a quedar unos días con nosotros? –Preguntó la muchacha al verlo de frente.
–No puedo, la humanidad está amenazada y mi deber es intentar protegerla. Es una misión muy difícil.
–Lo sé, sin embarco esperaba que... –Se entristeció, pero él pone una de sus manos sobre el hombro de ella.
–No te pongas triste, volveré.
–¿Lo prometes? –Preguntó para confirmarlo y él asiente. El maestro los interrumpe diciendo que podría aprovechar este momento de acogimiento antes de pasar estos momentos de batalla, cosa que no pudo rechazar.
~
Por alguna parte de Siberia
Seiya y Lucy con su armadura puesta se detuvieron a mitad de su trayecto.
–«Debo prevenir a Hyoga del peligro que le amenaza. Ojala que no sea demasiado tarde.» –Pensó Pegaso mirando a su alrededor.
~
Otro lado del lugar
–¡A trabajar pandilla de vagos! ¡Vamos! ¡Más de prisa! ¡Venga! –Decían unos hombres con trajes rojos abrigadores a la gente que trabajaba en construir una pirámide con bloques de hielo y si alguno dejaba de hacerlo, recibían un latigazo. Si alguien quería socorrer a alguien que estaba cansado, le disparaban.
~
En el Santuario
–¿Dónde está el maestro Cristal? ¿Tienes noticias de él? –Preguntó Gigas.
–No, todavía no. –Respondió Faetón.
–Ojala que acabe con ese Hyoga, sino la ira del Patriarca caerá sobre nosotros. Al menos sabrás cómo van los trabajos en Siberia.
No quería imaginarse si eso pasará.
–Van progresando. Pero una pirámide no se construye en un día. –Informó al ayudante.
–Diles que aceleren el ritmo, debe estar terminada lo antes posible. Será el símbolo de poder del Patriarca. –Ordenó el anciano, y el ayudante se retira, para cumplir su mandato.
~
De vuelta en Siberia
–Ya no retroceré ante nada.
Ven a Hyoga en una cabaña, con su armadura puesta.
–No temas, pequeño. la pesadilla terminará. Te prometo que voy a liberar a tu abuelo y a los demás aldeanos. –Dijo el caballero.
–Ten cuidado, Hyoga. Son muchos, y van armados. –Le advertió el chiquillo.
–Tranquilo, Yakoff. –Un caballero no le teme a las balas. Lo reconfortó un poco con su tono tranquilo.
–¿Has visto a tu maestro? –Preguntó el chiquillo.
–Sí, tenías razón. Ha sufrido un cambio muy profundo. me ha costado mucho trabajo reconocerlo. –Cierra la puerta y el niño no dijo nada más, solo estaba algo anonadado por lo que le dijo.
~
Pasar de Grecia a Siberia fue como pasar directamente del verano al invierno. El intenso frío había reemplazado al intenso calor. El bosque verde brillante no lejos del Santuario había desaparecido en favor de una inmensa llanura nevada donde la blancura parecía interminable. Lo cual no era práctico para dos jóvenes que buscaban a su amigo en medio de este montón de nieve. Sobre todo porque el lugar parecía completamente desierto. Era incomprensible. Y no iba a mejorar.
–«Ya vamos a llegar, amigo Hyoga.»
–¡Seiya! Mira, veo el pueblo del que habló Hyoga. –Dijo Lucy– Quizás tengamos la oportunidad de saber más.
Llegaron al pueblo y se metió en la casa donde estaba momentos antes el caballero del Cisne.
–¡Es increíble! –Dijo Lucy– Las casas están desiertas. Además, casi todos los objetos del interior han sido reducidos a pedazos. ¿Por qué?
–Parece que algo pasó. –Dijo Seiya– Quizás el Caballero de Cristal capturó a los habitantes de la aldea para atraer a Hyôga a una trampa y obligarlo a mostrarse.
–Esa sería una posibilidad. –Admitió Lucy– ¿Pero adónde los llevó?
–Quién sabe.
–Mira a Seiya. Esta casa no está vacía. Y creo que sé cómo se llama ese niño.
Lucy y Seiya entraron a una casa. Pegasus cerró la puerta mientras Lucy caminaba hacia el pequeño que dormía en una silla. Respiraba lentamente y parecía débil; había marcas de golpes en su rostro. Parecía que alguien lo había obligado a trabajar duro y recientemente había recuperado sus fuerzas. Sobre todo, no había necesidad de apresurarlo.
–Despierta, pequeño. –Dijo Lucy en voz baja, acariciando la mejilla del niño para no lastimarlo.
El niño movió sus ojos débilmente y vio a Lucy sonriéndole.
–Tu debes ser Jakob. Me han hablado de ti. –Dijo Pyxis.
Había sospecha en los ojos del niño. No miró a Lucy y giró la cabeza. Al darse cuenta de que ella no le inspiraba confianza, Pixys decidió seguir hablando.
El niño los miró por un momento con un poco de sospecha y después le pregunta:
–¿Y ustedes quiénes sois?
–Soy Seiya y Lucy, unos amigos de Hyoga. –Contestó el muchacho de pelo castaño.
–Entonces ¿sois el Caballero de Pegaso y Pyxis?
–Sí, ¿dónde está Hyoga?
–Ha ido a las obras de la pirámide. Tenemos que ayudarlo. –Exclamó Jacob quien había recuperado sus fuerzas, y salió hacia la pirámide.
–¿Dónde está esa pirámide? –Demando Seiya.
El chiquillo solo volteó la cabeza hacia atrás –Os llevaré hacia allá. –Dijo Jacob.
~
La tormenta de nieve seguía arrasando. A pesar de todo, dos Caballeros y un joven desafiaron el terrible clima para rescatar a su amigo.
–El maestro Cristal ha cambiado mucho desde que estuvo en Grecia. –Le informó el niño.
–Que habrá pasado en ese lugar.
~
Mientras...
Todos estaban con su trabajo, pero fueron interrumpidos al ver que una niña de pelo rubio cayó al frío piso.
–Por favor. No la lastimes. –Se interpuso una mujer que no era tan a avanzada de edad.
–Eso no me importa. Ya sabes que el que no trabaja, será castigado. ¡Levantate o te acribillo!
Uno de ellos iba a usar su latigo, pero antes de que pudiera lastimarla termino siendo congelado como una estatua. Hyoga apareció en ese acto, dejando sorprendidos a la gente.
–Amigos, síganme. Volveremos a la aldea. –Habló el caballero en voz alta.
–No tan deprisa.
Otro de esos terribles hombres los detuvo –Levanta las manos, o te aniquilo.
Lo miró –¿Olvidas una cosa?, estúpido. Los Caballeros del Zodiaco no tenemos miedo a las balas, porque simplemente no nos afectan.
–Ya veremos. ¡Fuego! –Gritó y dispararon, eso no evitó que el rubio fuera hacia ellos y los acabaría uno por uno. El último estaba teniendo miedo– ¡Quédate donde estás!
Hyoga no le hizo caso y caminó tranquilamente, sin encogerse de hombros por la que estaba protegida por su Cosmos.
Al llegar agarró el arma con su mano y lo congeló, hasta hacerla pedazos.
–¿Cómo has hecho eso? –Preguntó asustado, recibiendo un golpe y se compactó con algunos ladrillos de hielo– Nos has ganado la guerra, pero el maestro Cristal se ocupará de ti. –Fue lo último que dijo antes de su último aliento.
–«¿Maestro Cristal? Entonces él está detrás de esto.» –Pensó en conclusión, volteando a todos lados.
Los otros hombres de traje rojo se fueron corriendo, abandonando la construcción.
–Amigos, será mejor que regresemos a la aldea. –Dijo una vez más el caballero del Cisne, rodeado de la gente. Sin embargo...
–Demasiado tarde, Hyoga. –Oyó una voz familiar, todos vieron que estaba en la pirámide.
–Maestro...
Nadie dijo una sola palabra, debido a como era el caballero de pelo blanco.
–No me esperen. Vuelvan a la aldea, yo tengo cosas que hacer aquí. –Les dijo Hyoga.
–Te esperaremos. Ustedes, síganme. –Un hombre de mayor edad les pidió a los demás que lo siguieran, lejos de ahí. Pero se detuvieron al ver que su alrededor estaba convirtiéndosese como en un tipo de prisión; en ese momento Hyoga atacó a su maestro.
–¡Diamond Dust!
La técnica hizo que Cristal impactara contra parte de la pirámide.
–¡Corrán! –Dijo de nuevo el Cisne cuando se volteó a ellos y obedecieron sin dudar.
–Muy bien Hyoga, haz progresado desde la última vez que nos vimos. Desgraciadamente, has cometido un gran error perdonadome la vida. ¿por qué no has acabado conmigo? Responde.
–Porque me es imposible hacerle daño a aquel que me ha enseñado todo en la vida. –Fue su respuesta.
–Me lo imaginaba. Tanto mejor. mi victoria será más fácil. –El caballero maestro replicó.
Distrajó por un momento a Hyoga y antes de que hiciera nada, ya estaba contra una de las paredes y cuando Cristal lo iba a golpear, se apartó dejando el puño que golpeóa el hielo de la estructura. Solo fue difícil un momento en que ambos se golpearon, seguido de que se separaron a distancia del otro.
–«Jamás me había enfrentado con un adversario tan terrible.»
–Voy acabar contigo. –Se lanzó hacia él, Cisne hizo lo mismo. Ninguno quería ceder en rendirse, pero el muchacho de cabello rubio se descuidó y su maestro no paraba de golpearle, sin darle tiempo de contraatacar.
Luego se colgó al reves, sin poder dejar mover las extremidades.
–Sufre el poder del hielo. –Se ríe en cuanto le congelaron las piernas– Bien, estás a mi merced. Puedes despedirte de la vida.
Su propio Maestro había atrapado sus piernas en hielo y lo golpeaba con los puños. Peor aún, un hombre escondido detrás de la pirámide se disponía a dispararle por la espalda.
–Voy a matar a un caballero del zodiaco. Adiós. –Localizó su objetivo, apuntó su cabeza y disparó innumerables balas, sin pensarlo, la joven Pyxis se colocó detrás de su amigo y detuvo todas las balas con una mano. Si bien era cierto que los Caballeros del Zodíaco no tenían miedo a las balas y podían detener cualquiera que vieran con sus muñecas, no se sabía si su armadura les permitiría resistir disparos por la espalda.
–Seiya. Lucy. –El caballero dijo con sorpresa.
El hombre de traje sintió miedo y corre despavorido.
–¡Arrow Thunderbolt! –Lucy dispara una enorme flecha hecha de energía y carga eléctrica, logrando destruir el hielo que aprisionaba las piernas de Hyoga. Por supuesto, la brutalidad del ataque de Pyxis no estuvo exenta de consecuencias y el Cisne se encontró arrojado al suelo, entonces respió hondo y se levanta con algo de dificultad, luego camina algo torpe hacia su amigo.
–¿Estás bien, Hyoga? –Preguntó Seiya, corriendo hacia él.
–Sí, eso creo. –Respondió Hyoga aún confundido.
–¿Quién sois vosotros dos? –Preguntó Cristal lleno de ira ¿Cómo os atrevéis a irrumpir un combate?
–Soy el Caballero de Pegaso.
–Y yo la Caballero de Pyxis.
–Debí imaginarlo. Entonces tú eres el discipulo de Marin y tú el de Altar, actual discipulo de Shaka. –Sonrío un poco el maestro Cristal– Hmmm... Muy bien. Ya sé que estrategia debo adoptar.
–Marin estaba en lo cierto cuando nos avisó que extrañamente el maestro Cristal se había aliado a nuestros enemigos. –Pegaso comentó.
Hyoga alzó su mirada de repente –¿Tu maestra lo sabía?
–Basta de hablar. –Dijo Cristal en voz alta– Combatamos, estoy deseando medir tus fuerzas contra vosotros dos.
–Pues adelante, ya que insistes.
Los tres elevaron su Cosmos, preparando su técnica, sin embargo...
–Alto. –Dijo Hyoga con voz firme, deteniéndolos– Esto solo nos incumbe a mi maestro y a mí. –Se puso en frente de sus amigos.
–Como quieras. –Lo dejó Pegaso, y no muy lejos de allí, Yakoff observaba la pelea.
–¡Diamond Dust!
Tanto el Cisne como Cristal soltaron su tecnica, pero Hyoga cae al suelo. Pero esta vez, había realizado un enorme vuelo deslizándose antes de volver a caer. Por suerte no parecía haber nada roto, lo que preocupó a los dos aliados de él y corren a su lado, aunque ella lo siguió lentmente.
–Hyogas ¿cómo te encuentras? –Preguntó Seiya.
–Como a un hijo que le ha levantado su mano a su padre.
–Ya empieza otra vez. –Dijo para sí mismo.
–Hyoga, ya no debes considerarlo como tu Maestro sino como un adversario. –Dijo Lucy mientras ayudaba al Cisne a levantarse– Él está dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de matarte. Él es un enemigo ahora.
–Lo sé. –Dijo Hyoga suspirando con tristeza.
Cristal se recuperó –Esta vez morirás.
–«Hyoga.» –Estaba ansioso el niño desde su lugar.
–Hyoga, tienes que ganar. –Dijo Seiya en voz alta.
–Es hora de que superes a tu maestro. –Pyxis lo ánimo.
–Ya estoy harto. ¡Diamond Dust!
De pronto, se detuvo porque ese dolor volvió.
–¡Diamond Dust!
Esta vez, el Cisne fue más rápido que Cristal. Sin embargo, algo extraño había sucedido. Parecía que el Maestro de Hyoga tenía dificultades para lanzar su golpe.
–He derribado a la persona que me enseño todo lo que sé, jamás podré perdonarmelo. –Se culpó.
–Ha sido un combate justo, un combate entre caballeros. –Dijo Seiya.
–Es igual.
–Esperen. –Interrumpió de nuevo Lucy, ellos la miran– Aún se puede poner de pie. –Advirtió.
–Ten la seguridad de que no he dicho mi última palabra. –Alzó su mano izquierda y la derecha sostenía la muñeca– Acabare con los tres, a la vez.
–Deténgase. –Trató de suplicarle el Cisne.
–No lo va hacer. Tienes que combatir. –Le recordó Seiya.
–«¿Qué hace?» –Se preguntó en mente.
El Caballero de Cristal desató una enorme tormenta de hielo. El trío tuvo que mantenerse en guardia. Aunque Hyoga quería que todo quedará entre él y su Maestro, Lucy y Seiya tenían que defenderse si eran atacados. Sin embargo, a pesar del poder que provenía del Caballero frente a ellos, ya no sentían ninguna hostilidad proveniente de él hacia ellos.
–¡Se derrumba, cuidado!
Fue un gran choque. Si no se hubieran alejado, los tres Caballeros sin duda habrían muerto.
–Esto es increíble. –Comentó Seiya.
–Derribó la piramide en un solo ataque. –Agregó Lucy.
–¿Dónde está?
Hyoga lo vio desplomarse en el suelo y casi se impacta al ver que cae.
–¡Maestro! –Gritó, corriendo hacia él– ¿Qué le sucede?
–Escúchame bien. Tu vida está al servicio del bien. Nunca te apartes del camino recto.
–Ha vuelto a ser el mismo. –Dijo Seiya.
La pelianaranjada rojiza recordó –Fue cuando Hyoga aprovechó ese momento que se detuvo.
Cristal le informó a su estudiante –Vacilaste al atacar. Y esta duda pudo ser fatal. No olvides esto: un caballero no debe nunca dudar cuando lucha por la justicia. –Se quejó de dolor.
–No hable más. Esta agotado, maestro. –El rubio trataba de contener las lágrimas.
–No me interrumpas... Deberás aceptar la muerte como la aceptó yo. Que te sirva para enriquecer tu experiencia. Ama la humanidad, respetala y sírvela en todo momento. Y con toda tu alma. Así como lo hubiera querido ella... Selene-sama. –Volvió a sentir ese dolor y se retroció un poco.
–Está muriendo.
–Maestro.
–Dame la mano.
Cristal le tendió la mano. Hyoga se la dio. Estaba llorando pero intentaba mantenerse fuerte para su Maestro. Los demás guardaron silencio. Este momento pertenecía sólo entre Maestro y discípulo. Cristal termina cerrando los ojos. Las lágrimas brotaban de las comisuras de sus párpados. Fue demasiado para Hyoga.
–¡Maestro!
~
Momentos después
Seiya mira desde la distancia, quitándose su casco –«Otro caballero que se va. ¿Por qué no seremos inmortales? La amenaza que cierne al mundo si lo es.»
No tuvieron nada que hacer más que cavarle una tumba bajo el hielo. Hyoga sería capaz de ello. Lo único que lo calmaría sería decir una oración silenciosa por su antiguo Maestro.
–«Debes super esto, Hyoga.» –Pensó Rubius con sinceridad, para después volver con Shun, su ama y Saori.
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