XVII. Alice
A veces, a Alice le gustaría ser capaz de dejarse llevar, igual que lo hacía cada vez que subía al escenario. Odiaba su mente analítica y la forma que tenía de sospechar incluso en las situaciones más cotidianas. En aquel instante, le habría encantado poder caminar del brazo de Luca con una sonrisa bobalicona en la cara, y en lugar de eso tenía que conformarse con pasear manteniendo las distancias. Al echar un vistazo a su derecha y encontrarlo sonriendo hacia ella tuvo que apartar la mirada para que sus sentimientos no turbaran la realidad. Estaba claro que en aquella situación había demasiados cabos sueltos como para pensar que ella podía gustarle a alguien de verdad.
Luca y ella habían quedado a la hora y lugar propuestos por él el día anterior. La excusa no era otra que dar un paseo por Londres para que Alice pudiera enseñarle la ciudad al italiano. Aun así, Alice tenía la sospecha de que Luca conocía Inglaterra mejor que ella, que apenas se había permitido tener vida propia desde que había empezado a bailar.
Luca se detuvo a observar uno de los muchos edificios de la ciudad y fue entonces cuando Alice aprovechó para fijarse mejor en sus facciones. Ya lo había hecho a lo largo de todos los días en los que había ido a verla a los ensayos —sí, no hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que él estaba allí—, pero nunca desde tan cerca y con esa idea en mente: el chico ocultaba algo y ella había acudido a la cita dispuesta a descubrirlo.
No pensaba permitir que él fuese su primer gran error.
Ni siquiera esa sonrisa bobalicona conseguiría disuadirla.
Sin apartar los ojos del rascacielos, Luca declaró:
—Sé que me está mirando, señorita Collingwood. No merece la pena que intente ocultar lo irresistible que le parezco.
Alice enrojeció, pero no se atrevió a apartar la mirada. No pensaba permitir que el chico se burlara de ella de aquella manera.
—¿Te importaría dejar de hablar como si estuviéramos en un drama victoriano? —Vaciló un segundo—. Además, te estaba mirando porque no me fío un pelo de ti.
«Muy discreto, Alice. Seguro que así no descubre que sospechas de él y te acaba contando todo su plan malvado».
El chico esbozó una media sonrisa y clavó sus ojos entrecerrados en los de Alice, lo que no hizo más que aumentar su vergüenza. ¿En qué se supone que estaba pensando? «Reacciona, Collingwood». Abrió la boca para corregirse, pero antes de que pudiera decir nada el chico se giró sobre sus talones y le dio la espalda.
—¿Vamos? Todavía no me has enseñado tu sitio favorito de la ciudad?
¿Sitio favorito? ¿A dónde se suponía que tenía que llevarlo ahora? Quiso decirle que no había en Londres ningún lugar especial para ella, pero Luca ya había echado a andar antes de que tuviera la oportunidad.
—¡Eh! ¡Espera! ¡Luca!
Todavía con esa maldita sonrisa en los labios, el chico asomó la cabeza desde su hombro.
—¿Sí?
Alice abrió la boca sin que ninguna palabra saliera de ella. Comenzó una nueva oración y vaciló. Odiaba sentirse tan insegura por una maldita cita que no significaba para ella. Al final, lo único que pudo de pronunciar fue:
—¿A dónde vas? ¿No se supone que tengo que ser yo la guía?
Con tan solo esas palabras, Alice supo que no iba a ser capaz de librarse del chico en toda la tarde. No importaba cuan retorcido pensara ella que fuera el chico ni cuánto desconfiara de él; era por completo incapaz de mandarle a paseo sin una explicación. Y ahora tenía que intentar encontrar un supuesto lugar favorito para ella en tiempo récord.
Así pues, echó a andar con Luca tras ella sin un rumbo determinado. Desde Covent Garden caminaron en silencio a través de Endell Street en dirección al Museo Británico. Mientras Luca hacía lo posible por sacar temas de conversación a cada cual más ridículo, Alice se encontraba maquinando una historia falsa sobre su amor al arte y a las metopas del Partenón.
—Y dime, ¿prefieres el helado de chocolate con vainilla o el de vainilla con pepitas de chocolate?
—¿Eh?
—A mí me gusta más el de chocolate con vainilla, tiene más chocolate.
Alice frunció el ceño y se cruzó de brazos, intentando mantener la vista ocupada en un lejano río Támesis.
—¿No saben igual?
Luca sacudió la cabeza.
—No tomáis mucho helado por aquí, ¿verdad? ¿No has ido nunca a otro país? ¿No tienes amigos extranjeros como yo? ¿De España, por ejemplo?
Aquello era una pregunta demasiado larga. Alice frunció el ceño.
—No tengo tiempo para viajar —se limitó a contestar.
—Bueno, no todos pueden ser hombres de negocios como mi tío. Gracias a eso yo he podido...
¿Hombres de negocios? Tal vez esa podía ser su solución. Una idea empezó a tomar forma en su cabeza a medida que el chico contaba una anécdota que no podía importarle menos. Tal solo esperaba que su nuevo plan sirviera para complacer la curiosidad de Luca, lo suficiente como para que la dejara tranquila por una temporada.
—¿Alice? —se interrumpió Luca—. ¿Pasa algo?
La bailarina lo agarró del brazo y tiró de él.
—Ven, ya sé dónde voy a llevarte. Coger un bus por el centro es demasiado lento, Si vamos corriendo hasta el metro estaremos allí antes de que anochezca, con algo de suerte.
Acto seguido, con Luca bien sujeto, dejó que sus pies tomaran el control. Una ventaja de hacer tanto deporte diario era la facilidad que le daba para enfrentarse a retos físicos sin demasiado esfuerzo, por mucho que el atletismo fuera incompatible con el baile. Sus gemelos no tardaron en cargarse y estaba segura de que Luca no tenía la misma capacidad aeróbica que ella. Aun así, no se detuvo. Quería acabar con todo aquello cuanto antes.
Recorrieron Endell Street en dirección contraria y tomaron diversos caminos que parecieron marear al italiano. Alice se giró hacia él en un par de ocasiones y le halló en un estado de desconcierto que nunca había visto en su repertorio de gestos, aunque su sonrisa y sus mejillas arreboladas no habían desaparecido. Al fin, llegaron a la parada de metro de Covent Garden y tomaron la línea azul. Les costaría un par de transbordos alcanzar Monument, pero el trajín no pareció detener a Luca de seguir preguntando.
—¿A dónde me llevas, Alice? ¿No me lo vas a decir? ¿Es una sorpresa?
—No.
—¿No a qué de todo?
Por suerte, no tardaron en llegar a su destino. Nada más salir a la superficie, la City de Londres les dio la bienvenida con sus altos rascacielos y su visible opulencia. Alice condujo a Luca a través de un par de calles más hasta, de una vez por todas, encontrar el lugar que estaban buscando. Ante ellos, un rascacielos igual que el resto parecía reírse de su tamaño. Alice no podía evitar sentirse pequeña cada vez que visitaba aquel lugar, y no era una sensación agradable.
—¿Y? ¿Qué tiene esto de especial? —quiso saber Luca.
Alice tomó aire. El hecho de odiar aquel lugar al menos estaba sirviendo para calmar una emoción que no quería admitir. Sentaba muy bien poder hablar con alguien sobre su vida. No conseguía recordar a nadie que hubiera querido escucharla alguna vez.
—Aquí están las oficinas de la empresa de mi familia.
Mientras se mantenía de cara al rascacielos, observó a Luca de reojo en busca de alguna reacción por su parte. Para variar, lo encontró serio y con los ojos fijos en ella. Se lo tomó como una indicación para continuar.
—Fue donde les dije que me habían aceptado en la Blake Academy.
Luca no tardó en sonreír.
—Es un recuerdo feliz, entonces. Me gusta. Tus padres debieron de alegrarse mucho.
Todo podría haberse quedado ahí, en un simple comentario. Un detalle de una cita que no iba a repetirse y del que Luca se olvidaría en cuanto rellenara su mente con información más relevante. No habría tenido más recorrido si Alice no hubiese hecho una mueca a la vez que miraba el edificio con desprecio. Tal vez debería trabajar un poco su autocontrol.
—Ya. Eso habría estado bien.
Pero su familia no funcionaba de aquella manera, por mucho que a ella le doliese. No esperó a que Luca respondiera. No necesitaba su compasión, solo desahogarse por una vez en su vida.
—Llevaba años bailando en secreto —continuó—. Ellos no lo sabían.
Luca dio un paso en su dirección y Alice reprimió el instinto de apartarlo de un empujón. Se le tensaron los brazos cuando él posó su mano sobre su hombro.
—Lo... lo siento. No lo sabía.
Pues claro que no lo sabía. Era estúpido comentarlo cuando era evidente que ella nunca lo había hablado con nadie. Comenzó a arrepentirse de habérselo contado. Un silencio incómodo se instauró entre ambos y, por supuesto, no fue otro que Luca el que se atrevió a romperlo.
—Es tu hermana quien acabó trabajando aquí, ¿verdad?
¿Delilah? Esta vez, Alice sí que se apartó del chico con brusquedad. Metió las manos en los bolsillos de su abrigo a la vez que Luca entreabría la boca como un imbécil. Ahora todo comenzaba a tener sentido. Estaba segura de que Delilah lo había enviado a sonsacarle información, la que fuese. ¿Cómo si no iba a conocer de su existencia?
—¿Cómo sabes que tengo una hermana? ¿La conoces? —inquirió.
Luca levantó las manos en señal de derrota con cara de susto.
—Eh, no hace falta que se ponga así, señorita Collingwood. Todo el mundo sabe que tienes una hermana. Además, Lara me lo dijo.
La ira y el temor de Alice se desinflaron con la misma rapidez con la que habían llegado. Por supuesto que Lara Díaz iba a haberle hablado de su hermana. No entendía cómo estaba siendo tan desconfiada con el pobre chico. No se merecía que lo estuviera tratando de una manera tan poco cortés. De todas formas, no pudo evitar encogerse y darle de nuevo la espalda.
—Ya. Pues si de verdad quieres ser mi amigo no te recomiendo que la menciones muy a menudo —declaró—. No nos llevamos muy bien.
Luca se encogió de hombros y volvió a colocarse junto a ella. Alice no supo decir cómo su brazo acabó misteriosamente colocado alrededor de sus hombros. Se mantuvieron así durante unos minutos en los que Alice consiguió relajarse del todo. Estaba siendo demasiado irracional. Ella no era así. No podía permitirse convertirse en una loca histérica como Delilah.
—Señorita Collingwood —la llamó Luca. Alice ya no estaba tan segura de que aquel apelativo la molestara—. ¿Le gustaría venir a cenar conmigo? Una maravillosa guía turística me recomendó un par de lugares interesantes hace un rato y empieza a ser tarde.
Para su propia sorpresa, Alice Collingwood le dijo que sí.
Mi niña Alice está confusa🙈 Con algo de suerte, lo habrá pasado bien durante esta cita-no cita.
¿Habéis estado alguna vez en Londres? Si no, ¿os gustaría visitar la ciudad?
¡Nos vemos la semana que viene.
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