XVII
Cesc se mordía el interior de las mejillas con nerviosismo. Había llegado el primero al vestuario y esperaba sentado junto a la taquilla de Gerard.
El central llegó un rato después, sorprendiéndose al ver que el chico se levantaba junto a su taquilla nada más verlo.
—Eh... hola Cesky.
—Tenemos que hablar.
Gerard tragó saliva mientras sentía que se le paraba el corazón. No sentía que estuviera mentalizado en absoluto para aquella conversación. No estaba mentalizado para que Cesc le dijera que lo había estropeado todo con él.
—Vamos fuera, anda— murmuró, no queriendo que todo el vestuario presenciara su derrota.
Cesc lo siguió con la mirada bajada, con los ojos de Xavi dándole ánimos desde el otro extremo.
—Lo siento— le dijo Gerard cuando se sentaron en las gradas, el uno al lado del otro.
—¿Qué?— el chico frunció el ceño al no entender a qué se refería.
—Que lo siento, Cesky, siento haberte hecho sentir incómodo— murmuró con un quejido —tendría que haberlo pensado antes, no tendría que haberlo hecho, joder, Cesky soy un imbécil—.
—Pero Geri...— intentó intervenir.
—No hace falta que me digas nada, de verdad, no... no volveré a hacerlo, Cesky, lo siento muchísimo— el chico hablaba realmente avergonzado —siento que te sintieras presionado, joder... — se pasó las manos por la cara —se me fue de las manos— dijo —estábamos teniendo una conversación, lo habíamos solucionado todo y yo... — cerró los ojos con fuerza —se me fue todo de las manos—.
—Gerard— llamó el chico queriendo hablar.
—No sé qué me hizo pensar que tal vez...— dudó —que tal vez tú...— bufó con la voz temblándole —joder, lo siento, lo siento, soy un gilipollas—.
—¡Gerard calla ya!
El central cerró los ojos de nuevo —lo siento— murmuró al volver a abrirlos.
—Y deja de pedir perdón, Geri— añadió suavizando el tono.
Gerard lo miró a los ojos, intentando descifrar qué sentía, pero él mismo estaba tan agobiado que no era capaz de vincular dos ideas seguidas en su mente.
—¿Vas a dejarme hablar, Gerard?
El chico guardó silencio.
—Lo primero— suspiró —no estoy enfadado contigo ni mucho menos, así que deja de pedirme perdón— murmuró, pero toda su valentía empezaba a desestabilizarse —eh...— empezó a dudar cuando se fijó en sus ojos azules —a ver, Geri, yo... — tragó saliva —a mí...— respiró hondo —en realidad me gustó el beso, Geri— se atrevió finalmente a decir.
El mundo de Gerard se detuvo cuando lo oyó; dejó de girar y esperó, estático, a ver si lo que acababa de oír era real.
—¿Cómo?— preguntó mirándolo.
—Va, no me hagas repetirlo— se quejó arrugando la nariz —no es fácil, Geri—.
—Pero... te fuiste, Cesky— le tembló la voz.
—Me agobié— admite —no supe gestionarlo todo— suspiró —no esperaba que hicieras eso, no... no esperaba lo que iba a sentir—.
Ambos se miraron en silencio durante unos segundos.
—Si... si estaba tan celoso de Sergi... bueno...— suspiró —creo que... creo que era porque aunque yo no me había dado cuenta... él estaba viviendo lo que yo quería vivir—.
El mundo de Gerard se tambaleaba, le costaba respirar, no se creía que de entre todas las personas del mundo, finalmente aquello le estuviera pasando a él.
—A lo mejor tendría que haberme dado cuenta antes— siguió hablando Cesc —me dolía el pecho cuando os veía, Geri, se me cerraba el estómago y no sabía por qué—.
—¿Y ahora sabes por qué?
El centrocampista bajó la mirada sonrojado.
—He dejado de ver a Sergi— soltó Gerard.
—¿Qué?
—Es una historia larga, pero... me hizo prometerle...— suspiró —me hizo prometerle que iba a luchar por ti—.
—Gerard...
—Llevo años enamorado de ti, Cesky— confesó.
—¿Por qué no me lo has dicho nunca?
—Porque...— tragó saliva —estabas tan ocupado... tan ocupado quedando con todas esas chicas...— suspiró —no pensé que pudieras verme de esa forma, Cesc—.
—Nunca mencionaste nada... no... ni siquiera podía imaginármelo.
—¿Qué iba a hacer? ¿Decírtelo?— lo miró —estaba aterrorizado, Cesky, tenía miedo de hacerte daño—.
—¿Y por qué me besaste entonces?
—Estaba borracho— dijo —no lo pensé— suspiró —te echaba tanto de menos, y... joder, me moría por besarte, Cesc—.
Se miraron a los ojos, con el centrocampista bajando la mirada a los labios del central.
—Me... me gustas mucho, Geri.
Al central le tembló la respiración.
—¿Todavía te mueres por besarme?— preguntó bajito Cesc.
—Siempre.
El centrocampista sonrió levemente —hazlo Geri— pidió —bésame otra vez—.
Gerard no dudó, se inclinó sobre él y unió los labios con los suyos, con más cuidado del que había tenido nunca. Cesc sonrió sobre los labios del central, y Gerard sintió que se moría, que el mundo iba a acabar en ese momento porque era el hombre más feliz en toda la Tierra.
Sujetó la cintura del centrocampista y lo colocó con cuidado sobre sus piernas, abrazándolo, mientras el chico entrelazaba las manos en su nuca y jugaba con su pelo.
—Te quiero tantísimo, Cesky...— murmuró el central sobre sus labios.
—Y yo a ti, Geri— sonrió sonrojado.
Gerard no se había sentido mejor en su vida.
Cesc, realmente, tampoco.
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