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Capítulo 35

Anna

—¿Me repites por qué tengo que ir contigo y no con Ray? —pregunté dos horas después de que nos separáramos para buscar a Violet por el bosque.

—Maggie no sabe dónde está mi casa, buscaría sin rumbo —explicó sin dejar de mirar al piso—. Tú no sabrías llegar.

—Me podía haber quedado con...

—Ray no sabe rastrear, Maggie y yo, sí. Haz el cálculo mental de por qué nos separamos así, si es que tu cerebro y la mierda que te tragaste todavía te permiten pensar.

No respondí. El primer golpe del sedante había pasado, me esforcé para enfocarme y, como antes, logré seguir con mi vida sin que mi mente divagara... demasiado. Me ayudó con el temblor en las manos y a soportar a Robin.

—¿Por qué este camino es diferente? —dije, mirando a mi alrededor—. ¿Por qué no encontramos nada? Estoy segura de que Ray no me trajo por aquí.

—¿Cómo lo sabes?

—Huele diferente, igual que por donde me llevaste esta mañana.

Una risa ronca salió de sus labios. Iba delante de mí, mirando al suelo, detallando cada hoja y observando los troncos de los árboles que bordeaban el estrecho sendero.

—Hay varias maneras de llegar a mi casa.

—¿Ray me llevó por un camino tan largo? —protesté—. No querían que aprendiera a llegar sola.

—No te habrías aprendido ni el camino más corto —se burló—. Hice que te llevara por ese para que te cansaras más.

—Imbécil —siseé.

—Valió la pena. Llegaste agitada y con las botas llenas de barro.

—Y ensucié tu bonito suelo.

—Daños colaterales.

Seguimos por el camino que serpenteaba.

—¿Por qué Violet vendría por aquí si no fue por donde nos siguió a Ray y a mí?

—Es una posibilidad —murmuró—. Una vez supiera dónde está mi casa, podría volver al pueblo por cualquier camino, aunque le llevaría bastante tiempo.

—¿Soy yo la única con cero esperanza de vida si me pierdo? —dije más para mí misma.

Se detuvo para analizar algo en el suelo. Movió unas hojas con el pie antes de seguir caminando.

—Crecimos aquí. A la mayoría le enseñaron a cazar desde niños y a ubicarnos en el bosque, estuvieras donde estuvieras, solo hace falta una referencia. —Me miró por encima del hombro—. Una niña de ciudad como tú, no lo entendería.

—Tú te fuiste unos años de aquí, eso hace que seas mitad niño de pueblo y mitad de ciudad.

—Soy de Kencott River y siempre seré de aquí —dijo como si eso zanjara la conversación, la más tranquila que habíamos tenido hasta el momento.

Rechistó y dio una ojeada a nuestro alrededor.

—Por aquí solo han pasado animales.

Se desvió a la derecha, dejando el camino principal sin temor alguno y dudé en seguirlo, pero prefería internarme entre los árboles a quedarme sola.

—¿Qué tipo de animales? —pregunté la segunda vez que se me enredó el pelo en una rama y un escalofrío me recorrió el cuerpo.

—El tipo que te daría caza de estar muy hambriento o de los que te asustarían lo suficiente para que corrieras en dirección contraria, tropezaras y terminaras golpeándote la cara con una roca.

La idea de que a Violet le hubiese sucedido eso me heló la sangre y me devolvió el sentimiento de culpa que alejé al restregarme los ojos con el puño de la sudadera. Cada vez hacía más frío y me daban ganas de pedirle el abrigo a Robin.

—Sabiendo eso me dejaste atada a un árbol toda la noche —murmuré para apartar la idea de caer tan bajo como para pedirle ropa para no congelarme.

—Te dije que olvides eso de una vez. —Me encaró y tuve que alzar la vista para mirarlo a los ojos—. A nadie le importan tus falsos lamentos, ni a ti misma, solo pretendes que te importa para tener una razón más por la que odiarme. —No quería valorar si tenía razón al decir eso y sostuve la respiración cuando se acercó más a mi rostro—. No te iba a pasar nada en ese lugar, lo conozco muy bien y estuve toda la noche...

El llamado de Ray atravesó el bosque y los dos miramos en dirección a donde venía su voz. Repetía nuestros nombres y el corazón se me aceleró: la habían encontrado.

Robin se lanzó a correr con destreza y me costó seguirle el paso, avanzar sin chocar con los troncos, tropezar con las raíces o resbalar con el musgo que se aferraba a las piedras. Nos costó unos minutos llegar hasta ellos y encontrarlos con un cuerpo inmóvil a sus pies: Violet.

Robin se agachó a tomarle el pulso.

—Debe estar inconsciente desde hace horas, está helada —dijo al tocarle la frente—. Tiene que haber pasado la noche aquí.

—Creo que se desmayó —explicó Maggie—, pero estuvo en el suelo antes. Se estaba arrastrando cuando perdió el conocimiento.

—Algo le pasó y estaba tratando de regresar a mi casa porque era la ayuda que más cerca tenía. —Robin la cargó en brazos como a un bebé.

La llamó varias veces para que recobrara el conocimiento en lo que caminábamos. Ray estaba sin palabras y Maggie tan pálida que podría ser la próxima en desmayarse. Tenía una cámara fotográfica bien agarrada contra el pecho, supuse que era la que Violet había llevado encima.

Mi atención se centró en uno de los brazos de Violet que colgaba en un ángulo extraño y se balanceaba con cada paso de Robin. Quise no mirar, pero era imposible.

Me recordaba a Alexei, mi hermano, mi hermano muerto. Así se había visto su brazo cuando le quitaron la cuerda del cuello, cuando lo subieron a la camilla y el mismo brazo se deslizó fuera de la sábana con que lo habían tapado.

No. Violet no estaba muerta y eso me alivió.

Una vez llegamos a la casa, subimos a la habitación donde yo me había duchado y vestido esa mañana. Robin acostó a una sucia Violet con delicadeza sobre las inmaculadas sábanas. Acomodó la almohada debajo de su cabeza y deslizó los dedos por su cuero cabelludo con el ceño fruncido hasta detenerse en un punto en específico, pero no dijo nada.

Maggie, Ray y yo observamos cómo él revisaba uno de los armarios y cajones para sacar lo que parecía material médico que solo encontrarías en la enfermería de un hospital.

—Tiene un golpe en la cabeza —explicó en lo que acomodaba todo en la mesa junto a la cama—. Algo debió pasar, solo ella puede contarnos. —Armó lo que reconocí como un portasueros—. No tiene ninguna herida grave que sea visible, está así por la deshidratación.

La manera en que habló y se desenvolvió me hizo pensar que no era la primera vez que estaba en una situación similar. Había confianza en sus movimientos y palabras, destreza al preparar su mano para canalizarla y pasarle algo en vena.

—¿Estará bien? —preguntó Maggie con los ojos llenos de lágrimas.

—Sí, pero voy a sedarla.

Lentamente, pasó algún medicamento por el vial y, al momento, se puso a organizar, guardando unas cosas y dejando otras afuera.

¿Cómo aprendió a hacer todo eso?

—Solo podemos esperar —dijo al pararse frente a nosotros—. En algún momento despertará.

—¿No sería mejor llevarla a un hospital?

—No —respondimos Robin y yo al unísono y Maggie se encogió en el lugar al obtener una respuesta tan enérgica de dos personas.

—Tenemos que esperar para saber qué le pasó —expliqué sin prestarle atención a Robin que tenía la vista clavada en mí—. Si la llevamos, habrá que dar explicaciones y como está la situación, terminaremos en la comisaría y ya sabemos que esa no es una buena idea.

—Anna tiene razón —dijo Ray con los ojos fijos en la cama—. Esperemos a que ella nos cuente. Puede haberse caído y golpeado. No podemos permitirnos hacer un escándalo. Dudo que Violet estuviera de acuerdo con exponer que la encontramos desmayada en el bosque.

Nos miramos porque todos pensábamos lo mismo. Los tres habíamos visto donde Robin había encontrado el golpe: la parte baja de la cabeza. No te caías y te golpeabas de esa forma, era más posible que la hubiesen atacado.

—La cámara —dije—. Le repetí varias veces que tomara fotos de todo el lugar, puede que...

—¿Le repetiste? —preguntó Robin y no me gustó nada su tono de voz—. No solo hiciste que te siguiera hasta aquí, también le diste indicaciones para que se demorara más. —Se le tensó la mandíbula—. ¿Le pediste que te esperara y no te acordaste cuando decidiste pasar la noche aquí?

Di un paso atrás por la agresividad con que salió su pregunta.

—Robin, cálmate —pidió su amigo.

—¿No te importó dejarla ahí en la noche? —Apuntó a la ventana y al exterior—. Esto es tu culpa —murmuró—, es tu culpa que ella esté así y, si le pasa algo, juro que te mataré.

Aparté a Ray cuando quiso interponerse entre nosotros.

—Ya me amenazas tanto de muerte que empieza a perder impacto —me burlé a centímetros de su rostro—. Búscate otra manera de intentar intimidarme.

Me tomó del cuello. Apretó tan fuerte que se me escapó un extraño sonido en busca de oxígeno.

—A ti tampoco te importa Violet —dije con lo que me quedaba de aire en los pulmones.

—¡Basta, los dos! —gritó Ray y le pegó en el abdomen a su amigo para que me soltara.

Tosí para aclarar mi garganta cuando quedé libre.

—Ya sabías que nos había seguido —solté con voz ronca porque no entendía el repentino estallido—. Y no, no le dije que se quedara, solo que tomara fotos de los alrededores cuando me viera entrar y que se fuera.

—Si estaba contigo en esta estupidez, Violet jamás te dejaría atrás imaginando que podías estar en peligro —masculló—. Lo sabrías si la conocieras.

—Acordamos algo que debíamos cumplir —me defendí—. Yo me estaba arriesgando más que nadie y a ella no le importó, me apoyó cuando lo decidí. Si yo moría aquí dentro, ella tendría más pruebas para meterte a la cárcel y créeme, ¡quiere hacerlo!

—Eres una hija de puta —espetó—. Una mentirosa que...

Dejé de escuchar sus palabras y Ray tuvo que sostenerme para no me le echara encima a Robin. Quería arrancarle los ojos y la piel con mis uñas.

—Violet siempre se quedaría —repitió Robin—. Lo haría porque es más fiel de lo que cualquier otra persona en este puto mundo y no hay quien merezca su lealtad.

Reí con más fuerza al entender su reacción.

—Tratas de que la culpa caiga en mí para librarte del peso que tienes sobre los hombros por traicionarla, por lo que hiciste con Tania. —Sus labios temblaron y se volvieron una línea—. Si eso no hubiese sucedido, la leal Violet jamás te habría dejado, no habría corrido hacia mí, no habría deseado cobrar venganza y no me habría seguido hasta tu casa oculta en medio de la nada. —Le di una media sonrisa para ponerle más sal a la herida—. Lo siento, Robin, pero de esta no te salvas culpando a otro.

»Haz el cálculo mental, si tu cerebro te lo permite —agregué, citando las palabras que me había dedicado en el bosque—. Violet estaba aquí para vengarse de ti, no de mí. ¿Quieres descubrir quién es el verdadero culpable?

—¡Basta! —gritó Ray y se interpuso en el camino de Robin, que seguramente deseaba estrangularme y no detenerse en esa ocasión—. ¡Por una maldita vez tienen que aceptar que este problema no es sobre ustedes, es sobre Violet!

Logró que el silencio volviera a la habitación y, aunque Robin y yo nos mirábamos con el mismo deseo ardiente de asesinarnos, Violet estaba primero.

—Puedo revelar las fotos que tomó —dijo Maggie con voz temblorosa.

Se sostenía del marco de la puerta. De seguro había valorado huir si la pelea entre Robin y yo empeoraba.

—Necesito ir a casa —continuó—. Allá tengo lo necesario para saber qué hay en el rollo fotográfico y si puede servir de algo. —Miró a Violet y luego a Robin con terror absoluto—. ¿Cuánto crees que demore en despertar?

—No lo sé —dijo él y su tono de voz dejó entrever la derrota.

—Entonces, si hay alguna foto que nos ayude a saber qué pasó, será de ayuda ganar algo de tiempo con más información —concluyó Ray.

Todos asentimos, menos Robin, que se fue a la esquina, donde había un sillón cerca de la cama.

—Tenemos que salir ahora mismo —dijo Ray—. Ya es de noche y no es inteligente que nos demoremos más.

—Puedes quedarte en mi casa —me propuso Maggie.

Le di una ojeada a Violet.

—Me quedo aquí —dije—. Quiero estar aquí cuando despierte. —Clavé la vista en Robin—. No confío en él.

—Seguirán discutiendo y...

—Me quedo —repetí porque no importaba lo que dijera Ray.

—No pienso dirigirle la palabra —dijo Robin con la vista fija en su reloj de pulsera y los dedos sobre el cuello de Violet para medir sus pulsaciones—. Puedes irte tranquilo, Ray, y ella puede quedarse. No me importa.

Ray dudó, pero terminó por besarme en la frente y aceptó irse. Era tarde y Maggie estaría en problemas con su madre. Los acompañé a la salida y la casa se quedó en completo silencio.

Llamé a mi padre que ya estaba preocupado con la noticia de la nueva desaparición. Le dije que me quedaría en casa de Violet por segunda vez y se tranquilizó cuando le prometí que regresaría a casa al día siguiente.

Me duché y, al salir, arrastré el diván que estaba al pie de la cama hasta llevarlo a la esquina opuesta a la de Robin y me senté.

Si no hubiese pasado la noche con Robin y Ray en aquella casa, estaría convencida de quiénes eran los culpables: ellos. Habría ido a la comisaría para decir la verdad. No tener a quién culpar hacía que la situación se volviera asfixiante.

Cerca de la media noche, bajé a la cocina. De la nevera cogí todo lo que se podía ingerir sin cocinar y comí hasta que el estómago dejó de rugirme.

Estaba agotada y tenía que descansar, pero no me sentía segura bajo ese techo.

Me serví una segunda taza y cuando iba a darle un trago, Robin entró. No me moví de la mesa en el centro de la cocina. Fue directo a la máquina de café y se sirvió.

Tenía el pelo mojado, había tomado un baño cuando yo había dejado la habitación. La camiseta sin mangas dejaba expuesta su piel y, aunque una vez lo había visto sin camisa, o dos veces, no le había prestado atención a su cuerpo.

Estaba lleno de pequeños tatuajes, como si le hubiese pedido al tatuador que dejara la tinta donde mejor le pareciera.

Iba a salir de la cocina cuando su indiferencia me hizo perder el control.

—¿Lo de no hablarme iba en serio?

No contestó, pero tampoco se fue.

—Es muy infantil que no me dirijas la palabras para, al menos, decirme cómo está Violet.

—La volví a sedar —dijo con voz grave por haber estado horas en silencio.

—¿Eso es todo? —pregunté cuando dio otro paso para alejarse de mí.

Me miró por encima del hombro.

—¿Qué más quieres saber? —No pude contestar, no había nada en específico—. Dime, Anna. ¿Te quedaste aquí porque no confías en mí, para cuidar a Violet o para que estuviéramos a solas?

—No confío en ti y no sé si seas capaz de lastimarla.

—Sabes muy bien que jamás lo haría, no de la forma en que estás insinuando.

—Porque ya la lastimaste lo suficiente. —Chasqueé la lengua—. Cierto. Lo había olvidado.

Mi sarcasmo hizo que girara sobre sus pies. Su falsa sonrisa se sintió mejor que el silencio, odiaba que me ignorara, prefería que peleáramos.

—¿Esta es la única manera de la que sabes llamar la atención de las personas? Recordarles lo que hicieron mal y poner el dedo en la herida hasta hacerla sangrar.

—¿Lo reconoces porque es la técnica que acostumbras a emplear?

—Sí.

Dejó la taza sobre la mesa y caminó en mi dirección.

—Dime, Anna. ¿Por qué quieres estar aquí? ¿Por qué te molesta tanto que no te dirija la palabra? ¿Quieres hablar de algo en específico?

—No. Simplemente, odio que juegues el papel del hombre interesante que promete silencio.

—Quizás quieres hablar de ayer —continuó sin tener en cuenta mi réplica—. Puede que no te sientas incómoda, pero no lo puedes olvidar.

—Tengo cosas más importantes en las que pensar.

No era mentira, pero después de esas palabras los recuerdos habían vuelto.

—Estoy seguro de que ahora mismo estás reviviéndolo todo. —Apartó la silla que estaba entre nosotros y me puse de pie—. Estás recordando todas las veces que me miraste mientras Ray tenía la cara entre tus piernas.

Se iba acercando a mí y no se detuvo hasta que mi espalda chocó contra la encimera.

—¿De eso quieres que hablemos? ¿Te preocupa lo tanto que disfrutaste porque yo los estaba mirando?

—Detente —mascullé.

—¿Ya te diste cuenta de que no fue porque alguien te estuviera viendo, sino porque era yo quien te miraba?

—Deja de manipularme —murmuré cuando su cuerpo estaba un palmo del mío—. Sé lo que estás haciendo, lo que hiciste ayer, jugar con mi mente, provocarme.

Un mechón de su pelo acarició su mejilla.

—¿Dirás que te manipulé y te forcé? —Torció los labios—. Ni tú eres tan mentirosa.

—No dije que me forzaste, pero te metiste en mi cabeza porque sabes muy bien cómo hacerlo.

—Si eso te quieres hacer creer, hazlo. —Le dio un toque a mi pecho con el dedo índice—. En el fondo, sabes que lo que más te excitó fue que yo estuviera mirándote.

—Cállate.

—Lo noté, ¿sabes?

—Cállate —repetí porque no quería escuchar su versión de la historia.

—Cuando estabas sobre Ray en el sofá y gemías moviéndote lentamente, cuando me paré frente a ti.

El momento que más temía recordar. La sangre subió por mi cuerpo y tuve miedo de que, a pesar de que la cocina estaba solo iluminada por la luz azulada que entraba por el ventanal detrás del fregadero, viera mi cara encendida por la vergüenza.

—Quisiste que me uniera —continuó, bajando el tono de su voz con cada sílaba, acercándose más y más—. Me gritaste con la mirada que pusiera mi polla en tu boca, la querías para ti.

Era cierto y eso me asustaba y me excitaba.

—Te corriste por mí —continuó y no aparté los ojos de los suyos cuando nuestros pechos se encontraron—. Era él dentro de ti —susurró y sus labios rozaron los míos con cada palabra—, pero tu orgasmo fue mío.

Se me escapó un jadeo. Me tomó de las caderas para hacerme girar y sentarme encima de la mesa.

—Como mismo va a ser mío el que estás a punto de tener —añadió.

Se acomodó entre mis piernas y atacó mi cuello. Maldije cuando me mordió y por todas las sensaciones contenidas que liberó ese placentero dolor. Mi piel hervía cuando sus manos se colaron por debajo de la camisa que tenía puesta y me quitó las bragas.

Me empujó para que me acostara sobre la mesa y mi espalda se deslizó sobre la madera cuando tiró de mí para que quedara al borde. Escuché que arrastraba una silla y se sentaba entre mis piernas. Quedé expuesta bajo su mirada hambrienta y oscura.

—¿Dirás que también te manipulé para tener esto? —Deslizó las manos por mis muslos, eran tan suaves y se sentían tan bien sobre mi piel que me mordí el labio para no gemir—. ¿Dirás que no querías estar así conmigo?

Me sentía como un plato de comida, para él, todo para él.

—No —jadeé.

—¿No de "no quiero" o no de "no negaré que lo deseo"?

Hundió las uñas en mis muslos y arqueé la espalda. La camisa se deslizó hasta mi cintura. Cada músculo de mi cuerpo dolía por el ejercicio de la noche anterior y el cansancio.

—Bésame —supliqué y dejé caer la cabeza hacia atrás porque me enojaba lo necesitada que estaba de que me tocara—. Por favor.

—¿Dónde? —preguntó para provocarme en lo que yo trataba de centrar mi atención en la lámpara de techo y no en el cosquilleo en mi vientre o lo que palpitaba mi sexo.

—Hazlo de una vez —mascullé.

—Pues será a mi manera —murmuró antes de morder la sensible piel del interior de mi muslo.

Me tapé la boca para no chillar cuando pasó de uno a otro sin controlar lo duro que mordía o las marcas que dejaría, acercándose cada vez más a mi sexo. Lamió de arriba abajo repetidas veces. Mi cuerpo se tensaba cada vez que su lengua rozaba mi clítoris.

—Sabes bien —dijo entre una lamida y otra—. Sabes tan bien que pienso tomarme mi tiempo.

Aplicó presión con su lengua sobre mi centro, lentos círculos que me sacaron gemidos, bajos y desesperados. Quería cerrar las piernas por el cosquilleo que me recorría, porque necesitaba un alivio más violento, no caricias tortuosas. Con brusquedad, impidió que lo hiciera y hubo una clara amenaza en su rostro.

—Si quieres esto, tienes que aceptar que eres mía. —Le dio una mirada a mi sexo—. Que esto es mío, que tu cuerpo lo es por los próximos minutos y que no te vas a mover a menos que yo lo diga.

Estar a su merced, en ese instante, fue tan frustrante como atractivo. Me pedía que cediera el control, no me lo quitaba. Me daba más porque mi "sí" o mi "no", cambiarían todo.

—Hazlo.

Sonrió y lo hizo porque supo que yo acababa de entender la regla. Él mandaba, pero yo era quien decidía cuándo.

Sin dejar de mirarme se adentró entre mis piernas. No se detuvo cuando gemí y maldije como nunca lo hacía, no me dejó ni juntar las rodillas. Me sentía presa y al borde del orgasmo, algo que él sabía notar y lo tomaba como una indicación para bajar la marcha y volverse más delicado.

Protesté y disfruté la tortura, le pedí que siguiera. El techo de la cocina empezó a darme vueltas. Perdí la noción de dónde estaba, con quién, el tiempo o lo que había sucedido, no solo en las últimas horas o días, sino en mi vida.

Moví las caderas contra él porque no soportaba el calambre de mis piernas y el calor en mi vientre, todo expandiéndose de mi centro y lo que hacía con su lengua... Algo sabía hacer con ella que me enloquecía.

—Eso es —dijo y su frío aliento sobre mi sexo me hizo jadear—. Fóllame la boca.

Me tomó de las caderas y enterró las uñas en mi piel.

—Fóllame la boca si quieres correrte, Anna. Hazlo fuerte.

Mis movimientos eran cada vez más intensos, empujando contra su cara. Grité y mi cuerpo se sacudió sobre la mesa. Volví a gritar cuando palmeó mi sexo y eso envió un golpe de placer, avivando las sensaciones del orgasmo.

Los músculos de mi vientre se mantuvieron tensos y Robin siguió masajeando mi centro para alargar mis sensaciones. No se detuvo, solo fue bajando la presión en lo que mi respiración se acompasaba y la cocina volvía a su lugar.

Robin se puso de pie y tiró del cuello de mi camisa para que me sentara frente a él. Nuestros rostros estaban casi a la misma altura. Sus labios, su barbilla e incluso su nariz brillaban por la humedad de mi excitación y sentí unas ganas incontrolables de besarlo para probar ese sabor.

—Dime que te gustó —exigió y detuvo todos mis pensamientos agresivos, los que me decían que saltara sobre él.

—Me gustó.

Mentir sería una tontería, en ese momento, al día siguiente o en dos meses. Se acercó a mis labios.

—Dime que quieres que esto vuelva a pasar.

—Quiero esto y más.

Descansé las manos sobre su pecho y al instante me tomó de las muñecas. Me tensé tanto como él, no entendí por qué su cambio de actitud.

—¿Me dirás que no quieres seguir? —pregunté tras una mirada a su notable erección—. Los dos sabemos que eso no es cierto.

No respondió.

—Lo deseas tanto como yo. —Me acerqué a su boca y mordí su labio inferior. Gimió cuando enterré mis dientes un poco más fuerte antes de soltarlo—. Te quiero, sin un condón, sin nada. Necesito que te corras conmigo, dentro de mí, una y otra vez —confesé—. Lo deseo aquí y ahora. Miénteme y dime que tú no.

Apretó mis muñecas con tanta fuerza que supe que me dejaría marcas. Estuvo a punto de besarme, pero retrocedió y apartó mis manos. Su respuesta con palabras no era necesaria, su reacción era un claro "no me toques".

—No tengo derecho a preguntar por qué no quieres seguir —murmuré—, pero me gustaría saberlo.

Podía darme la espalda y no responder, pero yo esperé y vi el remolino de emociones en su rostro. De nuevo, no supe si él estaba cambiando y quedaba expuesto ante mí o si yo lo empezaba a conocer y leerlo se hacía más fácil.

Tragó en seco antes de hablar:

—Nunca lo he hecho.

Me quedé sin palabras y lo habría tomado como una mentira de no ser porque apartó la mirada como si la confesión le avergonzara.

—¿Con una mujer?

—Con nadie.

—¿Ni con Jonas?

—Con nadie —repitió, entre dientes.

Algunas palabras cobraron sentido. "Yo no hago eso" y "Tania quería algo que yo no le podía dar". Ray se la había follado y los tres fingieron que era Robin porque él jamás había... ¿penetrado a alguien?

—¿Te da miedo hacerlo? —pregunté con delicadeza y su rostro se contrajo.

Lo sostuve del codo con suma delicadeza cuando quiso dar un paso atrás y logré que se quedara entre mis piernas.

—No volveré a hablar de esto, lo prometo —le dije.

Ese tema no era un juego. Iba más allá de lastimarnos o hacernos pedazos.

—Entiendo que tu cuerpo reaccione —continué— y que, de igual forma, no quieras tener nada más.

Su mandíbula se tensó y se acercó tanto a mi rostro que su nariz rozó la mía.

—Ese es el problema, Anna, que contigo sí quiero, pero no puedo.

A @FerAmbriz5 que cumplió años la semana pasada, pero mejor una felicitación tarde que nunca. Espero que la pasaras bonito. 🎉

Viernes con V de "Virgen" el Robin, eso sí que no me lo esperaba.

Hola, champiñones. ¿Cómo las lleva la semana?

Aquí tienen capítulo largo, no pidan más hasta el próximo viernes. Ese día tenemos cita para saber qué le pasó a Violet y a partir de ahí el libro va a cambiar por completo. 😈

Leo sus comentarios para saber qué les pareció y las reacciones en ig y los podcast semanales.

Las amo.

💋

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