Capítulo 21: El ataque a la Fundación
Narrador: Ikki, el Caballero del Fénix, ha sido finalmente derrotado por Seiya.
Por fin nuestros amigos, conocen el verdadero motivo del odio que invadía a Ikki.
Su estancia en la Isla de la Reina de la Muerte; cuando creían que la batalla había terminado, los Caballeros del Zodiaco son atacados por unas fuerzas demoníacas, que les consigue arrebatar la Cloth Dorada.
Todo está perdido, hasta que Ikki, en un alarde de valor, derrota al temible Docrates.
~
Durante el viaje en helicóptero, una serie de imágenes pasaron por la cabeza de Himea, lidiando varias guerras, lo cual estaba pasando en varias partes mundo.
Himea-Selene ve dolorosamente, como niños y mujeres trataban de huir del peligro, mientras los hombres luchaban entre sí.
Un "soldado" ve todo a través de una ventana, luego gira, ve una grupo de personas muertas y él se ríe –Todos los planes están cumpliendo exclusamente. La guerra se extiende por todas partes. Apenas queda nada en pie. Pronto alcanzaremos el éxito.
En otra parte, un barco de carga explota y tres "soldados" saltan del barco en llamas exclamando:
–¡Larga vida al Patriarca Arles!
Otro soldado veía todo, a través de unos binoculares –¡Arded! ¡Arded! –Dijo sonriente– «El dominio del Imperio Jymalian toca a su fin... Y el imperio Amelian seguirá el mismo camino. Todo marcha como el Patriarca había planeado.» –Pensó.
~
Himea se sobresalta al ver esas imágenes, Shiryu y Hyoga lo observan muy extrañados.
Hyoga: Hime-nee, ¿te encuentras bien?
Himea no dice nada y solo se encoge en su asiento, estrujando su labio en una línea, debatiéndose entre contarles o no lo que vio. Pero al final, solo se queda callado, preocupado aún más al Dragón y el Cisne la mirarla.
Himea: No pasó nada. –Soltó finalmente, y prefiero perderse en sus pensamientos.
~
En el Santuario estaba ocurriendo matanzas a los que se atrevían a revelar contra el patriarca, castigándolos haciendo ejercicios muy forzados, hasta escalar un muro con una bola con cadena que les hacía tener más peso, sostenida en su cintura; más abajo había una cama de púas que les esperaba a quienes no lograban subirla y tenían una muerte trágica, luego depositaban los cuerpos en un abismo, junto con otros.
En el coliseo, estaba ocurriendo una pelea, entre dos caballeros femeninos: Shaina de Némesis y Marin de Águila.
Shaina: Te comportas cobardemente.
Marin: ¡Shaina, esto es solo un entrenamiento! –Le recordó.
Shaina: No me hagas reír. Únicamente me interesan las peleas de verdad, nada de estúpidos entrenamientos.
Ambas se pusieron en posición de guardia.
Shaina: Ya te he perdonado la vida lo suficiente. Adiós. ¡Phantom Arrow! –Pateó a la Caballero de Águila innumerables veces, hasta que esta no puede levantarse, deslizándose en el piso y la sangre comenzó a brotar, algunos soldados se sorprendieron de lo que hizo.
–¡Qué horror! –Dice un soldado– Pobre muchacha. Esto no lo hubiera consentido nunca el viejo maestro. Era tan generoso, que todo el mundo era bien recibido en su casa.
–Y ahora el nuevo maestro solo recibe bandido. –Dijo otro.
~
En el templo del Patriarca, el Gran Patriarca fue servido por sirvientas del Santuario. Además de ser un tirano, cruel, beber vino era uno de sus pasatiempos favoritos. Bebió con delicadeza, muy lentamente aprovechando cada sabor tan pronto como encontró la oportunidad de ahogarse en la bebida. Pero ese día, tembló con ira contenida. Estaba tratando de no enojarse pero estaba teniendo muchos problemas. Había sufrido un triste fracaso, pero trató de no mostrarlo para causar una buena impresión frente a sus sirvientas. Por desgracia, la ira finalmente se hace cargo de la razón.
–¿Tienes noticias alguna noticia que darme? Jefe Gigas. –Preguntó el hombre de pelo gris, pero su subordinado no dijo nada– ¡Dime! ¡Habla! –Le ordenó.
Gigas: No sé nada, maestro.
–¡Eres un inútil! Vete. –Gritó, arrojando su copa al suelo.
Gigas: Sí... Sí, maestro. –Obedeció.
~
Fuera de la vista de Gigas, un Caballero viene llamándolo.
–¡Mi señor!
Gigas: ¿Qué pasa? ¿Traes alguna noticia de Docrates? –Le preguntó.
–No, mi señor. –Contestó el Caballero.
Gigas: ¿Crees que nuestro maestro se va a alegrar con eso? Encuentra a Docrates, este donde este. Y dile que no se moleste en volver sin el casco de la Cloth Dorada y el cadáver de osa aclamar ser Selene. ¡Cumple mis órdenes inmediatamente! –Ordenó.
–¡Sí, señor! –El Caballero salió corriendo.
~
En la arena, Shaina tenía la ventaja y golpeaba más y más a Marin, entonces unos soldados agarran a la medio consciente Caballero de Águila.
–¡Vamos! No es el momento de dormir, preciosa. –Dijo uno de ellos mientras la sostenían y Némesis siguió golpeando su estómago, brotándole sangre al cuello a Marin.
–¡Ya está bien! –Los otros soldados se sorprendieron a ver llegar a un hombre joven de cabello castaño medio y con la vestimenta de un Caballero en entrenamiento. Tenía el cuerpo y los músculos de un hombre que había sufrido múltiples peleas. Miró a Shaina severamente como si fuera a castigarla por su comportamiento indescriptible.
Shaina se detiene –¿Qué te pasa, Aioria? ¿Defiendes a los cobardes? –Le dijo con voz burlona, arrojando a Marin a Aioria como si fuera una bolsa de papas.
Aioria: Cállate. –Dice con voz severa– Sabes muy bien que Marin es al menos tan valiente como tú. Lo que te molesta de ella es que una vez te humilló. –Comentó, al tener a Marin en sus brazos y mirando a Shaina, esta se irritó al recordar sobre Seiya- No puedes olvidar como Seiya derrotó a tu protegido Cassios.
Shaina: Tienes la lengua muy afilada. –Exclamó indignada y humillada frente a la multitud– Ustedes, vengan. -Se voltea y se fueron.
Cuando Shaina y sus hombres se alejaron, la multitud abandonó las gradas de las arenas.
Aioria: Marin, ¿cómo estás?
Marin: Bien. Te lo agradezco. Aunque lo que has hecho puede enojar al maestro.
Aioria: Qué el diablo se lleve al tirano y a todos sus secuaces.
Marin: «Seiya... Nuestro buen maestro murió, poco tiempo después de tu partida. Y su cruel hermano tomo su lugar. Ha hecho tanto mal, que ya no reconocerías al Santuario sagrado.» –Pensó en su alumno, en dondequiera que esté.
~
Cuando regresaron a Tokio y fueron a la mansión Kido, ya era de noche. Y aun se podía ver que seguía nevando.
Al entrar, Tatsumi y Saori sabían que Ace era Himea, Saori lloraba de alegría de volver a verla mientras la abrazaba, pero algo incómoda de su afecto, ya que era poco expresiva a como la recordaban en el pasado. Tatsumi estaba tan avergonzado de haberla tratado muy mal, pero ella no le dio mucha importancia a ese asunto y lo dejo por la paz.
Tatsumi: ¡¿Solo han traído un fragmento de la Cloth?! ¡Os lleváis cinco y regresáis con una, vaya negocio! ¿Qué tienes que decir Shiryu? –Mira a Shun– ¿Y tú Shun? ¡Sois una pandilla de inútiles! Y no me olvido de ti, Seiya. ¡Son unos miserables! –Se acerca a Hyoga– ¡Tú también Hyoga! ¿Y ustedes no tienen nada que decir?
De vuelta en la Mansión Kido, el ambiente era sombrío. Todo se le había explicado a Saori después de un largo y pesado silencio. Desde que se dio cuenta de todo el asunto, Tatsumi no pudo evitar insultar al azar a los Caballeros del Zodiaco sin parecer saber realmente lo que estaba diciendo solo para enojarse.
Saori se para de su asiento –Tatsumi, te ordenó que te calles. –Ordenó autoritariamente
Tatsumi: Señorita, son unos vagos... –Tartamudeó, perdiendo toda su confianza al verla.
Saori: Si no te callas inmediatamente, puedes hacer tus maletas y abandonar la Fundación.
Sorprendido por el comportamiento de Saori, pero sobre todo muy preocupado por la sanción de que su ama podría someterlo si se enojaba con el grupo, Tatsumi solo podía inclinar la cabeza.
Tatsumi: Sí... –Murmuró cortésmente– Habéis tenido suerte. –Agrega entre dientes apretados girando su cabeza hacia los Caballeros del Zodiaco.
Él cerró la puerta de golpe con furia, pero todos permanecieron indiferentes estando demasiado concentrados en lo que había sucedido antes de su regreso.
Saori: Estamos todos un poco nerviosos, les ruego que le perdonen. –Les dijo, ya que tenían la mirada en el suelo.
Seiya: Tiene razón.
Saori: ¿Cómo? –Mira a Seiya.
Seiya: Hemos fracasado. Tenemos la culpa de que a estas alturas solo una parte de la Cloth sea nuestra. –Dijo cabizbajo.
Himea se acerca a Seiya, se sienta a su lado, toma su rostro con ambas manos, haciendo que le vea fijamente para luego tomar su cuello y abrazarlo, para animarle un poco.
Los chicos y Saori miran este gesto, conmovidos por animar a su amigo. Ya que su trato es de hermanos, ella siendo la mayor cuando la situación lo amerita.
Seiya: ¿Hi-Himea-chan? –Le llama extrañado por su comportamiento.
Himea: A veces se gana y a veces se pierde. Debéis aprender que no todo se planea como uno quiere. Tomar esta lección para mejorar en el futuro. –Dijo animándolo.
Seiya: Sí, gracias. –Dijo para después soltarle.
Himea: Y eso va para todos vosotros.
Saori: Todavía no estamos perdidos. –Los chicos la miran– Mientras tengamos el casco, la Cloth no está completa. Es inofensiva. –Mira hacia la ventana, mientras nevaba– Pero estoy segura de que nuestros enemigos harán lo posible para robarlo.
Hyoga: ¿Nuestros enemigos? Quisiera saber quiénes son ellos. –Comentó.
Shiryu: ¿Sospechas de alguien, Saori-san? –Le preguntó.
Saori: Desgraciadamente, no.
Shiryu: ¿Y tú, Himea-nee?
Himea: No lo sé.
Seiya se acerca a Saori mirando su reflejo –¿Tu abuelo o tus padres no les advirtió nada de ellos? –Le pregunto a las dos chicas.
Saori cerró sus ojos –No. Solamente me dijo que era posible que un día las fuerzas maléficas desencadenarían una gran guerra.
Himea: Mis padres sólo me dijeron que si debía luchar, debía entrenar para ser un Caballero y proteger al mundo de las fuerzas del mal.
Los otros solo escuchaban y se pusieron serios.
Shiryu: ¿Entonces por qué bajo un seudónimo?
Himea: Para hacerme de cebo para el enemigo.
Seiya: ¿Te hiciste de cebo para el enemigo?
Himea: A pesar de que era peligroso, debía hacerlo. Después de que ustedes fueran enviados a distintos puntos del mundo para comenzar su entrenamiento, yo también embargue a mi entrenamiento. Y así fue como obtuve la Cloth. Para protegerlos a ustedes y al mundo del verdadero enemigo que iba detrás de mí, desde que tenía 5 años. Pero cómo no sabía quién controlaba los hilos. Me puse un seudónimo y me comunicaba a través de Rubius para ocultar mi voz hasta el día que intervino Ikki-nii.
Seiya: ¿Y fue por eso que siempre eras estricta con nosotros? –Pregunto recordando todos los momentos que los entrenaba.
Himea: Sí. En todas mis peleas, era consciente de que no podría sola. Es por eso que debía entrenarlos y hacerlos más fuertes para que os enfrentarais y superáis las duras pruebas que os aguardaba en lo largo de esta guerra. Y lo habéis hecho, pero eso no es suficiente. También debéis recordar que en cada batalla, os enfrentareis a adversarios más poderosos que nosotros e intentarán pisotear nuestras creencias, lazos y amistad. Vuestra batalla contra los Caballeros Negros fue prueba de ellos. Y ustedes la habéis pasado, pero aun gran precio. –Dijo, recordando el sacrificio de Ikki.
Shiryu: ¿Qué creen que debemos hacer? –Preguntó.
Saori: –Se voltea a ellos– Lo primero es averiguar quiénes son nuestros enemigos y quiénes robaron la Cloth.
Seiya: Pero es más complicado si no hay pistas.
Hyoga: Recuerda las extrañas palabras que nos dijo Ikki. –Agregó.
《Flash Back》
Ikki: No crean que la batalla haya terminado. Yo soy simplemente un peón.
《End Flash Back》
Shun: La clave de todo está en el Santuario. –Llamó la atención lo que dijo.
Seiya: ¿Estás seguro?
Saori: Aprovecharemos nuestra red de información para saber si está ocurriendo algo raro, Caballeros. –Les informó.
Hyoga: Lo que no entiendo es por qué razón quieren apoderar de la Cloth Dorada.
Tatsumi: ¿Quién eres tú? –Sus gritos, hace que todos se pongan alerta– ¡No! ¡Detente! ¡Socorro! ¡Ayuda!
Seiya: Shun, vigila el casco Dorado. Hyoga y yo iremos a ver qué está ocurriendo.
Los dos salen corriendo del estudio y bajamos al salón.
El espectáculo que se reveló a los Caballeros del Zodiaco fue de lo más sorprendente. No era un enemigo el que se divertía atormentando a Tatsumi, era Kiki, quién usó sus poderes telequinéticos para hacer flotar a Tatsumi en el aire, lo que lo aterrorizó. A su lado se encontraban dos personas más.
Kiki: Vamos, se dice por favor.
Seiya se río a carcajadas mientras Shun y Himea se rieron de manera particular, tranquila y discreta, pero más como una nota musical que como una risa. Incluso Hyoga, generalmente frío, comenzó a sonreír frente tal escena.
Seiya: Miren quién está aquí. –Dijo, aun riéndose.
Shiryu: Ya es suficiente. Ya está bien de juegos. –Dijo con una voz dura.
Kiki: Ah, es culpa suya. Se me ha quedado viendo raro, solo porque soy un duende.
Seiya: No le vendrá mal una lección. –Dijo burlonamente.
Saori salió de su escondite, no podía escuchar ningún ruido de golpe, así que quería ver si todo estaba bien y al ver la escena, se río.
Shiryu: He dicho que está bien. –Le dice severamente.
Kiki: Si tú lo dices... –Obedece y lo suelta.
Cuando Kiki detuvo su hechizo, Tatsumi cayó al suelo duramente, gritando ante los ojos del grupo.
Saori: Tatsumi, siempre tienes que hacerte notar.
Tatsumi: No fue culpa mía, Srta. –Dijo en el suelo, sonrojado de vergüenza.
Los otros se ríen de esto.
–Lo siento. Trate de detenerlo. –Dijo algo avergonzado.
Himea al escuchar su voz, ve a Kai y Rubius a su lado y se alegra de verlos.
Himea: ¡Kai! –Salta del mango de la escalera, va hacia ellos y lo abraza– Ya empezaba a extrañaos.
Kai: Nosotros también, Srta. –Dijo, devolviéndole el abrazo. Luego la suelta, voltea a los demás y se inclina levemente– Agradezco que hayan cuidado de la Srta. –Dijo mientras Himea acariciaba y jugaba con Rubius.
Saori: En realidad, es al revés, Kai-san. Pero igual, gracias de cuidar de nosotros. –Dijo modesta.
Seiya se va con su Pandora donde está la Cloth –Bueno... Hasta mañana. Espero que esta noche no hagas de las tuyas. –Le dijo a Kiki.
Kiki le golpea ligeramente en el estómago –No te preocupes, soy un chico muy maduro.
Todos se volvieron a reír de nuevo.
Seiya: Sí, ya lo veo. Bueno, buenas noches. –Les deseo a los otros.
Shiryu/Himea/Hyoga: Buenas noches.
Shun: Buenas noches, Seiya.
Kai: Qué descanse, joven Seiya.
Seiya se fue, yendo a su departamento donde se quedaba.
Kai: Ojou-sama. –Le llama.
Himea: Lo sé. Es hora de irnos. Qué tengáis dulces sueños. –Dijo cortésmente, despidiéndose de ellos.
Himea y compañía se van a casa, la mirada rosa de Himea lucía perdida en algún punto indefinido de la nieve, alza la mano para tocarla y esta cae en su mano, derritiéndose por el calor de su mano.
Himea: «Primero mis padres... Y ahora tú, Ikki-nii... ¿Cuántos más deben sufrir para ganar esta guerra...?» –Pensó recordando su pasado.
《Flash Back》
Eran los tristes momentos en los que un ser querido está por partir hacia su descanso eterno, hacia la otra vida y a aquella persona recostada en su cama, rodeada de su hija Kurusugawa Himea y Rubius, quienes acompañaban al hombre para despedirlo en su viaje hacia el Paraíso.
Himea, envuelta en lágrimas, no soltaba la mano de su abuelo por ningún momento.
Himea: Papá... ¡¡Papá!! –Decía la pequeña niña al hombre, quien a pesar de estar débil, aún conservaba un poco de fuerza para poder decirle toda la verdad a la chica.
Taito: Todo estará bien... Himea... –Pedía con aquel tono paternal a la niña que lloraba y le contaba toda la verdad– Porque tú eres Selene... Muy pronto... Guerreros con gran poder se reunirán junto con Atenea. Y acompañada por ellos... Pelearas contra el mal que azota este mundo... –Le daba aquellos ánimos para la moral caída de la chica, mientras acariciaba, por última vez, sus largos cabellos.
Himea: ¿Yo...? ¿Pelear... contra la maldad...?
Taito: No temas... –Dijo posando su mano en su mejilla húmeda por las lágrimas– Nuestra última voluntad es que seas fuerte ante las adversidades que te aguardan en el... futuro... –Con eso último, las fuerzas se les escaparon y cierra sus ojos para morir en paz, sabiendo que la deja en buenas manos.
Himea: ¡Papá! –Le llama pero no le responde– ¿Papá? –Lo sacude y no se movía, haciendo que se diera cuenta que ya había muerto– ¡¡¡NOOOOO!!! –Grito por la pérdida de su padre para después llorar bajo las sabanas.
–Hima... –Le llamó una voz dulce pero fuerte. Al no obtener respuesta, se dirige hacia ella y toma su cabeza.
Himea: Sé que los muertos no regresarán, pero al menos déjame ser Kurusugawa Himea antes de convertirme en la defensora de la Tierra. –Dijo sin voltearse a verla, pero sabía quién era al sentir su Cosmos.
–Hima... ¿Qué dijo, Taito-sensei?
Himea levanta la cabeza, se limpia el resto de lágrimas que le quedaban en el rostro y se endereza del suelo –Que soy la líder de los humanos... Selene. –Dijo serena.
–«¿¡Selene...!?» –Exclamó, sorprendida ante tal revelación– «¡¡Hima es la reencarnación de Selene...!! Pero parece muy calmada ante esa revelación. Es como si ella ya lo sospechaba...»
Himea: Lucy-chan. –Llama a una niña de nombre: Lucy– Estoy a punto de revelarte algo muy importante para mí. ¿Puedo confiar en ti? –Le pregunto seria.
Lucy: Sí.
Himea: Supongo... que es complicado que me creas. Pero yo ya sabía que era la reencarnación de Selene, ya que de vez en cuando ella se manifestaba en mí para predecir los acontecimientos más importantes del mundo. Y uno de ellos era la muerte de mis padres. Y mi caza como la "falsa" Selene. –Relato.
Lucy: ¿Pero quién la está cazando?
Himea: Posiblemente el Santuario, dirigido por su malévolo líder usurpador del poder. –Teorizó– Pero no estoy muy segura del todo, pero es probable de cuando hallamos completado el entrenamiento de Caballero, es posible que yo desaparezca del mapa para mantenerme a salvó hasta que ellos comentan un error y sepa quién es el que maneja los hilos en esta guerra.
Al escucharla, Lucy le ve horrorizada y preocupada por su amiga.
Himea: Es por eso que debes completar el entrenamiento de Caballero en otra parte. No debes preocuparte por eso. Kai-san lo tiene todo preparado. Partirás mañana al amanecer.
Lucy: Pero... –Dijo triste de no volver a verla.
Himea: Descuida, será solo hasta que completes el entrenamiento de Caballero. –Dijo poniendo su mano en su hombro haciendo que Yuri se entristezca de su decisión– ¡Entiéndelo! –Aprieta su agarre– Es necesario que nos hagamos fuertes y más si seremos Caballeros al servicio de la Tierra y de las diosas Atenea y Selene. Prometo que volveré por ti y mi familia.
《End Flash Back》
Himea: «Lucy-chan... Finalmente cumpliremos esa promesa.» –Pensó antes de retirarse a su mansión.
~
Saori estaba en el planetario, con su vestido blanco, sin mangas y con el casco en sus manos, viendo las estrellas.
Saori: Abuelo, te lo suplico... Explícame por qué quieren poseer la Cloth Dorada y por qué Himea-chan decidió hacer una locura como esa. –Dijo sin dejar de mirar hacia arriba– «Estoy perdiendo el tiempo. No me va a contestar.» –Se encamina a la salida, pero de pronto siente que la presencia de su abuelo está ahí, entonces voltea– ¿Eres tú, abuelo?
El hombre asiente.
Mitsumasa: Debes conocer el secreto que oculta la Cloth Dorada. En cuanto, a Kurusugawa-san, ella lo decidió así al saber su verdadero origen.
Saori: ¿Origen? No entiendo. ¿De qué origen me hablas? –Pregunto confundida, ya sin entender nada.
Mitsumasa: Uno que muy pronto tú también sabrás. –Le explicó– Muchos hombres, a través de la historia han intentado convertirse en los dueños del mundo, solo contaban con el afán de poder sin importarles el precio. En toda época, en todo lugar. La derrota de Napoleón. El hundimiento de la flota japonesa. Y la caída del Imperio Romano. Cuanto mal hubieran hecho estos tiranos, si detrás de ellos, no hubieran existido unos Caballeros del Zodiaco. Siempre dispuestos a vestir la Cloth Dorada. Capaces de sacrificar sus vidas en la defensa de la libertad, justicia y el honor.
Saori: Entonces tanta gente está deseando la Cloth, ¿es por qué la humanidad está en grave peligro?
Mitsumasa: En efecto. Y por eso he reclutado a tus amigos para que sean tus Caballeros de los tiempos modernos. Y sus misiones serán la de dirigirlos. Ten mucha paciencia, hija mía. –Dijo desapareciendo.
Saori: ¡Espera! –Dijo mientras derramaba lágrimas.
Mitsumasa: ¡La humanidad los necesita!
~
Una silueta apareció en frente de la mansión Kurusugawa.
–«Por fin la encontré.» –Pensó aquella figura.
Himea dormía plácidamente, hasta que un Cosmos la despertó repentinamente y descubre que Rubius estaba a su lado.
Rubius: [Ojou-sama, ¿está bien?] –Preguntó preocupado por la albina.
Himea: Sí. Estoy bien. –Asintió con la cabeza para ocultar su temor.
Himea se levanta y no se da cuenta de que solo tenía una camisa larga. La habitación es moderna a como la recordaba de bebé.
La habitación fue preparada para ella cuando regresara a la Mansión Kurusugawa. La habitación contaba con una gran cama King-size, un enorme espejo de cuerpo completo, un enorme closet de madera que resguardaba toda su ropa actualizada, estándares en los que se apilaron varios libros de astronomía, constelaciones y de leyendas del pasado. Camina hacia la ventana francesa de la habitación con vista al gran jardín verde de los Kurusugawa y miro la blanca nieve. Algo estaba por suceder, su mano estaba en la ventana y luego siento los brazos de Rubius a su alrededor. La abraza por la espalda.
Rubius: Lo siento. –Dijo, abrazándola mucho más fuerte.
Himea: ¿Por qué te disculpas?
Rubius: Por hacerte despertar. Si no hubiera vuelto a su vida, usted tendría una vida diferente. Aunque no lo recuerde y es por eso que sufre mucho por recordar a Takuma-sama... Pero, yo... Cuando más la necesitaba... No pude hacer nada por usted.
Himea: ¿Pero qué estás diciendo? Si tú siempre me has protegido y más ahora...
Rubius: ¡Eso no es cierto! –Exclamó derramando una lágrima– Usted finge estar bien, cuando en realidad no es así. Usted es la diosa más bondadosa que he protegido. Usted no distingue del bien y mal de las personas, solo las protege. Ojou-sama, yo... ¡No puedo salvarla del don maligno de Ker-sama!
Pudo ver que estaba triste y derramando lágrimas, así que se dio la vuelta y le toco la cara.
Himea: Tú volviste a por mí... –Le mira y solo le sonrío– Y eso es más que suficiente para mí. Así que, ya no llores más por mí, porque sino, yo también lloraré por tu dolor. ¿Lo recuerdas? Cuando alguien sufre, yo también sufro, si alguien llora, yo lloró también.
~
Seiya se encontraba recargado en su cama, con los brazos sobre su cabeza, mirando hacia arriba.
Seiya: «¿Cómo ira a terminar todo esto?» –Pensó.
~
Shun se encontraba en su habitación, sentado.
Shun: «Hermano, no voy a defraudarte. Te lo prometo.» –Pensó.
~
Shiryu miraba por la ventana en otro cuarto.
Shiryu: «Sin los Caballeros del Zodiaco, yo no sería nada. Seiya me salvó la vida. En reconocimiento a su valor, encontraré la Cloth Dorada.» –Pensó.
~
Hyoga se encontraba haciendo lagartijas.
Hyoga: «Madre, estoy deseando verte. Te echo mucho menos.»
~
Saori se encontraba en la sala de control de la Fundación, que se encontraba al lado del comedor, en el segundo piso.
Saori: Quiero una relación de todos los hechos extraños que hayan pasado en los últimos años... –Ordenó.
~
Himea se encontraba sentada en su balcón mientras veía la nieve caer. Para ella no le afectaba el frío del invierno, ya que a veces jugaba con esta con su Cosmos.
Voltea la mirada y ve a Rubius dormido, encima de su cama, ya más tranquilo.
Himea: «Rubius... Perdóname por no haberme dado cuenta de tu dolor.» –Pensó triste por su amigo, luego ve su flauta que sostiene en una de sus manos.
Acerca la flauta a los labios. Luego tocó una pequeña melodía. El sonido de la flauta llenó el aire.
Himea detuvo su flauta, sintiendo que alguien estaba ahí, no volteó a ver quién era con sentir esa presencia, aunque ella se encontraba en calma cuando un puño se dirigió a ella, el cual bloqueada con su flauta.
Himea: Deja de jugar. Y habla. –Dijo autoritaria.
–Sigues siendo tan perspicaz, como siempre.
La princesa voltea y ahí estaba una mujer con el pelo atado de color anaranjado rojizo con dos mechones largos sobre ambos hombros y un flequillo, tez morena clara, con una máscara cubriendo su rostro; su armadura de Pyxis consistía en: la protección de los brazos le llegaban hacia los codos con unos guantes sin dedos, unas hombreras triples, un pectoral, que cubre los senos, dejándose ver el cuello, donde se aprecia ver un collar y una diadema-corona. Por último, una faja que lleva a un lado una capa de tela.
Himea: ¿Tuviste problemas para llegar hasta aquí? –Pregunto al darse la media vuelta para dar frente a su amiga.
–No. Ya sabes. Con el alboroto de la Cloth Dorada, ni notaron que me escape.
Himea: ¿Qué tal todo halla, Lucy-chan?
Lucy: No sé por dónde empezar... Todo es un caos desde la muerte de Shion-sama.
Himea: Era de esperarse. Entonces mis sospechosas eran ciertas. Alguien se está pasando por el Kyoko, ¿pero quién?
~
En alguna parte de las montañas, estaba cayendo una tormenta de nieve, pero en eso salieron unos Caballeros de la nieve que los estaba enterrando.
–¿Has encontrado algo? –Preguntó uno a los demás.
–No. –Respondió otro.
–¡Docrates-sama! ¿Dónde está? –Dice el primero, buscando con la mirada al Caballero de gran altura y en unos pocos metros adelante de los tres, algo se movió saliendo de la nieve.
–Ahí está. –Exclamó el tercero de ellos al ver un brazo salir y después el resto de Docrates.
Docrates: Por fin. Fénix, donde te encuentres, lamentaras haberme conocido. –Le dijo a Ikki, quién yacía muerto en alguna parte– Tenemos mucho que hacer. Hay que completar la Cloth Dorada, antes de que esos idiotas del Santuario se impacienten.
Docrates y sus hombres caminaron en la tormenta.
~
Era otra mañana y en el orfanato, todos los niños estaban desayunando.
Makoto: Miho, ¿cuándo volveremos a ver a Seiya? –Dijo al comer lo que tenía en su plato, pero de pronto se escuchó una voz que casi hizo que el niño se ahogara.
Seiya: ¡Aquí estoy!
Miho se levantó de su asiento y los otros niños vieron que era él, con una canasta en uno de sus brazos.
Seiya: Hola. –Se acerca a Miho– Esto es para ti. –Le da la canasta de frutas.
Miho: Gracias. Los niños estaban preocupados por ti. –Comentó sonriente.
Makoto: Mentirosa, tú sí que estabas preocupada.
Eso hizo que ella detuviera su paso y se sonrojara, y Seiya se ríe.
Seiya: Estoy muy contento. Me alegra mucho estar aquí. –Sonrío y los tres niños se acercaron a él y una niña se acercó, frunciendo el ceño y le pateó en la pierna al muchacho, riéndose los demás de aquella escena.
~
A la mañana siguiente, Shun se encontraba corriendo en frente de la mansión Kido y después de eso, se dio una ducha; Shiryu dormía a lado de Kiki en su habitación, abrió sus ojos y miró la ventana por la esquina de sus ojos; Hyoga estaba en uno de los balcones, estirándose.
~
En la mansión Kurusugawa, Himea se levantó al amanecer, se dirige al balcón y miro todo cubierto por la nieve. El sol brillaba con toda su fuerza extendida como rubíes transparentes en la nieve. Era tan bonita que la hizo sonreír.
Camina al baño y se va a bañar. Luego sale, se puso su ropa habitual, ella y Rubius comenzan a salir de su habitación. Sin embargo, antes de hacerlo, Himea se detuvo en su tocador y miró una foto encima.
La foto era de tres personas, una de veinticinco años, otra de treinta y dos, y la última de cinco. La mujer mayor tenía el cabello largo de color rojo, llevaba una camisa sin hombros de manga larga con franjas horizontales en azul y blanco, un pantalón jean ajustado azul. De accesorios lleva unos pendientes con formas geométricas de colores, un anillo de matrimonio en su mano izquierda y también se aprecian sus uñas pintadas de rojo, el hombre tenía el cabello corto de color negro, llevaba una camisa blanca con un chaleco azul oscuro sobre él y un pantalón blanco y la niña tenía el pelo corto por encima de los hombros de color blanco y llevaba un vestido blanco que al final de las mangas los bordes son morados con botones dorados y un chaleco negro con una corbata morada y unas botas negras de alta calidad. Los tres estaban sonriendo felices.
Himea: Os prometí seguir siendo fuerte y prometo seguir siéndolo. –Sonrío tristemente ante la foto, las lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos. Al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, sacó un pañuelo de su bolsillo y se limpió los ojos, antes de salir finalmente de su habitación y dirigirse al comedor a desayunar.
En cuanto Lucy se despertó, se baño, se vistió con su ropa de entrenamiento y bajo al comedor. Himea ya estaba ahí sentada.
Lucy: Buenos días, Su Alteza. –La saludo al entrar a la habitación.
Himea: Buenos días, Pyxis-chan. –La saludo, sonriendo.
Lucy se dirigió a la mesa y una de las sirvientas le ayudo con la silla, para que sentará en el comedor y se agradecieron una a la otra con un asentamiento de cabeza.
Kai: Buenos días. El desayuno de hoy es pescado asado con champiñones de otoño. –Dijo mientras traían un carrito con la comida menciona– Un desayuno estilo al japonés. –Dijo mientras una de las jóvenes sirvientas ponía la comida con mucho cuidado frente a ellas y Rubius.
El desayuno es de estilo japonés con arroz cocido, sopa de loto, y pescado frito con hongos.
Himea: Ah, ¿hoy toca estilo japonés?
Kai: Sí, conseguimos encontrar un buen salmón y champiñones, así que...
Himea: Gracias, Kai-san. –Dijo con mucho carisma y aprecio.
Lucy/Himea: Itadakimasu. –Dijeron tomando una porción de la comida con los palillos, se lo llevaron a la boca, masticaron y tragaron inmediatamente.
Después de varios minutos, terminaron de desayunar, dejan los palillos sobre los platos.
Lucy/Himea: Gochisousama deshita. –Agradecen por la comida.
De pronto el suelo comienza a temblar como si fuera un terremoto, Himea utiliza su Cosmos y se queda en shock por unos segundos, al ver de quien se trataba.
Lucy: ¿Su Alteza?
Himea: Docrates ha vuelto. –Dijo en un tono glacial.
Lucy: ¡Andando! –Himea le ve y asciende– ¡Pyxis!
La Pandora Box reaccionó, se abrió para revelar: la Cloth de Pyxis y se desacopla.
La Cloth fue al cuerpo de Lucy y se la puso: Primero la protección de las piernas y pies, a continuación, la protección del torso y la cintura, después la de los brazos y lo último en colocársele fue la diadema-corona.
Himea: ¡Ophiuchus!
El colgante que se ocultaba bajo su remera comenzó a brillar, transformándose en la Pandora Box Dorada de Ophiuchus. La Pandora Box reaccionó, se abrió para revelar: la Cloth de Ophiuchus y se desacopla.
La Cloth fue al cuerpo de Himea y se la puso: Primero la protección de las piernas y pies, a continuación, dos hombreras alargadas como si fueran mangas, el protector del torso es completo y se unifica a la cintura otorgándole dos protectores, en los costados, los brazos se unifica como dos guantes cortos de color dorado, convertidos en muñequeras, al igual que en los protectores de los antebrazos, lo último en colocársele fue una diadema decorativa, y en el centro una pequeña cabecita de una cobra de ojos rojos unida a una máscara que cubre solo sus ojos.
Himea: ¡La Guardián del Triunfo de la Tierra, Saint Ace!
Kai: Tengan cuidado. –Ambas ascienden y salen para llegar a la mansión Kido.
~
Tatsumi: ¡Alertad! ¡Alertad! ¡Nos atacan! –Grita, alertando a todos. Docrates había vuelto.
Docrates: ¡Danos el casco de la Cloth Dorada! Será mejor para ti, que no entre yo a buscarlo.
Shiryu, Hyoga y Shun llaman sus Cloth, se las ponen y salen para proteger el casco.
Hyoga: ¡Adelante!
Docrates Están locos. Déjenos pasar, insectos. O sino, lo destruiremos todo. –Les advirtió, sin retroceder.
Shun: Antes tendrás que vencernos.
Hyoga: Jamás se llevarán el casco. –Agregó.
Docrates se río entre dientes.
~
Tatsumi: Se lo ruego. Debe ponerse a salvo. –Le rogó que fuera a un refugio.
Saori: No los abandonare.
Shiryu se quedó dentro de la casa y buscó a Saori y entra en el cuarto.
Shiryu: No hay tiempo. ¿Dónde está el casco?
Saori: Lo he llevado al Planetario. Ahí no correrá ningún peligro.
Shiryu asciende.
Shiryu: No te muevas de aquí, Saori. –Indicó para reunirse con los demás.
Saori: ¿Y Seiya? –Pregunta en voz alta.
Shiryu: Lo han ido a buscar.
La cara de Saori se ilumina.
~
Kiki buscaba con la mirada a cierto chico castaño oscuro, a pesar del tráfico y por una parte cerca del puerto, lo encontró junto con Miho; entonces se aparece frente a él con sus poderes, lo que hace que Miho se espante al verlo y Seiya termina sosteniéndola en sus brazos.
Seiya: Cálmate, Miho-chan. –Le dice.
Kiki: ¡Seiya, no es momento para andarse con bromas! ¡Están atacando la Fundación!
Seiya: ¿Qué?
~
Los tres Caballeros pelearon con los hombres de Docrates, aunque estos causaron que la mansión este destrozándose en tanto los otros los esquivan.
Docrates había logrado arrancar un árbol y usarlo para destruir las paredes de la Mansión Kido como un medio de intimidación y notaron como levantaba otro árbol.
Docrates: Ya está bien de juego. ¡Tráeme el casco de la Cloth! –Dijo, tirando el árbol. Saltan de allí y aterrizan en la nieve.
Tatsumi: Es un monstruo. –Exclamó, escondido en las sombras– Voy a llamar a la policía.
Shun: ¡Nebula Chain! –Agarra uno de los brazos de Docrates con su cadena.
Docrates: Estúpido. No pensarás en sujetarme con este hilito. –Jala la cadena con su brazo y Shun desplaza por los aires y cae en la nieve.
Hyoga: ¡Shun! –Exclama– ¡Diamond Dust! –Lo ataca, pero no surtió efecto, porque Docrates la detuvo con su mano libre y con una sonrisa malvada.
Docrates: Es una terribilidad en enfrentarse conmigo. –Iba a golpearlo, pero Shiryu se adelanta.
Shiryu: ¡Ahora verás! –Lo patea tres veces y el gigantón cae de espaldas. Aterriza delante de él, poniéndose en guardia en tanto él se levantó– No se rinde.
Hyoga: «Es un monstruo.» –Pensó.
Shun: «No le afectan nuestros golpes. Es increíble.» –Pensó.
Docrates: ¡Heracles Mōshū Ken!
–¡Dai Funka!/¡Arrow Thunderbolt! –Dispara una flecha masiva hecha de energía y carga eléctrica, chocando entre sí los tres ataques, pero se anulan.
Docrates: ¿Quién interrumpe mi ataque?
Shun: Ese ataque...
Shiryu: ¡Es Himea-nee!
Hyoga: Sí, es de ella. ¿Pero de quién era ese otro ataque?
La capa de humo desaparece y se pueden apreciar dos siluetas arriba del techo de la mansión.
Himea: ¡La belleza es la prueba de la justicia! Con un solo guiño, ¡atravesaré vuestro corazón! –Dice guiñando un ojo a través del visor.
Los tres al escuchar a su amiga, la ven junto a alguien más y ambas saltan del techo para aterrizar al suelo, delante de ellos.
Docrates: Pero si son las mismísimas traidora y falsa Selene.
Himea no tenía ningún temor al estar delante de su enemigo mientras Lucy se encontraba delante de ellos, para proteger a Himea.
Lucy: ¿Cómo osas insultarla? Ella...
Saint Ace: Dejarle. –Pone un brazo delante de Lucy, haciendo que guardara silencio– Tiene lavado el cerebro. Solo tengo una pregunta... ¿Qué pensáis conseguir con asesinarme? ¿La destrucción de la Tierra? –Pregunto gélidamente.
Docrates no dice y solo ríe entre dientes y vuelve a lanzar su ataque, Saori escucha un fuerte estruendo, decide no seguir escondiéndose, así que sale.
Ambas chicas vuelven atacar, pero no era suficiente para detenerle y todos se apartaron cuando atacó, pero los alcanzó.
Docrates: ¡Hah! –Se ríe– ¡Ahora ya saben de lo que soy capaz! Únicamente salvaran la vida, si me entregan el casco de la Cloth Dorada. –Les indicó a los caídos Caballeros.
Himea: Eso ni tú mismo te lo crees... –Se levanta a duras penas y se endereza– ...cara de pez. La voluntad de Aioros-san, la de esta Cloth, la de Rubius y la de mis padres... ¡Yo la protegeré! –Dijo decidida.
Docrates: ¿Tú? –La señala con el dedo– ¡No me hagas reír, niña! Hubiera sido mejor que te quedarás en el suelo. Por tu osadía, serás la primera en morir. ¡Heracles Mōshū Ken!
Himea salta al aire y saca de su Cloth varios pétalos de rosas y los lanza, cortando el ataque para después ir hacia él y lanzarle un puñetazo haciendo que retrocediera por el impacto del golpe.
Cae de pie al suelo para luego correr y saltar nuevamente al aire. Gira sobre sí misma, concentrando su Golpe Carmesí en sus piernas y gira en un torbellino de fuego para darle una patada en la cara, pero Docrates la toma del tobillo sin problema, la alza y la lanza al aire, chocando contra un árbol y cae de rodillas en la nieve.
Hyoga/Lucy: ¡Hime-nee!/¡Su Alteza!
Shun/Shiryu: ¡Himea!/¡-nee!
Docrates: Ha pasado 1 minutos. Quedan 4 minutos más para que acabe tu transformación. Y luego, ¡acabaré con los demás Caballeros y Arles-sama será dueño del mundo! –Dijo haciendo que Himea recordará el sacrificio de Ikki y sus padres.
Himea: Okasa, Tou-san, Ikki-nii sacrificaron sus vidas por mí. –Murmuró cabizbaja– Lucharé... ¡por el bienestar de los humanos! –Exclamó levantándose mientras un fuerte Cosmos salía de su cuerpo y la rodeaba– Y no solo por ellos... ¡Si le llegas a poner una mano encima a mis queridos amigos, entonces, convertiré mi corazón en un demonio o un monstruo para derrotarte, de ser necesario! ¡Por los humanos y por la familia que me quiere mucho!
Himea: ¡Thunder Claw! –Se dirige hacia donde está Docrates a la velocidad de un cometa, levanta su brazo y crea un ataque con su mano y dedos extendidos que acumula, a la vez, golpes de garras afiladas, después ella aterriza en el piso con elegancia y gracia, se llevó una de sus manos hacia uno de sus mechones de frente para acomodarlo en su lugar.
Docrates: Maldita mocosa... ¿Qué... Qué me hiciste? –Dijo sintiendo un montón de picaduras recorrido por todo su cuerpo.
Himea: Esa es la verdadera técnica de mi constelación guardiana. No me gusta usarla, ya que produce heridas y verdaderos rayos con cargas eléctricas de más 10.000 voltios. –Dijo mientras el corazón se apaga y la Cloth se desprendía de su cuerpo. Toma el medallón con el símbolo de Ofiuco y se la coloca en la cadena, de la cual había sido desprendida.
Lucy: ¡Su Alteza! –Grito alarmada.
Shiryu: ¿Por qué la Cloth se desprendió de su cuerpo? –Pregunto desconcertado.
Himea: ¡Solo puedo estar con la Cloth durante 5 minutos! –Explicó.
Hyoga: ¡Por eso siempre te ibas pronto!
La visión de Himea comenzó a volverse borrosa, Docrates estaba a punto de atacarla, pero se escuchó una voz femenina.
Saori: ¡Espera!
Docrates: Pero si es la mismísima Kido Saori. –Dice y camina hacia ella.
Saori no tenía algún temor cuando él estaba a unos pasos.
Docrates: Dame inmediatamente lo que he venido a buscar.
Saori: Qué más te da, si ya tienes casi toda la Cloth.
Docrates: Muy graciosa. ¡Dame ese casco! –Insistió.
Saori: No tienes derecho de tenerla. Mi abuelo la encontró. ¿Para que la quieres? Dócrates, ¿quién está detrás de todo esto?
Los Caballeros se levantan, tratando de que el gigante no se diera cuenta.
Docrates: Ya está bien de tanta palabrería. ¡Dame el casco o lo lamentaras! –Estaba a punto de agarrar a Saori con una de sus manos, cuando de pronto Himea lo ataco y hace que se aleje unos pasos de ellas.
–¡Docrates! ¡Ni se te ocurra tocarlas! –Dijo una voz masculina y Saori mira por donde se escuchaba.
Saori: ¡Seiya! –Grito muy feliz.
Ahí estaba Seiya, arriba de la mansión casi destruida.
Seiya: Enfréntate conmigo, si te atreves. –Lo desafío.
Saori: ¡Seiya! –Volvió a gritar de felicidad.
Docrates: Así que tú eres Seiya, el que robo la Cloth de Pegaso. –Lo culpó.
Seiya: ¡Yo no robe ninguna Cloth! Fue la recompensa a mi valor en el combate.
Docrates: ¡Demuéstrame ese valor!
Shiryu: ¡Cuidado! –Advirtió.
Docrates: ¡Heracles Mōshū Ken!
Seiya: Muy bonito, pero no me impresionan nada tus trucos.
Docrates: ¡Ahora verás! –Lo ataca, pero Seiya lo esquiva, apartándose del camino y cae al suelo junto con los otros, apartados de las dos chicas.
Seiya: ¡Es muy poderoso...!
Docrates: Ahora te toca a ti. Muéstrame esas habilidades de la que tanto presumes. Midamos nuestras fuerzas. –Vuelve a hacer su técnica.
Seiya: Sera un placer. –Acepta el desafío y comienza a formar a las 13 estrellas de Pegaso.
Los otros no se movieron en caso de que ocurra algo inesperado.
Dócrates: ¡Maldición! –Dice y todos escucharon las sirenas de la policía.
Antes de que se dieran cuenta, Docrates agarró a Saori y Himea al mismo tiempo. Ambas comienzan a gritar. Salta por encima de los demás para poder estar del otro lado.
Tatsumi: ¡Ojou-sama! ¡Himea-sama! –Grita.
Docrates: Seiya, si quieres volver a verlas vidas, deberás darme el casco de la Cloth Dorada y hazlo deprisa. –Dijo, apretándolas más fuerte e hizo que gritaran de dolor.
Seiya: ¡Maldito!
Saori: ¡Seiya, no lo hagas! ¡Olvidate de nosotras! ¡La Cloth Dorada es muchísimo más importante que nosotras!
Himea: ¡Hacerle caso! ¡Puede ser decisiva para el destino de la humanidad! ¡De ella, depende de la paz y la felicidad de todo el mundo!
Docrates: Nos veremos muy pronto, Seiya. –Se ríe.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro