XI
—¿Qué ha pasado?— preguntó Carles a Gerard cuando al día siguiente, en el vestuario, vio al número tres y a Cesc evitándose de forma deliberada, una y otra vez, de la más descarada de las formas.
—Hemos discutido.
—¿Por qué?
—Porque...— suspiró —es como un niño pequeño, Puyi, cuando no entiende o no está acostumbrado a algo, reacciona fatal—.
—Si no te explicas mejor...
Gerard lo miró por un momento —me vio besar a Sergi—.
—¿Qué? ¿Cuándo?
—Cuando vino a buscarnos al vestuario y nos dejaste solos, creo— suspira —yo no... no me di cuenta, no sé, no pensaba que pudiera haber alguien, y menos él—.
—Si en ese momento, mientras besabas a Sergi, hubieras pensado en él, tendríamos que tener otro tipo de conversación— advirtió.
—Y a nadie le apetece que te pongas en plan Capitán, Puyi— murmuró queriendo reír un poco.
—¿Y qué te dijo Cesc?
—Me echó en cara que no se lo hubiera dicho.
Carles guardó silencio.
—Le dije que cómo iba a decírselo, con la forma en la que había reaccionado a lo de Iker y Xavi.
—¿Y cómo se lo tomó?
—Pues mal, Puyi, fatal— se pasó las manos por la cara mientras respiraba hondo —empezó a decirme que no era lo mismo, que no era eso lo que quería decir, que él no era homófobo...—.
—¿Y tú? ¿Qué piensas?
—Que es una situación nueva para él, y no la entiende— lo miró —ya te lo he dicho, es como los niños, le cuesta enfrentarse a la novedad, le cuesta entenderla, y eso no quiere decir que le parezca mal, solo... solo le cuesta un poco más—.
Puyol asintió recostándose en la pared sin retirar la mirada de él.
—No le hablé bien, Puyi...— murmuró Gerard con un quejido —no le hablé bien, sé que le dolió, sé que le hice daño—.
—¿Le pediste perdón?
—No— admitió —pero estaba muy enfadado— trató de justificarse —todo vino porque... todo vino porque Sergi no quiso venir a casa— empezó a explicar —me extrañó, porque... no sé, Puyi, habíamos estado bien todo el día, y... sé que le gusto, y él sabe que me gusta, no entendía qué había cambiado— suspiró —estaba como triste, no sé, asustado a lo mejor— tragó saliva —y yo no quería dejarlo así, Puyi, así que... a lo mejor lo presioné un poco para que me contara qué le pasaba— admitió —pero lo hice por su bien— añadió rápido —tú lo has hecho miles de veces conmigo—.
—Porque eres más tozudo que una mula, Gerard— bufó —¿qué te dijo Sergi?—.
—Que Cesc había hablado con él.
—¿Qué?
El central del tres respiró hondo, ordenando la historia —ahora lo pienso, y fue justo después de... bueno, de que nos viera— seguía hablando —a Sergi le dio un tirón, y le pidió ayuda a Cesc para estirar—.
—Los vi— confirmó Carles —pero no pensé que fuera más que eso—.
—Pues debió de serlo, Puyi, porque Sergi estaba convencido de no volver a mirarme a la cara.
—Pero... ¿qué le dijo exactamente?
—No lo sé...— suspiró —no quiso decirme más, pero por cómo estaba... joder, si lo hubieras visto... tuvo que hablarle muy mal, Puyi—.
—Cesc no es así, Gerard.
—Cesc no es así queriendo— corrigió, recibiendo un asentimiento por parte del Capitán —pero puede hacer mucho daño sin darse cuenta, tendrías que haber visto la conversación que tuvimos ayer—.
—¿Y por qué fue a por Sergi?— preguntó en alto Carles, intentando ayudarse a pensar —¿a ti no te dijo nada?—.
—A mí no me dijo nada hasta que me planté en su casa a pedirle explicaciones.
—No es tonto— dijo —sabía que Sergi no iba a decirle nada, no iba a defenderse, necesitaba volcar toda esa frustración, y sabía que no podía hacerlo contigo—.
—¿Sabes que a veces da un poco de miedo que nos leas así?
—Ni se me había pasado por la cabeza— sonríe y vuelve al tema —tienes que darle tiempo— dice refiriéndose a Cesc —lo entenderá, tú lo has dicho antes, solo necesita un poco más de tiempo que los demás—.
Gerard asintió.
—¿Y tú? ¿Estás así de preocupado por Sergi o por él?
El central del tres levantó la vista hasta encontrarse con Carles —no lo sé—.
—No quieres saberlo— dijo —es diferente— suspiró —no quieres dar por perdido a Cesc, lo quieres tanto que no quieres ni siquiera pensar que no puede ser—.
—Ya he asumido que lo de Cesc no puede ser— respondió rápido.
—Eso es mentira, Geri, tú no dejas de luchar así porque sí— lo miró —tienes ese ego, de pensar que siempre tienes una oportunidad, por pequeña que sea— dijo haciendo que el chico bajara la vista —y te está doliendo mucho pensar en tener que renunciar a esa posibilidad—.
—¿Crees que Cesc se ha dado cuenta?
—No— respondió —si se hubiera dado cuenta, no lo hubiera pagado con Sergi—.
—Duele mucho, Puyi, estoy hecho un lío.
—Lo sé, Geri— dijo acariciándole la cabeza —tú estás hecho un lío, Sergi otro, y Cesc otro todavía más grande— suspiró —daos tiempo para entender todo—.
Gerard respiró hondo. "Tiempo", el tiempo era algo que no le gustaba, no en la vida tan rápida que se había empeñado en llevar siempre. El tiempo era inseguridad, era aburrimiento, era demasiado espacio en blanco. Aunque con la mirada clavada en las puntas de sus botas, pensó que el tiempo, por sí solo, no era nada; no era nada hasta que decidías llenarlo con algo, no eran lo mismo cinco minutos en un atasco, que cinco minutos esperando a entrar a una reunión con el Míster, que cinco minutos con alguien a quien quieres. No pudo evitar pensar en Cesc, en el tiempo con él, que siempre volaba.
Se pasó las manos por la cara mientras suspiraba.
Tendría que darle una oportunidad, al Tiempo.
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