1. Oh, yo sé... 🪞
Al despertar, aún entre sueños, Margaret siente la calidez de las sábanas envolviéndola, pero algo está fuera de lugar. Los párpados pesados luchan por mantenerse cerrados, apenas dejándose caer de nuevo.
El aire es denso y cálido, y aunque ella intenta sumergirse de nuevo en el sueño, sus sentidos comienzan a invadirla.
El tacto de las sábanas es lo primero que le llama la atención.
La textura suave, como una caricia, de repente parece extraña, ligeramente diferente a lo habitual. Tal vez es más áspera, más fresca, o tal vez huele de una manera distinta. Ese olor no es el conocido aroma a lavanda o el leve perfume a detergente que siempre la acompaña.
Ahora hay un olor terroso, húmedo, casi a bosque después de la lluvia, mezclado con algo más dulce, como flores frescas, un toque de vainilla, pero apagado, como si fuera parte de una ensoñación.
Suspira profundamente, el aire se siente pesado en sus pulmones, arrastrando el letargo.
No quiere abrir los ojos, no quiere enfrentarse a la realidad que comienza a asomar con cada inspiración. Quiere alejar el recuerdo de su novio engañándola con otra mujer, el saber que ahora está desempleada.
Los músculos de su cuerpo están relajados, casi inmóviles, aferrándose a ese momento de suave flotar. Tal vez se gira lentamente, buscando una posición más cómoda, deseando que esa nueva sensación la vuelva a adormecer, que la regrese al sueño.
El roce de las sábanas contra su piel desnuda le recuerda lo placentero que es quedarse en la cama.
El cerebro, sin embargo, comienza a lanzar pequeños destellos de alerta. "¿Qué es ese olor? ¿Por qué esta textura?".
Sin quererlo, su mente empieza a despertarse más, y en un intento desesperado por no dejarse llevar, ajusta su cuerpo, hundiendo la cabeza más profundo en la almohada, buscando un refugio entre las telas y el calor.
Pero la realidad ya ha irrumpido, aunque sea de forma tenue y abstracta.
Algo cambió, algo es distinto, y esa sensación casi onírica de lo desconocido en las sábanas la mantiene en un estado de vigilia inconsciente.
Un suspiro más profundo, una leve contracción en los dedos que buscan algún asidero conocido... pero ese olor y esa textura persisten, como un recordatorio de algo que no pertenece a la cotidianidad.
El sueño aún está cerca, pero la curiosidad, aunque resistida, empieza a vencer.
Al abrir los ojos, lo primero que siente es una desconcertante confusión.
El techo, los colores de la habitación, incluso la suavidad de las sábanas son completamente desconocidos. La atmósfera a su alrededor, impregnada de lujo, no encaja con lo que debería ser su modesto y caótico departamento de Nueva York.
Con el corazón acelerado, se sienta torpemente, sus piernas enredadas en las sábanas de un blanco inmaculado. El lugar es ajeno, pero no en la forma caótica de un hotel barato; parece pulcro, elegante.
Las preguntas le golpean la mente, pero no encuentra respuestas claras entre los fragmentos borrosos de la noche anterior.
Un frasco de perfume sobre una mesa de mármol: una botella de vidrio tallado, tan delicada y extravagante que parece una joya en sí misma. Margaret la toma con cuidado, como si fuera a romperla solo con su toque.
"¿De dónde salió esto?", se pregunta, sintiendo el peso de la sorpresa en su pecho.
El miedo comienza a latir en su pecho, enredándose con cada pensamiento que intenta organizar.
"¿Dónde está? ¿Cómo ha llegado aquí?".
Su mente busca respuestas en vano. Siente que su corazón late con fuerza, y el aire parece volverse más denso a su alrededor. En un impulso, se levanta rápidamente, y sus pies desnudos tocan el frío mármol del suelo.
Al observar su reflejo en el espejo, se enfrenta a una versión de sí misma que parece de otro mundo: su ropa de cama es de seda fina, su cabello perfectamente arreglado, y una brillante alianza de matrimonio adorna su dedo.
Entonces el asombro la invade, un asombro que la abruma y la deja sin aliento.
Todo en su entorno grita opulencia y éxito.
Cuando se enfrenta a su propio reflejo, su cerebro no puede procesar de inmediato lo que está viendo. Se queda mirando, boquiabierta, esperando que el reflejo cambie o que se trate de algún tipo de error o broma.
La imagen que ve no concuerda con lo que espera, lo que crea una fuerte sensación de desconcierto.
"Sus ojos recorren cada detalle".
Las líneas del rostro, el maquillaje que ella no recuerda haberse puesto, el cabello arreglado con estilo. Hay un instante en que se ve a sí misma con asombro, tocándose las mejillas y los labios, preguntándose cómo ha llegado a tener esa apariencia tan diferente.
"¿Es un sueño?"
"¿Una broma?"
Se pregunta mientras su mirada recorre la enorme y sofisticada habitación.
La casa, sus detalles lujosos y su propia apariencia parecen pertenecer a una vida que nunca fue suya.
Y, sin embargo, todo se siente real.
Parpadea varias veces, aturdida, mientras sus ojos intentan ajustarse a la luz suave que baña la habitación. Se siente extrañamente pequeña y fuera de lugar al observar una cama inmensa con un edredón de seda que cae suavemente hasta el suelo.
El colchón es tan amplio que parece que podría perderse en él, y las sábanas suaves bajo sus dedos son muy distintas al tejido áspero que conoce de su propio apartamento.
Se toma un momento para observar la amplitud de la habitación: muebles de diseño minimalista y elegantes adornos en las paredes la rodean. Todo es pulcro, impecable, pero no tiene ni un ápice del desorden cálido que había en su pequeño rincón de Nueva York.
Los espejos grandes, las cortinas opacas y los detalles en dorado le hacen sentir que está en un espacio demasiado grandioso para ella, como si cada elemento la observara, recordándole que no pertenece allí.
Su respiración se vuelve más rápida mientras trata de entender dónde está.
Por un segundo, cierra los ojos con la esperanza de abrirlos y encontrar su modesto dormitorio de vuelta, pero al hacerlo, la vista de los techos altos y las lámparas de cristal la sacuden nuevamente con una extraña mezcla de admiración y desconcierto.
No reconoce nada, pero cada objeto parece más perfecto que el anterior, reforzando su sensación de desubicación.
Su cabeza late al ritmo de su corazón, una punzada dolorosa en las sienes le recuerda la cantidad de alcohol que consumió la noche anterior.
Se esfuerza por moverse, sintiendo un peso extraño en su cuerpo, como si no le perteneciera del todo.
Su garganta está seca, y un sabor metálico la incomoda.
Camina lentamente, con una ligera sensación de mareo. Los pies descalzos tocan el suelo de madera pulida, tan fría que la hace estremecer. Sus manos tambaleantes se apoyan en la pared mientras se dirige al baño.
Necesita refrescar su rostro con agua fría, como si eso pudiera devolverle algo de certeza, de control.
La traición de su novio atraviesa sus pensamientos mientras salpica su rostro con el chorro de agua que sale de la pluma, pero con cada gesto lo hace de una manera más brusca. Sin percatarse de que ha mojado el lavamanos y el suelo.
"¿Cómo pudo no haberlo visto venir?" Y el trabajo... Su trabajo.
Lo había perdido todo en un solo día. Su mundo, que antes parecía tan sólido, se había desplomado en cuestión de horas.
Toma un pequeña toalla blanca y la coloca sobre su rostro, luego se escucha un chillido de frustración, un gritito que deja escapar pero lo ahoga con la tela que cubre su cara.
Una chispa de pánico brota en su interior, recordándole su situación actual. Lanza la toalla a un lado mientras miles de preguntas la persiguen, y juzgan, señalándola con el dedo.
"¿Dónde está?"
"¿Se había emborrachado tanto que había perdido la noción de dónde estaba?".
El miedo de que alguien, tal vez un conocido, la hubiera visto en ese estado la inunda. "¿Y si la llevaron aquí para protegerla? ¿Y si esta es la casa de algún cliente?". La idea le revuelve el estómago.
El miedo se mezcla con la vergüenza, creando una sensación sofocante de humillación.
Sin darse cuenta, comienza a caminar, explorando el lugar y admirando la belleza del mismo.
Sus manos tiemblan ligeramente cuando las desliza por la superficie lisa de un par de tacones de diseñador.
El cuero suave contrasta con la incomodidad de lo desconocido. No son suyos, pero al mismo tiempo, algo en ellos le parece extrañamente familiar, como si pertenecieran a una versión de ella que ha olvidado.
Los deja a un lado y sigue explorando.
A su alrededor, el espacio se siente vasto, decorado con detalles de un lujo que ella jamás había imaginado.
Cada paso que da la inunda de una mezcla de asombro y desconcierto.
Examina las joyas que descansan sobre una elegante mesita: collares con diamantes que brillan bajo la luz suave, pulseras de oro finamente labradas, objetos que alguna vez solo vio a la distancia, en escaparates.
Margaret toca los vestidos que cuelgan en el vestidor, las telas de seda y encaje deslizan bajo sus dedos, tan opulentas que casi no parecen reales.
"Nada de esto me pertenece", piensa, pero la certeza comienza a desmoronarse cuando algo llama su atención.
Al voltear, sus ojos se encuentran con las paredes.
Allí, colgadas con precisión, fotos de ella, de su rostro, de momentos que no recuerda. Ella con los labios pintados de un rojo intenso, vestida con la ropa que acababa de tocar, sonriendo de una manera que hacía años se ha visto sonreír.
El nudo en su garganta se hace más grande.
La incredulidad y el desconcierto se convierten en una tormenta dentro de su mente. "¿Cómo puede ser esto posible? ¿Quién es esta versión de mí?".
Sus preguntas se multiplican con cada foto que mira, su confusión crece.
Margaret se siente como una extraña en su propio reflejo, atrapada en un sueño que, aunque fascinante, la aterra.
Sus manos ahora tiemblan no por el frío de la habitación, sino por el miedo de no reconocerse a sí misma. En un intento desesperado, revisa los objetos personales como fotos o papeles que le den pistas sobre dónde está y quién es, solo para encontrarse con más "evidencias desconcertantes".
A medida que descubre más elementos que no reconoce, su confusión se profundiza.
"¿Cómo es posible que nada de lo que vea sea familiar?".
Esa sensación de no pertenecer a lo que la rodea la deja en un estado emocional muy vulnerable, casi al borde de un ataque de pánico...
Margaret se encuentra en medio de un torbellino emocional.
Todo comenzó con una pequeña sensación de incomodidad, un leve hormigueo en su piel, pero ahora se ha convertido en un pavor indescriptible. Cada detalle en su entorno —los muebles, las fotos en las paredes— la golpea con una extraña familiaridad distante, como si alguna otra persona hubiera vivido esta vida hasta ese momento.
Hasta que ella se lo arrebató.
Su respiración se vuelve errática, casi superficial, mientras su pecho se contrae con una angustia que no puede controlar.
Los latidos de su corazón retumban en sus oídos, fuertes y rápidos, haciendo eco de los pensamientos desordenados que pasan volando por su mente: "¿Qué me está pasando? ¿Es real? ¿Estoy soñando?".
La claridad que siempre la ha acompañado parece desvanecerse, reemplazada por una creciente sensación de irrealidad, como si el mundo a su alrededor se estuviera disolviendo.
Los pensamientos ya no fluyen de manera coherente, sino que se atropellan unos a otros en una sucesión frenética de preguntas y temores. Margaret siente como si estuviera dentro de una pesadilla en la que las reglas del mundo se han quebrado, y sin embargo, es incapaz de despertar.
El terror profundo se apodera de ella al darse cuenta de que no hay respuestas, solo una confusión que la envuelve como una niebla densa y pesada.
Está atrapada en una realidad desconocida, y no sabe cómo escapar.
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10:35 am . Miércoles . 08|28|2024 . Houston | Texas 🇺🇸
Proyecto "Realidades paralelas"
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