Capitulo VIII: Diplomacia.
LONDRES, GRAN BRETAÑA, 26/05/2045
Era un día de cielo nublado al otro lado del Atlántico Sur. De repente, entre la oscura nubosidad, resonaron estruendos que anunciaban una tormenta veraniega. En una ciudad en constante movimiento, una larga fila de automóviles se dirigía hacia el Parlamento Británico, ubicado en la calle St. Margate Street, donde se llevaba a cabo un acalorado debate parlamentario presidido por el primer ministro George Williams.
Después de varios minutos y con la cámara del parlamento llena de funcionarios, el primer ministro ingresó para dar inicio a la sesión extraordinaria en la Cámara de los Lores. Había cierta preocupación entre los Lores, ya que sabían que la convocatoria era para discutir el conflicto entre Argentina y el Reino Unido por las Islas Falkland.
— George Williams: Buenos días a todos. El propósito de esta reunión es discutir la carta que el gobierno argentino ha enviado desde Buenos Aires. En ella, se solicita un encuentro con su majestad Harald Royals, junto a los líderes de las fuerzas armadas de ambos países, para revisar la plataforma continental y geográfica de las Falkland Islands.
—Lores: En nuestro criterio, primer ministro, se debería omitir el diálogo con Argentina. Ambas partes sabemos que no vamos a estar de acuerdo en absolutamente nada y, para variar, el gasto que hayan hecho en armamento no se compara con la potencia mundial que somos.
—Benicio Rodríguez: Sería ingenuo subestimar a Argentina como competencia para nosotros. Si han invertido tanto en armamento, es posible que estén recibiendo tecnología militar de Rusia, lo que podría representar una amenaza significativa para nuestras fuerzas.
—George Williams: ¿A qué se refiere, jefe mayor?
—Benicio Rodríguez: Mirad, si el país sudamericano firmó un contrato por tal inmensa cantidad de dinero no es solo por armas. Posiblemente sean barcos y otros tipos de tecnologías que los rusos les brindarían a cambio de destruirnos.
—Lores: Señor primer ministro, es evidente que se están preparando para la guerra porque la quieren provocar ellos mismos.
—George Williams: Hay algo que a mí no cierra. Ellos son los que hicieron el reclamo diplomático. Ahora no sé por qué lo harían si quieren una guerra.
—Benicio Rodríguez: Es más sencillo de lo que cree, ministro. Están haciendo tiempo. El motivo para qué, no lo sé con exactitud.
—George Williams: De acuerdo, solicitaré la presencia de la comitiva argentina cuanto antes y ver qué tienen para decir.
En las afueras del parlamento, la prensa británica, incluyendo The Daily Telegraph, The Times, Financial Times y The Guardian, aguardaba ansiosa algún anuncio sobre el motivo de la convocatoria. Finalmente, se anunció que se reanudaría el diálogo diplomático con Argentina sobre el conflicto de las Islas Falkland en los próximos días.
BUENOS AIRES, ARGENTINA.
La carta, meticulosamente elaborada por la cancillería de relaciones exteriores, llevaba consigo el peso de la legitimidad internacional. Firmada por la organización de Naciones Unidas, representaba un respaldo contundente al reclamo argentino sobre la plataforma continental que incluía las Falkland Islands. Este respaldo no estaba solo, ya que también contaba con el apoyo sólido de los países de Latinoamérica, cuyas voces se unían en solidaridad con Argentina en este conflicto territorial.
Además, la carta recibía el respaldo estratégico de organismos internacionales clave, como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que reconocía la importancia de abordar este conflicto de manera diplomática y colaborativa. Asimismo, la Organización del Tratado del Atlántico Sur (OTAS) se sumaba al respaldo, destacando la necesidad de preservar la estabilidad en la región y evitar una escalada de tensiones que pudiera desembocar en un conflicto armado.
Con estos respaldos internacionales, Argentina se encontraba en una posición sólida para avanzar en el diálogo diplomático con el Reino Unido, sobre las Falkland Islands. Sin embargo, también era consciente de la importancia de mantenerse firme en su reclamo y defender sus derechos soberanos con determinación y diplomacia en la arena internacional.
En los pasillos silenciosos y solemnemente iluminados de la catedral primada de Buenos Aires, Augusto caminaba con paso firme, buscando un momento de calma y reflexión en medio de las crecientes tensiones políticas. El eco de sus pasos resonaba en las paredes antiguas mientras su mente se sumergía en pensamientos profundos sobre el futuro de su país. De repente, esa voz familiar lo sacó de su ensimismamiento.
— Augusto... —pronunció Máximo, su fiel asesor, acercándose con paso seguro.
Augusto se detuvo y se giró para encontrarse con la mirada de Máximo.— ¿Qué sucede, Máximo? —inquirió Augusto, curioso por la interrupción.
— Tenemos noticias importantes. El Reino Unido ha aceptado reanudar el diálogo sobre las Falkland Islands —anunció Máximo, con un destello de esperanza en los ojos.
Augusto asintió, absorbido por la gravedad de la situación. Sabía que este era un momento crucial para su gobierno y para la estabilidad en la región.— Entonces, es hora de prepararnos. Necesitamos estar listos para cualquier eventualidad —respondió Augusto, con determinación en su voz.
Máximo asintió, consciente de la responsabilidad que recaía sobre sus hombros como asesor principal.— Por supuesto, Augusto. Trabajaré con el equipo para elaborar una estrategia sólida —aseguró Máximo, con un brillo de confianza en sus ojos.
Augusto sonrió, reconociendo la dedicación y lealtad de su asesor.— Te necesito cerca, Máximo. Eres una pieza fundamental en este puzzle —expresó Augusto, con gratitud en su tono.
— Siempre estaré aquí para apoyarte. Juntos superaremos cualquier desafío que se presente —aseguró Máximo, con determinación en su voz. Sin embargo, su conversación fue interrumpida por la presencia de un oficial de policía que se acercaba hacia ellos con paso decidido.
— Señor presidente, es hora de abandonar la iglesia —informó el oficial, con respeto pero firmeza.
Augusto asintió, comprendiendo la situación.— Gracias, oficial. Volvamos al trabajo —respondió Augusto, con un gesto de despedida hacia Máximo.
— Por supuesto.—aseguró Máximo, con determinación en su mirada.
Con un último vistazo al imponente interior de la catedral, Augusto y Máximo se dirigieron hacia la salida, listos para enfrentar los desafíos que les esperaban.
CONTINUARÁ...
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