Capítulo 44
Anna
—Tengo que aceptar que no está tan mal —dijo Violet frente al espejo con el vestido negro que le había prestado.
La parte de arriba era como una camiseta de anchos tirantes y la falda voluminosa de tul por debajo de la rodilla.
—Pero tus zapatos me quedan grandes —añadió y se puso unas medias negras y sus botas de siempre.
Me acomodé mi vestido de satén con las mangas caídas y los hombros expuestos. Se me pegaba al torso y se abría en una falda ancha hasta la rodilla.
—¿Por qué siempre vistes de rojo? —preguntó Violet en lo que me cerraba el vestido.
Porque me había acostumbrado a vestir las sudaderas de mi hermano muerto. Me hacían sentir segura, cerca de él, y me recordaba la culpa que no merecía olvidar.
—Me queda bien —dije y me acomodé el pelo para despejar mi rostro—. Además, le pregunté a Cameron de qué color era su corbata y me dijo que roja.
Violet bufó.
—Llevas toda la semana con ese perdedor y ni tan siquiera has preguntado por lo que pasa con nosotros. Ayer Maggie recibió una tercera nota, otra amenaza y muy directa. Decía que no fuera al baile de Navidad con Robin, que se alejara de una vez o lo lamentaría.
—Bien. Al menos, no nos equivocamos, le dieron tres advertencias.
Violet puso los ojos en blanco ante mi falta de interés en el que debía ser nuestro plan y me siguió fuera de la habitación. Papá estaba acostado en el sofá con un brazo sobre los ojos. Acababa de llegar de la ciudad, cargado de piezas de auto porque no había podido localizar a Peter, el padre de Maggie, para dejarlas en el taller. Nos dedicó una amplia sonrisa.
—Se ven hermosas —dijo al sentarse y ofrecerme una mano para que me acercara a él—. Cada día me recuerdas más a tu madre —murmuró al dejar un beso en el dorso de mi mano.
Ese tipo de comentarios me revolvía las entrañas al saber tanto sobre el pasado de mi madre. Aparté la desagradable sensación.
—Duerme temprano y come algo antes —le pedí y asintió.
—¿Tomaste tus pastillas? —preguntó y Violet se removió a mi espalda porque era ella quien las tenía y quien planeaba mezclarlas con alcohol para "sobrevivir a la noche" según había dicho.
—Por supuesto —mentí.
—Nada de bebidas alcohólicas —advirtió— y si Violet bebe, tú conduces de regreso.
—Me quedaré en casa de Violet, es cerca del instituto.
—Bien, la carretera es más regular y segura en esa dirección.
La verdad era que no sabía dónde terminaría durmiendo esa noche, lo mejor era decir que no iba a llegar. Le di un beso a mi padre en la mejilla y bostezó antes de dejarse caer en el sofá. Se quedaría allí hasta el día siguiente, no iba a comer o ir a la cama, lo conocía.
Nos subimos a la camioneta de Violet con dos abrigos cada una. El frío comenzaba a ser insoportable y con los finos vestidos puede que termináramos congeladas. Seguía sin nevar, pero cada día el cielo amenazaba con hacerlo.
En el instituto, los estudiantes del secundario entraban poco a poco por la puerta principal, guardaban los abrigos en sus casilleros y corrían a la cancha de baloncesto donde el salón estaba climatizado. Había adornado el lugar con cadenetas que atravesaban el techo y luces de colores que se reflejaban en una bola de espejos gigante que rotaba en medio de la pista de baile.
No vi a Cameron, pero sí a Robin y Maggie. Él iba con esmoquin negro que hacía contraste con su piel blanca y se había arreglado el pelo. Cortos mechones caían a los lados de su cara, escapando del medio recogido. Ella iba de blanco y, por primera vez, mantenían distancia el uno del otro.
Los ojos de Robin se encontraron con los míos y aparté a la mirada.
—Lindo vestido —dijo alguien muy cerca de mi espalda: Ray—. Pensé que no ibas a venir.
Se veía muy bien de traje y corbata.
—¿Y perderme la diversión?
—¿Con diversión te refieres a no hablarnos y seguir restregándole a Robin como vas del brazo de Cameron?
—¿Celoso?
Violet bufó y murmuró algo que sonó como "son todos unos ridículos" antes de desaparecer.
Ray me sonrió.
—Los celos no forman parte de mi personalidad y hemos estado ocupados mientras tú nos evitas —explicó—. Violet no para de quejarse, Robin casi no duerme y te sigue con la vista a todos lados como si fuera un halcón vigilando a un ratón que realmente no quiere comerse y Maggie está a punto del colapso nervioso porque alguien la siguió a casa hace unos días y tuvo que correr dos calles para ponerse a salvo. Eso sin hablar de...
—La nota —terminé por él—. Violet me contó.
Ray mantuvo el silencio y yo traté de mirar a cualquier lugar que no fuera hacia Robin y Maggie.
—¿Por qué te has alejado tanto? Podías joder a Robin y seguir comiendo con nosotros.
—No quiero pegarle a Maggie y después matar a Robin.
Su risa baja me dijo que sabía del incidente de la semana anterior.
—Necesitas relajar tensiones y respirar, Anna.
—Eso he hecho con Cameron todos los días.
—Pues debe ser malísimo follando porque pareces más tensa que nunca.
Le dediqué una mirada asesina por burlarse de mí.
—Compórtate. A ti es al único que no he querido desmembrar de este grupito. No me pongas a prueba.
Se acercó a mí y puso una mano en la parte baja de mi espalda.
—A mí lo que quieres es hacerme otras cosas. —Rozó mi mejilla con un suave beso—. Si de verdad quieres soltar tensiones, puedes hacerlo conmigo. Te gusto y terminarás satisfecha, no con la cara de culo que te deja Cameron.
Se me aflojaron las piernas porque lo necesitaba. Quería tener sexo con alguien, pero no con Cameron. Sin embargo, cualquier rastro de excitación desapareció cuando Robin y Maggie se unieron a la pista de baile y él pasó las manos por la cintura de ella.
Cerré los ojos para no mirar.
—Anna, relájate —murmuró Ray.
Su tono juguetón había desaparecido. Quizás sentía el peligro de la ira que se escapaba por mis poros.
Cameron. Necesito a Cameron para molestar a Robin y calmarme.
Y como un regalo del cielo, el rubio apareció al otro lado de la cancha con sus amigos y me saludó. Lo alcancé y me colgué de su cuello para darle un beso en la mejilla.
Ray tenía razón, estaba tensa, pero no por mal sexo. Ni tan siquiera había besado a Cameron en los labios, mucho menos había dejado que me tocara algo que no fueran los brazos o la cintura.
—Estás hermosa —dijo y me hizo girar.
Mi falda ondeó con las tres vueltas que di sobre mis pies y sus amigos aullaron. Los ojos de Cameron destellaron al recorrerme el cuerpo. Odiaba más a esos que a Robin en nuestros peores momentos como enemigos.
—Soy muy afortunado de que seas mi pareja esta noche.
—¿Bailamos? —pregunté, ignorando el cumplido porque mi único objetivo era no permitir que Robin me ganara en nada.
—¿Tomamos algo? —dijo, ignorando mi petición de la misma manera.
—No bebo.
Y no precisamente porque hiciera reacción con las pastillas que ya no tomaba. Prefería ser violenta, peligrosa y explosiva, ser yo y no una versión creada bajo el velo de cualquier sustancia.
Cameron y sus amigos intercambiaron bebidas de las que había entrado de contrabando. Rieron y fingí hacerlo con ellos, sin mirar a donde debía estar Robin. Eso era lo que hacía todo el tiempo, fingir que no lo tenía ubicado.
Una canción le siguió a otra y otra. Vi a Ray controlando a Violet de no contaminar el ponche con dos botellas de vodka y contuve una sonrisa. Habría preferido estar con ellos, pero, finalmente, Cameron me sacó a bailar y cuando sus manos me tomaron de la cintura y me pegaron a su cuerpo, la sensación de triunfo me invadió.
Podía sentir los ojos de Robin sobre mí.
Robin me está mirando.
Robin está ardiendo de furia.
Robin va a aprender a no desafiarme nunca más.
Robin no hará de mí lo que quiera.
—Mis amigos y yo nos iremos temprano —dijo Cameron y me sacó de mis pensamientos—. Haremos una fogata en el bosque para no congelarnos y llevaremos a nuestras parejas. Ya sé que no bebes, pero la podemos pasar bien.
Sus ojos se fueron a mi boca. Me estaba hartado de él. Solo quería que bailáramos en silencio para no dejarme cometer un asesinato, pero él necesitaba hablar.
A la mierda la farsa.
—¿Con pasarla bien quieres decir que podemos follar?
Tragó con dificultad.
—No dije eso, fue solo que...
—Deja de fingir. —Lo forcé a seguir el suave ritmo de la música—. Soy la marginada que se folla a su padre, que consume un cargamento de pastillas porque está loca y que medio instituto detesta. No estás conmigo porque te atraiga y ya, estás aquí porque sabes que hay muy pocas chicas en este pueblo que vayan a follar antes de casarse y te mueres por tener algo con lo que alardear frente a tus amigos.
Su rostro se crispó. La verdad dolía.
—No todo es follar y este jueguito contigo se está volviendo aburrido. —Por el rabillo del ojo vi el movimiento de un vestido blanco y a Maggie de la mano de Robin atravesando la pista en dirección a la salida—. Suerte en el bosque, Cameron, seguro la pasas bien con tus amigos.
Lo dejé solo y caminé entre los que bailaban o se reunían en pequeños grupos para conversar. Salí al pasillo y no había rastro de ellos. La corriente de aire frío me hizo temblar, pero igual caminé con mis tacones haciendo eco por encima de la música proveniente de la fiesta.
Doblé una esquina y lo encontré. Robin esperaba fuera del baño de chicas, caminando de un lado a otro. Se detuvo cuando me vio.
—¿Qué haces? —pregunté con una ceja alzada, acercándome a él—. ¿Esperando para llevártela a tu bonito sótano?
—¿Ahora me diriges la palabra?
—¿Ahora eres su guardaespaldas? ¿No puede ir sola al baño?
—Maggie está a punto un colapso nervioso —masculló y dio un paso hacia mí—. Puede que esté ahí dentro llorando y lo sabrías si no te hubieses pasado todos estos días con Cameron.
—Es mejor compañía.
Me tomó del cuello y pegó su cuerpo al mío. El calor que venía de él me puso alerta.
—Deja de hacer esto de una buena vez.
Iba a responderle, pero Maggie salió del baño con la cara roja y los ojos hinchados. Intenté ir hacia ella y Robin me sostuvo.
—Vete —ordenó sin mirarla—. Espérame en la fiesta.
Maggie apartó la vista y se fue corriendo.
—Deja de protegerla —mascullé.
—Y tú deja de comportarte como una niña irascible.
Me tomó del brazo y me obligó a entrar al baño de chicas. Me acorraló contra la puerta y pasó el seguro. Respiró con fuerza, buscando la paciencia que yo no tenía porque estaba temblando de pies a cabeza.
—A la mierda contigo y tu estupidez —espetó e hizo lo que menos esperaba: hundió su boca en mi cuello y me mordió.
Exhalé un grito de dolor y placer.
—Te extrañé —murmuró contra mi piel y enredé las manos en su sedoso pelo—. Cada hora, cada minuto y segundo. —Le di acceso a mi cuello para que chupara y mordiera a su antojo—. Te extrañé tanto que empezó a dolerme cada parte del cuerpo por no tenerte cerca.
Gemí.
—Deja de manipularme —murmuré, pero no era capaz de alejarlo—. No soy Jonas, no me harás lo mismo que a él.
Me tomó del cuello y se detuvo. Apoyó la frente en la puerta y sentí su aliento acariciando mi oreja.
—No voy a soportar que me tengas a tu merced —continué— y que andes con otras para meterlas en tu sótano y calmar tu aburrimiento. —Me tembló la voz—. Y tampoco pienso reemplazar a tus juguetes para que te sientas satisfecho solo conmigo, así que no pienses ni por un segundo que permitiré que...
Su mano apretó mi cuello y se me hizo difícil respirar.
—Voy a decir esto solo una vez —murmuró—. Una maldita vez, Anna. Quiero todo de ti. Tu locura, tus impulsos, tus golpes y tu ira. Tu piel, este olor a lavanda y el calor que viene de ti cada vez que te toco. —Sus labios acariciaron el arco de mi mandíbula y mi sexo palpitó—. No quiero que seas mi juguete o Jonas, ni nadie más, te quiero a ti y solo a ti. No para manipularte, sino para tenerte en mi cama todos los días, aunque solo sea para verte dormir. ¿Me entiendes?
Pasó la lengua por mi mejilla y contuve un jadeo.
—Nada de sótano, tú no perteneces ahí. —Me perdí en la oscuridad de sus ojos—. Yo no quiero cambiar nada de ti, te deseo tal y como eres. ¿Quedó claro?
Gemí porque no quería creerle y ya lo estaba haciendo. Soltó un poco el agarré en mi cuello y respiré profundamente. Quedamos frente a frente, nuestras narices rozando, los labios a centímetros de distancia.
—Dime que Cameron no te tocó. —Más que una duda que pedía ser aclarada, sonó como una súplica—. Me dolía imaginarlo, me mataba quedarme dormido y soñar que estaba con él. Quería arrancarle los ojos en los vestidores y calculé maneras de matarlo y hacerlo desaparecer sin levantar sospechas. Por favor, dime que no te toco.
Era la segunda vez que captaba dolor en su voz.
—¿Y si lo hizo? —Provocarlo y negarme a decir la verdad era lo único que me mantenía al borde del acantilado, que no me permitía lanzarme al vacío y convertirme en su esclava—. ¿Y si te digo que me lo follé cada día?
—Te suplicaría que no lo vuelvas a hacer. Te prometería que, aunque yo no sea capaz de darte todo lo que él puede, haré hasta lo imposible para que no necesites nada más de nadie. —Me volvió a mirar a los ojos—. Y si por alguna razón quieres seguir teniendo a otros contigo, si quieres meterte en la cama de quien sea... lo soportaré. Pero no me pidas que no los mates a ellos después.
Sostuve la respiración. No podía creer que Robin, el posesivo y obsesionado, estuviera mostrando tal vulnerabilidad.
—Si esa es tu condición para que yo pueda tener algo de ti —continuó—, acepto. Lo que no puedo es volver a tenerte una semana lejos, ni un día...
Sus manos subieron por los lados de mi cuerpo.
—Tú respiras y yo respiro —murmuró sobre mi boca—, tú hablas y yo escucho, tú apareces en ese maldito pasillo con esa mirada asesina y con ganas de pegarme y yo estoy tan duro que duele.
Miré a su pantalón y era cierto.
—No me tocó —murmuré, cediendo a la sinceridad, a él—. Cameron no tocó nada de mí.
Gimió al morder mi labio y sentí como su cuerpo se relajaba.
—No quiero que nadie me toque, solo tú —confesé.
Sus manos llegaron al escote de mi vestido y la piel se me puso de gallina.
—Repítelo —ordenó con esa voz ronca y de mando que empezaba a descubrir que me gustaba.
—Solo tú.
Gruñó y bajó mi vestido, dejando mis pechos expuestos. Dolían por la excitación y los atrapó entre sus manos antes tomar uno de mis pezones con la boca.
—Es la primera vez que me haces eso.
—La primera de muchas, así que cállate.
Me mordí al labio cuando chupó uno de mis pechos, metió las manos bajo mi vestido.
—No me vas a quitar esto de nuevo —masculló al deslizar la palma por mi sexo y me tomó de la cara, hundiendo los dedos en mi piel para gruñir sobre mi boca—. No me vas a volver a quitar esto, ni tu cuerpo, ni esa boca llena de insultos nunca más en tu vida. Me voy a encargar de hacer lo que sea para mantenerte a mi lado.
La manera en que me cargó e hizo que mis piernas abrazaran su cintura fue violenta, con un deseo desenfrenado y animal.
Se movió contra mí y gemí de placer. Por encima de la ropa podía sentir el calor de su polla contra mi sexo húmedo. Me alzó por las caderas e hizo que recorriera toda su extensión. Gemimos juntos y lo deseé en mi interior como nunca antes había ansiado algo.
Repitió el movimiento una y otra vez, gemí su nombre y me perdí en el mar de sensaciones de sus mordidas en mis pechos. La excitación subía por mi cuerpo por la fricción de mi zona más sensible y mientras más me empujaba contra la puerta, menos me faltaba para llegar al orgasmo.
Estaba a punto de pedirle que no se detuviera cuando las alarmas del instituto nos sobresaltaron. Robin tuvo que sostenerme con fuerza para que no me cayera al suelo.
Era la alarma de evacuación y se escucharon los pasos, gente corriendo y un par de gritos por el pasillo. El corazón se me desbocó a un ritmo distinto al de la excitación.
Me acomodé el vestido y Robin me tomó de la mano y salimos al pasillo. Evitamos la estampida al pegar la espalda a la pared. Todos estaban asustados, se preguntaban qué pasaba y no había respuesta, solo murmullos nerviosos y empujones para llegar a la salida.
Un grito lejano recorrió el pasillo principal.
Apresuramos el paso y Robin me protegió de los desesperados que nos rodeaban para que nadie me tocara. Las puertas de la salida estaban abarrotadas con las personas empujándose y los gritos aterradores de una chica venían de afuera.
El miedo de los estudiantes a la voz grave y exigente de Robin, más sus codazos, nos abrieron camino hasta el exterior. Se había ido formando un círculo alrededor de algo. Se extendían más murmullos y un par de sollozos, caras de miedo y sorpresa en lo que avanzábamos para encontrar el punto de atención de todo el instituto, la fuente de los gritos.
Había una chica de rodillas, llorando y gritando en el hombro de otra que intentaba consolarla. Frente a ellas, un cadáver con el torso cubierto de sangre y el pecho destrozado.
⌘
Hola 🐮🙃
Ya era hora de un muertito. Ok, no.
¿Cómo las lleva la vida?
Ya no se me ocurren preguntas para hacer. Con leer las teorías que van dejando en comentarios ya me quedo en shock. Son creativas... y aciertan.
Mañana estaré subiendo contenido extra con notas y cartas del pasado. Serán 3 apartados.
Cuídense. Tomen awita. Aliméntense bien, nada de coca cola.
Las amo.
💋
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