Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 56

Anna

El techo era blanco, de un hospital. Conocía muy bien ese olor.

—¿Es consciente de lo que debe hacer? —preguntó una voz masculina.

Había personas conmigo en la habitación, pero yo no podía mirar a los lados, me pesaba demasiado la cabeza.

—La paciente no se encuentra en un estado...

—Doctor, haga que la chica pueda prestarme atención por unos minutos. —Fue una orden a pesar de la suavidad con la que se pronunció—. Use los medicamentos que tenga que usar para despertarla y que retenga la información que le voy a dar.

—Pero...

—Usted está aquí para hacer lo que el señor Callahan ordene. Si quiere conservar el dinero que se le ha pagado, su trabajo y su licencia médica, coopere.

—Hable bajo. La chica está despierta.

—Pues despiértela más.

Alguien se acercó a mí y, poco a poco, la niebla que cubría mis ojos se fue disipando. Distinguí la cara de un hombre vestido de blanco: el doctor. Dos pasos más atrás había otro, de traje negro y expresión neutra.

—Señorita Polanova, necesito que me escuche.

Parpadeé varias veces. Su rostro se me hacía conocido porque usaba el mismo tipo de ropa que los abogados de Robin, pero su rostro no era familiar.

—¿Entenderá lo que le digo? —le preguntó al doctor que asintió—. Bien. —El hombre regresó su atención a mí—. Tenemos pocas horas, señorita. La policía estará aquí en la mañana y si quiere que esto salga de la manera más beneficiosa para usted y su padre, debe hacer exactamente lo que yo diga.

»Escuche cuidadosamente cada pregunta que le hagan y solo responda sí o no a las que son demasiado obvias, como si estaba usted en las cuevas la noche anterior, nada más. Si entran en detalles de por qué o con quién, diga que prefiere no responder o que no recuerda. Absténgase de dar información. Por ley, tiene derecho a guardar silencio.

»Solicite un abogado después de permitir que le hagan unas preguntas de cortesía y...

Me aclaré la garganta cuando quise hablar, pero no salió sonido alguno.

—Respire profundo —dijo el doctor—. Sus cuerdas vocales están algo lastimadas por los gritos.

¿Cuáles gritos?

—¿Usted...? —Miré al hombre de negro—. ¿Usted no es mi abogado?

La garganta me quemaba.

—Está usted respaldada por un equipo completo de abogados, señorita Polanova, no tiene de qué preocuparse, pero no es de dominio público. Debe solicitar el servicio ante miembros de la policía para que todo sea más fácil. Nadie puede saber de esta conversación o estaremos en problemas. Una vez todo vaya según ellos creen que debe ir, nosotros intervenimos y la representaremos.

—Robin...

—¿Entendió lo que dije? —me cortó el hombre—. Nada de discutir o hablar de más. Nada de frases largas. Nada de información hasta que llegue el momento correcto. En unos días podrá ver al joven Callahan.

Asentí porque todo volvía a estar borroso, tenía sueño.

—Mi padre...

—Sobrevivió y podrá verlo pronto —dijo el doctor—. Ahora no se preocupe de nada y descanse.

Cerré los ojos y me dejé ir, pero escuché la voz dura del abogado:

—No tome decisiones, doctor. No sabe si ella podrá ver a su padre. Absténgase de hacer el trabajo que se le ha indicado.

Me acomodé en la cama posicionada para mantenerme semisentada. Después de comer me sentía con más fuerza y, aunque había estado inquieta al despertar, todo se calmó.

Me tenían medicada. No podía traer los recuerdos de lo sucedido a mi mente, la droga lo impedía. Era gratificante y a la vez me frustraba. No era yo misma. De nuevo me encontraba en ese falso espacio seguro y vacío donde todo parecía estar bien.

Un policía entró acompañado del doctor que ya conocía.

—Buenas noches, señorita Polanova —dijo con voz ronca el que debía ser el jefe de policías—. Sé que está recuperándose y no debe ser atormentada con un interrogatorio, pero si es tan amable, me gustaría hacerle algunas preguntas. Prometo no extralimitarme y podemos parar cuando usted lo desee.

Asentí y sacó un pequeño cuaderno de notas.

—Iré al grano para ahorrarnos tiempo. —Se aclaró la garganta—. ¿Sabía usted que su padre había secuestrado a las cuatro chicas desaparecidas en los últimos meses?

—No sé a qué se refiere.

Contestar sería admitir la culpabilidad de mi padre.

—Había cuatro chicas en las cuevas, encerradas. Sus declaraciones apuntan a su padre como el culpable y coinciden. ¿No las vio usted mientras estaba allí?

—No estoy segura de lo que vi ahí dentro.

Torció los labios, consciente de lo que yo estaba haciendo: evadirlo.

—¿Entiende usted que, diga lo que diga, tenemos evidencia suficiente para que su padre pase el resto de su vida en la cárcel?

Me temblaron las manos y la máquina a la que estaba conectada para chequear mis signos vitales comenzó a emitir pitidos. Mi ritmo cardiaco se había acelerado.

—Comisario —advirtió el doctor—. El director del hospital consintió esta entrevista bajo la condición de no alterar a mi paciente. Dijo que no era un interrogatorio y se está pareciendo mucho a uno.

—Solo le comento la realidad a la señorita Polanova.

—Mi padre tuvo razones —mascullé.

—Anna —murmuró el doctor y puso una mano sobre la mía.

—¿Razones para qué?

—No voy a contestar a esa pregunta.

—Anna —insistió el doctor con los ojos muy abiertos—. No te conviene discutir. Te alterarás y tendré que pasarte un sedante.

Era una amenaza para que cumpliera con la indicación del abogado, pero yo no era capaz de soportar que llamaran a mi padre un criminal, me daba igual lo que hubiese hecho. No había actuado con maldad.

—Me parece que está mirando en la dirección equivocada, comisario —murmuré.

—Tengo cuatro secuestros y un homicidio en mi pueblo, estoy investigándolos. ¿A dónde tendría que mirar?

—Quizás debería buscar información sobre la supuesta muerte de Emmanuel Callahan y ahí encuentre al responsable de todo —espeté.

—La sedaré, señorita Polanova.

—No.

—No se atreva a medicar a una paciente estable en contra de su voluntad —advirtió el comisario.

—Soy su médico de cabecera.

—¡Y yo me siento perfectamente bien con toda la droga que ya me pasaron! —chillé.

—Son medicamentos regulados que la mantienen estable —aclaró el doctor—. Tenga cuidado con lo que dice frente al comisario. Si insinúa que la drogamos, el hospital podría demandarla por difamación.

—Diga lo que quiera. Están aprobados sus "medicamentos", pero siguen siendo drogas.

No rebatió y miré al comisario.

—Emmanuel Callahan —repetí—. Supuestamente, falleció en 1979 después de la misteriosa muerte de su esposa. Tengo información que contradice eso y que demuestra que está vivo. Mi padre también puede dar testimonio y Robin Callahan, su hijo.

—Eso no se relaciona con la investigación...

—Quizás encuentre las conexiones cuando descubra que ese hombre está vivo y es el verdadero culpable.

No me importaba que fuera mentira, que hacer lo que estaba haciendo pudiera jugar en mi contra. Pensaba llegar a Emmanuel, inculparlo y salvar a mi padre. Una vez pusiera un pie fuera de ese hospital y me volviera a desintoxicar, sabría cómo. Robin me ayudaría, estaba segura de ello.

El comisario miró al doctor.

—Le dije que no estaba en condiciones de hacer una declaración —dijo el hombre y me sentí como una niña a la que no tenían en cuenta a pesar de estar en la misma habitación, escuchando todo.

—Puedo contarle lo que quiera —dije—, pero de la persona que debe estar investigando. No estoy loca, sé de lo que hablo, puedo...

—Tengo a Gretel y Tania Grimmes, así como a Caroline Henrys afirmando haber sido secuestradas por William Polanov. También la de Maggie Erikson, que fue testigo del asesinato de Morgan Yeills, conserje del instituto al que usted asiste, a manos William Polanov.

—¡¿Qué?!

—Los resultados de balística coinciden con el arma de su padre.

—¡Eso es mentira!

—Anna, cálmate —suplicó el doctor, volviendo a tutearme.

—¡Maggie es una mentirosa!

—Su declaración coincide con la del resto, además, me ha contado cosas sobre usted.

—¡Ella fue quien mató al conserje! —grité. Me arranqué el vial con el que me tenían canalizada para pasar los medicamentos—. Me lo confesó.

El doctor intentó sostenerme, pero me puse de pie e ignoré que todo me daba vuelta y que casi perdí el equilibrio al abalanzarme sobre el comisario. Lo tomé del cuello de la camisa.

—Ella me dijo que lo mató, lo confesó, y Robin Callahan puede respaldarme.

—El joven Callahan no ha dado declaración y sus abogados lo protegen.

—¡Pues entonces créame a mí!

El comisario me tomó de las muñecas y entre él y el doctor me llevaron a la cama. Un par de enfermeras entraron a la habitación y me obligaron a sentarme en la cama. Grité y me revolví en lo que me ataban a ella.

—¡Maggie mató a ese hombre! —chillé en lo que el comisario se alejaba—. Ella sabe toda la verdad, sobre Emmanuel Callahan. ¿Por qué se lo oculta? ¡Es una hija de puta! —Le pegué con el codo a una de las enfermeras y evité una aguja—. ¡¿Pregúntele cómo se escapó si fue secuestrada?! —insistí a toda voz—. ¡Nadie la secuestro! ¡Ella es parte de esto! ¡Ella me llevó a esas cuevas! ¡Ella...!

El sonido de mi voz se apagó y todos mis músculos se relajaron. Me habían logrado inyectar y me deshice sobre el colchón de la camilla. Me abrazó con dulzura y olvidé por qué gritaba o estaba ahí. Mis preocupaciones desaparecieron.

—Todo estará bien, Anna —dijo la voz del doctor—. Los abogados y el joven Callahan te protegerán, a ti y a tu padre.

Seguro que sí porque Robin les paga para eso. Todo va a estar bien.

—Debes descansar —continuó el hombre y cerré los ojos—. Cuando despiertes, podrás ver a tu padre.

Sí, quiero verlo y abrazarlo.

—Duerme.

Sí. Eso haré: dormir.

Holis, hijas del demonio.

1/3
Mañana y el domingo tenemos actualización.

Las leo.

💋

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro