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Capítulo 25: La traición del señor de los hielos

Decididamente, la noticia empeoraba cada vez más. Se había anunciado que un incendio había devastado el Gran Coliseo. Aunque los bomberos intentaron controlarlo, era obvio que no podían.

–A pesar del excepcional despliegue de fuerzas... ...da la impresión que los bomberos... ...tienen grandes dificultades para dominar el incendio... ...que amenaza con reducir a cenizas el gran Coliseo. Símbolo de la fundación creada por el difunto Sr. Kido. Según las primeras impresiones de expertos... ...el fuego podría haber sido provocado. Aunque de momento, no existen indicios sobre la identidad... –El reportero comentó que se desconocía el motivo de como empezó.

En la mansión Kido, los chicos estaban viendo la televisión y vieron en las noticias que el Coliseo se estaba incendiando. Aunque los bomberos intentaron controlarlo, era evidente que no podían. Incluso si se hubiera mencionado que quieneshabían estado en el origen del incendio eran fanáticos del Gran Torneo de los Caballeros Intergalácticos enfurecidos por la detención de este último, para Saori, Himea, Rubius y los Caballeros del Zodíaco no había ninguna duda: eran sus enemigos que habían hecho esto. No fue más que el inicio de una masacre para retomar el Casco Dorado, aunque eso supusier aprovocar una guerra civil interminable si fuera necesario. La idea por sí sola era terrible, pero tenían que reaccionar rápidamente antes de que las cosas empeoraran.

–No entiendo, ¿por qué han incendiado el Coliseo? –Comenta Shun preocupado.

Saori y Himea se quedaron calladas por un pequeño momento.

–No me sorprende, deben estar desesperados. –Dijo Hyoga.

–Perdemos el tiempo intentando comprender sus razones. Debemos pensar en el modo de vencerlos. –Dijo Seiya.

–Seiya-san, tiene razón. –Dijo Lucy.

Saori y Himea seguían sumergidas en sus pensamientos.

«Abuelo, no sé qué hacer.»

«Esto va a mal en peor.» –Pensó Himea preocupada, agarrando inconscientemente el colgante Cloth.

–¿En qué piensan? –Lucy le pregunta.

–En nada. –Respondieron al unísono Himea y Saori.

–No estéis tristes, todavía no nos han vencido. Os hice una promesa y pienso cumplirla.

–¿Qué les parece si nos escondemos algún tiempo... ...para proteger el casco? –Propuso Shiryu.

–¿Qué? –Tatsumi se molesta– Así no cumpliremos los deseos de mi difunto maestro.

Seiya se levanta del sofá de un salto –Tiene razón, aunque hemos vencido a Geist y Docrates... ...otros ocuparán su lugar. Sería inútil.

Saori y Himea seguían pensando en la propuesta de Shiryu.

–El joven Seiya tiene razón. Pelear a lo loco no es la situación, sino pensar como ellos. –Considero Kai.

Si al menos supiéramos quién manipuló a Ikki-niichan... ...conoceríamos por fin a nuestro auténtico enemigo. –Dijo Himea.

–Si nos lo hubiera dicho antes de morir. O mejor aún, si hubiera sobrevivido. –Comenta Shun.

Shun, encontraremos al responsable, no te preocupes. –Dijo Lucy en un tono reconfortante que hizo sonreír al joven.

Saori solo se limitaba a observar.

~

–¡Inútil! –Dijo Arles enojado.

–¡Ay! –Dijo Gigas arrastrándose en las escaleras.

–Has faltado a tu palabra y deber.

El anciano estaba algo asustado.

–No me has traído el casco. ¡Me has fallado!

–Lo siento. –Trata de disculparse, pero fue en vano.

–¡Y ya sabes lo que le pasa a los que no cumplen mis deseos!

Gigas se inclina, temblando –¡Piedad!

–¡Aunque hoy me siento clemente! He decidido darte otra oportunidad.

Gigas alza la cabeza –No lo lamentarás, mi señor. –Vuelve a inclinar la cabeza para agradecerle.

~

El sol griego calentaba. Las nubes eran raras. Este calor no era ideal para los guerreros que entrenaban en el Santuario. Marin estaba caminando campo de entrenamiento del Santuario, donde entrenaban los otros futuros Caballeros, pero al bajar las escaleras, escuchó la voz de Gigas.

–...¿Has comprendido? Quiero la cabeza de Seiya y de sus compañeros.

–¿Seiya? –Ella se agacha para que no la descubrieran y ve lo qué estaban tramando.

–Para eso es necesario que nos hagamos... ...de la voluntad del Maestro Cristal.

–¡Sí, mi señor!

–¿El Maestro Cristal? –Marin sube a las escaleras y se oculta en un lugar mejor– «¿No es el que hizo de Hyoga un Caballero?» –Pensó. Cuando Cristal llegó al Santuario...

–¿Cómo te atreves a hablar conmigo? No tengo nada qué decir... ...con alguien que traicionó su sagrada misión. –Dijo él.

–¡Como no te disculpes ahora mismo con mi maestro... ...te cortaré la lengua! –Le advirtió Phaeton.

–¡Silencio! ¡Sólo eres un perro de un traidor!

–¿Cómo te atreves? ¡Estás insultando a mi maestro! –Phaeton quería matarlo, pero Cristal se lo quitó de encima y cae al suelo.

–He pasado toda mi vida luchando... ...para que la paz sea restaurada. Y nada, ni nadie me desviará de ese camino. Así que pierdes el tiempo.

Gigas no borra su sonrisa –No sé qué se creerá este tonto. ¡Vengan, vámonos!

–¡Espera! –Lo detiene del hombro, Marin quería hacer algo y solo se detuvo– No consiento que me hables así.

–Tú lo has querido. ¡Rápido, deténganlo! –Gigas le dijo a los soldados.

Había soldados alrededor del Caballero, pero no se sintió intimidado y volteaba a sus lados.

–Un verdadero maestro jamás utilizaría estos sucios métodos.

–¡Atrápenlo! –Phaeton le dijo a los otros.

–Te aconsejo que no te muevas. –Le advierte pero no le escucha.

Tres trataron de hacerlo doblegar, pero el caballero de Cristal los derrotó fácilmente. Los hombres de Gigas comenzaron a atacar a Cristal. Resistió y logró desviar los golpes de sus oponentes en su contra.

–Quiero ver al Patriarca. –Exclamó el Caballero.

–¿Qué esperan? ¡Inútiles! ¡Atrápenlo! –Ordeno Phaeton.

–¡Destrócenlo!

Pero nada que hacer. A los ojos de Crystal, era el Santuario el que no respetaba la caballerosidad. Por tanto, era obvio que no dejaría que el Patriarca hiciera lo que quisiera.

¡Diamond Dust!

Y en un abrir y cerrar de ojos, estuvieron congelados. Solo uno quedaba de pie, pero cada vez que quería golpear al hombre de pelo blanco, éste lo esquivaba y Cristal mató al último, torciéndole el cuello por completo. Ahora Gigas comenzaba a tenerle miedo, retrocedió unos cuantos pasos y Cristal avanzó, pero cuando iba a golpearlo.

–¡Basta! –Arles se mantuvo erguido e imponente. Se acercó al grupo para entender lo que estaba pasando– ¿Querías verme? –Le preguntó a Cristal.

Cristal se inca sobre uno de sus pies y se arrodilla –Señor, te has alejado del buen camino.

–¿Quién eres tú para dictar mi conducta?

Cristal se levanta de repente –Pero...

–Mírame, Cristal. ¡Mírame bien!

Arles apuntó con su puño a Cristal, quien todavía estaba demasiado confundido por lo que estaba sucediendo. De repente, el Caballero de Siberia parecía completamente diferente. Su rostro, que había parecido el de un hombre de buen corazón, ahora parecía sólo el reflejo de un hombre lleno de brutalidad y monstruosidad. Como si estuviera hipnotizado.

–Soy tu maestro. Jura que siempre me serás fiel. –Dijo el Gran Papa en tono frío y severo.

–Lo juro. –Dijo con trabajo.

–Muy bien. –Arles se aleja, ahora Marin tenía un nuevo pensamiento.

–«Los Caballeros del Zodíaco no creerán... ...que desde ahora deben desconfiar del Maestro Cristal.»

~

Un helicóptero estaba listo para llevarse a Saori y Himea. Shun y Rubius iban a ir con ellas para asegurar su protección. Llevaba el Casco Dorado en sus brazos para que nadie viniera a buscarlo a la Residencia Kido si alguna vez era atacada. La única forma de refugiarse en un lugar verdaderamente seguro era ir a una villa ubicada no lejos de la Isla de la Muerte; nadie sospecharía que habían venido a esconderse en un lugar tan aislado. Himea había esperado que a Shun no le hubiera dolido demasiado verse obligado a ir no muy lejos de donde su hermano había muerto. Sin embargo, Andrómeda mostró un rostro perfectamente sereno, lo que tranquilizó a Himea.

–¡Shun, cuida bien a Saori-san, Himea-chan y al casco! –Dijo en voz alta Seiya.

–Tranquilo. Y ustedes sean prudentes. –Dijo Shun.

–Eso también va para ti. Y no le pierdas el ojo a Hime-sama. –Dijo Lucy.

–Tendré cuidado. –Dijo Shun mientras Himea rodaba los ojos.

–Vamos. –Dijo Saori mientras Himea entra seguida de Rubius.

–Adiós.

Mientras el helicóptero partía, los Caballeros que se quedaron pensaron. Ellos tampoco podrían quedarse en la Residencia Kido si fuera atacada. No podrían hacer nada para defenderlo de enemigos mucho más poderosos que ellos, pero sobre todo si los mataran, como habían hecho con Docrates y Geist, sus investigaciones no avanzarían más y no podrían no saber quién quería hacerles daño. Tuvieron que investigar un poco por su cuenta.

–Si supiéramos por dónde empezar. –Dijo Seiya.

–Tiene que haber alguien que pueda aconsejarnos. –Dijo Shiryu.

–Podemos probar con Cristal, mi maestro... ...seguro que él puede ayudarnos. –Sugirió Hyoga.

–Yo voy a ir con Marin-san, la que fue mi maestra... ...ella debe saber algo. –Dijo Seiya con seguridad.

–Seiya, si vas al Santuario, déjame ir contigo. –Pidió Lucy– Tengo mis razones para creer que mi Maestro está allí. Eso significa que probablemente sepan algo.

–Lucy, tal vez… –Comenzó Shiryû.

–Si puede beneficiarnos, no veo por qué no me iría con Seiya, –Dijo Lucy, interrumpiendo al Dragón con voz brutal.

–Cálmate, Lucy-chan. –Dijo Seiya, sintiendo que la tensión aumentaba– No veo por qué no vendrías al Santuario si tu intuición te dice que necesitas ir a Grecia, irás.

–Gracias Seiya.

~

Marin se alejó rápidamente después de ver la escena. Tenía que explicarles por qué lo que acababa de suceder era grave para ellos y de manera breve.

–Si pudiera prevenir a Seiya del peligro que le amenaza... –Se dijo a sí misma, y en eso aparece Aioria.

–¿En qué piensas?

–En nada. –Dijo tratando de no preocuparlo.

–No te creo. –Aioria se le acerca– Anda, cuéntame. Nunca te había visto tan preocupada.

–Es una situación muy difícil. –Dijo con la mayor calma.

Shaina había venido con sus secuaces. Todos miraron a las jóvenes de manera amenazadora y cínica. Afortunadamente, ninguno de ellos parecía haber escuchado la conversación de los dos frente a ellos. ¿Pero por qué habían venido a verlos?

–¿Se puede saber qué estás tramando?

–Vaya, Shaina. Te podría preguntar yo lo mismo. –Respondió Marin.

–No tengo por qué darte explicaciones.

Nemesis fingió querer atacar al Águila pero ésta detuvo el puño de la agresiva joven y se echó a reír.

–La situación de tu discípulo te hace ser fuerte. Tranquila, Marin, pronto dejarás de preocuparte... ...porque yo voy a acabar con él. Y aunque no esté solo, fácilmente lo mataré con su amiga pelianaranjada rojiza.

–¿Qué?

~

Shun, Saori, Rubius y Himea llegaron a una cabaña, ahora ya estaba oscuro.

–Siento haberte traído aquí. Tan cerca del lugar donde murió tu hermano. –Saori se disculpó al Caballero que estaba a su lado, estando recargados en el barandal.

–No importa. Buscábamos el escondite perfecto... ...y creo que lo hemos encontrado. No te preocupes por mí. Hay que pensar en el éxito de nuestra misión. Le atañe a todo el mundo. Por esas razones... ...las situaciones personales deben quedar al margen. Espero que nuestros amigos puedan averiguar algo.

Después un poco de silencio.

–Espero que nuestros amigos puedan averiguar algo. ¿Tú qué piensas, Himea?

Pero él no recibió respuesta de ella, lo que le preocupó y fue hacia donde estaba.

–¿Himea? ¿Estás bien? –Él puso una de sus manos sobre el hombro de ella y ver si reacciona. Mientras ella miraba hacia la nada.

–«¿Qué fue esa imagen que vi?» –Ella cerró los ojos y dijo inconscientemente– Necesito recordar.

El caballero de Andrómeda estaba confundido.

–¿De qué hablas? –Preguntó la pelimorada, mirándola de lado.

–Antes de irnos, la imagen de un hombre se me vino a la cabeza, pero no recuerdo como era.

Los otros dos solo la observaban, tratando de entenderla.

~

Pyxis y Pegasus se estaban ahogando entre la multitud de turistas que acudían en masa a Grecia. Era necesario pasar por esta etapa antes de ingresar al Santuario. Por un lado, era un poco vergonzoso andar con una enorme urna a la espalda delante de la gente porque no era discreto. Es posible que se hayan preguntado acerca de los dos adolescentes y qué llevaban consigo. Por otro lado, estaban tan ocupados tomando fotografías que no prestaban atención a lo que sucedía a su alrededor. Lo que permitía a Lucy y Seiya interferir entre la gente sin ningún problema. Atenas parecía ser el hogar de magníficos monumentos y reliquias del pasado.

«Marin-san se quedará como piedra al verme.»

Lo que no sabía es que alguien lo vio encaminarse al lugar.

–Vaya tonto. No sabe que se mete a la boca del lobo. –Dijo dando una señal con un espejo.

–Escúchenme, nadie debe saber... ...quién es el responsable de su muerte. Deben actuar fuera de los límites del Santuario. ¿Entendido?

–¡Sí! –Dijeron sus hombres

–Algo pasa. Y no sé qué es. –Dijo Marin ocultándose y viendo lo que tramaba Shaina, hasta que decidió seguirlos.

~

Estaba a unos metros de llegar, sin embargo, unos soldados los rodearon.

–¿Quiénes son ustedes? –Preguntó Lucy tomado por sorpresa.

–¿No me digas que no nos reconoces?No es la primera vez que nos encontramos. –Dijo uno de ellos, sonriente.

–Sí, ya recuerdo. De modo que están dispuestos a sufrir una nueva derrota. –Dijo Seiya en voz burlona.

–No, hemos mejorado. Somos más fuertes que antes. –Dijo uno de los guardias.

–Vaya, qué coincidencia, yo también.

Los hombres se abalanzaron sobre los dos adolescentes como bestias salvajes hambrientas que estaban enfurecidas y parecían listas para matar. Pero esto no preocupaba a Lucy ni a Seiya, quienes ya se habían enfrentado a este tipo de oponente. Eran fuertes pero atacaron de una manera poco práctica, simplemente cargando sin pensar dónde los dos calcularon todos sus movimientos de antemano antes de atacar. Los hombres quedaron rápidamente fuera de combate.

–No debieron hacerlo. No he venido por ustedes sino por Marin-san. –Dijo Seiya.

–¡Sí!

–¡Ay!

–¡Seiya!

Frente a los dos estaba una Mujer-Caballero. Parecía orgullosa y amenazadora. La máscara y la armadura que llevaba le daban una apariencia siniestra. En su casco pudimos reconocer el símbolo de la constelación Nemesis.

–Es Shaina-san. –Murmura Seiya.

–Vamos a luchar, Seiya. Sabía que llegaría este momento. Por fin podré vengar a Geist y Erza. –Exclamó Shaina.

–¿De modo que la conocías? –Recordó Seiya como fue derrotada.

–Vas a pagar caro lo que le hiciste.

–¡Mate! –Dijo Lucy con voz firme– Fui yo quien mató a Erza.

–¡Vamos!

–¿Honto? (¿En serio?) –Preguntó Shaina medio curiosa, medio divertida– Entonces tú eres Pyxis. No sabía que Seiya vendría aquí contigo. Pensé que tenía que hacerle pagar por lo que me hizo y por lo que tú me hiciste. Ahora podré matarlos a ambos.

–¿Estás seguro de que la pelea es realmente justa? –Lucy preguntó con voz burlona.

–No he venido aquí a buscar problemas.

Shaina se lanza para combatir, haciendo que el otro tirante se rompiera.

–Acabaré contigo y me quedaré con la Cloth de Pegaso. –Lo amenaza Shaina.

–Por lo mismo has fracasado en el pasado... ...y volverás a hacerlo hoy, Shaina-san. Su poder se ha multiplicado gracias a Shiryu. –Afirmo Seiya.

Ante estas palabras, Seiya y Lucy se pusieron su armadura. Shaina era realmente fuerte. Lucy se preguntó cómo Seiya pudo haber sido reacio a golpearla cuando estaban enfrascados en un combate singular. Shaina estaba furiosa. Para cualquier hombre que bajara la guardia debido al género de este Caballero, tendría la muerte asegurada; sabía exactamente cómo golpear donde era necesario. Lucy había perdido toda su orientación frente a esta víbora para quien la lucha parecía no tener secretos. Este también parecía ser el caso de Seiya porque sólo podía protegerse a sí mismo y no lanzar golpes. Y no parecía ser porque estuviera actuando como un galán estúpido. Estaba realmente desestabilizado frente a la Mujer-Caballero. Tal vez tenía razón al superar a los dos porque ella era Plata y ellos Bronce.

Lucy y Seiya se miraron y, después de asentir, saltaron. Lo hicieron bien ya que el siguiente golpe de Shaina provocó el colapso de una pared de roca.

–¡Pegaso, Pyxis! ¿Qué o pasa? Os habéis puesto pálido. –Dijo burlonamente.

–¡No tengo miedo!

–¡Tenéis un aspecto temible! ¡Jajajajajajajajajajajaja!

Deja que esta sucia víbora se ría tanto como quiera. Ella no ganaría tan fácilmente. Ciertamente, Seiya lo había desenmascarado. Pero, en primer lugar, no lo había hecho a propósito, en segundo lugar, no había sido consciente de que lo que había hecho era grave ante los ojos de la Orden de Caballería porque no le explicaban por qué las Mujeres-Caballeros llevaban máscaras. En tercer lugar, lo que realmente le importaba era recuperar la Armadura Pegaso y vengar a Geist. Si la segunda razón parecía legítima, la primera era sucia. Seiya no había engañado ni robado esta armadura. El verdadero ladrón era Shaina: una vil perdedora que utiliza todas las excusas posibles para etiquetar a Seiya como lo que habría sido Cassios si hubiera intentado quitarle la armadura de Pegaso al propio Seiya en lugar de dejar que su Maestra lo hiciera.

–Te advierto que no me impresionas. –Dijo al ver que Seiya estaba a punto de lanzar su ataque favorito

¡Pegasasu Ryūsei Ken!

Aunque el ataque fue muy grande y tiró a Shaina al suelo, ella logró levantarse. Dolorosamente y temblando ligeramente, por supuesto, pero sin gemir ni sangrar y, sobre todo, sin tener el más mínimo hematoma. Esto impresionó y aterrorizó a los dos Caballeros de Bronce.

–Confieso que te defiendes bien. –Dijo Shaina– He entrenado muy duro desde nuestro último combate. Y eso no es todo. ¡Estoy llena de ira y de odio! Eso es lo que me da la fuerza. ¡Prepárense a morir! –Prepara su ataque– ¡Housing Argo!

Seiya no pudo hacer nada para contraatacar; hasta los guardias estaban estupefactos.

–¡Nunca la había visto pelear con semejante rabia!

–Jajaja, estás perdido.

Seiya no estaba asustado.

–Aún no, sabes que me protege la armadura.

–Con armadura o sin ella, acabare contigo. Se lo debo a mis amigos: Dócrates, Erza y Geist.

¡Pegasasu Ryūsei Ken!

–¡Housing Argo!

Y ambos volvieron atacar, pero esta vez ambos lo recibieron y hubo un estallido de poder. Después de un momento, Seiya y lucy se reincorporaron con un poco de dificultad y Shaina se les acerca.

–Aún no has ganado. –Dijo él.

–¡Ja! Aunque no tardare mucho. –Ella salta hacia Pegaso, estando detrás suyo y lo asfixia.

–En cuestión de minutos. –Lo aprieta más, y cuando iba a darle el golpe de gracia, alguien la golpeó y soltó a Seiya– ¿Qué pasa?

–Sabes que está prohibido salir del recinto sagrado. –Dijo Marín.

–Pero... –Quería protestar, siendo interrumpida por la pelicastaña.

–Nada de peros. –Se dirige a Seiya y Lucy– En cuanto a ustedes dos, no tienen nada qué hacer en este lugar. ¡Vuelvan a su casa!

–Marin-san, vine a verte. A pedirte... ...un consejo. –Camina lentamente hacia ella.

–¿Ah, sí? Pues toma consejo. –Les golpea la cara, eso sorprende a la amazona de Nemesis. Se agacha a su altura, los agarra de la camisa y dice en voz baja– Hyoga está en peligro.

Ambos la miran algo confundido y vuelve a ser golpeado

–¡Y que esto les sirva de lección!

–¿Qué te pasa? –Seiya no pudo defenderse, pero cuando lo ataca, ella sigue explicando brevemente.

–Han hipnotizado a Cristal, su maestro. ¡Y ahora, váyanse!

–¡Alto! ¿Qué es esa farsa? –Le interroga Nemesis.

–No es una farsa, sólo cumplo con mi deber. Sabes que no están permitidos los extraños en el Santuario. –Sigue actuando autoritativa– ¿Aún siguen aquí? ¿Qué esperáis para iros? ¿No habéis tenido bastante? –Se puso en modo de ataque y ambos retroceden.

–No, ya me voy, pero volveré. –Tanto Lucy como Seiya salen corriendo del lugar.

–¡No tan deprisa! –Shaina iba a ir tras él, pero Marín bloquea su paso, aunque busca una salida– Déjame pasar.

–A pesar de todo es mi discípulo y el de Shaka, debo protegerlos. –Declaró la mujer de pelo castaño.

–Serás traidora.

Los que sobrevivieron del impacto, apenas tenían aire para respirar.

–Shaina, ¿qué debemos de hacer? –Preguntó uno.

–¿Cómo? ¿No han ido tras él? ¡Atrápenlo! –Apuntó con su dedo por donde se fue y los guardias no dudaron.

–¡Sí!

Sabes muy bien que escapará.

–¡Cállate! –Dijo estando muy molesta– No te saldrás con la tuya. –Le da un pequeño empujón– Sin tu intervención, Seiya y Lucy estarían ahora muertos.

Marin se ríe –Se lo contaré al Patriarca. Aprovecharé para decirle... ...que abandonaste el santuario sin su permiso... ...y que Seiya te dejó en ridículo.

–Eso es mentira. –Shaina niega.

~

Se habían ido. Preocupado pero desaparecido y vivo. Y por poco habían evitado la muerte. Además, se les iba a presentar un nuevo peligro a pesar de que habían abandonado el Santuario.

–Según Marin, Hyoga debe desconfiar del Maestro Cristal. Lo malo es que ya debe estar en Siberia.

–Tenemos que ir a Siberia y avisarle antes de que sea demasiado tarde.

~

–Madre... –Dijo al ver la silueta del barco sobre el helado océano, en donde ella se encontraba. Al principio quería romper el hielo para dirigirse allá, pero no tuvo el valor– ...cumpliré mi promesa. Cumpliré mi promesa. Te vengaré. –Se encamina a la aldea que estaba a unos pasos, pero notó algo– «Qué extraño, aquí pasa algo.» –Pensó al no ver a gente, afuera de sus hogares. Entonces quiso asomarse: en una de las casas, vio que todo estaba tirado y destrozado al mismo tiempo por dentro– «¿Dónde está la gente de la aldea?» ¿Hay alguien? ¡Contesten! ¡Soy Hyoga! ¿Dónde están? –Gritó en voz alta para ver si alguien le contestaba, pero no escuchó a nadie, solo la corriente de aire. Corrió por el mar congelado– «Mi maestro me dirá lo que ha pasado.» –En medio de la nieve más adelante, distingue a alguien caminando lentamente y casi rápidamente supo quien era– ¡Jacob! ¡Soy yo! –Gritó en tanto corría hacia el niño, que tenía parte de su ropa algo rasgada

–No puede ser. ¡Hyoga! –Jacob se desmaya, el caballero del Cisne corre más rápido.

–¡Jacob! ¡Jacob! Tranquilo. Ya estoy aquí, tranquilo. –Hyoga lo llevó a una de las cabañas y lo puso en la cama, encendió la chimenea y le preparó algo al niño para que se recuperara– Toma, bebe esto. –Se lo dio en una cuchara y Jacob lo tragó, después lágrimas se deslizaron en sus mejillas.

–¿Eres tú? ¿No estoy soñando? –Preguntó Jacob.

–Cálmate. Cuéntame lo que ha sucedido. –Indicó Hyoga.

–Vinieron unos hombres muy malos. –Respondió Jacob algo asustado.

–¿Quiénes eran? ¿Qué hicieron con la aldea?

Más lagrimas llenaron los ojos del chico.

–No lo sé, no los había visto en mi vida. Yo fui el único que logró escapar. –Se llevaba las sabanas casi cerca de su cara.

–¿Y mi Maestro Cristal no intervino?

–Desde que te fuiste ha cambiado mucho. Dicen que vendió su alma al diablo. –Dijo Jacob mirando hacia el techo.

–¿Qué? –Dijo estando un poco anonadado.

~

–De modo que Hyoga ha regresado. Bien, mi tarea será más sencilla. –Dijo Cristal al salir de una casa, y sonreía un poco– No temas, Patriarca, cumpliré tus órdenes sin dudar. –Se ríe al ver que él se acercaba– Acabaré con él. No se daría prisa si supiera que se dirige hacia la muerte.

–¡Maestro! ¡Maestro Cristal! ¡Soy yo, Hyoga! –Grita algo feliz de que lo encontraba, sin embargo, se detuvo al ver que algo estaba mal.

–Vaya sorpresa. Después de tantos años. –Dijo de manera sarcástica.

«La misma cara, el mismo aspecto. Y sin embargo, ¿tendrá razón Jacob?» –Se cuestionó– Dime, maestro, ¿qué ha sucedido? ¿En dónde están todos los aldeanos? –Lo interrogó.

–Hyoga te dará lo mismo saber dónde están porque vas a morir. –Se puso en posición de ataque y golpeó a su alumno. 

–¡Maestro! –Ahora estaba confundido: ¿por qué estaba actuando tan cruel?

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