Capítulo 20: ¡Por fin revelado! El secreto del Fénix
Narrador: Por fin ha llegado el momento en el que los Caballeros del Zodiaco se enfrentan a Ikki, el Caballero del Fénix.
Hyoga es el primero en combatir. Y aunque al principio, puede resistir los ataques de Ikki, acaba siendo derrotado.
Y tanto él como sus amigos del Zodiaco, reconocen su impotencia ante el Fénix Volador, la terrible arma secreta de su enemigo.
Seiya, tras una extraña protección de la Cloth Dorada, se enfrenta a Ikki.
Parece por un momento, dueño de la situación.
¿Conseguirá resistir?
~
Ikki cae, pero lo agarra Seiya a tiempo
Seiya: Ikki... Ikki, dime, ¿qué te ocurrió durante tu estancia en la Isla de la Reina de la muerte? –Le pregunta con voz apresurada pero gentil.
Ikki: –Abre los ojos y lo vio– La isla es un infierno.
Seiya: ¿Un infierno? Explícate. –Pidió.
Ikki: ¿Para qué? Jamás comprenderías...
Seiya: Por favor. –Volvió a pedir.
Ikki: ¡Déjame! –Grita, zafándose del agarre. Empuja a Seiya lejos de él y se levanta, pero Seiya lo agarra y lo empuja hacia la pared.
Seiya: Ikki... Ikki... Necesito saberlo.
Ikki: ¡No necesito darte explicaciones! –Le comenzó a dar puñetazos– ¡Hō Yoku Tenshō!
El aire cortaba lo que se pusiera en su paso, pero eso no detuvo a Seiya.
Seiya: ¡Pegasus Ryūsei Ken! –Golpea a Ikki, consiguiendo lastimarlo. Ikki golpeó la pared muy fuerte y se cayó– Ikki...
Ikki trato de levantarse haciendo que la sangre cayera al suelo y volviera a caer.
Seiya: Ikki... –Dijo, levantándolo del suelo. Los otros corren hacia él. Estaba en mal estado.
Shun: ¡Nii-san! –Dijo en voz suave.
Ikki: A pesar de todo, sabía que me vencerías algún día. –Comentó.
Seiya: Tienes que contarme que te paso en la Isla de la Reina de la Muerte. Nunca volviste a ser el mismo. ¿Por qué?
Shun: Responde, Nii-san... –Pidió.
Ikki: Shu... Shun... –Tartamudeó vacilante como si estuviera desorientado.
Shun coloca su mano sobre su pecho. Ikki colocó la suyo suavemente sobre el de su hermano, pero algo en su corazón lo estaba haciendo sentir dolor.
Ace: –Se agacha en frente de Ikki– Él nunca perdió la esperanza de que puedas volver a creer en el amor, porque el odio no es el sentimiento más fuerte para vencer todo. Porque el poder de los Caballeros nace del amor. Perseguir lo que amas con todo tu corazón, también es una forma de amor.
Ikki: Amor... –Dijo, viéndole confundido.
Ace: Desconozco la razón o el motivo de tu odio hacia nosotros, pero todo lo que aprendiste en esa Isla no es cierto. Por eso tenías dubitativa, ¡pero finalmente has superado tus problemas! Bien hecho. ¡El juramento de los Caballeros! ¡El primero! ¡El amor debe compartirse! –Lo que dijo, le hizo recordar las palabras de su maestro.
《Flash Back》
–Odio... Odio... ¡Odio Ikki! El odio te dará la fuerza.
《End Flash Back》
De repente miró el vacío. Sus ojos parecían llenos de terror. Soltó la mano de Shun, empujó a Seiya y Shun y comenzó a gritar mientras sostenía su cabeza entre las manos como si un dolor punzante se hubiera apoderado de su cráneo.
Shun: ¿Qué sucede? –Pregunto preocupado.
Himea camino delante de él y puso su mano sobre su cabeza. Se sorprendió de sus acciones y luego su dolor comenzó a desaparecer. Uso su Cosmos para hacerlo sentir mejor, al menos esta vez.
Hyoga: Es increíble el Cosmos que transmite Ace... No, Hime-nee. –Comentó al ver la escena.
Shiryu: Es tan cálido y majestuoso que irradia una paz que nunca antes había visto.
Shun: Sí... –Concordó, asombrado.
Seiya: Es como ver a una diosa reflejada en ella.
Himea-Selene: –Agarra su mano– Por favor. –Le suplicó en querer saberlo– Ikki... No tengas miedo. Ya no debes tenerlo. Tu hermano, tus amigos y yo no te dejaremos solos. –Deja caer una lágrima de sus ojos a su mano y luego se dio cuenta.
Ikki: Him... Himea...
Himea-Selene: He vuelto, Ikki-nii. –Dijo dulcemente mientras se quitaba el visor y le muestra su rostro, pero en vez de ver a Himea, ve a Selene reflejada en su mirada.
Ikki: Era el infierno... Fue terrible. –Se puso las manos sobre sus oídos para dejar de oír la voz de su maestro que repetía sobre el odio. No solo eso, sino que comenzaba a recordar el lugar.
《Flash Back》
La isla de la Reina de la Muerte, un lugar caótico de un árido infierno terrestre sin vegetación, donde las lluvias siempre eran ácidas y donde los volcanes en erupción no dejaban de verter lava, un hombre con la imponente silueta vestido con una máscara recordando la figura del demonio en persona golpear a un niño apenas adolescente. Este hombre era Guilty. Parecía furioso y no prestó atención al dolor que infligió al niño que tenía dificultad para respirar ya que los golpes fueron intensos. Cuando finalmente detuvo los golpes, Guilty miró severamente al niño sin prestar atención a su respiración intensa y su fatiga.
Guilty: ¿Hace cuánto tiempo llevas en la Isla de la Reina de la Muerte? –Le preguntó con voz severa y despectiva.
Ikki: Cuatro años, maestro. –Dijo todavía débil, al incorporarse un poco.
Guilty: ¿Cuatro años y todavía no has comprendido lo que necesitas para ser el más fuerte? Tienes que rebosar el odiar. Solo el odio, te permitirá derribar a tus adversarios. El aprendizaje de las artes marciales no es suficiente, tienes que odiar al mundo entero.
Mientras el maestro resondraba a su alumno, una chica rubia, espiaba a ambos, estaba muy preocupada por su amigo.
Guilty: Y primero a mí. Debes destruir el respeto que sientes por mí, tu maestro. Y el que sientes por la raza humana. En ese momento serás invencible. –Le indicó.
Ikki luchó por levantarse. Sin embargo, logró permanecer digno y se inclinó brevemente ante Guilty.
Ikki: Maestro, agradezco sus consejos.
Esta acción de respeto parecía ser un insulto a los oídos de Guilty. Ikki recibe una patada de él, volviendo a caer al suelo.
–De modo que me agradeces, ¡sigues descuidándote! ¡El único sentimiento al que tienes derecho es el odio! Hasta que no expulses las demás emociones, no ganaras la Cloth del Fénix.
Ikki alza la cabeza y vio la Cloth en medio de cuatro hombres, seguidores de su maestro.
Ikki: «¡Tengo que conseguirla! Necesito la Cloth. Se lo debo a Shun...» –Pensó hasta que ya no se pudo levantar, recordando a su hermano menor y extrañándolo.
~
El lugar donde vivía Ikki parecía una mazmorra fría y húmeda. Era toda piedra helada donde se apilaban los cráneos. Probablemente diferentes, desafortunados e infelices que habían tratado de ganar la Cloth del Fénix pero sin tener éxito a costa de sus vidas. A pesar de esta visión, Ikki no se desanimó. Sabía que tenía que ganar la Armadura Fénix para regresar a Japón donde su hermano lo esperaba. A pesar de todo, a veces no podía evitar que la fatiga se hiciera cargo de su determinación. Esa fue la razón por la que estaba en el suelo incapaz de levantarse después de todas las palizas de Guilty. Fue entonces cuando sintió que alguien le tocaba la espalda. No tenía pero en ese momento sintió algo mojado en su espalda, alza la cabeza y voltea a ver que creí que era Shun, pero en realidad se trataba de una chica de cabello rubio, piel blanca y ojos verdes– Oh, eres tú, Esmeralda. –Contestó, al incorporarse.
Esmeralda: ¿Quién quieres que sea, Ikki?
Ikki: Pues... –No sabía cómo responderle.
Esmeralda: No me digas que otra vez hayas creído que yo era tu hermano.
Ikki: Sí. Me recuerdas mucho a mi hermano, la única diferencia es el color de sus cabellos y del hecho de que eres una chica, os parecéis mucho.
Esmeralda: Tienes demasiadas heridas... ¡Tengo miedo de que mi padre se le escape un golpe mortal! –Comenta preocupada.
Ikki: No moriré. –Dijo determinado– No puedo permitírselo. Quizás me lleve tiempo, pero conseguiré la Cloth y podré volver a reunirme con mi hermano.
Esmeralda: Mi padre te trata mal. El entrenamiento en el que te somete es muy duro.
Ikki: No es necesario. Un auténtico Caballero debe soportar las peores situaciones. Esmeralda, lo mejor es que dejemos de vernos.
Esmeralda: ¿Por qué? –Le preguntó consternada.
Ikki: Tengo miedo de que tu padre también pueda lastimarte. –Contestó, sin mirarla.
Esmeralda: No me importa. Desgraciadamente, aquí ya no tengo a nadie más que a ti. Yo ya no existo a los ojos de mi padre, desde el día en que lo enviaron al Santuario. Ya no es él mismo. A penas lo reconozco. –Dijo, poniéndose muy triste.
Ikki: ¿Al Santuario? –Repitió.
Esmeralda: Sí.
Ikki: De todos modos, creo en él. Tu padre es duro conmigo, pero es por mi bien. –Le dio la espalda a ella.
Esmeralda: Tienes razón. –Le pone el paño mojado por su hombro y él se encogió de hombros, emitiendo un quejido de dolor– ¿Te duele? –Preguntó con voz suave, pero Ikki niega con la cabeza– Si te duele, no te preocupes. Te curare. –Dijo con una pequeña sonrisa.
Ikki: Gracias, Esmeralda.
Esmeralda continúa curando sus heridas.
Después de ese pequeño descanso, Ikki ya estaba listo.
Guilty: Esta es la última oportunidad. Te enfrentaras conmigo. No te daré más ocasiones para intentar ganar la Cloth del Fénix.
Ikki cerró sus puños cuando su maestro dijo eso, ahora tenía la determinación en sus ojos.
Guilty: Si pierdes este combate, te quedaras prisionero para siempre en esta Isla. ¡Prepárate! –Condicionó.
Ikki trató de defenderse, pero de nuevo su maestro le da una buena golpiza; Esto asustó a Esmeralda, quien, como siempre, vino a observar lo que estaba sucediendo.
Guilty: No veo odio en ti. –Grito furioso– ¡Tienes que liberarte de todos los sentimientos! Son tu debilidad. ¡Tienes que odiar! –Instruye al seguir golpeándolo.
El Fénix poco a poco se acercaba a Ikki.
–¡Odia a tus amigos como si fueran tus enemigos!
Ikki no tuvo tiempo de contraatacar.
–¡Odia a tus padres que hicieron de ti un huérfano!
Por cada golpe el Fénix se acercaba.
–¡Odia a la Fundación que te envío a esta Isla! ¡Odia a tu hermano que es el causante de que estés aquí! ¡Odia! ¡Odia al maestro que tanto veneras! ¡Sí! ¡Ódiame a mí! –Agregó él lanzándolo, al suelo; en eso llega Esmeralda.
Esmeralda: ¡Ikki, no!
Ikki no abandonó la pelea y se reincorporó. Tenía que ganar la Cloth del Fénix, pero, sobre todo, no debía abandonar a Esmeralda, que solo lo tenía en el mundo desde que su padre lo había abandonado. Se apresuró hacia Guilty y lo golpeó con todas sus fuerzas. Pero mientras se preparaba para golpearlo tan brutalmente como los que le había infligido, pero se detuvo e Ikki jadeaba de cansancio.
Guilty: ¿Por qué te detienes? ¿Qué tengo que hacer para que lo comprendas, inútil? –Lo patea– ¡Muere! –Comenzó a golpear a Ikki en la cabeza. Pero esta vez, el golpe se convirtió en una llama y se amplió hasta alcanzarlo...
Esmeralda: ¡Ah!
Ikki volvió la cabeza. Una visión de horror apareció ante él. ¡Esmeralda acababa de ser tocada en el corazón por el golpe de su propio padre! Ella sangró profusamente y cayó al suelo, gritando el nombre de Ikki.
Ikki: ¡Esmeralda! –Se apresuró hacia ella y la tomó suavemente en sus brazos. Su condición parecía muy grave.
Se ve una mancha de sangre en su vestido. La sangre se riega de su pecho.
Ikki: Esmeralda.
Guilty: Cobarde. –Murmuró.
Esmeralda: –Abre los ojos lentamente– Antes de que muera, quiero que le perdones. –Dijo con voz débil, pero ahora no hay nada que pueda hacer.
Ikki: No digas esas cosas. Vas a vivir. ¡Estoy seguro que vas a vivir! –Exclamó fuera de sí.
Esmeralda: Es demasiado tarde... Debes triunfar, sino mi muerte no tendrá ningún sentido. –Dice; con unas lágrimas que no existen en sus ojos porque apenas puede respirar.
Ikki: ¡Esmeralda!
Esmeralda casi perdía el aliento.
Esmeralda: Tienes que conseguir la Cloth. –Dando su último suspiro, muere.
Ikki: ¡Esmeralda. Esmeralda! –La sacude un poco y la llama, pero fue inútil, las lágrimas comienzan a salir– Esmeralda... ¡Esmeralda! ¡Esmeralda! –Gritó. No, agregó, sollozando mientras las lágrimas corrían por sus mejillas en abundancia.
Abrazó a la niña sin vida, sin dejar de llorar. La única persona que le había permitido no volverse loco en este infierno terrenal estaba muerta.
Guilty: Tiene lo que se merece. No tenía nada que hacer aquí. –Dijo severamente.
Ikki: ¿Cómo has podido hacer eso? –Gritó con lágrimas en los ojos– Has siendo capaz de matar a tu propia hija.
Guilty: Qué importa que sea mi hija. El día en que me puse esta máscara, abandone los sentimientos. Y si alguien es responsable de su muerte, ese eres tú. –Le señaló con el dedo.
Ikki: ¿Qué?
Guilty: Si no hubieras dudado. Si hubieras acabado conmigo, ella aún seguiría viva.
Ikki: ¿Quién eres tú? ¡¿Quién eres tú, monstruo?! Eso es lo que eres... ¡Un monstruo!
Ikki dejó de hablar para recuperar el aliento. Sus lágrimas se habían secado pero aún las tenía en los ojos. Apretó los puños y se enfrentó a ese despiadado monstruo inhumano que se hacía llamar su Maestro. Al mirar al joven, se podía ver que la ira había tomado el lugar del dolor y que parecía dispuesto a hacer cualquier cosa para vengarse.
Ikki: ¡Pagaras por lo que has hecho! –Dijo tranquilo y seguro de sí mismo, mientras se estremecía de ira contenida.
Guilty: «¿Qué hace? El Fénix se acerca a él... Habrá descubierto el odio... Vamos, ódiame.» –Ikki canalizó su energía y el maestro seguía pensando– «Ya es hora de que mate a Ikki, para cederle al Fénix, el Caballero Negro.»
Ikki comenzó a golpear a Guilty sin controlarse porque estaba tan enojado y lleno de odio hacia él por haberlo sometido a un trato infernal y por haber tomado a la única persona que le era querida en este horrible lugar. Sin embargo, Guilty no parecía sufrir la brutalidad y la agresión repentina de su alumno. Por el contrario, lo alentó.
Guilty: Lo has conseguido. –Dijo con deleite– El Fénix y Tú son uno solo. El odio reinara aquí... durante el resto de tu vida.
Ikki le dio a Guilty un golpe fatal empujando un puño en su corazón que hizo que su sangre corriera. La Cloth del Fénix finalmente se puso a Ikki. ¡Finalmente! Esta armadura la había codiciado tanto para regresar a Japón. Pero extrañamente, ya no importaba tanto. Ikki lo había perdido todo. Guilty se había derrumbado en el suelo. Esto alivió al joven.
La máscara de Guilty había perdido todos sus colores. Esto significaba que el antiguo llamado Maestro Ikki había perdido la vida.
《End Flash Back》
Ikki: Y mate a mi maestro. Sí... Yo mate a mi maestro. Y desde entonces... Desde entonces, únicamente de humano me queda la apariencia. Ya sólo el odio guiaría mis pasos. Ikki había muerto.
Los otros Caballeros solo lo miraban sin decir una palabra, Shun estaba consternado por su hermano mayor.
Ikki: Y ahora que he perdido el odio, no me queda nada. –Dijo con voz triste, al estar parado en frente de los Caballeros.
Seiya: Eso no es cierto, Ikki. Tienes a tu hermano y también nos tienes a nosotros.
Hyoga: Siempre serás el Caballero del Fénix. Y ya no sientes ese odio, ven y únete a nosotros.
Shun: Sí, hermano. –Se acerca un par de pasos a él, pero le empuja, los demás se ponen en posición de ataque e Ikki se va al lado contrario y miró a los Caballeros desafiante.
Ikki: Nada podrá borrar el pasado. Somos enemigos desde siempre y debemos combatir. –Se pone en posición de guardia, pero le comienza a consumir un extraño doler. Se arrodilló en el suelo y tomó su corazón en sus manos mientras cerraba los ojos y apretaba los dientes.
Shun: Ikki. –Dijo preocupado y asustado.
Todos notan que estaba en mal estado. Comienza a sangrar y ve borroso, perdiendo el conocimiento.
Seiya: Por favor, Ikki. Empecemos desde cero. Únete a nosotros. –Le dice de nuevo.
Ikki: No sabes lo que estás diciendo. Aunque deseará unirme a ustedes, no podría.
Seiya: ¿Por qué? –Preguntó.
Ikki: El poder del Santuario me lo impediría. –Al escucharle, Himea entra en shock– Me ordenaron llevarme a Ace.
Seiya: ¿Qué?
Shiryu: ¿Ace? –Pregunto sorprendido.
La cadena de Andrómeda se mueve y Shun se dio cuenta, la tierra comenzó a temblar y ellos se tambaleaban.
Shun: ¡Cuidado! –Grita, pero ya era demasiado tarde.
A medida que se extendía el terremoto, se formaron zanjas alrededor de los Caballeros del Zodiaco que se dispersaron en todas las direcciones para no caer al fondo de nuevas grietas.
Shiryu: ¡La Cloth! –Gritó cuando vio que estaba a punto de colapsar en una de estas grietas.
Seiya: Se va a caer. –Corre hacia la Cloth que los Caballeros del Zodiaco habían luchado por encontrar para recuperarla después de tanto esfuerzo. Por lo tanto, todo finalmente habría terminado.
Hyoga: ¡Seiya! –Lo llamó.
Seiya estaba a punto de conseguirla, hasta que llegaron unos hombres vestidos de negro la tomaron en su lugar.
Hyoga: ¡Seiya! –Grito y algunos vinieron hacia ellos y comenzaron a pelear de nuevo.
Himea veía como sus compañeros peleaban con la excepción de Ikki que todavía estaba arrodillado en el suelo.
Ace: Ikki, no te muevas o tu herida seguirá abriéndose. –Le recordó.
Ikki: Sabes que si curas al enemigo, estarás traicionando a tus amigos. –Le recordó.
Ace: Eso es lo que tú dices, pero yo no creo que seas el enemigo. Yo sé que quieres unirte a nosotros para ser libre. Ahora ven con nosotros para que estés con tu hermano, él ha sufriendo mucho por ti. Lucha y pelea por lo correcto. Ármate de valor y libera al verdadero Fénix. Eres un Caballero de Atenea, un Caballero que sirve a las fuerzas del bien. –Le dice determinada y pone sus manos sobre la herida de Ikki, él no sabe que decir. La luz emite de sus manos.
Seiya: Ikki, ¿son Caballeros Negros? –Pregunto, acercándose a ellos.
Ikki: No. Ya no quedan Caballeros Negros. Yo era el único sobreviviente.
Seiya: ¿Quiénes son?
Hyoga: Quienes sean, es evidente que van tras la Cloth Dorada.
Shiryu: Debemos tomar nuevas posiciones. ¡Deprisa! –Indicó y los dos caballeros corren hacia los otros.
Pero antes de que los Caballeros del Zodiaco pudieran reaccionar, los hombres vestidos de negro nuevamente hicieron temblar la tierra con sus puños.
Shiryu: ¡Cuidado! –Advirtió, pero Ikki volvió a marearse y cae al agujero que se formó, Himea agarra una de sus manos aunque sea arrastrada, ella se sujeta de una roca sin soltar al Fénix.
Shun: ¡Nii-san! ¡Himea! –Grita al verlos sostenidos, mientras Seiya y los otros pelean– ¡Himea, sostente a la cadena!
Ella obedece y voltea a ver al chico peli azul oscuro.
Ace: Resiste, Ikki-nii.
Ikki: Suéltame o tú también caerás. –Dijo, pero Himea no le hace caso.
Ace: Jamás. –Dijo determinada– No pienso soltarte. Sé que quieres ser salvado. Lo veo en tus ojos. –Le dice, tratando de alzarlo.
Ikki: Es inútil...
Shun: Por favor, acepta nuestra ayuda. Por favor, estoy en deuda contigo. Nii-san, te lo ruego, perdóname. Perdóname, soy el responsable de que te hayan mandado a la Isla de la Reina de la Muerte. –Admitió, haciendo que lo vea su hermano.
《Flash Back》
Tatsumi: Eres el único que no tiene ninguna probabilidad de sobrevivir allí. No eres lo bastante fuerte.
Los otros niños murmuraron sobre el lugar al que le tocó a Shun.
Tatsumi: ¿Sabes al menos lo que te espera allí? ¿Has oído hablar de la Isla de la Reina de la Muerte? –Le pregunta a Shun y el niño negó con la cabeza– Te lo explicaré, Shun. Es el mismo infierno, se encuentra sobre la línea del Ecuador; allí la tierra brilla como el sol y durante todo el año una lluvia de fuego se abate sobre ella. La vegetación así como cualquier otro tipo de vida es prácticamente inexistente; los que han sobrevivido en esas condiciones infernales, han quedado traumatizados para siempre.
Shun: Pero... yo... –Trata de protestar.
Ikki: ¡Me gusta, necesito unas vacaciones! ¡Iré en su lugar! –Dijo determinado.
Tatsumi: Lo siento, aunque seas su hermano mayor. No puedes cambiar su destino. ¡Imposible! –Ikki va hacia él y lo empuja.
Ikki: ¡Un momento! ¡Qué importa quien vaya allí! ¡Lo que cuenta es volver con la Cloth.
Shun: ¡No puedes hacer eso! Escucha... –Trató de hacerlo razonar.
Ikki: Tranquilo. –Lo mira con determinación– ¡Pase lo que pase, te juro que algún día regresaré a casa! ¡Aunque debes prometerme, que en mi ausencia, te comportaras con dignidad! –Le pidió a Shun.
Shun: ¡Nii-san!
《End Flash Back》
Ikki: Y cuando regrese, solo pensaba en matarte. Soy un traidor. –Su mano comienza a resbalarse del agarre de Himea, haciendo que la cadena sea arrastrada.
Shun: ¡Nii-san!
La cadena de Andrómeda no desistió, trataba de subir a Himea y Ikki, pero la mano de ella comenzaba a sangrar por sostener la cadena.
Ikki: ¡Suéltenme! –Ordenó– No merezco vivir.
Shun: No te abandonare. –Replicó.
Ace: Deja el tema en el pasado y vuelve con nosotros. Todos te extrañamos. Kai-san, yo, tu hermano, los chicos y no solo ellos, Rubius y Saori-chan.
Un caballero se dirige a Shun, pero él patea a su contrincante y vuelve a concentrarse en los otros dos en la muralla.
Ikki: ¡Suéltenme o ambos morirán conmigo! –Vuelve a decir, con una amenaza.
Shun: ¡Ahora que he vuelto a encontrarte, no permitiré que me dejes! –Las lágrimas comenzaban a brotar de sus párpados.
Ace: No hagas esto, Ikki-nii. –Cerró sus ojos, apretó la mano.
Ikki: Es necesario.
Shun: Nii-san. –Cabizbaja una gota de agua cae a Ikki.
Ikki se le ablanda el rostro.
Ikki: Te quiero.
Shun: Yo también. Y como tu hermano, te daré la fuerza que necesitas... ¡Ikki! –Lo jala con un solo brazo su cadena, subiendo a Himea e Ikki a la cima.
Shun corre hacia ambos.
Shun: ¿Están bien? –Dijo, acercándose.
Ikki: Sí.
Ace: –Se encoge de hombros por el dolor de su mano– Estoy bien.
Ambos hermanos se miraban por estar de nuevo juntos, pero el problema de ahora es sobre los Caballeros invasores que estaban enfrentando a Seiya, Shiryu y Hyoga.
Seiya: «No permitiré que se llevan la Cloth Dorada.» –Pensó, pero después se percata que otros tienen parte de la Cloth; de pronto el cielo comienza a estar nublado.
Ikki trató de levantarse nuevamente pero no tuvo éxito. De nuevo vio algo borroso, frenaba sus movimientos y su voluntad.
Shun: ¿Qué haces? –Preguntó preocupado cuando vio la incomodidad de su hermano.
Ikki cubre sus ojos con la palma de su mano y se agacha.
Ace: No te muevas, abrirás tus heridas. Necesito curarte. –Se veía algo angustiada, pero trató de no dudar y de rodillas pone sus manos cerca del pecho de Ikki y una luz amarilla surge de estas.
Shun: Sigues débil, deja que Himea te cure.
Seiya esquivaba los ataques de su oponente y él hacía lo mismo, pero Seiya pudo darle un golpe, en eso Shun se dirige a él.
Seiya: ¿Cómo está, Ikki? ¿Está bien? –Pregunta
Shun: Sigue débil, pero Himea trata de sanarlo.
Hyoga: Shun, quédate a su lado y protege a Hime-nee. –Dijo, esquivando la patada de su contrincante.
Shiryu: Empieza a nevar, esto es estupendo. Todavía tenemos una oportunidad. –Dice al vencer a su contrincante.
Ace: «3 minutos...» –Pensó mientras seguía curando a Ikki y de repente le vino un recuerdo.
《Flash Back》
–Ya veo. –Dijo la figura. De alguna manera, esa voz le sonaba muy familiar y, sin embargo, no– Crees que hay momentos que definen cómo es una persona, ¿no es así? Ya veo. A lo largo de la vida, la gente experimenta cosas, se conocen unos a otros, y comienzan a ser individuales. Pero yo creo que eso no lo es todo. Porque... Mira...
《End Flash Back》
Ikki yacía en el suelo. Sintió que la nieve tocaba su cuerpo. Hacía frío pero fluía lentamente en la mayor calma. Su blancura le recordaba a una persona tan dulce que había conocido en un horrible caos infernal.
Ikki: «¿Nieve?» –Pensó al abrir los ojos y ver lo que cae del cielo– «Blanca y pura como tú, Esmeralda...»
Una imagen tuvo lugar en la mente de Ikki. Era el de una niña. Esa era Esmeralda con su vestido rosa con flores rojas y su cabello rubio que le sonría alegremente.
Ikki: «Cuanto me hubiera gustado traerte para que conocieras la nieve...»
Lo había pensado involuntariamente al recordar el abundante rojo mórbido y sangriento que dominaba la Isla de la Reina de la Muerta.
Ikki: «¡Ah! Qué la nieve me penetre. Qué me purifique de la sangre que he vertido.» –Pone un brazo sobre su cabeza, eso preocupo a Himea.
Por su parte, los otros Caballeros del Zodiaco continuaron luchando contra los hombres vestidos de negro. Estaban empezando a cansarse pero resistieron.
–¿Todavía estás ahí? ¿No puedes librarte de cinco simples caballeros? Como siempre, tendré que ocuparme personalmente. Nos debíamos haber ido ya con la Cloth Dorada.
Seiya: –Mira hacia arriba– ¿Quién eres?
–¿No lo adivinas? –Pregunta ese hombre más grande que ellos, portando una Cloth roja– No eres menos listo de lo que imaginaba.
–Docrates-sama, sólo nos falta el casco. –Dijo uno de sus hombres.
Seiya/Himea: ¿Docrates?
Ese nombre hizo que Ikki se incorpore un poco.
Ikki: ¿D-Docrates? ¡Maldición!
Seiya: ¿Entonces son tus hombres? –Pregunto mientras lanzaba un puntapié a uno de los Caballeros.
Shiryu: ¿Quién es? ¿Tú lo conoces? –Preguntó mientras golpeaba a uno de los Caballeros enemigos.
Seiya: Oí hablar de él durante mi estancia en Grecia. –Dijo, sin mirar a nadie.
Hyoga: Pero, ¿quién es? –Preguntó mientras derribaba a otro Caballero.
Seiya: Dicen que su poder es absoluto e limitado, y que ni siquiera todos los Caballeros unidos conseguirían vencerle.
Hyoga: ¡Bah, la gente siempre extiende a exagerar! –Se burló, eso hizo soltar una risa a Docrates.
Docrates: ¡Te daré una demostración! –Dijo en un tono alegre.
Ikki: ¡Tenemos que huir de aquí! –Exclamó.
Seiya: ¿Huir?
Shun: No debemos.
No les hizo caso y camino sin problema alguno, bueno un poco.
Ikki: ¿No han oído hablar del Meteoro de Heracles? ¡Huyan! –Les aconsejo.
Seiya: ¿El Meteoro de Heracles?
Docrates: Se los demostrare. –Saca su energía y lo apunta hacia los Caballeros de bronce, esquivándolo, dejando dos agujeros grandes y profundos casi cerca de ellos.
Los Caballeros vieron el impacto que tuvo el ataque.
Seiya: ¿Cómo pudo hacer eso?
Docrates: ¡Jajajajaja! Fénix, dame el casco de la Cloth y la chica que clama ser Selene. Es una orden. –Ordenó, mirándolo.
Ikki: Yo no acepto tus órdenes.
Docrates: ¿Cómo tienes el atrevimiento de hablarme así? –Se estaba comenzando a molestar– Recuerda porque estamos en tiempos de guerra, por culpa de la diosa impostora. Nos han encomendado matar a Kurusugawa Relena.
Ikki: Sí, no lo he olvidado. –Se gira y mira a Himea, quien le ve aterrizada– Pero ahora que sé quién es ella, no me cabe la menor duda en proteger a esa niña. –Himea le mira exaltada y extrañada– ¡Seiya, guárdalo tú! –Le lanza el casco.
Seiya lo atrapa y sale corriendo.
Docrates: «No has debido hacer eso. Voy a reducirte a polvo por tu traición. Recuperare el caso y depositare la Cloth completa a los pies de nuestro señor, el gran patriarca, que reina en nuestro.» –Volvió a usar su técnica, pero Ikki no iba a dejarse intimidar.
Ikki: ¡Hō Yoku Tenshō!
Docrates no pudo seguir por la fuerte ventisca que emergía Ikki.
Ikki logró tocar a Docrates que cayó desde la cima de la roca donde estaba. Desafortunadamente, el nuevo poder invisible que parecía mantener a Ikki en su poder lo poseía nuevamente y no podía moverse. Sobre todo porque su propio ataque había causado hacer una avalancha de tierra en el que se dejó llevar con los hombres de Docrates. Los otros Caballeros del Zodiaco ya habían tenido tiempo de alejarse y estaban corriendo para evitar ser arrastrados por el deslizamiento de tierra. Hyoga y Shiryu fueron los primeros, luego fue Himea, pero Shun notó que su hermano no podía salir y quería ir a ayudarlo.
Shun: ¡Nii-san!
Seiya: ¡Déjalo! –Dijo tomándolo por la cintura– Ya es tarde.
Shun: No puedo permitir que se muera.
Hay un forcejeo entre ambos.
Seiya: ¡No podemos hacer nada! ¡Shun!
Indefenso, Andrómeda solo pudo ver a su hermano siendo envuelto por el deslizamiento de tierra, mientras Seiya se lo llevó para evitar el mismo destino.
Ikki: Adiós, hermano. Gracias, Himea. –Murmuró débil y tiernamente.
Shun: ¡No! –Grito desesperadamente.
Seiya: Vámonos. –Se alejan rápidamente.
La avalancha lo atrapa, tanto a él como a Docrates los arrastran al abismo. Por suerte los otros dos llegaron al otro lado.
~
El sol estaba a punto de ponerse. En el lugar donde Ikki había caído, los Caballeros del Zodiaco habían decidido erigir lo que parecía ser una tumba con una cruz como parte de una lápida.
Seiya: Ikki, nos entregaste el casco en vez de dárselo a ese malvado. Lo defenderemos con nuestra vida. –Dijo, al sostenerlo.
Shun: Nii-san, te vengaré. –Dijo, estando serio.
Hyoga: Toma. Mi más grande tesoro. –Dijo, al poner su rosario sobre la cruz para sorpresa de todos.
Seiya: Esa es la cruz de tu...
Hyoga: Es de mi madre. Ella hará que descanse en paz.
Shiryu: Encontraremos la Cloth.
Himea: Parece que estamos como al principio.
Se dan cuenta de que alguien estaba con ellos. Voltean y ven a Kiki, en frente de ellos.
Shiryu: ¿Te envía tu maestro?
Kiki asciende.
Seiya: «Ikki, a partir de ahora serás nuestro guía...» –Pensó.
Himea observo la cruz y pienso en Ikki, todo por la culpa de su maestro que lo lleno de odio. Escucho el sonido del helicóptero, miro a sus amigos.
Himea: Es hora de irnos.
Se dirigen hacia el helicóptero y mientras se alejaban, no puedo evitar en mirar por última vez la cruz.
Himea: «Ikki... No diré "adiós", ya que está no es una despedida, sino te diré "hasta luego", ya que te volveré a ver algún día... Y... gracias por confiar en mí...»
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