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Capítulo 2: Evolución

La pequeña Himea resultó ser una niña bastante tranquila, ya que sólo lloraba cuando tenía hambre, o necesitaba un cambio de pañal y en algunas ocasiones que lo único que quería era estar en los brazos de su mamá. Hasta ahora no había dado señal alguna de tener ninguna clase de Cosmos.

Habían pasado unos días del nacimiento de Himea, era temprano por la mañana, los Señores se preparaban para empezar sus deberes cuando escuchó el llanto de la pequeña y de inmediato Isabelle se aproximó al lado de su hijo. La cuál dormía en una cuna al lado de su cama, cuando creciera más se mudaría al cuarto diseñado por su servidumbre.

Isabelle: Oh, no, llores Himea, no temas hijita, mami está aquí. –Dijo mientras sacaba a la bebé de la cuna y la arrullaba en sus brazos, cuando escuchó el toc toc tras de la puerta– Adelante.

–Señores, el desayuno listo. Taito-sama, en la línea dos está el Patriarca. –Informó uno de sus sirvientes.

Taito: Bien. Isabelle, adelante al comedor, yo voy a hablar con Kyoko-sama. –Dijo mientras la sirvienta tomaba en sus brazos a la bebé.

–Parece que alguien necesita un cambio de pañal, ven aquí encanto, te pondrá uno nuevo. –Dijo colocando a la niña en el cambiador y procedió a cambiarla.

Taito: ¿Podría cuidarla unos momentos? Necesitamos supervisar todo para la presentación de la tarde.

–Claro, ustedes tranquilos, yo la cuidaré como si fuera mi hija.

Taito: Gracias. Isabelle acaba de alimentarla, así que lo más probable es que pase el tiempo durmiendo. Mamá y yo volveremos en un momento Himea, pórtate bien. –Concluyó besando a su hija en la frente y saliendo presurosa.

–Wow, ¿escuchó eso, Ojou-sama? –Dijo la sirvienta arrullando a la niña– En la tarde será su presentación, vendrá mucha gente a conocerla, es tan emocionante, no habíamos tenido una evento así desde la boda de tus padres. Ya verá que se va a divertir mucho en la fiesta.

~

Después de desayunar, Isabelle y Taito se dirigieron al gran salón, donde los preparativos para la presentación de la nueva heredera ya habían comenzado, los sirvientes decoraban con flores y guirnaldas, la orquesta ensayaba las piezas de baile que interpretarían, todos los presentes hicieron una reverencia al ver entrar a su Señora, la cual procedió a supervisar que todo estuviera listo.

Por la tarde todo estaba listo para la presentación, las calles estaban llenas de limusinas en los que habían llegado empresarios, ejecutivos, embajadores, etc. Provenientes de otros países, los cuales venían a mostrar sus respetos a la nueva heredera.

El sonido de trompetas y la voz de su fiel mayordomo Kai.

Kai: El Señor Kurusugawa Taito. –Anunció haciendo que Taito entre majestuosamente y los presentes hicieron una reverencia– La Señora Isabelle Kurusugawa. –Isabelle hace su entrada– Y presentando a la heredera real, la Señorita Himea Kurusugawa. –Hubo una ovación y aplausos cuando Otoha entró sosteniendo a la bebé en brazos.

Los asistentes a la fiesta mostraron sus respetos a la señorita Himea haciendo numerosas reverencias y obsequiándole diversos regalos. La celebración continuó hasta que una gran ráfaga de aire apareció alzando la puerta de par en par, soltando un estruendoso sonido, irrumpiendo la fiesta.

Una silueta de una joven, cuya armadura es violeta, de cabello corto azabache y ojos vino se hizo presente en el salón.

Otoha: Es Ker. La hermana menor de los consejeros de Hades-dono. –Murmuró en un leve susurro.

Ker: Vaya. Sí que esta es una reunión brillante, Altar. Empresarios. Ejecutivos. Monarcas. Nobles. Embajadores. La presa. –Número al ver a todo los invitados– Realmente me sentí apenada al no recibir invitación.

Otoha: Pues, no te queríamos aquí. –Dijo con veneno y odio a su persona.

Ker: ¡¿Qué no...?! –Dijo exaltada y ofendida para luego calmarse– Oh, Dios. Qué embarazosa situación. Esperaba que todo se debiera a un descuido. Pero, en tal caso, será mejor que me vaya. –Dijo dándose la vuelta para irse.

Isabelle: No... No sé hizo ofendida, Excelencia. –Dijo temblorosa, deteniéndola.

Ker: ¿Yo? ¿Por qué, vuestra Majestad? –Pregunto viéndole– Y para mostraos mi buena voluntad... Yo, le concederé un don a vuestra hija. ¡Oír bien, todos vosotros! –Exclamó para que todos en el salón le escucharán– La princesa crecerá dada de gracia y belleza, podrá ser amada por cuántos la conozcan, pero... ...al cumplir los 13 años, antes de que el sol sea ocultado por el Gran Eclipse de mi Señor, se sacrificará por Atenea y morirá.

Isabelle: ¡Oh, no! –Exclamó horrorizada, tomando a su hija en brazos, asustada por el don que le dio mientras Ker se reía del terror que invadía a todos los presentes pero sobretodo a los progenitores de la niña.

Taito: ¡Detener a esa diosa maligna! –Ordenó a sus guardias haciendo que alcen sus armas a Ker.

Ker: ¡Atrás tontos! –Exigió mientras desaparecía en el lugar, dejando desconcertados a los guardias.

Cuando se fue, Isabelle abraza a su hija aterrada por su hija y ve a su marido, reflejando su angustia y temor en su rostro, al igual que reflejaba la mirada del Caballero de Copa.

Otoha: No desesperéis, mis Señores. –Dijo en un afán para tranquilizarlo– Recordáis que recibió la bendición de Atenea-sama y su hermano, y por lo tanto estará bien la señorita.

Taito: Lo sé. –Dijo preocupado– Ahora que sé qué mi hija reencarnó siendo Selene-sama, ahora más que nunca debemos doblar las defensas de la mansión.

Otoha: Como desee.

La fiesta terminó sin más incidente alguno, la pareja se retiró a sus habitaciones donde encontró a la pequeña Himea dormida y a Aurora sentada leyendo un libro mientras la cuidaba.

Isabelle: Gracias Aurora, nosotros nos encargaremos a ahora. Vaya a descansar, que buena falta le hace. –Dijo amablemente.

Aurora: Muy bien Señores, que pasen buenas noches.

Una vez que la mujer salió de la habitación, la pareja se acerca a la cuna y contempló por unos minutos a su niña dormida.

Isabelle: Oh, Himea, espero que tu padre y yo estemos haciendo bien las cosas, la verdad no planeábamos que Ker apareciera tan pronto.

Taito: Entonces, ¿qué sugieres, Isabelle? Ya doblamos las guardias, ¿qué más quieres para estar tranquila? –Pregunto interrogativo.

Isabelle: Si Himea es la reencarnación de Selene... abandonaré mi puesto de Caballero de Ofiuco. –Setencio dolorosamente.

Taito: Pero, Isabelle...

Isabelle: Es lo mejor. Hasta que ellos aparezcan, Himea no irá al Santuario. Ni nosotros. –Dijo dolida– Lamento si soy egoísta, pero es probable que ni siquiera en el Santuario estará a salvo. Pero si todos los dioses son igual que Ker, jamás se rendirán. –Le entrega su Pandora Box a uno de sus sirvientes para que se la envíe al Patriarca– No podemos arriesgarnos, para entonces, Himea no puede saber de los Caballeros ni del Santuario. Ni siquiera Shion.

Taito: Entiendo. –Dijo tristemente– Como tú decidas, Isabelle. –Dijo besando la frente de su esposa.

TRES MESES DESPUÉS

Himea ya tenía tres meses, el tiempo vuela, y ya empezaba a sentir el Cosmos o ver a los no vivos, maravillándose descubriendo sus manitas abriéndolas y cerrándolas, mientras hacía burbujas de saliva.

Mientras en Grecia, Arles ya había recibido el informe y la decisión de los padres de Himea.

Arles: Comprendo. Gracias por informarme la decisión de Isabelle. –Dijo mientras el mensajero se retiraba de la sala– Uf... –Suspira tristemente– Será una dura prueba para ellos dos y más para el despierte de Selene. Solo espero que vuelvan con vida.

CINCO MESES DESPUÉS

Ahora Himea tiene 5 meses, sus padres y ella se entendían muy bien, ellos sabían diferenciar perfectamente cuando tenía hambre, sueño, estaba aburrida o enojada. Nada la divertía más que jugar con su sonaja. También le encantaba mirar lo que ocurría a su alrededor, ya podía jugar solita, pero prefería cuando se sentaba junto a Isabelle le cantaba o le contaba historias.

Cuando sus padres volvían de sus deberes como empresarios, Relena se ponía muy contenta agitando sus bracitos y piernitas para llamar su atención mientras ellos la levantaban en sus brazos y la cubrían de besitos.

Su nana Aurora por su parte, siempre estaba jugando con ella y haciéndole mimos.

Aurora: ¿On ta bebé?... ¡aquí ta!... ¿On ta bebé?... ¡aquí ta! –Decía mientras cubría y descubría su cara con sus manos y hacía caras graciosas mientras la pequeña sonreía y agitaba su sonaja feliz– Ven aquí, encanto. –Dijo cargando a Himea.

~

Hacía poco unos meses pero Relena, ya empezaba a tener visiones con el destino, sino de su despertar como la diosa de la Justicia y del Universo.

El sueño de la pareja Kurusugawa fue interrumpido por el llanto de Himea, Isabelle se incorporó y se aproximó al lado de la cuna de la bebé.

Isabelle: No llores Himea, mamá está aquí. ¿Tienes hambre? –Dijo acercándola a su pecho– ¿No tienes hambre? ¿Acaso tienes miedo Himea? –Arrulla a su hija. Mientras Himea seguía llorando– Tal vez si te canto una canción te duermas. –Empieza a entonar la canción:

El recuerdo de un adiós
Días lejanos que se van
Pinturas viejas en el desván
Qué el tiempo encontrará

Acuarelas de amistad en rojo y gris
Y ahí estaré cada vez
Qué al sonreír resista el amor

De ese cuadro que pintamos tú y yo
Corazón de un lienzo que no ha perdido su color
Si tus manos y el calor
Se funden con mis sueños hoy
¿Por qué morir?

No hay una razón no hay ningún porqué
Si morir y amar se enredan
Hilos del amor
Cadena de flores

Lloraré tu adiós y reíra el dolor
Pero amarte en esta vida es resistir
Luchar vencer la eternidad
Quedar en pie solo yo

El recuerdo de un adiós
Los días que pasan sin querer
Si nos falta algo por contar
Palabras que decir

Tu mirada que se pierde
Tan dispersa como el mar
Y a pesar de todo contigo seguiré
La armonía entrelazada de este amor

Tú y yo, canciones que brotarán del corazón
Y el sonido de tu voz
Cantará junto a la mía al fin
Y por una vez

Si hay una razón si hay algún porqué
Que morir y amar sean uno
Al unir la cadena de flores

Ríos de pasión llenarán mi mar
Y por cada piel mil lágrimas de amor
Y yo cantando junto a ti
La melodía sin fin

Si hay una razón si hay algún porqué
Que morir y amar sean uno
Hilos del amor
Cadena de flores

Lloraré tu adiós y reirá el dolor
Y seremos como pétalos en flor
Que van flotando sobre el mar
Y enredara este amor
Al fi, tú y yo y yo en ti
No romperá Dios, cadenas de una flor

Poco a poco Himea se fue adormilando hasta que se quedó profundamente dormida, satisfecha, Isabelle la colocó de nuevo en la cuna y prosiguió también ella a dormir.

~

Unas semanas después, la pequeña Himea ahora tenía ya 1 año y gateaba por toda la mansión, Isabelle y Taito no podían creer lo rápido que pasaba el tiempo, parecía que fue ayer cuando la sostuvieron en sus brazos por primera vez.

Aurora: No, no, Himea sal de debajo de la mesa, te puedes lastimar. –Exclamó preocupada, más apenas sacó a Himea de ahí– No, no, Himea no te subas por las escaleras te vas a caer. –Himea no le daba tregua a la mujer, quien corría detrás de ella protegiéndola de cualquier peligro– Fiu, vamos a calmarnos un poquito, fue suficiente diversión por un día. ¿No crees?

Taito por ahí atareado con sus deberes reales en compañía de Isabelle, sonrieron al ver a su bebé saludándolo con la mano.

Himea le correspondió a su padre con una linda sonrisa y abrió la boca para decir sus primeras palabras.

Himea: Pa... pá. Ma... má.

Los dos se detuvieron en seco y se aproximaron a la niña.

Taito: ¿Escuchaste eso? –Exclamó feliz– Himea dijo sus primeras palabras.

Isabelle: Sí, la oí. –Respondió emocionada.

Emocionado su padre, la tomó en sus brazos y no puedo evitar derramar algunas lágrimas de emoción.

Taito: Mi niña...

Himea además de decir mamá, ya daba sus primeros pasos, los cuales en un principio terminaban en caídas y llanto para ella.

Sus padres y su nana decidieron ayudarla.

Aurora: Ven, Himea, ven. –Dijo animándola a caminar– Ven, mi niña.

Himea realmente quería ir hacia ella, pero temerosa de volverse a caer se reusó a intentar caminar.

Taito: Probemos con otra cosa. Mira, Himea. ¿Qué tengo aquí? Es tu sonaja de juguete. ¿Lo quieres?

Himea estiró su manita esperando que su padre se acercará a dársela.

Taito: ¿Lo quieres? Ven y tómalo. –Insistió.

Himea seguía indecisa, con dificultad se puso de pie, pero no se animaba a caminar, seguía sujetada a un mueble, por lo que su padre empezó a mover la sonaja, animándola aún más.

Animado por su familia, Himea empezó a dar unos pasos pero luego se paralizó de miedo al sentir que se caía y se rehusaba a continuar, mientras empezaba a sollozar.

Isabelle: Himea, ven con mamá. Ven, mamá te va a dar un gran abrazo y un beso. –Dijo extendiendo sus brazos.

Himea dejó de llorar y continuó avanzando, y se lanzó a los brazos de su madre, la cual lo cubría de besos mientras le decía lo orgullosa que estaba de ella.

Ahora que Himea ya caminaba un poco, no podía evitar ser un dolor de cabeza para el fiel mayordomo Kai, quien tenía que cuidar que valiosos objetos que decoraban el palacio no cayeran en manos del pequeña Himea.

Kai: No, señorita Himea, eso no es un juguete, es un jarrón de la dinastía Mink, muy valioso. –Exclamó presuroso, colocando el jarrón fuera de su alcance y de repente crea una orbe pequeña entre sus manos, sorprendiendo a Kai de su hazaña.

~

Isabelle se encontraba arreglando algunas cosas con las sirvientas mientras Taito se encontraba en su oficina trabajando, cuando Kai entró de improviso, buscando a Isabelle, quien era la que más cerca de la casa se encontraba.

Isabelle: Hola Kai-san. ¿Qué puedo hacer por ti? –Le notó cierta preocupación en el rostro de Kai– ¿Pasa algo?

Kai: Es Himea.

Isabelle: ¿Qué pasa con ella? –Pregunto poniéndose de pie y siguió a su hermana a sus habitaciones, donde minutos antes se encontraba sentada Himea.

Al entrar, Isabelle vio a Himea de pie con la mirada ida, vigilada por Aurora, mientras Himea se entretenía creando polvo de estrellas en sus manos.

Himea-Selene: Ha venido el momento del cambio. Este mundo... corre un grave peligro. –Su voz era otra. No era una voz infantil y dificultosa de un recién nacido, sino que era de una voz dulce y firme.

Isabelle: ¿Este mundo? –Pregunto preocupada.

Aurora: ¿Qué es lo que va a pasar ahora?

~

Isabelle se encontraba en su habitación sumida en una mar de preocupaciones, caminando de un lado a otro mientras Taito, sentado en la cama intentaba calmarla.

Isabelle: Francamente tenía la esperanza de que no fueran hereditarios, lo único que quería es que Himea tuviera una vida normal, que no viviera luchando en batallas efímeras. Quería que tuviera la vida que nosotros no tuvimos. –Suspiro– Y ahora esto, no quiero que Himea sufra y tenga que pasar por todo lo que nosotros pasamos, a veces no sé si son una bendición o una maldición. –Concluyó mirando sus manos.

Taito: Isabelle, no digas eso. El Cosmos no es una maldición, es parte de quienes somos. Además, Shion nos advirtió que Selene reencarnaría en nuestra hija.

Isabelle: Pero también a causa del Cosmos estuvimos a punto de morir en varias ocasiones.

Taito: Isabelle, ya lo hemos hablado muchas veces al respecto, el día en que Selene despertará la llevaríamos al Santuario para reunirla con Atenea.

Isabelle sólo veía a Taito con una expresión triste.

Isabelle: ¿Y si Himea no pude controlar su poder divino?

Taito: Eso no sucederá. Himea es hija de dos Caballeros de Atenea y Selene. Sí, es verdad que cometerá algunos errores, pero podemos enseñarle a Himea a controlar su poder divino, no a temerlos. No tiene por qué vivir encerrada, no tiene por qué sufrir de esa manera, sino amarla por lo que es y siempre será: nuestra hija.

Isabelle: Supongo que tienes razón, sólo tengo miedo de no hacer lo correcto.

Taito: Nadie nace perfecto en este mundo. Pero lo resolveremos. No dejaremos que Ker ni ningún otro Dios la mate.

Isabelle: Bien. –Dijo tratando de ocultar su preocupación– Será como tú digas, Taito-kun. Haremos lo que esté a nuestro alcance para proteger a Himea, pero no la mantendremos encerrada ni la obligaremos a ocultar sus poderes, porque eso sólo empeora las cosas. Le enseñaremos a controlarlos, a ser cuidadosa, y a manejarlos. Y si estos seres deciden aparecer, estaremos preparados.

UN PAR DE MESES DESPUÉS

Himea ya caminaba con mayor soltura recorriendo el palacio en compañía de su inseparable nana Aurora, le encantaba jugar con sus juguetes y hacer mucho ruido y su vocabulario había adquirido más palabras. El Cosmos de Himea aún era muy limitado, sólo podía hacer un poco de polvo con sus manos, le encantaba cuando sus padres usaban su Cosmos para jugar con ella.

El tiempo pasaba rápido, Himea tenía ya 1 año y medio de edad. Ahora Himea comía casi solita, aunque todavía le faltaba práctica, ya que por lo general terminaba toda llena de comida. Por las noches su mamá le leía algún cuento siempre recalcando que al final los buenos ganaban.

Himea ya trataba de correr aunque por lo regular terminaba cayéndose, sus padres le habían enseñado ya a ser generosa con los demás y más con los sirvientes que trabajan para ellos, a pedir las cosas por favor y dar las gracias.

Himea había sido trasladada recientemente a su cuarto, el cual tenía una puerta que daba al cuarto de sus padres.

~

Himea: Díganme, ¿otra vez por qué debo vestir así? –Pregunto la inocente de 2 años, quien iba vestida con un elegante vestido y con el pelo atado en una coleta baja.

Aurora: Porque el señor Kido desea conocerte mi niña y también quiere que conozcas a su nieta...

Himea: Y también que empiece a interesarme y me familiarice el trabajo de mis padres. ¿Cierto? –Cuestionó.

Aurora: –Asciende con la cabeza– Sí, así es. –Dijo felíz.

Himea: Está bien. –Dijo no muy convencida, pero igual quería complacer a su familia y a todos– Gracias por vestirme.

Hace días se anunció la invitación a comer con la familia Kido, una razón más para que las dos herederas de los Kurusugawa y Kido se vuelvan amigas, —sin saber que estaban reunión a Selene y Atenea en esa comida—

La limusina de la familia Kurusugawa se acercó a la mansión Kido, la rejilla se abre, dándole paso a la limusina de entrar a la mansión.

El chofer detiene la limusina delante de la mansión, sale y abre la puerta para que sus señores bajen. En cuanto bajan, son recibidos por el mayordomo de la mansión Kido: Tatsumi Tokumaru.

Los recibe y los lleva ante su señor al salón principal. Cuando llega le comunica su llega y se retira para empezar con la comida mientras las dos niñas socializaban —o eso intentaban—

Himea no pudo entablar una conversación con Saori Kido —nieta de Mitsumasa Kido— y decide ir a recorrer el lugar hasta que ve un lugar inespecífico y sus ojos se opacan.

Himea-Selene: El Santuario ya no es seguro... La chica del pelo lila y la del pelo plateado corren peligro. –Dijo siendo otra persona y sus ojos dejaron de brillar mientras el viento volaba su flequillo.

Vuelve en sí, después de que recupera el conocimiento y regresa con sus padres para despedirse de la familia Kido.

Cuando regresan a casa, Himea era arropada por su madre, pero ella se niega a dormir y se sienta delante de Isabelle.

Himea: Haha-ue, ¿qué es el Cosmos? –Pregunto inocentemente, poniendo nerviosa a su madre.

Isabelle: Pues... Verás... –Dijo sin saber si decirle o no la verdad, pero al ver su mirada reflejada por el Cosmos– Bien, te diré. Como verás, hay 89 constelaciones, y cada una tiene un Caballero, un guardián, un protector.

Himea: ¿Y qué protegen? ¿Las estrellas?

Isabelle: No exactamente. Los Caballeros protegen a los inocentes, este mundo, Selene y Atenea. ¿Sabes quién es Atenea?

Himea: Sí. He oído de ella... La diosa que reencarna cada 200 años para defender la Tierra junto a otra diosa.

Isabelle: Así es. Y esa otra diosa es Selene, la guardiana de la Tierra, digamos que es como la princesa de la Tierra. Y no solo eso, la diosa Atenea encomienda a uno de los dos sobrevivientes de la ultima Guerra Santa para preparar a la nueva generación de Caballeros. Hay 89 constelaciones, que son los 89 Caballeros. Dentro de las 89 constelaciones, hay rangos. Los Caballeros Dorados que son las constelaciones del zodiaco, los Caballeros de Plata y los Caballeros de Bronce.

Himea: ¿Entonces, Haha-ue es un Caballero de rango Dorado?

Isabelle: Así es. Los Caballeros Dorados son trece: Aries, Taurus, Gemini, Cancer, Leo, Virgo, Libra, Scorpius, Ophiuchus, Sagittarius, Capricornus, Aquarius y Pisces. Cada Caballero alcanza a ganar una Cloth si lográ pasar la prueba de su signo. Los Caballeros Dorados dominan el Séptimo Sentido y son capaces de atacar a la velocidad de la luz. Nuestra función principal, es la de proteger las treces Casas ante cualquier eventual ataque. Cada uno defiende la Casa que le corresponde a su signo, como Caballero protector, que están en el camino a los aposentos del Kyōkō. En caso de un ataque de una fuerza invasora en contra del Santuario, los Caballeros Dorados constituyen la última línea de defensa. Bueno, es suficiente lección por hoy. Mañana será un nuevo día.

Himea asintió y se volvió a acostar en su cama y se queda dormida para empezar un nuevo día.

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