8- Vente con nosotros y no mires atrás estamos juntos hasta el fin
Tres meses le bastó a Aome para poder decidir volver a estudiar de manera presencial, sus amigas siempre le ayudaban con los apuntes y vaya que se quedaron atónitas al ver a los nuevos amigos de Aome; aunque los que más se les hicieron tiernos fueron Shippo y Kirara. A la joven madre la llevo Inuyasha a su escuela, el hanyō aún se estaba acostumbrado a la era Heisei aunque lo único que tenía que entender era simplemente que los vehículos que andaban por las calles no eran monstruos.
—¿Cómo le pusiste? — Ayumi preguntó emocionada —¿Y ese chico es el padre de tu niña?
—Se llama Moroha e Inuyasha es su padre — dijo la Higurashi —fue un parto difícil aunque no haya durado mucho tiempo en labor de parto. Resulta que Moroha venía con el cordón umbilical en su cuello. Tuvieron que cortarlo para que no se ahorcara.
—¡Qué terrible! — Eri se llevó las manos a la boca —¿Cómo está tu niña?
—Es una bebita muy fuerte... No en serio, es muy fuerte — la azabache se rio nerviosa —es tan testaruda como su padre pero sin duda voy a salir adelante por ella.
—Vi a tus amigos del otro lado del pozo yendo a una escuela nocturna... pensaría yo que estarán estudiando — Yuka le sonrió.
Aome no podía negar ni afirmar nada acerca de esas cosas aunque claro ellos solían ser quienes cuidaban a Moroha y las gemelas de Sango, ya habían pasado dos meses desde que su mejor amiga dio a luz pero no sabía por qué ellos salían cada noche. Durante la noche Aome estaba sentada amamantando a Moroha cuando se le ocurrió a ella preguntarle a Shippo ese asunto.
—Shippo — Aome llamó al zorrito.
—¿Sí Aome?
—Bueno quisiera saber a dónde van los muchachos — la chica dejó a la bebé en la cama.
—Le prometí a Inuyasha y a Sango que no te diría nada — Shippo mencionó.
—Uhm... Shippo, Inuyasha es el padre de Moroha y además ellos están en mi época, una diferente a la de la que ustedes vienen — murmuró la chica —me da miedo que se pierdan en Tokio.
—Ay — el Kitsune suspiró —está bien, están asistiendo a una escuela nocturna y también van los sábados. Sólo van tres días en la noche y los sábados.
—Oh ya veo — la chica se quedó tranquila —ya estoy más relajada.
Al final del año, Aome se graduó con honores y con uno de los mejores promedios tanto así que estuvo a nada de ganarse una medalla a la excelencia, Moroha quien ya tenía casi cuatro meses de edad era cargada por Inuyasha mientras su novia estaba recibiendo su diploma de graduación. Durante la noche Inuyasha y Aome se quedaron juntos con su hija; sabían que Miroku y Sango, aunque tuvieran un lugar algo pequeño para vivir y que se estaban acostumbrando bastante bien a la nueva era, estaban cómodos siempre que los iban a visitar.
Moroha dormía en brazos de su madre mientras su padre acariciaba la marca que tenía la chica Higurashi en su cuello, recordando todo lo que habían hecho y pasado en esos dos años que llevaban juntos ahora que vivían en una época más tranquila que el Sengoku ya Inuyasha no necesitaba tener cerca tanto tiempo a colmillo de acero y simplemente lo dejó en una estantería cuál reliquia.
—Aún no me puedo perdonar que te haya dejado tanto tiempo sola — el hanyō la miró triste —disculpa. Por cierto la anciana Kaede me habló de los embarazos y bueno... me dijo que normalmente tenían antojos raros.
—Sí, eso es verdad — Aome lo miró con una sonrisa —bueno... Estos nueve meses me alimentaba con mucha carne — dijo la joven —, no recibía nada más que eso. Intenté con sopas de miso o arroz pero siempre terminaba vomitando.
—Tch... No estuve para ayudarte con eso — Inuyasha chasqueó la lengua.
—Ya te dije que te quedes tranquilo — la pelinegra le pidió —se van a acostumbrar a esta época.
—¿Sabes qué está haciendo Miroku? Está vendiendo antigüedades y le está yendo muy bien — el hanyō se rio —ese charlatán no deja de serlo jamás.
—¿Y Sango? — Aome preguntó.
—Pues la verdad ella está en su casa cuidando de las gemelas — afirmó el peliblanco —. Vaya ajetreo que tiene ella.
Aome sonrió tranquilamente a su pareja, su Moroha sólo dormía en los brazos de la madre que aunque joven siempre estaría dispuesta a ayudarla en lo que pudiera como en ese caso que tuvo que cambiarle los pañales a su niña; Inuyasha cayó al suelo mareado por el olor pero Aome ya tenía un poco más de experiencia en eso gracias a los consejos de su madre.
Un rato después Aome se lavó las manos y amamantó a Moroha aún en presencia de Inuyasha, el silencio de la habitación no denotaba tensión. Inuyasha estaba viendo el costado de su pareja a quien dejó sola durante nueve largos meses. Odiaba sentirse impotente pero ver a Moroha en los brazos de su madre le daban la fuerza suficiente para seguir adelante pese a estar en una época inexplorada para él.
(...)
Al poco tiempo Inuyasha fue contratado como bombero, al poco tiempo fue al rescate de una persona atrapada dentro de un auto. Su fuerza y valentía fueron claves en el rescate de aquella víctima, ¿por qué decidió volverse un rescatista? no quería perder la emoción que la adrenalina le brindaba y eso lo entendió bien su esposa.
Un día entró en un edificio en llamas sacando a un varoncito de seis meses que se quedó atrapado en medio del incendio, lo cubrió con su haori de ratas de fuego y salió por la ventana justo antes que una tubería de gas hiciera explosión. El hanyō logró caer de pie y poner a salvo a ese niño y todos los testigos del suceso vieron como él protegió al niño de la onda expansiva de la explosión de gas.
Por la televisión Aome observaba la hazaña de su ahora esposo mientras Moroha gateaba por allí junto a las gemelas de Sango, la chica Higurashi ya tenía sus dieciocho años y su querida hija pronto tendría diez meses. Se alegró de ver cómo Inuyasha no había sufrido ningún daño tras la explosión, aunque era verdad que el hanyō salió de peores en el periodo Sengoku.
—¿Cómo me dijeron que se llamaba esa profesión? Algo que tiene que ver con bombas — Sango levantó a una de sus gemelas.
—Se llama Bombero — dijo Aome —deberíamos ir a la tienda de antigüedades de Miroku.
—La verdad es que es bastante más grande de lo que pensarías, ha pasado un año y a mí personalmente se me ha hecho difícil adaptarme pero a él no tanto — murmuró la exterminadora.
—Pues si aprendió a montar en bicicleta con sólo un intento dudo mucho que no aprenda a usar otras cosas de mi época — Aome se rio con calma —pronto comienzo la universidad.
—Bueno, Aome yo podría ayudarte a cuidar a Moroha ¿cuántos años son de estudio? — Sango se ofreció amable.
—Son cinco años y de verdad quiero estudiar — la pelinegra dejó la comida sobre la mesa —ya está servido.
Sango sonrió levemente y se sentó a la mesa junto a su amiga, aún había cosas que le llamaban la atención y la hacían sentir confundida como los artefactos que se hallaban en la época de su mejor amiga, pero realmente ya estaba acostumbrándose poco a poco.
Cinco años después.
No sólo Aome se graduó de la universidad como una prodigiosa diseñadora de modas sino que sus amigos ya estaban acoplados a la era actual, la tienda de antigüedades de Miroku ya empezaba a tener sucursales en otros lugares de Tokio y eso a todos los chicos les agradaba. Moroha correteaba a sus primas, es decir, Kinu y Gyokuto, por todo el templo Higurashi.
—Crecen muy rápido — dijo Inuyasha.
—Lo sé — Aome sonrió con tranquilidad.
Tras la tormenta que fue el haber tenido una hija a corta edad quedaba el arcoíris de verla crecer a su niña que ya contaba con casi seis años de edad tan sólo dos meses mayor que las hijas de Sango y Miroku; recordaban esa madrugada del caluroso junio en el que Aome despertó e Inuyasha rompió la barrera del tiempo sólo para estar con su familia.
Inuyasha se convirtió en el guardián de Aome y también en una celebridad especialmente por su peculiar apariencia con orejas de perro, miró a colmillo de acero sobre la estantería de la que fuera la habitación de Aome en su adolescencia y sonrió.
"Tengo algo que proteger... y lo haré con mi vida si hace falta" pensó el hanyō.
Él tomó un sombrero negro y se lo puso, luego Moroha dió un gran salto y se encaramó sobre los hombres de su padre. Miraron una última vez al árbol sagrado y al templo del pozo devorador de huesos para luego irse juntos a pasar un día libre en una heladería. Aome se había convertido en una versión de Alicia en el país de las maravillas pues persiguiendo a su gato Buyo consiguió el amor de su vida con quién ya tenía una hija.
FIN
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