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VII

Gerard llegó al vestuario entre aburrido y despechado. Dejó caer la mochila en su taquilla y se acercó a Sergi por detrás, poniendo una mano en su cintura y pegándose a su espalda.

—Buenos días— murmuró en su oído con voz ronca, sintiendo cómo el chico se estremecía y empezaba a sonrojarse.

Sergi se giró hacia él, sonriendo y bajando un poco la mirada antes de mirarlo a los ojos.

—Buenos días.

El central sentía que tenía demasiada hambre. Arrugó la nariz y se mordió el labio, acariciando la cintura del chico.

—Estás muy guapo hoy— murmuró Gerard clavando sus ojos azules en los de él.

—¿Ah, sí?

El central dejó que saliera todo el aire de sus pulmones. Adoraba aquello; adoraba la falsa inocencia de Sergi, el cómo lo miraba.

—Sí— respondió con seguridad.

El chico bajó la mirada por el cuerpo del defensa, deslizando su mano, acariciando cada centímetro que hubiera recorrido con la vista.

—Tú también estás muy guapo, Gerard— dijo y volvió a mirarlo a los ojos —pero eso ya lo sabías ¿verdad?— sonrió de lado —eres guapo y lo sabes, es todo lo que necesita tu ego— murmuró.

Piqué pensó que se ahogaría con su propia respiración, si las palabras de Sergi seguían acariciándole la parte baja del estómago y enviando descargas por su espalda.

—He pensado que a lo mejor...— siguió murmurando Gerard mientras se acercaba a él —a lo mejor luego te apetece venir a casa a tomar algo—.

—¿A tomar algo?— sonrió el chico con esa vergüenza que ahora sabía fingida.

—O a lo que quieras— sonrió casi sobre sus labios.

(...)

Cuando Sergi llegó a casa del central, el reloj de su muñeca marcaba más de las nueve. Se arregló la ropa y el pelo y respiró hondo antes de tocar el timbre.

Gerard abrió con el pelo todavía húmedo por la ducha, apoyándose en el marco con una sonrisa vanidosa.

—Hola— saludó el más joven tragando saliva.

—Hola— murmuró el central atrayéndolo hacia él por la cintura, sonriendo sobre sus labios pero sin llegar a besarlo.

A Sergi se le entrecortó la respiración y el defensa dejó escapar una risa baja, directamente desde el pecho.

—¿Tanto te gusto, Sergi?— apretó el agarre sobre su cintura.

El centrocampista lo miró a los ojos, empapándose de la tranquilidad y la seguridad que desprendía.

Gerard acercó su rostro al suyo y besó con lentitud la comisura de sus labios.

—Pasa— dijo cuando se apartó de él.

—¿Al salón o a la habitación?

El central sonrió mientras caminaba tras él —no sabía que eras así— murmuró.

—Hay muchas cosas que no sabes de mí, Gerard.

Sonrió —me gusta más el salón—.

Sergi asintió mientras caminaba hasta allí, fijándose en cada detalle de la casa.

Gerard se dejó caer en el enorme sofá y siguió con la mirada al chico, que parecía estar anotando cada detalle.

—Siéntate— pidió.

El más joven fue a hacer caso al central, a sentarse a su lado en el sofá.

—Ahí no, Sergi— murmuró tirando de él hasta que quedó sentado sobre sus piernas —aquí—.

El chico entreabrió los labios y cogió aire. Su corazón latía desbocado, y su mente solo era capaz de pensar en Gerard, en cada parte de su cuerpo que hacía contacto con el suyo, en sus ojos azules clavados en él, casi como si lo estuviera desnudando con solo mirarlo.

El central acercó al chico sin prisa, le acarició el cuello con las puntas de los dedos y besó cada milímetro de piel, dejando que su saliva, su respiración, y el roce de su barba hicieran temblar al centrocampista, que pensaba que jamás había tenido tantas ganas de tener algo.

Sergi dejó escapar un quejido satisfecho cuando los dientes de Gerard se clavaron en su cuello, dejando una marca oscura en su piel dorada.

—Hazlo otra vez— pidió en un susurro, y el defensa eligió otra zona de su cuello para morder. El más joven le acariciaba el pelo, recostado en el sofá, mientras el central se encargaba de quitarle la camiseta y seguir marcando su cuerpo con los dientes, mientras pensaba, con el ego latiéndole dentro, en que todo el mundo en el vestuario iba a ver aquello; todos iban a ver la piel de Sergi llena de marcas en cuanto tuviera que cambiarse. Esa idea le acarició la mente.

Gerard se quitó la camiseta sin dejar de mirarlo, y sonrió satisfecho cuando el centrocampista acercó la mano para acariciar sus abdominales.

Fue entonces cuando finalmente el central se inclinó sobre él para besarlo, sintiendo su piel contra la de él.

Besar. Morder. Temblar.

En bucle.

Toda la noche.

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