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XIII

La fiesta que había organizado el Barça para celebrar las victorias más recientes servía más para que los chicos despejaran la cabeza que para realmente celebrar nada.

Cesc llevaba toda la noche bebiendo, hasta que el calor de sus mejillas y el leve mareo le aconsejaron salir a tomar el aire.

La terraza era grande, pero el chico se colocó al borde, apoyado en la barandilla y fijándose en la de pisos que quedaban bajo él a la altura en la que se encontraba. La brisa de la noche le acarició la cara y lo hizo sonreír. Cesc siempre había sido feliz con cualquier cosa.

Gerard, que se sentía culpable por encima de todo después de haber hecho llorar al chico en el entrenamiento, se había pasado también con las copas, y apoyado desde la barra, había visto salir a Cesc a la terraza. Respiró hondo para encontrar el equilibrio y caminó tras él, hasta colocarse en la barandilla a su lado.

—¿Qué querías decirme el otro día en el entrenamiento?

La voz de Gerard entró, suave y tranquila, hasta lo más hondo del centrocampista, a quien se le erizó la piel al escucharlo.

—Que te echo de menos— dijo sin pensar, con el alcohol tomando las riendas de la conversación.

El central echó la cabeza hacia atrás mientras llenaba sus pulmones. Había soñado tantas veces con esa respuesta...

—No estoy así porque... me moleste que salgas con chicos— siguió hablando —es solo que... —.

Gerard lo miraba con paciencia, dejándolo hablar.

—Joder, Geri, vas a pensar que soy un imbécil.

—El imbécil en todo caso soy yo, Cesc.

—Da igual, vas a pensar que...

—Habla, Cesc— le pidió.

—Si te digo lo que siento vas a pensar que es tonto.

—Nunca pensaría que algo importante para ti es tonto.

—Puyi dice...— tragó saliva —Puyi dice que estoy celoso—.

Gerard sintió que su corazón se detenía —¿celoso?—.

—Porque todo el tiempo que pasabas conmigo, ahora lo pasas con Sergi...

El central dejó salir el aire de sus pulmones.

—¿Sientes que te he dejado de lado?

Cesc asintió con cuidado mientras Gerard pensaba.

—Lo siento— acabó diciendo —no... no había pensado en eso— admitió.

—Y no tenías por qué, Geri.

—Sí tenía por qué.

—No— lo miró —Sergi es tu novio, y yo soy tu amigo—.

—Sergi no es mi novio— respondió rápido —y tú...— tragó saliva y dejó caer la cabeza hacia delante, bufando mientras pensaba en lo difícil que era aquello.

—Yo qué, Gerard.

—Nada— suspiró —no debería haberte dejado solo— dijo —pero... joder, Cesky, reaccionaste tan mal— lo miró —tan tan mal, que pensaba que ni siquiera querrías verme—.

—¿Cómo no iba a querer verte?— preguntó —pero estabas todo el día pegado a Sergi, no podía acercarme—.

—¿Por qué?

—Porque me daba vergüenza, Geri...

El central lo miró —le hablaste muy mal—.

—Lo sé, no lo pensé— admite —no pensaba en él, solo... solo pensaba en ti— dijo, inconsciente de la connotación de la frase y el efecto que iba a tener sobre el central.

Cada frase calaba más hondo en Gerard, que empezaba a cuestionar qué quería decir realmente todo lo que Cesc le estaba contando.

—El día que viniste... que quisiste hablar conmigo en el entrenamiento— dijo Gerard —no te lo puse fácil— dijo —es una conversación que teníamos que tener los dos— lo miró a los ojos —solo los dos—.

—Eres un tonto— le dijo Cesc casi haciendo un puchero.

—Lo sé— murmuró Gerard estirando el brazo para rodearlo y pegarlo a él —¿sabes?— suspiró —yo también te he echado de menos— dijo y besó su cabeza con cuidado, mientras el chico se acercaba más a él, apoyándose contra su pecho.

Cesc cerró los ojos. Se sentía seguro entre los brazos de Gerard, sentía que nada malo podía pasar si estaba con él, si permanecía a su lado.

—Geri— llamó en un susurro.

—¿Sí?

—¿Lo has llevado...? ¿Lo has llevado a nuestro lugar?

Gerard arrugó la nariz dolido aunque el chico no lo viera. Quería llorar, quería que todo saliera fuera, que sus reservas de autocontrol y sensatez se llenaran de nuevo, porque Cesc se encargaba de vaciarlas constantemente, de romperlas hasta que todo se esparcía, y el central se sentía tan abrumado que el nudo de la garganta se le cerraba, y solo podía recurrir a las lágrimas.

—No— respondió con sinceridad.

—Está bien que lo hagas, si... si quieres— murmuró Cesc con la mirada bajada —era tu lugar primero—.

—Es nuestro, Cesky, no mío, nuestro— remarcó —no voy a llevarlo—.

—Es tu sitio favorito, Geri, y es tu novio— levantó la vista hasta conectarla con sus ojos —deberías llevarlo—.

—No es mi novio, Cesc— volvió a repetir —Sergi es un amigo—.

—No lo parece.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Bueno... los besos no son cosas de amigos— dijo —y lo demás tampoco—.

A Gerard se le escapó una sonrisa.

—Sí son cosas de amigos— murmuró acariciándole el pelo.

—Pues no sé qué amigos tienes tú— se rio Cesc.

—Te tengo a ti— dijo sin pensar —el mejor de todos, ¿no?—.

El centrocampista se sonrojó al mirarlo y fue a bajar la vista, pero las manos de Gerard se adelantaron, posándose a ambos lados de la cara del chico.

Cesc pestañeó un par de veces con sus enormes ojos negros, que aquella noche estaban especialmente brillantes. Mientras Gerard lo miraba tragando saliva, alternando la vista entre sus ojos y sus labios.

No lo pensó cuando se inclinó hacia él. Tampoco cuando sus labios se juntaron y Cesc le rodeó la cintura con los brazos, correspondiendo a todo su cuidado y su cariño.

Pero todo cedió de golpe cuando se separaron, mirándose a los ojos, y Gerard no fue capaz de descifrar la mirada del chico.

Cesc arrugó la nariz y bajó la vista visiblemente incómodo, miró a los lados y tras articular una muy rápida disculpa, salió corriendo de allí.

Gerard todavía estaba demasiado abrumado por el beso como para reaccionar; su mente todavía estaba en los brazos de Cesc cerrándose a su alrededor, en sus labios con los suyos, en la tranquilidad y el cariño.

Todavía intentaba asimilar que jamás se había sentido mejor que con Cesc pegado a él mientras lo besaba.

Y ahora todo se había derrumbado; el caos y el ruido habían vuelto, los constantes bombardeos de su subconsciente también.

¿Era acaso posible que su mente hubiera pasado de Paza Guerra en tan solo un instante?

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