Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 6. Christian.

6 horas y medio.

No sé cómo hace ella para resistir tanto dolor, y por tanto tiempo. Sin duda es más fuerte de lo que pensé.

Mi dulce Cerecita.

La veo gruñir de nuevo, aferrada a mi mano mientras cuento la duración de la contracción. Estamos cerca. Limpio el sudor de su frente cuando se relaja, pero solo por apenas 10 segundos antes de la siguiente.

Supongo que la enfermera ha visto suficiente porque se endereza quitándose el guante.

—Así es cariño, ya casi llegas a los 10, creo que es momento de pasarte a quirófano.

Mierda.

¿10 centímetros? Eso debe ser jodidamente doloroso.

—¿Christian? —Ana me llama, sacándome de mis pensamientos extraños—. Vas a entrar conmigo, ¿Verdad?

Le sonrío para tranquilizarla.

—Que intenten detenerme, nena.

La enfermera pone los ojos en blanco, pero la ignoro para ayudar a mi esposa a enderezarse un poco, seguramente cansada de pasar tanto tiempo acostada en la cama dura.

Intento tranquilizarla lo mejor que puedo mientras la enfermera llama a la doctora, luego ambas mujeres sacan la cama para llevarla por el pasillo hacia el área esterilizada. Yo, por supuesto, tengo que ponerme también la bata y todo lo demás.

Cuando entro al quirófano con las manos en alto, la doctora está revisando de nuevo la dilatación y la frecuencia de las contracciones, toca el vientre de Ana presionándolo y haciéndola gruñir.

—En cualquier momento, cariño —la enfermera se acerca por el otro lado para hablarle—. Cuando sientas la contracción, puja.

Oh, mierda.

De verdad seré testigo de esto.

En los últimos años he visto crimenes sangrientos, asesinatos, accidentes impactantes, ¿Pero esto? Siento que mis piernas no me sostienen como de costumbre.

—¿Está bien? —la enfermera parece notarlo porque me mira con la ceja arqueada—. Si siente que no puede con esto, debería...

—No. —la interrumpo porque Ana me necesita—. Quiero estar aquí con mi esposa.

Es ahora mi Cerecita quien le da un apretón a mi mano, su sonrisa cambiando a una mueca de dolor.

—¿Qué les gustaría que fuera? —pregunta la enfermera curiosa, pero entiendo lo que hace.

Le da oportunidad a la doctora Greene de vigilar el parto. Contesto lo primero que viene a mi mente.

—Policia. —digo y Ana se ríe.

—¿Un niño o una niña, amor?

Oh, eso.

—Niño.

La enfermera arquea de nuevo su ceja acusadora. ¿Que no hay más enfermeras en esta jodida clínica?

—Hombres... Siempre quieren un varón que siga sus pasos.

—¿Es eso algo malo? —le gruño. Luego vuelvo mi atención a mi esposa—. Pero si es una niña, también lo hará porque será tan valiente como su madre.

Antes de que Ana pueda responder, el gruñido de dolor se convierte en grito.

—¡Agh, duele!

—Lo está haciendo bien, señora Grey, puedo ver la cabeza.

Mierda. En escalofrío me recorre la espalda. ¿Debería echar un vistazo de eso? No, soy incapaz de soltar la mano de Ana. Ella me aprieta y grita de nuevo.

—Bien, bien, siga pujando con las contracciones.

Permanezco en silencio mientras la doctora sigue dando instrucciones, viendo que Ana se sonroja por el esfuerzo, el sudor escurriendo por su frente con cada grito.

—Te amo. —ella me mira a través de su dolor—. Gracias por hacer esto por mi, por darme un bebé. Nadie más podría hacerlo las que tú.

—Así es, amor. Solo yo —otro grito bajo—. También te amo, Christian.

—Y nena, prometo que voy a protegerlos. A ti, y a este bebé, y a los otros dos que vendrán después.

La jodida enfermera suelta una risita que me distrae.

—Espera a que tengan a este bebé un par de días antes de tomar una desición.

Estoy a punto de reclamarle que se meta en sus jodidos asuntos cuando la doctora Greene interrumpe.

—¡Muy bien! ¡Está saliendo! —Cristo—. ¡Un empujón más!

Me debato entre mirar o no, pero Ana tiene mi mano aferrada con tanta fuerza que me es imposible apartarme. La habitación se queda en silencio por un momento, luego un pequeño llanto.

—Aquí estás, bebé —la doctora Greene lo envuelve en unas mantas para entregarlo a la enfermera—. ¿Listos para conocerse?

Apenas me doy cuenta que Ana dejó de gritar y gruñir, sus ojos azules puestos sobre el pequeño bebé en la báscula. Limpian su boca, su nariz y su piel mientras sigue llorando.

—Con calma, cariño, ya te llevo con papá y mamá.

La enfermera lo trae de vuelta y lo coloca sobre el pecho de Ana, con su pequeña cara roja y arrugada. Los lloriqueos cesan inmediatamente.

—Hola, bebé. —puedo escuchar su voz temblorosa por la emoción—. Soy tu mamá.

Estoy totalmente abrumado por el pequeño ser humano que creció dentro del vientre de mi esposa.

—Es precioso, nena.

Me toma un par de segundos salir de mi fascinación.

Un momento.

Un maldito momento.

—¿Y bien? ¿Es niño o es niña?

Intento no parecer demasiado ansioso, pero sé que fallo cuando Ana entrecierra los ojos.

—Eres muy desesperado, amor. Aunque entiendo que has esperado suficiente —ella mira a la doctora Greene y asiente—. Puede decirnos ahora, doctora.

—Es un varón.

Jodidas gracias, Dios.

—¿Es un niño? —las lágrimas vuelven a sus ojos—. Hola, hijo.

Hijo.

Mi pecho se hincha de orgullo y ahora entiendo la jodida actitud de Sawyer de presumir a su bebé todo el tiempo. Aunque si fuera una niña, estoy seguro que estaría igual de orgulloso.

Más asustado, pero orgulloso.

—¿Señor Grey? —la doctora Greene llama mi atención—. ¿Por qué no espera afuera mientras nos encargamos de esa placenta?

—¿No ha terminado? —balbuceo  confundido.

—No. La enfermera va a llevar al bebé a los cuneros y llamar al pediatra. ¿Quiere acompañarla?

Ana vuelve a presionar mi mano, sosteniendo al bebé con la otra.

—Ve, Christian. Mantén a nuestro bebé seguro mientras nos reunimos de nuevo.

Asiento, indeciso sobre la petición. De cualquier forma, uno de ellos se quedaría solo. Y supongo que el bebé es ahora la prioridad.

La enfermera lo toma en sus brazos con cuidado, y beso la frente de Ana antes de seguir a la mujer por el pasillo. Lo próximo que sé es que el pediatra también lo revisa, realiza algunas pruebas y palmea mi hombro cuando dice que está sano.

—¿Y mi esposa? —pregunto cuando la enfermera entra a la habitación de nuevo.

—Salió de quirófano, debe estar en la habitación descansando. —suspiro de alivio—. ¿Por qué no llevas a ese bebé tuyo con ella? Así pueden dar la bienvenida al nuevo miembro de su familia.

—Por supuesto.

Cuando tomo a mi hijo en brazos, todo en mi se estremece.

Bienvenido al mundo, hijo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro