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2. Murder on the Dancefloor 💃🏻

    Margaret jadea, las paredes se cierran a su alrededor.

    Siente que su pecho va a estallar.

    Sus manos tiemblan mientras busca su teléfono. Lo desbloquea de manera torpe, y, sin pensar, marca el primer número que aparece en la pantalla. El zumbido del tono de llamada apenas logra calmar su caos interno.

    Una voz familiar responde al otro lado. "¿De quién es?" No lo sabe, pero el alivio que le provoca esa voz es innegable.

    "¿Amor? ¿Sucede algo?" pregunta él, con un tono preocupado.

    "Tienes que venir... ahora. Te necesito", dice Margaret con la voz entrecortada, la urgencia fluyendo en cada palabra. No espera una respuesta. Antes de que pueda procesarlo, cuelga.

    Una sensación de tranquilidad la envuelve al recordar las últimas palabras que escuchó. "Voy en seguida. Todo estará bien. Fue un mal sueño." De alguna manera, esas palabras logran hacerle sentir que todo está bien, como si el caos hubiera pasado y lo peor fuera un mal recuerdo.

    Lentamente, una sonrisa se dibuja en su rostro.

    Y entonces, algo irrumpe dentro de ella.

    Comienza a reírse, una risa profunda, liberadora, que no había sentido en años. Casi olvidó lo que se siente ser feliz sin razón aparente. Margaret se pone en pie, busca su reproductor de música, y deja que el ritmo de "Murder on the Dancefloor" invada la habitación.

    Se mueve con soltura, sus caderas siguen el ritmo y su voz se une a la de Sophie Ellis-Bextor. Abre el refrigerador, esperando encontrarlo vacío, pero para su sorpresa está lleno, rebosante de comida fresca.

    Sin pensarlo dos veces, agarra un pollo, lo lleva a la boca y da un mordisco enorme, mientras sigue bailando como si estuviera en una pista de baile, sintiéndose viva nuevamente.

    Se encuentra en medio de la sala, vestida con una bata de dormir de seda rosa, ligeramente arrugada, se sitúa frente a un espejo enorme.

    En una mano, sostiene un pollo asado que ha estado picoteando distraídamente, y en la otra, una copa de champán medio llena que burbujea alegremente. La música de "Murder on the Dancefloor" suena a todo volumen, resonando en las paredes.

    Con los primeros acordes, ella se mira en el espejo con una sonrisa de satisfacción, completamente inmersa en su propio espectáculo.

    De repente, lanza la cabeza hacia atrás con dramatismo, imitando los movimientos elegantes de Sophie Ellis-Bextor.

    Da un paso hacia la mesa del comedor, dejando el pollo a un lado, y sube de un salto, tambaleándose un poco mientras alza la copa. Comienza a bailar con movimientos exagerados y coquetos, girando y señalando al espejo como si fuera su audiencia más devota.

    Se inclina hacia adelante, la bata ondea y sus pies descalzos golpean la madera de la mesa, mientras mueve las caderas al ritmo de la canción.

    Cada gesto es grandioso, con una teatralidad cómica, haciendo como si la copa fuera un micrófono. De vez en cuando, mira el pollo que dejó a un lado, riéndose para sí misma, y agita la pierna al aire como si fuera parte de una elaborada coreografía.

    En el esplendor de su "mood", paseándose por el centro de su gigantesca sala de estar en bata de dormir. Es la típica mansión que parece tener más habitaciones de las que podrías contar en un solo día.

    Pero, en este momento, para ella, todo eso no importa.

    ¡Es su momento!

    Con movimientos exageradamente delicados, agarra unas gafas de sol enormes, se las pone, y de inmediato se transforma. ¡Es una super modelo de la talla de Naomi Campbell en plena pasarela!.

    Se planta frente al espejo, y con un suspiro dramático, comienza a lanzar besos al aire, como si tuviera una legión de paparazzis tras ella.

    Su boca se curva en una sonrisa perfecta mientras firma autógrafos invisibles para sus "fans" inexistentes, con una precisión y elegancia que podría competir con cualquier estrella de cine.

    De repente, la música imaginaria se intensifica, y ¡bum! Se suelta a bailar.

    Comienza a menear la cintura con una destreza que ni Shakira podría igualar.

    Llega al suelo lentamente, con toda la sensualidad posible, como si cada movimiento estuviera coreografiado por un genio del "twerking". Pero, al llegar a la parte de hacer "twerk", lo hace con una expresión totalmente seria, como si estuviera resolviendo una ecuación de física cuántica.

    Esa seriedad solo hace que todo sea más ridículo y desternillante.

    Finalmente, se levanta con un giro dramático, levanta una pierna al aire como si fuera la coreografía más sexy jamás vista, pero más bien parece un flamingo que no sabe qué está haciendo.

    Y con una mirada de femme fatale, suelta un "¡Zas!" creyéndose la reina del momento, pero solo consigue ser más divertida aún.

    A medida que el ritmo de la canción se intensifica, salta de la mesa con un giro poco coordinado, pero lo suficientemente ágil para mantenerse de pie.

    Corre a las escaleras, subiendo con entusiasmo, mientras intenta seguir los movimientos del videoclip, tropezando un poco con el borde de la bata.

    Sube y baja las escaleras con la energía de una estrella pop, agitando la copa y lanzando miradas de diva a su propio reflejo.

    Abre el vestidor y se encuentra con un sinfín de atuendos mientras suena "Murder on the Dancefloor" de Sophie Ellis-Bextor, en bucle, una y otra vez. Ella, llena de energía y encanto, empieza con un vestido rosa brillante que le queda un poco ajustado, pero eso no la detiene.

    Frente al espejo, hace una pose exagerada, inclinando la cabeza y levantando una pierna con un giro dramático.

    La música sube, y Margaret cambia rápidamente a otro vestido, esta vez de lentejuelas doradas, haciendo pasos de baile ridículamente exagerados, moviendo los hombros al ritmo.

    Cada cambio de vestuario es más cómico que el anterior: en un momento lleva un vestido verde esponjoso estilo princesa, que claramente le queda grande. Intenta girar como si fuera una diva, pero termina tropezando de forma cómica con el ruedo del vestido.

    Entre cada cambio, corre caóticamente, pero con una sonrisa, haciendo muecas y gestos dramáticos.

    Finalmente, aparece con un vestido ajustado de sirena que apenas le permite caminar.

    En lugar de andar con elegancia, hace pequeños saltitos al compás de la música, intentando mantener el equilibrio con un par de tacones altísimos, mientras la canción llega a su clímax.

    Se mira en el espejo, hace una pose final digna de una estrella de cine... ¡y el vestido se desgarra justo en ese momento!

    Cuando la canción llega a su clímax, se deja caer dramáticamente en el último escalón, respirando pesadamente, el pollo ahora olvidado en algún rincón, y la copa vacía pero en alto, como si hubiese ganado el premio a la mejor actuación.

    Está empapada en sudor, con mechones de pelo pegados a su frente, pero su rostro es pura felicidad. Comienza a reírse sola, aún jadeando por el esfuerzo, maravillada de su propio espectáculo improvisado.

    Finalmente, se tumba boca arriba en el suelo, con los brazos extendidos y una sonrisa satisfecha.

    El eco de la música sigue en el aire, mientras ella mira al techo, completamente agotada pero feliz, disfrutando del triunfo de su momento estelar en la pista de baile más loca que ha creado.

    Margaret se encuentra en la piscina de la lujosa mansión, el sol acariciando su piel mientras flota en su inflable. Cierra los ojos, dejándose llevar por el sonido de su playlist favorita que sale de un altavoz cercano.

    Se atreve a ponerse un mini bikini, algo que no había hecho en años, y sonríe al pensar en lo liberador que resulta.

    Ya no había un George que le dijera qué debía o no, hacer. "Es mi sueño", piensa, "aquí puedo ser quien quiera, no hay reglas ni restricciones".

    Es una sensación de libertad que hace tiempo no experimentaba, después de haberse dedicado ocho años al trabajo sin descanso, olvidando por completo su vida personal.

    Se reclinó un poco más en el flotador, tomando un sorbo de la champaña que tenía en una copa elegante. Sentía burbujas estallando en su lengua, el sabor era refrescante y decadente al mismo tiempo.

    Con cada trago, se convencía más de que, al despertar, compraría un pasaje a Alaska.

    Es hora de ver a su familia, de compensar el tiempo perdido, de redescubrir ese lado de ella que había quedado enterrado entre reuniones y correos electrónicos.

    Tenía suficiente dinero ahorrado, no le faltaba nada, y se veía llegando con las manos llenas de regalos para sus padres, hermanos y sobrinos.

    "Tal vez debería pasar toda una temporada allá", pensó con una sonrisa soñadora, mientras el calor del sol y la música la envolvían.

    El agua de la piscina la mece suavemente, casi como si estuviera en un limbo entre el sueño y la realidad. Este momento es solo para ella, un respiro después de tantos años de estrés y responsabilidades.

    Aquí no hay nadie que la juzgue, nadie que espere algo de ella.

    Se siente invencible, poderosa, como si finalmente esté tomando el control de su vida.

    De repente, un sonido interrumpe su burbuja perfecta: la puerta de la casa se abre. Los ojos de Margaret se abren lentamente, volviendo a la realidad. Pero, ¿es realmente la realidad?. Todavía no lo tiene claro.

    Margaret, con el cabello mojado y pegado a su rostro tras dos horas de natación, sale de la piscina.

    Se desliza con calma por la escalera, dejando pequeñas gotas caer de su traje de baño mientras se quita las gafas oscuras, las cuales cubrían sus ojos. Al mirar alrededor, frunce el ceño, sintiendo una ligera inquietud.

    El jardín está en silencio.

    El agua en la piscina aún forma ondas suaves por su reciente movimiento, pero no hay señales de nadie.

    Estaba segura de haber escuchado algo antes.

    Siente el sol acariciándole la piel húmeda, pero se le eriza la piel, no por frío, sino por la extraña sensación de ser observada. Se envuelve en una toalla grande y mullida, y camina con paso decidido hacia la casa.

    Los pies descalzos hacen un sonido suave al cruzar el suelo de mármol.

    Al entrar a la cocina, aún está algo desorientada, pero se detiene bruscamente cuando su mirada se encuentra con algo inesperado.

    Andrew Wade está de pie frente a ella, apoyado despreocupadamente contra la encimera, con una amplia sonrisa que ilumina todo su rostro.

    Vestido como un empresario impecable, luciendo un traje chaqueta entallado de color gris oscuro que resalta su figura atlética.

    Su chaqueta está perfectamente ajustada, con solapas finas y elegantes, mientras que la camisa blanca debajo es de un algodón suave y nítido, desabrochada en el cuello lo justo para mostrar un estilo relajado pero sofisticado.

    El pantalón a juego cae recto, con una línea perfecta desde la cintura hasta los zapatos, que son de cuero negro brillante, bien pulidos.

    Su rostro tiene una expresión suave y serena, pero lo más destacable es su sonrisa, una sonrisa de enamorado que ilumina todo su semblante.

    Sus labios están ligeramente curvados hacia arriba de manera natural, mostrando una calidez sincera.

    Sus ojos, un azul profundo y brillante, están llenos de ternura, reflejando puro amor mientras observa con paciencia desde la encimera, esperando a su esposa.

    Las cejas ligeramente arqueadas dan un toque de atención y cuidado, mientras que su cabello oscuro y bien peinado, con un ligero toque desordenado en los mechones frontales, agrega un aire despreocupado y encantador.


Instagram donde hablo de mis libros:

8:20 am . 08|29|2024 . Jueves . Houston | Texas 🇺🇸

Proyecto "Realidades paralelas"

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