XIV
—¿No eres capaz de beber sin emborracharte?— le preguntaba Puyol a Gerard mientras se calzaban las botas en el vestuario, hablando de la fiesta.
—Sí soy capaz— dijo —otra cosa es que no quiera— lo miró —además, no fui el único— argumentó —Xavi iba fatal, y Villa también—.
Carles suspiró —y Cesc— dijo —sois todos unos críos— bufó, y se fijó en que el chico había bajado la mirada —¿Qué te pasa?—.
—Nada— mintió mirándolo.
—Sigue intentándolo— suspiró —¿Qué pasa?—.
Cesc entró al vestuario en ese momento, se detuvo mirándolos y enseguida bajó la mirada al suelo, sonrojándose y caminando directamente hacia el extremo contrario de la sala. Gerard se recostó sobre las taquillas, apoyando la espalda y la cabeza y cerrando los ojos por un momento.
—¿Ya estáis otra vez?
El central más joven no contestó.
—¿Discutisteis ayer?— le preguntó Carles.
—¿Qué?— preguntó realmente sin haber prestado atención a la pregunta.
—Que si discutisteis ayer.
A Gerard se le escapó una sonrisa convertida en mueca, y se pasó las manos por la cara.
Puyol se fijó en eso, también en cómo en la otra esquina, Cesc seguía sonrojado hasta las orejas.
—Gerard— llamó murmurando, atando hilos en su mente —no me jodas, Gerard— suspiró.
El número tres lo miró despacio, casi temeroso y tragando saliva.
—¿Discutisteis?— repitió.
—No.
"Claro que no" pensó el Capitán.
—¿Entonces? ¿Qué pasó?
—Eh... — Gerard se revolvió el pelo —hablamos— dijo.
—¿Hablasteis?
—Sí— dijo —sobre... cómo se sentía sobre lo de Sergi—.
—¿Y qué te dijo?
—Que estaba celoso.
Puyol lo miró con desconfianza, sabiendo que no le estaba diciendo toda la verdad.
—¿Entonces? ¿Lo solucionasteis?
—Eh... — respiró hondo —puede decirse que sí—.
—¿Puede decirse?
—Eh...— dudó.
Carles volvió a mirar a Cesc, que bajó la mirada con velocidad, todavía sin que sus mejillas hubieran perdido el rojo. Cuando miró de nuevo a Gerard, este todavía no había conseguido darle una respuesta.
—Geri... — murmuró suspirando —¿besaste a Cesc?—.
El chico respiró hondo y lo miró a los ojos tragando saliva.
—Gerard... ¿lo besaste?
—Técnicamente...— bufó —técnicamente él también me besó a mí—.
—Joder...— Carles bufó mientras se llevaba las manos a la cara —joder, joder Gerard...— se quejó —¿no podrías haberte estado quieto?—.
—No... no— dijo —no hubiera sido capaz de no hacerlo— miró al Capitán —lo que decía, cómo me miraba, cómo me abrazaba...— su cuerpo hormigueaba al recordarlo —joder, Puyi, pensé que me moría, lo estaba besando y pensaba que podría morirme en ese momento y me hubiera dado igual— su voz se rasgaba —porque ya lo habría tenido todo—.
—¿Desde cuándo eres así de romántico?— dijo mirándolo sorprendido.
Gerard levantó la vista para mirarlo.
—Perdón— se disculpó el Capitán mientras pensaba su siguiente pregunta —¿Y por qué estáis así? ¿No es bueno que os besarais?—.
—Ya... eh...— dudó —lo besé— dijo —él me correspondió...— miró a Carles —me besó, Puyi, y...— se pasó las manos por la cara —y se fue—.
—¿Se fue?
—Nos besamos, me miró, me dijo que lo sentía, y se fue corriendo.
—Pero...
—Me miró incómodo, Puyi— suspiró —esa es la palabra, incómodo— cerró los ojos con fuerza —no le gusto, es lo que hay—.
—Y si no le gustas— lo miró —¿por qué te devolvió ese beso?—.
Gerard no tenía la respuesta a esa pregunta.
—Tal vez... no sé, Puyi, tal vez confundió sus ideas— traga saliva —me echaba de menos, estaba celoso por lo de Sergi...— suspiró —solo... se confundió—.
—¿Y por qué está así de celoso?— preguntó en alto, más para sí mismo que para el otro central.
—Porque somos amigos— responde —porque me he pasado la vida con él—.
—Os habéis pasado la vida juntos— asintió —¿Qué es lo único que diferencia eso de la relación que tienes con Sergi? ¿Eh Geri? ¿Que a Sergi te lo comes a besos escondidos en el vestuario? ¿O que os acostáis?— hizo al chico mirarlo —es la única diferencia, Gerard, los abrazos y los besos están ahí, el cariño también— suspiró —os queréis, os adoráis, y no lo sabéis—.
—Yo lo sé— respondió —yo sé que lo quiero con toda mi vida, Puyi, joder, pero también sé que él no me quiere de la misma manera—.
—¡Deja de hacerte creer eso!
Gerard lo miró sin entender.
—Deja de pensar que no mereces el amor de nadie, joder, Geri, ¿tan difícil es pensar que alguien pueda quererte?
Al número tres le escocieron el pecho y el puente de la nariz mientras las lágrimas se le agolpaban en los ojos.
—Eres solo un chaval, Gerard, ¿tan mal te ha tratado la vida para hacerte pensar así?
—¿Y qué quieres que haga?
—Te besó, Geri, habla con él.
—No voy a hablar con él— dijo —no quiero que se sienta incómodo—.
—¿Prefieres quedarte sin saber qué fue para él ese beso?
—En el fondo... en el fondo me da miedo.
—¿Miedo? ¿A qué?
—Me da miedo que se aparte de mí, que realmente no le gustara, que lo pasara mal, que se sintiera presionado a hacerlo... Tantas cosas, Puyi... me dan miedo tantas cosas...
—Pues arriésgate aun con miedo, Gerard, habla con él por lo menos, si sois amigos de verdad, esto no va a suponer nada para vuestra amistad— lo miró —y si... si surge algo más, no te habrás quedado con la duda—.
Gerard pensaba en las palabras de Carles. La Duda, la Duda siempre lo había matado.
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