Capítulo 22: ¡Al rescate!
Narrador: Los Caballeros del Zodiaco, después de haber sido despojados de la Cloth Dorada, regresan a la Fundación.
El terrible guerrero que consiguió vencerles es Docrates, que actúa a las órdenes del Patriarca del Santuario.
Por el momento, solo el casco está en manos de Seiya y sus compañeros.
Y para apoderarse de esa última pieza, Docrates ataca a la Fundación y secuestra a Saori y Himea.
Docrates promete liberar a sus rehenes, a cambio del caso de la Cloth Dorada.
Para ello, se cita con Seiya en el gran Coliseo.
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Docrates apretó su mano donde se encontraba las chicas, y riendo entre dientes.
Docrates: Si quieren que sigan con vida, procuren no pasarse de listos conmigo. –Les advirtió.
Saori: Seiya, no le hagas caso. El casco es importante que nuestras vidas.
Todos los Caballeros estaban impactados por lo que dijo.
Himea: El destino de la humanidad depende de ello. Ese casco puede ser la única posibilidad que le queda al mundo. ¿Lo habéis entendido?
Saori: No nos importa sacrificar nuestras vidas. –Agregó.
Seiya trató de acercarse, aunque los hombres de Docrates le bloqueaban el camino.
Seiya: ¡Jamás!
Himea: ¡El juramento de los Caballeros! –Replicó.
Docrates: ¡Ya basta! –Dijo, apretándolas aún más para que gritaran nuevamente.
Tatsumi sale de los escombros –¡Como no sueltes a las señoritas, te ira mal! –Le advirtió al Caballero– ¿Ah, sí? –Dirige su mano hacia él, intenta escapar, pero es agarrado– Ya que quieres tanto a tus señoritas, vendrás con nosotros.
Oyen las sirenas de policías.
Docrates: Vámonos. Te esperare en el Coliseo, Seiya. –Lo volvió a invitar mientras daba la media vuelta y se fue, dejando a ellos solos.
Saori: ¡No vayáis, te lo suplicó! ¡No! ¡Ahhh! –Grito, intento luchar contra Docrates.
Seiya: «Claro que iré.» –Pensó decidido.
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–Docrates ha enviado un mensaje. Ya ha recuperado la Cloth Dorada, bueno casi, solo le falta el casco que todavía está en manos de los Caballeros del Zodiaco. Aunque, nos dice que no tardara mucho tiempo en recuperarla. Por lo visto, solo es cuestión de horas. –Dijo un Caballero al consejero, estando de rodillas.
Gigas: Uhm... Bien. Voy a informarle al Patriarca ahora mismo. –Se encamina al templo del Patriarca.
–La Cloth Dorada pronto será mía. Y entonces, mi poder absoluto. Sin embargo, mientras Seiya, el Caballero de Pegaso y esa impostora sigan con vida, representarán una constante amenaza sobre mis planes. Deben morir, ¿está claro? Díselo a Docrates. –Le dijo el Patriarca a Gigas, al estar arrodillado.
Gigas: Sus deseos son órdenes.
–Si Seiya y la impostora mueren, ya nadie podrá cruzarse en mi camino. Seré libre de actuar a mi antojo, y por fin podré dirigir al mundo. –El Patriarca siguió su camino hasta su trono– Docrates no debe fallar. Esa Cloth me pertenece por derecho. ¿No es acaso un legado de Grecia? Y como gran Patriarca, ¿no soy yo el elegido de los dioses y de Selene?
Gigas: Claro que sí, maestro.
–Una cosa más. Dile a Docrates que si triunfa, será recompensado como se merece.
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En alguna parte del Santuario, Marin se paseaba por un pasillo, pero se ocultó en una de las columnas para escuchar la conversación de unos guardias de que "Seiya será derrotado por Docrates".
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Los cinco Caballeros y Kiki estaban en el planetario, meditando en el ataque de Docrates y llevándose a Saori y Tatsumi.
Kiki: ¿Y qué piensas hacer, Seiya? –Preguntó estando sobre la caja de la Cloth Dorada.
Seiya: Por supuesto que iré al Coliseo. La Cloth Dorada siempre puede recuperarse, pero la vida no. –Dijo, levantándose de su lugar.
Shiryu: Estoy de acuerdo.
Seiya: Ya que todos pensamos lo mismo, iré al Coliseo. –Iba a coger el casco, pero Hyoga interviene.
Hyoga: Espera, Seiya. Hay que pensar en lo peor, y decidir otra alternativa en caso de que... –Sugirió.
Seiya: ¿Y eso qué? Lo voy a conseguir. –Protestó.
Shiryu: Cálmate, él tiene razón.
Seiya: Shiryu... –Dijo viéndole sorprendido de su calma.
Shun: Me pregunto dónde se encontrará el resto de la Cloth.
Los otros se quedaron en silencio, pero Kiki utilizó sus poderes para ver en donde se encontraba la Cloth.
Kiki: ¿Te acuerdas en el Valle de la Muerte, esa roca con forma extraña?
Shiryu: Claro que sí. La que tiene forma de cabeza de león.
Seiya: ¿Ahí está la Cloth? –Preguntó.
Kiki: Sólo es una intuición.
Se cabizbajo Seiya de decepción.
Shiryu: Confiemos en él, no tenemos de donde elegir. Además, este chico tiene extraños poderes. –Dijo, poniendo una de sus manos sobre el hombre de Kiki– Tal vez tenga razón.
Seiya: Espero que así sea, porque si se equivoca, entonces... –Empujó a Kiki, y éste le devuelve la mirada a Seiya.
Hyoga: Entonces... vamos. –Les dijo el plan.
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Docrates: Está abandonado, por lo menos nadie querrá ver qué sucede aquí. –Los deja en el suelo– Y para evitar problemas... –Se acerca a Himea y le arranca el medallón de Ophiuchus de la garganta.
Himea: ¡Oye, eso le pertenece a la Guardián!
Docrates: Eso es algo que ya no necesitarás. Vengan aquí. –Llama a sus secuaces– Amárrenlos y vigílenlos. Seiya vendrá pronto y tendremos el casco de una vez.
Saori: Él no vendrá. –Dijo firme.
Docrates: ¿Por qué estás segura de eso?
Saori: Porque ellos pelean por el mundo, y no dejarán que solo por salvar mi vida, la de Himea-chan y la de Tatsumi arriesguen la paz del mundo.
Docrates: Eso está por verse.
Himea: ¡Esperad! ¡Abrir los ojos! ¡¿Es que acaso no escucháis los gritos de la Tierra?!
Docrates hizo oídos sordos a sus suplicas y se quedaron en silencio, esperando, para que después se comienzan a escuchar pasos.
Shun y Seiya estaban entrando al Coliseo, con el casco en sus manos.
Seiya: Docrates, ¡aquí estoy! –Avisó en voz alta– ¡Docrates! –Grita, pero no hubo respuesta alguna.
De repente, el ventanal que protegía lo que había sido el lugar privado de Saori se hizo añicos y los reflectores iluminaron la arena mientras los hombres de Docrates rodeaban a los dos Caballeros del Zodiaco, que se pusieron en guardia.
Docrates: Te estaba esperando. Sabía que vendrías.
El medio gigante había mantenido a algunos de sus hombres a su lado. A su lado, Tatsumi, Himea y Saori estaban atados.
Docrates: Ahora... ¡Dame ese casco!
Saori: ¡No lo hagas, Seiya! –Pidió.
Tatsumi: Solo están dos, es una locura. Se puede saber por qué no han venido los demás. –Comentó.
Seiya: ¡No te daré el casco, hasta que sueltes a mis amigos! –Dijo con voz firme.
Himea: Seiya-san, no te preocupes por nosotros. Debéis recuperar la Cloth Dorada. De ello depende la humanidad de ser salvada. –Le recordó.
Saori: ¿Has olvidado la misión que se te ha confiado? Debes salvar a la humanidad del peligro que la amenaza, y para eso necesitas la Cloth. –Le grito con la intención de que se rehusara a darle el casco.
Seiya: ¡Claro que no lo he olvidado! ¿Cómo puedo pretender salvar a la humanidad, si ni siquiera soy capaz de salvar una vida? Jamás arriesgaría la vida de un inocente para alcanzar mis fines. Y mucho menos las tuyas.
Saori: Seiya...
Seiya solo le sonríe y asiente.
Docrates: Muy conmovedor. Aunque para mi gusto, ya ha durado demasiado. –Dijo con voz cansada– Quiero el casco ahora. –Exigió.
Seiya: Es un cambio, no lo olvides.
Docrates: No lo olvidó.
Docrates mira fijamente a Seiya con los ojos por un tiempo indefinido. Parecía enojado y listo para atacar.
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Shiryu, acompañado de Kiki y Lucy van hacia el Valle de la Muerte, gracias a la teletransportación de Kiki. Corren colina abajo y saltando para llegar más rápido.
Shiryu: ¡Date prisa! –Le dijo.
Kiki: ¡Hago lo que puedo! –Dijo, tratando de alcanzarlos.
Lucy: Ojala que podamos encontrar el paradero de la Cloth Dorada. –Comentó al estar de lado de Shiryu.
Shiryu: Solo hay una forma de saberlo. –Le dijo al mirarla un poco y después mirar hacia adelante.
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Los secuaces de Docrates los llevo a la arena. Tres secuaces los agarraron y se encontraron cara a cara con Seiya y Shun.
Seiya caminó lentamente para entregar el casco a uno de los secuaces de Docrates mientras otros tres empujaron a Tatsumi, Himea y Saori hacia adelante. Todo parecía ir según lo planeado para los Caballeros del Zodiaco, así como para Docrates y sus hombres. Incluso si Docrates ganara esta ronda, no iba a ganar la guerra y, Saori y Himea estarían sanas y a salvo. Cuando Seiya le dio el casco a uno de los hombres de Docrates, los demás parecían listos para dejar ir a Tatsumi, Himea y Saori. Todo parecía ir bien.
Cuando se suponía que iban a liberar a Tatsumi, Himea y Saori, los hombres de Docrates habían pateado a Tatsumi, enviándolo al suelo y sacando su precioso botín dorado del Gran Coliseo, mientras otros se llevaron a Saori y Himea con ellos.
Seiya: ¡Saori-san! ¡Himea-chan!
Saori: ¡Socorro! –Dijo.
Seiya: ¡Tras ellos! –Él y Shun van tras ellos. Tatsumi trató de unirse a ellos, pero atado, pero solo se entorpecía, cayendo una vez más al suelo.
Tatsumi: ¡Espérenme!
Mientras intentaban salvarlas, Docrates se puso delante de ellos, bloqueándoles el camino a los Caballeros del Zodiaco.
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Los otros tres corrieron con el casco, pero Hyoga los había captado y los alcanzó cuando estaban en la carretera de la ciudad al ellos captar nieve alrededor suyo.
Hyoga: Vaya, por fin. Los estaba esperando. –Dijo, sentado en uno de los postes de luz.
–¡Es el Cisne! –Dijo uno de ellos
–¡Atrápanos si puedes! –Dijo otro de ellos y vuelven a correr, Hyoga corre detrás de estos, pero cuando estaba cerca de conseguir el casco, el objeto se lo pasaban a otro.
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Docrates: Y ahora que ya he completado la Cloth, lo único que falta es mataros. –Dijo mirando tristemente hacia abajo.
Seiya: ¿Cómo?
Dócrates: ¿Te dice algo el nombre de "Cassios"? Te enfrentaste a él en Grecia hace ya mucho tiempo.
Seiya: ¿Cassios?
Entonces se le vino un recuerdo. Era un hombre grande de piel morena bronceada, pelo blanco corto con un estilo mohicano, sus ojos blanco amarillento y sus pupilas estaban rasgadas.
Seiya: Sí, lo recuerdo. Lo derrote, y eso me permitió ganar la Cloth de Pegaso, con la que entre formar parte de los Caballeros del Zodiaco.
Docrates: Haz de saber que Cassios es mi hermano. –Comentó.
Seiya: ¿Qué? ¿Cassios? ¿Tu hermano? No, no lo sabía.
Docrates: Por tu culpa, no pudo convertirse en Caballero y lo que es peor, tras ese combate perdió la razón... ¡Ahora voy a vengarlo!
La cadena de Andrómeda intervino.
Shun: No tan deprisa. –Dijo con voz firme, amenazando a Docrates con su cadena– Si Seiya es responsable de la locura de tu hermano, tú lo eres de la muerte del mío. Por lo tanto, estamos iguales. –Le recordó.
Docrates: ¿Tu hermano? Ah, claro. Fénix. No te preocupes, ahora te reunirás con él.
Aparecen otros de sus hombres, poniéndose en los hombros del otro para formar una figura más grande como Docrates. Parecían tener la ventaja rápidamente porque Shun se encontró rápidamente en el suelo, cerca del ring.
Seiya: ¡Shun!
Afortunadamente, Shun logró levantarse, aunque fue con dificultad. Se protegió con su cadena y los secuaces de Docrates no pudieron atacarlo.
Desde lo alto de la plaza privada que había sido suya, Saori observó la pelea mientras estaba severamente vigilada y aún atada. Ella estaba preocupada. Seiya no tenía la ventaja contra Docrates que parecía invencible.
Shun: ¡Seiya, ocúpate de Docrates! Yo me ocupó de ellos.
Seiya: De acuerdo, pero ten cuidado. –Le avisó, se lanzó para darle un puntapié a Docrates, pero se hizo a un lado.
Docrates: Has fallado.
Seiya continuo atacándole, sin tener éxito.
Seiya: «Se me escurre como si fuese un pez. Veré si puede con esto...» –Pensó y comenzó a trazar las 13 estrellas de Pegaso– ¡Pegasus Ryūsei Ken! –Le ataca, pero Docrates detiene los múltiples puños con sus manos– No es posible.
Docrates: ¡Heracles Mōshū Ken! –Le ataca, causando que Seiya impactara al final de la escalera que dirigían a los asientos del lugar.
Seiya: ¡Ah!
Saori/Himea: ¡Seiya/-san! –Exclamaron.
Docrates: ¡Jajajajaja! –Baja de las gradas– No tienes nada que hacer contra mí. –Agregó riéndose.
Seiya: «¡Es más fuerte de lo que pensé!» –Se reincorporó un poco– «Sin embargo, hasta los súper hombres tienen un punto débil. Tengo que encontrarlo.» –Pensó– «¿Cómo podré derrotarlo? Su cuerpo no es más que músculo y acero. Nada ha sido dejado al azar. Es una máquina monstruosa e infalible. ¡Es un arma mortal!»
Docrates: Seiya, ha llegado tu hora. ¡Heracles Mōshū Ken! –Volvió a atacarlo con su fuerza, de nuevo mandándolo a unos metros del otro lado del Coliseo, lo que preocupó más a Saori y Himea.
Saori/Himea: ¡Seiya!/¡-san!
Docrates le iba a dar un rodillazo, pero Seiya lo esquiva rápidamente, cerca del ring lo ataca de nuevo con un puntapié, pero su pie es agarrado y es lanzado sobre el ring, cayéndose su casco de su cabeza.
Docrates: Caballero, esto no es nada. ¡Vas a sufrir como hiciste sufrir a mi hermano! ¡Voy a cortar tu cuerpo en finas rodajas! Ningún hombre a conocido jamás semejante agonía. –Con una de sus manos agarra a Pegaso sin libertad de usar sus brazos, sintiendo la presión de la mano– ¡Voy a abrir caminos en tu carne con mis garras de acero! –Dijo al sacar afilas garras, alarmando a ambas chicas, Saori cerró sus ojos para no ver la tortura mientras Relena los mantenía abiertos para apreciar lo que vio en su visión, pero cuando estaba a punto de cortarle la oreja, una voz lo detuvo.
Shun: ¡Detente!
Docrates: ¿Eh?
Shun: ¡Nebula Chain! –Lanza su arma, enredándose en el brazo de Docrates haciendo que Docrates suelte a Seiya.
Docrates jala la cadena de Shun al suelo. Shun se levantó y lo ataca de nuevo pero esta vez a las luces. Trata de hacer caer las luces que estaban arriba de la cabeza de Docrates.
Shun: «¡Eso es!» –Las luces caen sobre Docrates. En eso, aprovecha para mover su cadena y coger el medallón que le quitaron a Himea.
Seiya: Shun.
Un resplandor rojo y un inmenso temblor, emergió de los escombros que rápidamente los desilusionó.
Docrates había logrado salir de los escombros donde había sido enterrado bajo los ojos asombrados del grupo que no entendía nada.
Shun: ¡No! ¡No es posible!
Himea ve a Rubius, se dirige hacia ellas y asciende. Utiliza su poder de fuego para quemar la cuerda y queda libre. El que la sostuvo fue enviado a las gradas de una poderosa patada.
Rubius: [¡Selene!] –Exclamó al lanzarle el medallón.
Himea se acerca y lo atrapa entre sus manos y lo ve en las palmas de las mano.
Himea: Bienvenido devuelta. –Dijo viéndolo nostálgica– ¡Ophiuchus!
El colgante comienza a brillar, transformándose en la Pandora Box Dorada de Ophiuchus. La Pandora Box reaccionó, se abrió para revelar: la Cloth de Ophiuchus y se desacopla.
La Cloth fue al cuerpo de Himea y se la puso: Primero la protección de las piernas y pies, a continuación, dos hombreras alargadas como si fueran mangas, el protector del torso es completo y se unifica a la cintura otorgándole dos protectores, en los costados, los brazos se unifica como dos guantes cortos de color dorado, convertidos en muñequeras, al igual que en los protectores de los antebrazos, lo último en colocársele fue una diadema decorativa, y en el centro una pequeña cabecita de una cobra de ojos rojos unida a una máscara que cubría solo sus ojos.
Himea termino con ese tipo con un solo golpe poderoso que lo hace traspasar la ventana y golpear la pared del otro lado. Todos se sorprendieron de que fuera enviado desde ese muro alto y cayera completamente. Docrates la miró y se sorprendió, Himea solo sonrío, Seiya y Shun parecen muy impresionados de ella. Luego camino hacia Saori y le quito las cuerdas.
Saori: ¡Gracias! Me has salvado. Pero ahora si hemos perdido el casco... –Dijo con algo de tristeza y le dio la espalda.
Himea: ¿Quieres apostar? –Saori volteo a verla, sin entender– Rubius, cuídala. –Dijo hiñéndose sin más y Rubius solo asintió.
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Hyoga no tuvo gran problema en derrotar a los secuaces que tenían el casco y ahora lo tenía en sus manos.
Hyoga: «Ya está. Seiya, he cumplido con mi misión.»
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Himea va hacia la pelea, salta y gira sobre sí misma, concentrando su Golpe Carmesí en sus piernas y gira en un torbellino de fuego para darle una patada en la cara a Docrates, derribándolo al suelo.
Himea: ¡Ahora, Shun-kun! –Le llama, en cuanto aterrizó en el piso con elegancia y gracia, se llevó una de sus manos hacia uno de sus mechones de frente para acomodarlo en su lugar.
Shun: ¡Vale! –Lanza su cadena y agarró los brazos de Docrates. Él le envió una descarga eléctrica usando este último.
Docrates tocó la cadena, no se electrocutó y seguía siendo arrastrado, ya casi cerca del gigante y estaba a punto de agarrar a Shun.
El Caballero del Cisne acababa de administrar una patada magistral en la cabeza de Docrates. Este último, sintiendo el dolor, ya no había prestado atención a su pelea, lo que le había permitido a Shun liberarse.
Shun/Himea: ¡Hyoga/-san!
Hyoga: ¡Mira lo que he traído! –Mostró lo que tenía.
Seiya: ¡El casco! –Dice muy feliz a su lado.
Saori: ¡Gracias!
Docrates: ¡Ya estoy harto!
Al ver que su propio plan había fallado, Docrates se volvió loco de ira. El grupo había logrado matar a todos sus hombres y liberar a sus rehenes a pesar de todo lo que habían emprendido.
Dejan a Saori con el casco Dorado mientras ella solo mira.
Shun y Himea se unieron al grupo cerca de la arena para no dejarlos solos frente a ese monstruo.
Himea: ¡Estar alertad! –Aviso.
Shun: ¡Ha resistido a todos nuestros ataques!
Seiya: No he conseguido encontrar su punto débil.
Hyoga: ¿Y sus piernas? ¿Has pensado en sus piernas? –Le preguntó– Se dice que son el punto débil de estos hombres parecidos a colosales.
Seiya: Puede ser. –Lo tomó como una posibilidad.
Hyoga Deja que vaya yo, soy el que tiene mayores posibilidades de neutralizarlo.
Seiya: ¿Acaso conoces alguna técnica secreta? –Preguntó, recibiendo una respuesta afirmativa del rubio al mover la cabeza.
Hyoga: «Maestro, voy a tener la ocasión de poner en practica todo lo que usted me enseñó.» –Cerró los ojos al recordar una ocasión.
《Flash Back》
Hyoga estaba en Siberia, donde caía una tormenta, pero eso no impedía tener una lección de su maestro, Crystal.
Crystal: Hyoga, ahora que has aprendido a dominar el Polvo de Diamante, voy a enseñarte otra técnica. Estate atento, porque es un arma que puede salvarte o destruirte. Y que solo que debes usar en caso de extrema gravedad.
Hyoga asiente.
Crystal: Es el arma ideal frente a un adversario grandes, con la que le paralizaras las piernas. Aunque su efecto sea solo momentáneo, y la energía y concentración que deberás emplear harán de ti si fracasas, una presa fácil. ¡Abre bien los ojos! –Le avisó al tener como demostración a un oso polar grande.
Se dirigió hacia abajo, pone ambas manos en las patas delanteras cuando iba a atacarlo y el hielo comenzó a formarse para dejar indefenso al oso por más tanto que luchara en liberarse. Eso sorprendió a Hyoga.
Crystal: ¡Recuerda! Solo dispones unos cuantos segundos, sino tendrás una muerte segura. Sobre todo si la empleas en un lugar que no tenga nieve o frío.
Hyoga vuelve a asentir por la condición.
Crystal: Aunque la parálisis solo es temporal, el efecto secundario es psicológicamente reversible. Tomaras ventaja de tu adversario. Recuerda que solo podrás usarla un momento.
Ahora le toca a Hyoga hacerlo con el oso, pero cuando se lanzó al animal, éste le dio un zarpazo y cae a unos pasos el muchacho, cuando estaba cerca de sus patas, volvió a ser herido, una y otra vez con buscar una entrada para hacer la técnica, pero no estaba dispuesto a rendirse.
Cuando estaba el oso en cuatro, Hyoga aprovechó esa oportunidad para inmovilizarlo y, esta vez lo logró.
Su maestro se le acerca y pone una de sus manos sobre su hombro.
《End Flash Back》
Docrates: ¡Heracles Mōshū Ken!
Hyoga se prepara para que la técnica de su maestro Crystal sea de utilidad, Docrates no dudó en contraatacar, sin embargo, nieve comenzó a caer.
Docrates: ¿Qué es eso?
Seiya: Está utilizando el Polvo de Diamante. No sé si será suficiente contra este monstruo. –Dijo al ver la acción de Hyoga.
Hyoga: ¡Polvo de Diamante! –No apuntó a Docrates, sino al suelo que lo rodeaba.
Docrates: ¡Ah! ¿Qué es esto? –Dijo, tomándolo por sorpresa.
Vio que el suelo se convierta en hielo y que se extendía al piso.
Hyoga: «¡Vamos! ¡Es ahora o nunca!» –Pensó, arrojándose sobre él.
Docrates vio que su adversario lo iba a atacar por la cabeza e intento atacarlo, pero fue un engaño. Hyoga se deslizo por el piso congelado y agarró sus piernas, haciendo que el hielo se expanda y las congeló, bajo los ojos desconcertados del grupo. Él Furioso por haber quedado atrapado, Docrates comenzó a golpear a Hyoga con sus inmensos brazos.
Hyoga se debilitó cada vez más a medida que el grupo miraba impotente sin saber qué hacer.
Seiya: ¡Hyoga!
Hyoga no le respondió, aguantando los golpes que le estaba dando.
《Flash Back》
Crystal: Recuerda, que solo dispones de unos pocos segundos, sino tendrás una muerte segura. Más tiempo, supondría una muerte segura. La energía y concentración que deberás emplear harán de ti una presa fácil. Debes hacerlo muy bien, Hyoga. Aunque si triunfas, psicológicamente habrás cobrado ventaja sobre tu adversario. Habrás cobrado ventaja sobre tu adversario... –Eso último rondo varias veces por su cabeza.
《End Flash Back》
Finalmente las piernas de Docrates estaban cubiertas de hielo, las manos de Hyoga estaban pegadas a éstas. Incluso logró levantarlo con todas sus fuerzas, gracias al hielo que siempre había sido uno con él.
Hyoga: Seiya, ¡ahora! ¡Ataquen! –Les indicó.
Seiya: ¡Pegasus Ryusei Ken!
Himea: ¡Dai Funka!
Shun: ¡Nebula Chain!
Dócrates trato de desviar los ataques, pero fue inútil y al final cae al piso, trata de reincorporarse, pero no tuvo éxito. Dio un último suspiro de ira y se desplomó muerto; un hilo de sangre fluyó de sus labios. Hubo un momento de silencio.
Hyoga: ¿Lo habrán conseguido Shiryu y Lucy-san?
~
Valle de la Muerte. Era de noche. Parecía aún más mórbido que a plena luz del día porque toda su superficie rocosa se sentía demasiado en el cuerpo para que pudieran prestar atención a la nieve en el área. Shiryu, Lucy y Kiki corrían lo más rápido que podían. Sin embargo, un helicóptero había llegado antes que ellos. Toman la Cloth Dorada, el helicóptero ascendió de la roca en forma de león y se fue volando ante sus ojos indefensos.
Shiryu: Demasiado tarde...
Kiki: Se llevan la Cloth Dorada.
Lucy: Hemos fracasado.
Shiryu: Si al menos tuviéramos el casco... –Dijo sin dejar de mirar a donde estaba el helicóptero para después perderse de vista.
~
Rubius: [Ojou-sama. Vayamos ahora mismo al Valle de la Muerte.]
Himea: ¿Y qué conseguiríamos? El Valle de la Muerte está muy lejos. Y tú lo sabes. Para cuando lleguemos allí, habrá sido demasiado tarde.
Todos se miraron el uno al otro. Todos sabían que, aunque a veces eran incompletas las premoniciones de Himea, a menudo les mostraban detalles que las hacían muy reales. Y en lo que respecta a la distancia entre Japón y el Valle de la Muerte, tenía razón. Solo tendrían tiempo para llegar hasta Shiryu, Lucy y Kiki y verlos regresar con las manos vacías y, sobre todo, tristes. Sí, habían logrado recuperar el Casco Dorado. Sí, Saori y Himea estaban a salvo. Pero todo eso fue realmente injusto.
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