Addison Miller

Por fin había llegado a casa. Jamás pensé que podía extrañar tanto este lugar.

—Solo tienes una maleta —dijo Harry señalando la maleta azul —, pero como buen caballero que soy me tomaré el tiempo de llevarla a tu alcoba.

—Creo que yo puedo sola, Reynolds —respondí tomando mi maleta—. Yo que tu ayudaría a Noah para bajar las maletas de Sav.

—Tienes razón —contestó dirigiéndose al auto—. Te veo mañana en clases.

—Hasta mañana —saludé depositando un pequeño beso en sus labios para luego entrar a mi casa.

Subí por las escaleras rápidamente para dirigirme rumbo a mi habitación.

Al entrar deje mi maleta en una pequeña silla sabiendo que algo no estaba bien.

—Cuanto tiempo ha pasado. —Escuché su voz, aquella que reconocía a la perfección.

—Aléjate de mí, Michael.

—Tranquila, no vengo a hacerte daño —dijo con una sonrisa perversa—. Por el momento.

—¿Qué carajo quieres? —pregunté. Mis manos temblaban y mi corazón iba a mil por ahora—. ¡¿Que mierda haces aquí?!

—Solo vengo a conversar —susurró sentándose en el borde de la cama—. Es gracioso ver cómo te intimidas tan rápido. Eres demasiado débil, creo que no has ganado la suficiente fortaleza como para enfrentarme.

—No vuelvas a decir que soy débil —farfullé acercándome a él con rabia, observándolo directamente a los ojos—. No sabes cuantas tuve que dejar de llorar y salir con una puta sonrisa.

Él asintió lentamente, levantándose de la cama. Su gran altura me intimidad, pero no iba a demostrárselo.

Comenzó a recorrer lentamente la habitación, tocando algunos objetos que estaba en mis muebles. Se dio la vuelta y sonrió.

—¿Sabes cuál es la mayor diferencia entre nosotros dos? — inquirió sarcásticamente—. Que yo sé que, o mejor quien, es tu debilidad. En otras palabras, Harry Reynolds.

—Siempre creí que tú eras el rey del juego y que yo solo era una carta más de la baraja —respondí sonriente sabiendo que ahora ambos estábamos al mismo nivel—, pero no olvides que hay una reina, y en cualquier momento puedo destronarte y hacer caer tu reino.

—¿A qué quieres llegar con eso? —Su voz salió firme, pero podía notar la duda en él.

—Una pequeña y dulce niña —susurré dando una breve pausa—. Una inocente en tu familia, la única por lo que tengo entendido. Tan frágil y débil.

—¿Cómo carajos sabes eso? —preguntó. Su mandíbula se tensó—. Entonces sabes que no tengo otra opción. Sangre con sangre será.

—Así es —respondí sintiendo como la adrenalina recorría mi cuerpo.

—Dijiste que ibas a hacer caer mi reino, ¿no es así? —dijo con una amplia sonrisa en su rostro—. ¿Y que tú eras la reina?

—Sí —respondí con la cabeza en alto.

—Solo te diré que si tú eres la reina y yo soy el rey ambos compartimos el mismo reino —indicó con una sonrisa victoriosa—. Así que si yo caigo tú también caerás conmigo. Querida Addison tú sola te estas metiendo en medio de la tormenta y ambos sabemos que no eres lo suficientemente fuerte para resistirla.

—Estas muy equivocado Michael, porque yo soy la jodida tormenta —indiqué—. No creas que porque llevas años en esto serás mejor que yo. Por lo que entiendo estamos iguales, no creas que no soy capaz de acabar contigo.

—Es mejor que me vaya.

—Opino lo mismo.

Michael bajó por las escaleras y lo último que logré escuchar fue el sonido de la puerta estrellándose de forma brusca.

Solté todo el aire que había estado conteniendo por tanto tiempo, y sentí como mi corazón volvió a latir con normalidad. Me senté en el suelo y sonreí

Por fin lo había superado.

Ya no era la presa débil y frágil, ahora era la cazadora.

Ambos lo éramos, pero eso no significaba que estuviéramos en el mismo bando.

Estaba cansada de vivir mi vida y al mismo tiempo escapar de ella. Ya era momento de enfrentar las cosas y terminar con esto de una vez por todas.

Siempre intentaba huir, pero jamás me di cuenta de huía de algo que llevaba dentro de mí. Intentaba huir de mis propios demonios, pero en realidad solo tenía que enfrentarlos, y había pasado por tantos infiernos que ahora no todos los demonios eran capaces de quemarme.

—¡¿Por qué carajos Michael salió de tu casa?! —exclamó Harry asustándome—. ¿Te hizo daño?

—Estoy bien, Harry —murmuré agarrando ambas de sus manos, pero él las soltó con brusquedad.

—¡¿Por qué no me llamaste Addison?! —gritó furioso—. ¡Pudo matarte!

—¡También pudo acerté daño a ti! —grité sintiendo como sus palabras dolían —. Ahora entiendes cuando te digo que soy un puto desastre. Mi vida lo es.

Y aunque él no quisiera admitirlo, estaba más que segura que él pensaba lo mismo.

—¡¿Por qué carajos eres así?!

—Sabes que no soy la mejor opción para alguien como...

—No digas eso. —Me calló pegando su cuerpo al mío bruscamente—. Te amo, te amo de una forma que tú no tienes una puta idea. Te amo de aquí hasta el cielo o incluso si ardo en el infierno te seguiré amando. Por favor no vuelvas a decir que tú no eres la mejor opción para alguien como yo.

—De acuerdo —respondí pasando mis brazos alrededor de su cuello.

—¿Me amas? —preguntó viéndome fijamente a los ojos

—Sé que estamos jodidos, ¿okey? Soy impulsiva, reservada, terca —bufé—. Tengo un mal genio y a veces odio cada parte de mi ser, pero no pienses que por esas acciones no te amo, porque juro por Dios que estoy malditamente enamorada de ti.

—La distancia más grande entre las personas es el miedo—comentó—. Miedo a que te rompan el corazón, a que no sea la indicada o a que sea la indicada y hasta la única cosa importante en toda tu vida y perderla —dio una breve pausa y suspiro—. No quiero que el miedo arruine lo que tenemos. Yo me enamoré de la Addison fría, pero también de la cariñosa. De la chica que tenía más demonios que el propio infierno y hasta se podría decir que ella era el mismísimo infierno. Eres como una paradoja, quieres ser feliz, pero piensas en cosas que te ponen triste. Dices que las cosas no te importan cuando sabes que te están matando internamente y es por esa misma razón estoy enamorado de ti.

Ambos nos quedamos en silencio por algunos segundos mirándonos fijamente.

Los ojos de Harry eran los más hermosos que había visto en mi vida. Eran grises como una tormenta arrasando con todo a su alrededor.

La humanidad busca personas perfectas para que formen parte de sus vidas, pero nadie se da cuenta que no hace falta estar con el típico estereotipo para ser feliz.

Harry Reynolds no era perfecto y yo menos.

Tenía ciertas actitudes que no me gustaban y tal vez su físico no era como el de los modelos, pero delante de mis ojos siempre iba a ser la persona que alocaba todas mis hormonas y aceleraba mi corazón de una forma inexplicable. Ante mí si era la persona perfecta debido a que lo amaba.

No podemos negar que cuando amamos a alguien sentimos que es el indicado para nosotros a pesar de todos los defectos que pueda tener. Tenemos el deseo de sentir su piel, sus labios, de escuchar su voz. Simplemente pensamos que sin aquella persona nunca volveremos a sentir lo mismo.

Dicen que los amores más puros y verdaderos son los primeros en desaparecer, tal vez por esa razón tenía tanto miedo de perder a Harry.

Solo había un Harry Reynolds en este mundo y tenía suerte de tenerlo.

Él era mi ángel que me había salvado de mis demonios. Que había entrado a mi mundo lleno de oscuridad y dolor. Un mundo que estaba destruido, un mundo sin esperanza, pero a pesar de eso él nunca se rindió y con el paso del tiempo ahuyentó todo lo malo en mi interior, levantó cada pieza rota de mi ser y me ayudo a enfrentar aquellos recuerdos que me atormentaban.

Éramos una mezcla entre lo grotesco y lo sublime, el caos y la paz. La luz y la oscuridad, pero a pesar de ser tan diferentes ambos sabíamos que nos necesitábamos uno al otro. Ambos creábamos en nuestro alrededor un amor tan bello. Como si fuéramos la lluvia y el sol para crear el arcoíris, tan distintos pero a la vez tan iguales.

—¿Estamos locos? —pregunté repentinamente.

—Completamente locos —respondió Harry—, pero nuestra locura es necesaria para amarnos. Sin locura no hay amor.

—En realidad es sin pasión no hay amor. —Lo corregí.

—No —contestó—. Porque cuando uno está enamorado es capaz de hacer cualquier tipo de locura por la persona que ama. Yo lo haría una y mil veces.

—Te amo, Reynolds. Aunque seas un idiota.

—Y yo a ti, Miller —respondió rosando mis mejillas con sus pulgares—, pero necesito que entiendas que tú no puedes evitar que no me preocupe por ti. Sé que tienes miedo, pero no quiero vivir discutiendo contigo siempre por la misma causa. Voy a quedarme siempre a tu lado te guste o no, y aunque digas cosas que me hieren, que me rompen el corazón, aun así seguiré a tú lado. No quiero perderte, pero yo sé que tú tampoco quieres perderme a mí. A veces hay que correr riesgos, incluso si eso implica la vida de uno mismo para poder salvar a la persona que amamos. Y sé que lo dije muchas veces, pero si tengo...

—No lo digas —ordené poniendo mi dedo índice en sus labios—. No quiero imaginarme que pierdas tú vida por mí, no vale la pena Harry.

—Claro que vale la pena —contestó sonriente—. Porque tú Addison Deméter Miller, vales cada segundo de mi vida, cada latido de mi corazón y nunca pienses lo contrario.

—¿Quieres quedarte a dormir? —pregunté.

—Claro —respondió con una sonrisa pícara para luego agregar —, pero ambos sabemos que ninguno va a dormir esta noche.

Era verdad.

Ninguno iba a dormir esta noche, y para dejarlo en claro estampé mis labios con los suyos.

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¡¡Hola hermosuras!!

¿Cómo están?

Okey esto se puso intenso.

¿Se esperaban esto? ¿Cómo se encuentran a esta gran revelación?

Por fin, después de tantos años Michael vuelve a ver a Addison. 

Simplemente me encanto escribir este drama (soy la reina del drama ¡AMO EL DRAMA). Ame la reacción de Addison y por fin se encuentra al mismo nivel de Michael, pero... 

¿Será lo suficiente fuerte para soportar lo que viene? ¿Podrá derrotar a Michael o mejor dicho... a su familia?

Lo sé, los estoy torturando, pero así son las historias.

¿Les gusto la canción?  

Yo creo que encajo perfectamente con esta situación y con la historia.

Espero que le haya gustado el capítulo.

No se olviden de votar o deja un comentario que es gratis JAJAJAJA y me alegran el día.

Nos leemos prontos.

Besos 💞