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Capítulo 22

Anna

Los periódicos viejos de la tía cubrían cuarenta años. Puede que hubiera guardado el último el mismo día de su muerte, debía de haber tenido algún tipo de obsesión con ellos.

Cobraba sentido que hubiese sido amiga de la abuela de Violet, sin embargo, dudaba que mi madre se hubiese criado con una ideología tan estricta, incluso si iba a la iglesia desde pequeña. Nunca nos inculcó religión.

Viajamos de casa de Violet a la mía. Bajamos las cajas viejas del ático y llevábamos dos horas sentadas en el suelo de mi habitación, entre el material antiguo de la tía.

Comprobamos las historias de la abuela de Violet: tres desapariciones. No había mención de una cuarta. Sobre los Callahan, la información no era más extensa. Por su posición financiera, desde muchos años atrás, era la familia más importante del pueblo.

Tenían negocios de bienes raíces, como los padres de Tania. Puede que fuera el mismo negocio que mantenía a Robin en una buena posición económica o la razón por la que, según Violet, desaparecía cada cierto tiempo.

—No tenemos nada. Polvo y un día perdido —concluí al darme por vencida.

Lancé el periódico que le seguía al incendio de la casa de los Callahan y solo hablaba del cultivo de la papa.

—Lo único que sabemos de la vida de Robin podría ser vendido como material para un drama producido para amas de casa con ganas de llorar —murmuré.

—Quiero que llore él y no me estás dando con qué —dijo Violet—. Este no era el trato, se suponía que íbamos a vengarnos.

—¿Eso es todo lo que les importa? —cuestionó Maggie—. Estamos intentando encontrar a Gretel y a Tania.

—Esa está en un crucero con el entretenimiento de turno —gruñó Violet—. Supéralo.

Algo que ella no había hecho.

—¿Alguna vez Tania se fue sin avisar? —quiso saber Maggie.

—Sí.

—¿Alguna vez pasó más de una semana sin llamar?

—No —murmuró Violet.

Maggie se acomodó y cruzó las piernas.

—Tania lleva un mes desaparecida, si es verdad que quien último la vio fuiste tú en esa fiesta. También dijiste que llamó a mitad de esa semana, que no quería ir al instituto. Quiere decir que estaba bien hace tres semanas y, quizás, Robin estaba con ella o sabía algo...

—Estoy convencida de que estaba en su casa, con él —interrumpí.

—Él no la llevaría a su casa —masculló Violet.

—Se la follaba a tus espaldas, ¿por qué no la llevaría?

—Ella... Él la odiaba... —No tenía armas para defenderlos o sentirse mejor—. Sigo sin entender por qué tenían algo.

—Pero lo tenían —puntualicé—. Apuesto a que llevó a Gretel y a Tania...

—Lo que sabemos es que ninguna de las dos va a volver por sus propios pies, si a esta altura no lo han hecho —interrumpió Maggie—. Alguien las secuestró, les hizo algo, como en estos casos. —Señaló los periódicos—. Ellas no han aparecido, pero podrían hacerlo y muertas. No queremos que eso suceda.

Me tragué mi opinión. No era buena idea hacerle saber a Maggie que me importaba poco su amiga, o decirle a Violet que si al día siguiente aparecía el cadáver de Tania, era posible que me dieran ganas de celebrar.

—Nuestro único sospechoso es Robin —continuó Maggie—, pero no tiene que ser el culpable.

—Entonces, ¿por qué estoy aquí si no es para tirarle mierda a ese? —protestó Violet y me apuntó con el dedo—. Dijiste que podíamos vengarnos.

—Si no es culpable de todo, tiene información sobre ellas y dónde estuvieron antes de desaparecer—insistió Maggie.

—Estoy segura de que fue él —dije, a pesar de no estarlo—. Tenemos que seguir buscando, seguirlo a su casa, lo que sea con...

—¿Estás bien de la cabeza? —me preguntó la pelirroja con el rostro descompuesto.

—¿No te llegó el chisme o es que eres sorda? —se burló Violet—. Está desquiciada o no tomaría todo lo que tiene en el pastillero.

El rostro de Maggie se puso tan rojo como su pelo.

—No... No quería decir... Eso no fue lo que dije. —Tragó con dificultad—. No te estoy insultando, pero creo que las dos están obsesionadas con Robin y mi amiga está desaparecida, tu novia también.

Por la expresión de Violet podía haber desollado viva a Maggie.

—Esa no es mi novia y me da igual lo que pase con ella o la masoquista de tu amiga.

Por primera vez estaba totalmente de acuerdo con Violet. Lo único que yo deseaba era tener pruebas de que Robin las había matado o lo que fuera para meterlo a la cárcel o solo arruinarle la vida por unos meses.

—Deberíamos calmarnos —dije para servir de mediadora y aliviar la tensión—. Nos importa lo que pase con Gretel y Tania—. Miré a Violet para que fingiera porque Maggie era una buena fuente de información y en ese momento estaba a punto de ponerse a llorar—. También queremos que Robin pague por algo de lo que ha hecho, ya sea esto o lo que lleva años haciendo, pero tenemos que relajarnos. No sirve de nada pelear.

Asintieron y miré a Maggie.

—No tiene sentido seguir buscando en lo que pasó hace tantos años. —Le di una ojeada al desorden en el piso.

—¿Qué tal si es la misma persona que volvió al pueblo? —preguntó ella.

—Ya hicimos cálculos sobre la edad de esa persona y los únicos nuevos en Kencott River somos mi padre y yo. ¿Seríamos uno de nosotros?

—No —dijo de inmediato, nerviosa—. Además, Gretel desapareció una semana antes de que ustedes llegaran.

—Y yo no había nacido y mi padre estaba encerrado en una institución militar en esos años, además de no conocer a mi madre o de la existencia de Kencott River.

—¿Y si el supuesto secuestrador o asesino nunca se fue? —intervino Violet—. Una de las chicas desaparecidas, regresó, y no sabemos quién es. ¿Qué tal si esa chica sigue aquí?

»Si hubo un culpable, si alguien la secuestró, a ella y a las otras, puede que la mujer que sea hoy sepa algo, puede que por eso lo ocultaran tan bien, para mantenerla segura.

Por demente que se escuchara o porque me empezaba a acostumbrar a estar alrededor de Violet, la idea tenía sentido.

—Estamos especulando demasiado —dije.

—Si averiguamos más de la chica desconocida, ayudaría —dijo Maggie—. Puede que no fuera Robin, pero Gretel iba a verlo antes de desaparecer. Puede que en el camino a su casa... Esa parte del bosque es complicada hasta para quien la conoce.

—Tiene sentido —coincidió Violet—. Puede que Robin sepa algo...

—O que fuera él quien las hiciera desaparecer —concluí.

—Puede —dijo Maggie.

—Esto es un círculo sin fin —se quejó Violet—. Hablamos de lo mismo una y otra vez.

—Tenemos que meternos a casa de Robin —concluí—. Ver qué esconde porque a un interrogatorio no accederá, menos si sabe que lo consideramos el principal sospechoso y que tenemos varias pruebas que lo pondrían en la mirilla de la investigación.

—¿Cuál investigación? —cuestionó Violet—. Oficialmente, no hay ninguna abierta.

—La habrá —aseguré—. Es cuestión de tiempo.

Sentía que cada vez me alejaba más de Robin y no podía dejar que eso sucediera.

—Ray es el único que sabe llegar a ese lugar —me recordó Violet—. Suerte consiguiendo que traicione a su mejor amigo.

La pasada semana, en el mercado, con una pequeña conversación, supe que virar a Ray contra Robin no sería tan sencillo como con Violet.

—¿Y si Jonas...?

—Ese, ni conociendo el camino de memoria, diría una palabra contra Robin —interrumpió Violet a Maggie.

—¿Y si lo odiara? —pregunté.

—Imposible —dijo Violet—. Está enamorado como el perro que es. Si Robin le dijera que caminara en cuatro patas, lo haría. —Arrugó las cejas—. Espera, creo que se lo pidió una vez. —Agitó la cabeza para no desviarse del tema de conversación—. Separados y odiándolo, Jonas le seguiría siendo fiel. —Puso los ojos en blanco—. Pero si quieres más razones te puedo decir que Robin jamás llevaría a Jonas a su casa, una vez me lo confesó.

—Tenemos que buscar información de alguien que haya estado ahí y...

—¿Caroline? —dijo Maggie y Violet ladeó la cabeza, entrecerrando los ojos al observarla.

—Eres una pendeja de mierda y no tienes principios, pero eres lista.

—Nada de insultos —la reprendí.

—Podríamos hablar con Caroline —propuso Maggie—. Ella también tiene algo con Robin.

—Estoy de acuerdo. —Violet se encogió de hombros y se puso a mirar lo que quedaba dentro de una de las polvorientas cajas—. Lo mejor que tenemos es a la porrista rubia y estúpida. Me parece una buena fuente de información.

—Entonces Caroline es nuestro próximo objetivo —concluyó Maggie—. Hablaré con ella el lunes y veré qué puedo sacarle sobre su amorío con Robin.

—Esperemos que no desaparezca antes —murmuró Violet sin alzar la vista y estuve a punto de sonreír cuando... —¡Joder! —gritó desde sus entrañas y Maggie se sostuvo de la cama para no caer de lado. Violet mostró una foto—. ¿Esta es tu tía?

Era una de las que estaba suelta en el fondo de una de las cajas.

—No, es mi madre.

—Joder —repitió—. Era muy linda. Seguro conocía a la hija de puta de mi madre... Me resulta familiar... ¿Ella también era homófoba y ultrareligiosa? —preguntó con un deje de tristeza que no debió notar o lo habría ocultado.

—Religiosa, no. Homófoba, no creo. Tenía diez años cuando murió. Recuerdo poco.

Maggie nos escuchaba en silencio y hacía lo mismo que yo: recoger lo que Violet escarbaba entre las fotos viejas.

—¿Este es tu padre?

Me enseño la foto del lago y el beso romántico al atardecer. Me confundió verla allí porque había escondido esas en otra caja bajo mi cama, debía ser una copia.

—Creo que es su novio de la adolescencia.

—Se veían lindos —musitó Violet sin dejar de curiosear—. ¡Joder!

Su segundo grito de sorpresa me hizo dar un respingo. Tuve ganas de pegarle para que aprendiera a no soltar palabrotas a ese volumen.

—No puede ser —dijo con la boca abierta y los ojos fuera de sus órbitas—. Es imposible, demasiada coincidencia...

Rebuscó entre las fotos carcomidas por los insectos. Ordenó las fotografías en el suelo, todas de mamá con ese chico.

—Es la misma persona, ¿no es cierto? —dijo Violet, señalando al novio de mi madre.

Maggie, que se había puesto de pie para acercarse a mirar, asintió.

—Joder —repitió Violer con énfasis en cada sílaba—. Es el padre de Robin. —Nos miró alternativamente—. Tu madre y el padre de Robin fueron novios.

Sus palabras fueron lo más parecido al agua helada corriendo por mi cuerpo, despacio, escalofriante. Mi cerebro se quedó procesando la información.

Violet no paraba de asegurar que lo conocía por una foto que Robin llevaba en la billetera, una de su familia cuando él era pequeño. Por mucho que Maggie le diera razones por las cuales era imposible, ella no tenía dudas.

Me acerqué a las fotos. Las que yo tenía escondidas eran más románticas y estaban a contraluz, besándose o con los rostros muy cerca. No podía definir los rasgos del chico.

No es posible.

Su pelo era corto, la moda era de los años sesenta o más atrás, pero los rasgos... No podía luchar contra las similitudes que crecían con cada segundo. Robin se parecía a él... No... Era idéntico.

Esto no está pasando.

—Prepararé algo de comer —dijo Maggie al tocar mi hombro para traerme de regreso al suelo de mi habitación.

Antes de salir, recogió las fotos que Violet había ordenado en el suelo. Apenas podía enfocar sus manos moviéndose a toda velocidad para desaparecer todo de mi vista. Se las llevó a la cocina para que el tema muriera.

Ni una vez valoré la posibilidad de que nuestros padres se conocieran, algo totalmente posible. Peter, el padre de Maggie, era el mejor amigo de mi madre y no tenía buena relación con los Callahan según había escuchado. La madre de Maggie había sido amiga de la de Robin, de la de Violet, puede que todos fueran conocidos de la juventud. Quizás habían compartido clases, fiestas y secretos de adolescentes.

La habitación daba vueltas a mi alrededor, estaba sudando de nuevo.

—Hija de puta —siseó Violet.

Cuando alcé la vista, llevaba quién sabe cuánto con los ojos pegados al piso de madera. Me había desconectado por completo del mundo real.

Violet estaba en el suelo, muy cerca del pie de mi cama y con la caja que yo había escondido debajo del colchón. En la mano tenía el sobre amarillo, ese sobre, el que había encontrado en el diario de Gretel, y una fotografía en la otra.

Gateé hasta ella y se lo arranqué todo de las manos. Solo había visto la foto de Tania y Maggie.

—¿Fuiste tú? —preguntó con un gesto que no pude leer, cualquiera pensaría que estaba a punto de sonreír.

—Cállate.

—Tú pusiste esa foto en mi casillero —murmuró—. Te infravaloré, nuevita. Eres mucho peor de lo que pensé.

—Cállate —mascullé.

Miré sobre mi hombro. La puerta estaba cerrada y no había señal de Maggie.

—Que expusieras a Tania y Robin, lo entiendo, pero a esa. —Señaló a donde debía estar la pelirroja—. Creí que era tu amiga.

—Cállate —repetí.

—La delataste sabiendo lo que yo le haría. ¿Por qué?

—No es asunto tuyo y cierra la boca —espeté por lo bajo—. No quiero que Maggie se entere de la manera equivocada.

—Es obvio que no, pero debías haberte deshecho de esa... o esas. —Se refería al sobre y su contenido, él que no había visto—. No entiendo por qué querrías...

Alzó las cejas a modo de sorpresa.

—Lo hiciste por mí, para alejarme de Tania. Dejaste esa foto de Maggie y ella en mi casillero para separarnos, dividir el grupo, pero no funcionó... Por eso mandaste a tu amiguita a contarme la verdad sobre Tania y Robin, para que peleara con él... para tenerme aquí. —Rio por lo bajo—. Incluso dejaste otra foto en mi casillero para respaldar a la pendeja.

Estaba comprobado que Violet sabía atar cabos cuando tenía toda la información sobre la mesa. Tan tonta no era.

Entornó los ojos. No se veía molesta y eso me sorprendía.

—Este no es el trabajo de una principiante —se burló—. Tú has traicionado y manipulado a gente antes.

—¿Y? —la enfrenté—. ¿Qué harás ahora? ¿Correrás a los brazos de Robin para contarle todo lo que hice? ¿Me golpearás por manipularte?

Negó repetidas veces.

—Te salió bien y lo que tú hagas no me importa, no me debes nada. —Señaló la herida en su cara—. Yo te hice y tú me hiciste. Yo sí considero que estamos a mano, pero mañana te podría clavar un puñal en la espalda sin dudar y lo sabes... Soy consciente de que podrías hacerme lo mismo. No me quejo, no eres mi amiga, pero Robin... —Me escrutó con la mirada—. Él me traicionó y tú me quitaste la venda de los ojos.

—Entonces... ¿Le dirás la verdad a Maggie?

—No. Solo me gusta saber del lado de quien estoy y que te lances a traicionar a quien sea por obtener lo que quieres, habla mucho de ti.

—¿Ahora te importa Maggie?

—No y tampoco me agrada, pero a ti te aprecia. Te considera su amiga y esto fue una traición muy fea, nuevita.

—Maggie no es mi amiga y hay cosas que se deben sacrificar si quieres tener resultados.

La puerta se abrió y giré para encontrar a la diminuta pelirroja de cabello rizado con una bandeja en las manos. Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Llevaba tiempo suficiente escuchando.

—¿Fuiste tú? —preguntó.

Guardaba esperanza de una negativa. Era tan inocente que me habría creído si le contaba una mentira elaborada, pero ya era suficiente para mí, no quería o tenía ganas de negarlo.

—Sí.

—¿Fue por lo que ella dijo? —Le dio una ojeada a Violet—. ¿Lo hiciste solo para ponerla de nuestro lado?

No me dio tiempo a contestar, apenas abrí la boca para hacerlo cuando estalló:

—¡Me manipulaste todo este tiempo por la estúpida guerra que tienes contra Robin!

La habitación quedó en silencio y la chica dejó la bandeja sobre mi cama. Se acercó a mí y se limpió las lágrimas.

—¿De dónde las sacaste? —cuestionó con voz temblorosa.

Se refería a las fotos que estaban dentro del sobre, el que apreté en mi mano por si se atrevía a quitármelo.

—Estaban en uno de los diarios de Gretel.

—¿Por qué no me lo dijiste?

Tomé aire con fuerza y no aparté la mirada. Violet se mantenía en silencio a mi espalda.

—A ti no te servirían de nada y a mí sí... Hice una elección.

—¿Elección? —Se mordió el labio—. Elegiste exponer mis secretos sin importar las consecuencias.

Las lágrimas volvieron a deslizarse por sus mejillas enrojecidas.

—¿Alguna vez te importó algo que no fuera molestar a Robin? —Tragó en seco—. ¿Alguna vez te importé?

No pude responder, aunque ella esperó hasta darse por vencida.

—Entiendo. —Recogió su abrigo—. Es mejor que no digas nada. —Colgó la mochila a su hombro y volvió a limpiar su rostro—. Lo que quieres es arruinar la vida de Robin, no te importan los demás. —Dejó caer los diarios sobre la cama—. Ahí tienes con qué. Entrégalos a la policía y estará en serios problemas. Sé feliz.

Señaló el sobre amarillo en mi mano.

—Si quieres fotocopiar esas, hazlo. Pégalas por el instituto y que se entere todo el mundo de que me gustan las mujeres. Tendré una razón para desaparecer de este pueblo y me harás un favor. —Su voz se quebró—. Haz lo que quieras, Anna, pero ten claro que hacerme creer que eras mi amiga y traicionarme ha sido lo peor que has hecho.

Dio la vuelta para irse y se detuvo antes de salir de la habitación.

—Espero que, si eres capaz de sentir algo, te duela saber que perdiste a una amiga de verdad. —Estaba llorando sin control—. Posiblemente, la única amiga que has tenido en tu vida.

Tiró la puerta de la entrada al salir y escuché el sonido del motor de su camioneta cuando lo encendió.

Explicarle mis razones era una pérdida de tiempo. Yo ya había entendido que las personas, todas las personas, estaban de paso en nuestra vida, para cumplir una función, y cuando lo entendías, dejaba de doler que se fueran. Maggie acababa de tomar una salida de emergencia.

—Sabes qué es lo peor de esto —dijo Violet cuando guardé la foto dentro del sobre, junto con el resto—. No te arrepientes de haberlo hecho, no te sientes mal.

No estaba burlándose o poniendo el dedo en la llaga para molestar, como de costumbre.

—Tú y Robin tienen mucho en común —agregó.

Me mordí la lengua para no contestar. Tenía razón. Lo haría mil veces más y sin remordimiento, pero el dolor de Maggie sí me importaba. La había hecho pedazos cuando no lo merecía.

—Dijiste que Jonas no traicionaría a Robin, pero que no te agradaba —murmuré, tratando de no pensar en lo que acababa de suceder, aplastando la imagen de Maggie llorando, de cómo se vería conduciendo hasta su casa.

—Le tengo tantas ganas como a Robin, la diferencia es que a Jonas se las tengo guardadas desde hace años... —confesó—. De cierta forma, es peor. ¿Por qué preguntas?

Violet no era de las que se detendría a conversar del drama que acababa de presenciar, tampoco intentaría ayudar, y eso me agradaba.

—¿Qué harías si te digo que tengo algo que los puede molestar a los dos? ¿Te apetece un poco de caos?

—Molestar en qué sentido... ¿Hacer que terminen o que el cretino de Jonas intente golpearlo y fracase en el intento?

—Puede ser cualquiera de las dos o las dos porque quedaría expuesta otra de las conquistas secretas de Robin.

—¿Lo que tenía con Gretel? —Miró de reojo los cuadernos sobre la cama—. ¿Quieres mostrarle los diarios a Jonas?

Negué en lo que agitaba pequeño sobre.

—Tengo una bonita foto de Robin y Gretel.

Una sonrisa iluminó el rostro de Violet.

—Estoy a bordo —declaró—, pero si vamos a usar el truco de la foto por tercera vez, lo haremos al estilo de Jonas: un espectáculo atractivo para todo el instituto.


A @BereJimenez01 que hoy está de cumpleaños. ¡Feliz día!


Hola, champiñones del demonio.

Hubo quien acertó hace varios capítulos y dijo que el padre de Robin y la madre de Anna habían tenido algo. 💋

Ayer me enteré de que solo las preferidas de Dios entendieron lo que dejé en la nota de autora. Lo dejo, según yo, más entendible:

Esta sencillo (no lo está). Igual respondo a sus dudas si las dejan por aquí.

Las quiero mucho. Sean decentes en lo que queda de semana santa.

💋

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