|Capitulo 08
08|RUMORES
|LYSANDER|
Soy seguro en lo que hago.
La inseguridades no van conmigo, sería imposible no confiar en lo que puedo causar en otra persona después de estar rodeado de gente que me adora. La mayoría de mis fans son chicas que están enamoradas de mi físico, mi encanto único, mi personalidad espléndida. No solo en Armagh, fuera de él me llueven las oportunidades para tener más que un ligue. Tengo haters que buscan dañar mi reputación, pero me dan igual. He aprendido que esos que me odian son fans confundidos. Están al pendiente de lo mínimo que haga porque me aman a su estúpida manera. Si somos sinceros, quien no se enamoraría de alguien como yo.
Yo en lo personal me enamoro de mí mismo cada que me veo al espejo.
Nunca había tenido ningún impedimento con alguna chica. Si la deseaba la conseguía con un pequeño coqueteo. Suelo ser sutil y cuando sé que las tengo en mis garras saco mi otra herramienta: ser directo. Sin sentimientos de por medio es lo que le solía decir con las que me cruzaba en mi camino. Todas aceptaron estos términos, eso aumentó mi ego. Pensé que podía conseguir todo. Joder, no fue así. Ella no es así.
El primer día me abofeteó.
Una patada a mis pelotas dolería menos como esa bofetada que me hizo darme cuenta como funciona mi entorno.
Fingí que no me dolió.
Ya caerá.
Una chica que lleva evitándome por días es claramente una señal de que le gusto.
Está enamoradísima de mí. Yo sé que sí.
—Su abuelo lo espera en su oficina —indica la secretaria que le trabaja a mi abuelo Aurelio Marchetti.
Subo al ascensor, las puertas se cierran una vez estoy dentro y se abren llegando al piso donde queda la oficina de dicho hombre trajeado que le grita a sus trabajadores. Unos de ellos se voltea a verme con sus ojos abiertos, asustado.
—¡Son unos incompetentes, no pueden hacer nada bien! —Una vena sobresale de su cuello. Sus ojos caen hacia mi dirección y les hace una seña a sus empleados para que se retiren—. Llegas tarde, Lysander. Odio la impuntualidad.
—¿Oh, en serio? —Le echo un vistazo a mi reloj invisible de mi muñeca.
—No estoy para tus jueguitos infantiles.
—Yo no debería de estar aquí —replico manteniendo la calma—, mis padres me tienen prohibido acercarme a ti. Sin embargo, de nuevo incumplo sus órdenes para obedecerte —Si mis padres se enteran que sigo manteniendo contacto con mi abuelo me enviaran al extranjero, esa fue la advertencia que mi papá sentenció. Antes me valía lo que podría sucederme, ahora no quiero irme.
Todo se debe a una sola persona que no logra sacar de mi cabeza.
—¿Me podrías explicar que son esas fotos que circulan en redes?
—Ah, me mandaste a llamar por una estupidez.
—No es una estupidez. ¿Quién es esa chica?
—No tengo ni la menor idea.
—¿Quién es ella?
—No lo sé, abuelo. Una chica que estuvo en esa fiesta. Nadie en especial.
No podía decirle que esa chica que no tiene "nada de especial" me está volviendo loco en todos los sentidos posibles. Conozco a mi abuelo, y es capaz de amenazarla para que se marche de la Academia y por ende, de mi vida. No quiero que suceda.
—Si no tiene nada de especial, ¿por qué demonios te le llevaste a tu casa?
Trago grueso.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Crees que no monitoreo lo que hacen mis nietos? Lo que haces tú.
—No te creo en absoluto. Alguien te lo tuvo que decir, ¿fue Gabriella?
—¿Y que si fue ella u otra persona? Habían cámaras que grabaron todo. Golpeaste a un chico porque ahogaba a tu querida Aileen Steward —Voltea su portátil con el vídeo enfocado en toda la extensión de la pantalla—. Pudiste meterte en serios problemas.
—No pasó nada, abuelo.
—Si pasó, pagué una suma de dinero para que los padres del chico se quedaran tranquilos y no te denuncien, le reventaste el tabique con tus golpes.
—Santo cielos, no lo golpeé tan fuerte.
—Cuando se está enojado no se mide la fuerza que podemos emplear —Rodea su escritorio y sale para posicionarse detrás de mi asiento. Pongo mi espalda recta contra el espaldar sintiendo como la incomodidad me invade—. Aléjate de esa chica, la estuve investigando y no traerá nada bueno. Las personas como ella solo se dedican a destruir a personas como nosotros.
—No me hagas reír, abuelo. ¿Personas como nosotros? ¿Acaso somos de otro mundo para ser superiores a otros? Somos iguales, todos somos seres humanos que respiramos el mismo oxígeno —Por alguna extraña razón el enojo está tomando posesión de cada partícula que me define—. No haré lo que digas solo para complacerte.
—Es una huérfana muerta de hambre.
—Ella es huérfana y la admiro porque tiene la valentía para seguir adelante sin la ayuda de nadie. Tan diferente a mí.
—No te compares con la basura —Camina para su escritorio y saca de unos de los cajones unos documentos que me lanza—. Míralo por ti mismo, esa chica no tiene futuro. No te sirve tener amistades de ese tipo —Entrelaza sus dedos por encima de la mesa—. Conociendo de quién eres hijo, no se me hace sorpresa que ya estés loco por el culo de una mujer que apenas conoces.
—No te refieras a Aileen como una cualquiera —Elevo mi voz lo que causa que Aurelio alce una ceja satisfecho.
—¿Lo ves? No quiero decirlo pero así empezó tu padre. Tanto que me esforcé para que tuviera un futuro brillante y solo le bastó regresar del extranjero para enloquecer por tu madre.
—Mi madre es tu hija y...
—Es mujer, las mujeres solo deben de satisfacer las necesidades de los hombres. Para eso están, porque para lo demás son tan obsoletas que dan lástima —pronuncia con repulsión. Tengo que controlarme o terminaré dándole un puñetazo, mis manos tiemblan y mi mandíbula está tensa, veo rojo del enojo que llevo dentro por como se refirió a mi madre, a Aileen y al resto de las mujeres—. Tu padre era mi mejor inversión, le di las mejores escuelas, las mejores universidades aún sabiendo que no era mi hijo, solo un bastardo.
—Ese bastardo como lo llamas si sabe respetar a una mujer como se debe.
—Solo es un debilucho bueno para nada.
—Te he aceptado que me critiques a mí. Pero con mis padres no te lo aceptaré mucho menos con Aileen —Me pongo de pies dispuesto a irme, sin embargo, él vuelve abrir su boca para decir.
—Mira niño malcriado, eres lo que eres gracias a mí. Yo, Aurelio Marchetti, quien me he encargado de ponerte en un altar, conseguirte tratos exclusivos con personas influyentes, hice que tu nombre sea conocido en redes y fuera de ellas, tus padres en cambio solo quieren que saques una carrera mediocre y vivas una vida mediocre.
—Ellos son mis padres y nunca me van a desear el mal.
—No me importa lo que ellos te han metido en tu cabecita hueca. Lo que quiero es que dejes de estar cerca de esa chica. Muchos creen que le eres infiel a Gabriella, y si, ella no es tu novia pero le hemos hecho creer que si lo es, todo es fanservice y si la jodes, nos jodes a todos, porque hasta Gabriella sale perjudicada por tus mierdas.
—Ya no quiero seguir fingiendo alguien que no soy, solo quiero ser yo mismo.
—Ay que bonito —masculla con sarcasmo—. Tan bonito que me da asco, solo te hace falta decir que quieres formar una familia y jugar a la casita —Como ve que me negué a abrir el documento lo toma y lo guarda en el cajón—. No me importa si te la estás follando o si no, si vas a mantener tus relaciones con esa chica que sea en privado, no me hagas intervenir.
—No me voy a esconder, ni la voy a esconder a ella como si fuera mi amante. Ella es solo... —callo, apretando mis manos sobre mi regazo—, una amiga. Es mi compañera de clases.
—¿Una amiga?
—¿Te molesta que tenga amistades?
—No. Solo que me parece curioso, si cuando llegaste me aseguraste que no la conocías, que era una chica más en aquella fiesta. Ahora sale que es tu amiga, de pronto mañana digas que es tu novia y luego tu prometida.
—Ya estás exagerando.
—Te alejadas de ella o me veré en la necesidad de intervenir.
—No es necesario —lo corto, caminado a la salida—. No quiero seguir involucrado contigo, no me busques, para ti desde hoy estoy muerto.
—Si así lo quieres, pues muy bien. No te quiero ver regresar como un perro con la cola metida entre sus patas a pedir perdón —Da por concluida la conversación—. Cierra la puerta y no vuelvas más, mocoso malagradecido.
Cierro la puerta de un portazo, me apoyo un breve instante sobre ella meditando en lo que he hecho. Tengo dos opciones, volver a la oficina a disculparme con mi abuelo y hacer como si nada hubiera pasado o irme y poder seguir libre sin las órdenes ni demanda que conlleva estar relacionado con Aurelio Marchetti.
Elijo mi libertad.
—¿Qué hace mi niño por aquí? —pregunta emocionada. Con solo escuchar el repiqueteo de sus tacones se perfectamente quien es. Mi abuela Verónica. Por su edad su salud es débil incluso más que la de mi abuelo Mario.
—Abuela —Inclino mi cuerpo para que ella pueda besar mis mejillas.
—Estas más alto que la última vez que nos vimos.
—Sigo midiendo lo mismo abuela. Y siendo sincero, no quiero seguir creciendo —Mi altura es de un metro noventa y cuatro, superé a mi propio padre en altura. Hasta Azazel lo superó en altura, y eso que mi padre es un hombre alto. Meto mis manos dentro de los bolsillos de mi pantalón.
—Para mí siempre seguirás siendo mi adorable bebé.
—Estas como mamá —curvo mis labios en una mueca. Un inevitable rubor sube a mis mejillas. Lo que son mi abuela y mi madre aún no entienden que ese bebé que cargaron en brazos ya es un chico que próximamente se irá a la universidad—. No soy un bebé.
—Si lo eres —pellizca mi mejilla—, Azazel y Juliet también lo son. Son mis bebés.
—Tal vez Juliet que tiene catorce años, Azazel y yo no.
—Si eres tan adulto porque no te independizas por tu cuenta —cuestiona—, porque en el fondo sabes que necesitas todavía de tus padres.
—Si pero...
—Pero nada, eres un bebé.
Oh por los Dioses, que no la escuche Azazel o me hará un infierno. Él si fue capaz de irse de la casa a vivir en el departamento que comparte con Ryle.
Aunque él no lo hizo para independizarse, lo hizo para estar cerca del francés pelirrojo. Vaya que le funcionó, el día que me lo contó creí que Ryle le diría que no quería que se fuera con él, me vi soprendido cuando aceptó.
—Tengo que irme, abuela.
—Le envías mi saludo a tus padres, dile a tu mamá que este fin de semana iré a verla —Vuelve a besar mis mejillas y entra a la oficina de Aurelio.
Salgo fuera de esa empresa que a decir verdad, solo trae estragos a mi cuerpos y mente. Mis extremidades pesan, tengo que hacer un esfuerzo para caminar y no ser tan obvio para que noten que he discutido con mi abuelo. Davide abre la puerta del auto esperando a que entre. Después la cierra con suavidad y rodea el mismo para empezar a conducir hacia la Academia. Apoyo mi cabeza contra el asiento.
Necesitaba asegurarme que era aquello que sucedía en redes por lo cual Aurelio está tan estresado. Me hubiera gustado no haberlo hecho, tarde o temprano debía enfrentarme a los malos comentarios que habían puesto en mis últimas publicaciones. Esos comentarios negativos no me afectaban, lo que si me afectaron fueron los que iban dirigidos hacia ella.
Todo esto es mi culpa.
La debe de estar pasando mal por culpa de esos fans que se van a lo primero que ven. Aprieto el celular contra la palma de mi mano, tengo que encontrar quien fue el cobarde que difundió estas fotos y vídeos. Matheus no se equivocó cuando dijo que por más que intentaron borrar lo que pasó en esa fiesta que se suponía que era privada, los rumores y chisme corrieron por los rincones a los que jamás imaginé que llegarían.
"Las zorras como tú no llegan a lejos" "Una perra que solo busca atención". Leí cada comentario en su única publicación, mi garganta se cerró. ¿Por qué son así? Aileen vale mucho más que cualquier otra chica, ella está por encima de muchas. Es única, bonita, no necesita de un hombre. ¿Y así es como le paga el resto? Son unas mierdas lo que creen que ella no vale nada.
—¿Sucede algo joven Marchetti?
El auto frena en la entrada de la Academia, bajo de él. Asomo mi cabeza por la ventana para hablarle a Davide.
—Necesito que te encargues de algo.
—Dígame que necesita.
—Busca al dueño de esta publicación anónima —Le enseño mi celular donde se muestra el vídeo donde ahogan a Aileen en la piscina—. Necesito su nombre, su apellido, donde vive.
—Lo tendrá —asegura.
—Habla con el padre de Gabriella, dile que yo le he ordenado que borren esas acusaciones en contra de Aileen Steward si no quieren tenerme de enemigo —Davide asiente, apretando el volante del auto—. Ahora si, puedes irte.
Enciendo mi celular y busco de nuevo el perfil de Aileen. Echo una rápida mirada a mi alrededor para asegurarme que no esté nadie conocido merodeando la Academia para enfocarme en la fotografía que ella subió hace un año atrás. Su cabello era más corto, sus facciones más delicadas, la esencia de su sonrisa seguía siendo la misma. Una mezcla de alegría y autenticidad que iluminaba cualquier lugar. Me quedé absorto en la imagen, es tan hermosa.
Una punzada apuñala mi estómago al recordar lo que estaba pasando. No podía soportar la idea de que personas crueles se atrevieran a opinar sobre ella sin conocerla, sin saber nada de su vida, de su pasado doloroso. Todo lo que habían hecho era aprovecharse de un momento desafortunado, una fiesta que debería haber sido solo eso: una celebración entre los estudiantes de Armagh. Ahora, se había convertido en un circo, y ella era el espectáculo.
A lo lejos la vi llegar, rápidamente apago mi celular para admirarla de lejos. Se me corta la respiración con solo verla.
Maldición.
No debería de sentir esto.
Mi corazón se acelera y lo más jodido, no puedo evitarlo.
—Buenos días —Rapidamente volteo el rostro, dando de lleno con Azazel que mantiene una sonrisa burlona. Desde su perspectiva da la sensación que he estado observándole el trasero a Aileen. No lo hacía. Solo veía sus lindas piernas. No, no, parezco un pervertido necesitado—. ¿Disfrutando la vista?
—No es lo que parece.
—Tu secreto está a salvo conmigo, hermanito.
—No es lo que parece —repito nervioso.
—Si, ajá y yo soy virgen.
—¿Desde cuando tú...? —La sangre se me congela. ¿Él no me habrá visto que yo revisaba el Instagram de Aileen?
—Desde que estás babeando por la foto de Aileen —confirma mis dudas.
—No puede ser...
—Yo tengo su número, ¿lo quieres?
—¿Para qué?
—Para que le escribas al amor de tu vida y le desees los buenos días y las buenas noches todos los días, así como yo hago con Ryle pero él me deja en visto.
—No seas ridículo. No necesito el número de una chica con la que he cruzado palabras a la fuerza.
—Pronto cruzarán más que palabras —asegura—, cruzarán saliva, fluidos y... —Le doy un golpe en seco por la parte trasera de su cabeza que lo hace callar—, ¡ay, eso dolió! ¡Malo! Yo vengo del futuro —Juntos caminamos a la entrada—. En el futuro estás con ella, te acordarás de mis sabias palabras.
—¿Anoche no te tomaste tus pastillas?
—¿Pastillas?
—Para que dejes de alucinar.
—¡No es una alucinación! ¡Yo lo soñé!
—Estás loco.
—¡Si estoy loco!
—Qué bueno que lo aceptes.
—¿Puedo pedirte un consejo?
—Te escucho casanova —Apoyo mi espalda contra la pared.
—¿Cómo se hace para desaenamorarse?
—¿Desa qué? —Arrugo el entrecejo.
—Ya sabes, para no sentir nada sentimental hacia otra persona.
—No me digas que te enamoraste —bromeo esperando escuchar una negación pero al ver que no llega me pongo serio—. ¿Quién te gusta?
—No importa quién me guste, solo no quiero seguir sintiendo esos tontos sentimientos hacia él.
—¿Es un chico?
—Pues... sí. ¿Está mal?
—Yo no te voy a juzgar, eres mi hermano.
—Tu hermanito —corrige.
Esbozo una sonrisa.
—Mi hermanito, si, eres mi hermanito.
—Ese chico solo me trata con indiferencia, no me corresponde. Anoche me gritó y me llamó que era un mujeriego, si lo soy. No voy a negarlo, si él me diera una oportunidad yo no lo engañaría, Lysander.
—Te creo —Limpio una lágrima que se le ha escapado de unos de sus ojitos—. Mira, Aza, no se puede cambiar lo que sientes hacia otra persona. Por más que quieras. En el corazón no se manda.
—Gracia por la ayuda—ironiza.
—Lo que si puedes hacer es alejarte de Ryle y centrar tu mente en otras actividades para no pensar más en él.
—¿Como sabes que es Ryle?
—Hasta un ciego se daría cuenta que estás enamorado de él. Desde niño ustedes han estado juntos, Ryle es indiferente con casi todos, Aza. ¿No ves como es su padre? Es impulsivo y no le importa meterse en problemas. Ryle es igual, aún no sabe que es lo que quiere.
—Yo lo quiero, Ly —confiesa con la voz quebrada.
—Ven para acá tonto —Lo envuelvo en mis brazos—, estás grande, ya casi estás de mi tamaño. Pronto me vas a alcanzar y ni cuenta me habré dado —Beso la coronilla de su cabeza—. Eres mi hermanito y no me gusta verte sufrir.
—Ryle es un idiota.
—Amar duele, Aza. No te des por vencido tan fácilmente. Gánate el corazón de Ryle demostrando que no eres lo que él piensa sobre ti.
—Ay, pero que bellos. Quién lo diría, están todo abrazaditos —Juliet detiene sus pasos con sus manos en su cintura.
—Lysander me quiere más a mí, enana —Azazel se separa de mi abrazo.
—¿A mí qué? —Ella nos saca la lengua—, me da igual a quien quiera este inepto.
—Desprendes tanto amor que voy a vomitar arcoiris, Juliet.
—Hola —saluda una cuarta voz.
Juliet se acomoda el cabello que cae por su rostro y Azazel la mira de mala gana a ella y luego a su amigo.
—¡Eiden! —Juliet corre abrazarlo, Azazel se mete en medio.
—Si no me abrazas a mí que soy tu hermano, te prohíbo abrazar a Eiden.
—¿Qué?
—Lo que escuchas.
—¡No puedes hacer eso!
—Si puedo, ya lo hice. Tienes prohibido abrazar a Eiden antes que a mí.
—Azazel —inicia a decir Eiden.
—Te callas que esto es entre la traidora de mi querida hermana y yo.
—¡Lysander ayúdame! —refunfuña ella.
—Lo siento, el inepto no ayuda a nadie.
—¡Se lo diré a nuestros padres!
—Estás muy chiquita para estar enamorada de Eiden.
Juliet se sonroja y Eiden solo suelta una risita avergonzada.
—Esto va para ti también, Eiden, tienes prohibido acercarte a mi hermana.
—Juliet es mi amiguita, Azazel.
—¿Crees que me voy a creer ese cuento?
—¡Eres cruel! —chilla Juliet alejándose con largas zancadas.
—¡Solo tienes catorce años, enana!
—Tres años no son nada —comenta por lo bajo Eiden. Azazel gira su cara hacia su mejor amigo.
—Repite lo que dijiste.
—Yo no...
Dejo a Azazel con Eiden y me enfoco en ir hasta donde debería de estar Gabriella. Abro el salón bruscamente sin importarme quien esté dentro, en el rincón más oscuro hay dos siluetas que puedo visualizar a la perfección.
—Lysander —sonrojada, con la camisa de su uniforme desabotonada y su falda alzada hasta sus muslos. Se abotona su parte superior de la prenda y pasa sus manos por su cabello para alisarlo—. Me asustaste. Yo... Matheus, nosotros...
—No me importa lo que hacías con Matheus.
El recién nombrado se abrocha sus pantalones. No hace falta mencionar en posición estaban ambos.
—Necesito hablar contigo —pronuncio hacia Gabriella. Ella se tensa—, a solas.
—Bien —Matheus termina de vestirse pasando a la puerta—. Nos vemos más tarde, supongo —Cierra la puerta con enojo. Le he interrumpido su follada.
—¿Qué es lo que pasa contigo?
—No entiendo, Ly. ¿De qué hablas?
—Nunca hemos sido novios —Empiezo a enumerar con mis dedos—, no tienes porque meterme en mi puta vida, si me consigo una chica que me interese no debes de involucrarte y salir llorando por redes haciéndote ver cómo la víctima.
—Yo no he hecho nada —sonrío con ironía, escuchándola—. Lo juro.
—¿Quién difundió esa foto?
—¿Qué foto?
—¡No te hagas la tonta!
—¡Fue en un arrebato de celos!
—No somos nada —mascullo con desprecio, ella jadea adolorida. Se lleva una mano al pecho y niega con la cabeza—. Jamás, ni siquiera si fueras la única mujer que quedara en el planeta Tierra no te tocaría. ¿Lo entiendes? Deja de meter tus jodidas narices en mis asuntos, si me gusta ella es mi maldito problema y si no lo hace también lo es.
Me duele hablarle con tanta dureza, yo la quiero, es un amor de amigos. Casi como de hermanos. Ella no comprende que sus berrinches de niña consentida perjudican a los demás, porque solo ve lo que a ella le interesa ver. Mejor dicho, solo ve desde su perspectiva.
—Te odio —Lloriquea—, te odio.
—Gabriella —suspiro acercándome a ella, la agarro del rostro y limpio la humedad que hay en sus mejillas. Ella me empuja, retrocedo mis pasos mientras miro como camina hacia la salida sollozando—. Perdón. No te quise lastimar, solo es, maldición, perjudicas a Aileen. Debes de desmentir lo que tú misma le hiciste creer a todos los medios —Mantiene la cabeza gacha.
—No lo haré. No soporto a esa zorra.
—Ten más cuidado como te diriges a ella —advierto—. Aileen no es una zorra. Respétala.
—¿O qué? —grita—, ¿me vas a golpear como lo hiciste con ese chico en la fiesta? Golpéame ¡Hazlo!
—No te voy a golpear. Joder, no te podría golpear por más enojado que esté, eres chica y no debo. Va en contra de lo que mis padres me han enseñado.
—¡Eres un maldito! —Enojada, se para en frente y reparte golpes en mi pecho. Aunque sus golpes no me duelen, la agarro de ambas muñecas y la inmovilizo. Zanrandeo sus hombros haciéndola entrar en razón, pero ella se molesta aún más—. ¡Esto no se quedará así, no voy a descansar hasta hacer que esa mosca muerta se aleje de esta Academia! ¡Yo quiero que tú...!
—No hará nada y punto. Si sigues con tu toxicidad me veré en la obligación de dejar de ser tu amigo. Tú puedes escoger, seguir siendo amigos o desconocidos por tu culpa —Ella calla, su pecho se sacude en leves jadeos temblorosos—. Así está mejor. Escúchame, Gabriella. No puedo corresponderte por más que lo intento no siento nada por ti. Eres hermosa, no puedo negar que lo eres. No te amo.
—Yo puedo hacer que me ames.
—No se trata de que puedas hacerlo o no, el amor es un sentimiento que surge de la nada, cielo —Se contiene para no volver a llorar, sus ojos siguen llenos de lágrimas. Solo se limita a asentir como comprendiendo que no pasará nada.
—¿Seguirás siendo mi amigo?
—Por supuesto que sí.
Se aferra a mi chaqueta y hunde su rostro en mi pecho.
—Aileen es bonita, no creí que...
—No hablemos de Aileen.
—¿Por qué?
Porque mientras hablemos de ella enloqueceré más de lo que estoy y no quiero cometer una locura.
No quiero acabar devorando sus labios.
—No todo se trata de Aileen —Es lo que digo.
—Estoy de acuerdo.
(***)
Mi entrenamiento con el resto de los chico fue de lo más doloroso.
Creía que mis condiciones físicas habían mejorado, me engañé yo mismo y hasta el entrenador lo notó. Pidió que abandora la pista, ordenó que fuera a que un médico checara mi estado. En el camino, rumbo a la enfermería me desvié corriendo al baño vaciando mi desayuno. La comida sigue siendo mi enemiga número uno, una que me está acabando y arrasando conmigo.
Sostuve mi abdomen inclinado hacia el retrete. Lo que se escuchaba en ese espacio era el sonido de lo que expulso.
No sé cuánto tiempo estuve allí, el sudor corría por mi frente y mis fuerzas me abandonaron por completo. No podía ponerme de pies, porque de hacerlo, caería de bruces al suelo y sería peor.
Como dejé la puerta del cubículo abierto, alguien que entró aprovechó para acariciar mi espalda, no tenía que levantar la cabeza para saber de quién se trataba. Tengo mareos, dolor estomacal, quiero desfallecer.
—Estás pálido, Lysander —habla lo evidente Matheus—. Llama a tus padres.
—No soy un jodido adolescentes que necesita de sus padres.
—Te estás portando como uno —Saca su celular, alzo la mano pero él se lo lleva a su oído—. ¿Hola? —Maldigo en mi interior, me pregunto cómo consiguió el número de mis padres—. Soy Matheus, hola señora Marchetti —Le hago una seña para que no diga nada, él prosigue ignorándome—. Su hijo Lysander se ha enfermado, está vomitando —Cuelga, guarda su celular—, vienen en camino.
—Eres un grano en el culo.
—Se dice gracias.
—No solicité tu ayuda.
—Te estás muriendo y dices no solicitar ayuda, estás loco, hombre.
—¿El entrenamiento ya acabó?
—No. Salí a ver qué pasaba contigo, el entrenador está furioso —comenta—. Dijo que si no te recuperas pronto, pondrá a Ziran sustituyendo tu lugar
No es para menos, estamos a dos días de la competición que tenemos en contra de la Academia Campbell. Si el director Finn nos puso presión a Ziran y a mí, que somos los mejores jugadores en el equipo, seguro que con el entrenador es más exigente. Hemos conseguido ganar durante cuatro años consecutivos, no podemos dejar que este año nos arranque la victoria que hemos mantenido durante ese tiempo.
¿Y si no ganamos?
Si por estar liderando el grupo perdemos, todo será mi culpa.
Los chicos no me van a culpar, mi subconsciente si lo hará. Como cada que no triunfo. Todo ese esfuerzo no se puede ir por la borda. No puedo decepcionarlos, así tenga que jugar con el dolor que estruja en mi interior, ese que me he aguantado en estos últimos días sin decirle nada a mis padres.
Se van a volver a enojar.
—No te esfuerces en levantarte —Matheus me toma de los hombros.
Me esfuerzo por moverme, pero mi cuerpo parece estar en contra de mí. Finalmente, logro arrastrarme hasta el borde del lavabo, apoyando la cabeza en la fría superficie. El agua del grifo gotea y moja mi cabello. Aprieto los dientes, una punzada vuelve a atacarme.
—Tienes que dejar de hacerte esto —Sé a lo que Matheus se refiere. A mi mala relación con la comida, se volvió una costumbre restringir la comida. Por más que mis padres estén al pendiente, las veces que no los tengo cerca hago de las mías—. Esto no es normal, los alimentos son necesarios en nuestro organismo. No te dañarán, todo lo contrario. Los necesita para que te den energías y no andes así, medio muerto.
—No tienes que recordarlo.
—Lo hago porque eres mi amigo.
—Cállate. Me duele la cabeza.
—Tu salud es lo primero. Eres un buen atleta, el equipo te necesita sano.
—¿Puedes parar? —chasqueo la lengua—, ya mi madre está por llegar, ella empezará a darme un sermón.
—Muy bien merecido.
—¿Cómo conseguiste el número de mamá? —inquiero dudoso—, ¿no lo habrás robado de mis contactos?
—¡NO!
—Mamá está casada con un hombre que ama.
—Tu madre es bonita y...
—Y nada. Papá te romperá las pelotas si se entera que fantaseas con mi madre.
Traga grueso.
—No solo mi padre —continuo—. Yo también te aseguro que te masacro a golpes si haces que mis padres se separen por tu crush que tienes con mamá. No quiero un padrastro que tenga mi edad, menos que sea un amigo mío y que se llame Matheus. Yo quiero a mis padres juntos —Parezco un niño que, aunque no sucederá, temo que ese gran amor que mis padres se tienen algún día se acabe y ambos tomen caminos diferentes. Me pondría a llorar.
Caería en depresión.
Depresión llama a la muerte.
Yo no quiero morir tan joven.
—Qué posesivo con tu mamá.
—Mi mamá si es bonita —replico con una enorme sonrisa engreída.
—La mía también lo es.
—La tuya parece de sesenta años.
—No comprendo cómo es que somos amigos. Más bien, eres mi enemigo con todo lo que dices.
—Digo verdades.
—No deseo escuchar tus verdades.
—¿Desde cuando te estás follando a Gabriella? —Cambio de tema. Su expresión palidece.
—Hace unos meses —murmura.
—Mmm.
—¿Estás celoso?
—Dios me proteja de estar celoso, solo me sorprende. Parecía que ustedes se odiaban y encontrarlos... así, es abrumador y difícil de procesar.
—Gabriella está enamorada de ti.
—Yo de ella no.
—Molesta escucharla hablar solo de lo que tú haces o dejas de hacer, no tiene otro tema interesante.
Arqueo una ceja.
No existe un tema más interesante que yo.
—Yo soy interesante.
—Uno que si me entretenga.
Las puertas del baño se abren, por ella entran mis padres con sus rostros marcados de preocupación.
—¡Lysander! —exclama, corriendo hacia mí, sus manos sujetan mi rostro inspeccionando que no tenga ningún rasguño o golpe—. ¿Qué te sucedió? ¿Por qué no me llamaste antes?
—Estoy bien, mamá —Intento calmarla, pero la debilidad en mi voz no ayuda.
Papá me da uno suaves golpecitos por mi brazos, en forma de regaño.
—¿Qué hablamos de la confianza?
—Perdón —susurro. Tengo un nudo en mi garganta. Otra vez cometí un error.
—Nos duele ver qué no nos tiene confianza, cariño. Somos tus padres, quienes mejor que nosotros para aconsejarte. Si te pasa algo no debes de dudar en ir a contarlo, no ocultes lo que te sucede, por más mínimo que sea.
—¿Pueden perdonarme?
No lo volveré hacer.
—Te llevaremos al hospital.
—¿Qué? ¡No!
—La desición ya está tomada.
—Por favor, volvamos a casa.
—Primero al hospital.
Una hora más tarde llena de súplicas a mis padres que no era necesario llevarme al hospital, ellos hicieron oídos sordos, quería abrir la puerta del auto y salir, no tomaría ese riesgo. Enfurruñado con mis padres, mamá se encargó de registrarme. La doctora de confianza de la familia fue la que me atendió, no me sorprendí al recibir otro regaño.
—¿De nuevo Marchetti? —Estoy sentado frente a ella, su tono de reproche hace que me encoja en mi asiento. Desvío la mirada a la pescera que tiene junto a su escritorio, cerca de la ventana. Me hace recordar a la escena de la película Buscando a Nemo—. ¿Qué pasó con nuestro avance? ¿Todo lo fingiste?
—Solo fue una recaída.
—Una recaída equivale a volver a empezar desde cero. ¿Al menos estás yendo al psicólogo que te recomendé?
—No lo vi necesario.
A mi padre está que le da un paro cardíaco del enojo. Mamá le abanica el rostro, vale, todos me quieren exterminar con esas miradas. Gracias al cielo las miradas no matan o no la contaría.
—Voy a ordenar algunos análisis de sangre y un tratamiento para tu deshidratación. Lo más importante es que debes hablar con tu nutricionista y tu psicólogo. No lo estés evitando.
—Yo misma me encargaré que este cabezota acuda a todas las citas con el psicólogo —afirma mamá.
—Es lo recomendable, por parte de Lysander no irá.
—Están en mi contra.
—Eres un baboso que no hace caso.
Apuñalo a papá con mis ojos, se carcajea y termino uniéndome a él.
(***)
Salgo a trotar durante la tarde. De vuelta a la casa mi madre me preparó comida tras comida como si no hubiese ingerido alimentos en años. Ella misma me metió la comida a la boca con una cuchara. Aún muero de vergüenza. Quiero borrarlo de mi memoria, mejor aún, de mi existencia. Quito unos de mis audifonos y subo los escalones que dan a la puerta principal de la casa de mi tío Renzo, no es mi tío de sangre. Es amigo de papá desde que eran jóvenes, por ello me acostumbraron a llamarlo tío.
De Ivette si es tío de sangre.
Pulso el timbre, unos de los niños, Oliver, el hijo más pequeño de mi tío Renzo abre la puerta chillando de la emoción. Enzo y él son apegados a mí, dicen que soy su hermano mayor.
—¡Ly! ¡Ly!
—Hola, campeón —De cuclillas, extiendo mis brazos y él corre a envolver los delgados suyos por mi cuello—. Guao, estás pesado. ¿Acaso ya no eres tan enano?
—Ya puedo abrir la llave del lavamanos si me pongo de puntillas.
—Estás gigante entonces.
Una pelota vuela a la puerta, mis rápidos reflejos hacen que la atrape antes de que toque el suelo. La risa de Oliver se mezcla con la de Enzo, quien aparece.
—¡Dame la pelota, Ly!
—Aquí tienes, Enzo —pronuncio, mientras le lanzo la pelota con un movimiento ágil. Él la atrapa con ambas manos y sonríe, dejando al descubierto sus pequeños dientes de leche—. ¿Donde está su padre?
—No está, ni mamá.
—¿Están solos?
—No, con nuestra nueva niñera.
—¿Qué pasó con Mónica?
—Se jubi... jubi.
—Se jubiló —Termina de decir Enzo.
—¿Quién es su nueva niñera?
—¡Es muy bonita! ¡Es novia de Ryle!
Frunzo el ceño. ¿Novia de Ryle? Ryle no tiene novia.
—No es su novia, tonto. Es su amiga.
Oh, no.
—¿Su amiga? —titubeo.
—¡Se llama Aileen!
Ay. Ella me persigue a todas partes.
—Saben que niños, yo me quedaré con ustedes hasta que sus padres lleguen.
—¡¿En serio, Ly!?
—Asi es, vamos adentro.
Escucho ruido en la cocina por lo que deduje que ella se encontraba ahí. No me equivoqué. Se encontraba de espaldas, con su larga cabellera rubia platina rozándole sus... eh, no tengo que dar tanto detalles. Se entiende.
—Tenemos un invitado especial, Aileen —informa un emocionado Oliver.
Aileen se voltea carraspeando incómoda, juega con un mechón de su cabello que cae con gracia sobre su hombro. Sigo en el umbral, cautivado por lo preciosa que es, disimulo.
—Lysander.
—Aileen.
—Escuché en la Academia que te habías enfermado.
—No me fuiste a visitar —reprocho.
Ella se sonroja.
—Ah, ejem... ¿debía de hacerlo?
—Eso mismo te pregunto.
Nos da la espalda revolviendo la comida que le prepara a los niños.
—Eres una mentirosa.
—Yo no miento.
—Dijiste que la cocina y tú son enemigas.
—¿Te acuerdas todo lo que te dicen?
—Solo lo que me interesa, muñequita.
—Lo que quise decir esa noche —carraspea—, odio cocinar. Siempre me quemo mis manos o quemo la comida, pero al vivir sola tuve que aprender a cocinar para sobrevivir.
—¿Qué estás preparando? —curioseo.
—Estoy haciendo macarrones con queso, es lo único que sé hacer sin arruinarlo.
—¿Quieres que te ayude?
—No, no, está bien. Solo tengo que mezclar esto y dejar que hierva un poco —responde moviendo la olla con aire de seguridad, aunque puedo notar que su mano tiembla ligeramente.
—Cuidado te quemas, la mia vita.
—Deja de llamarme así.
—¿Cómo?
—«Mi vida» «muñequita» «amor».
—Bien, no te llamaré más así.
—Gracias.
—Solo si me das un beso te dejo de llamar así —concluyo.
Ella pega un respingo.
—¿Estás bromeando?
—¿Me ves bromeando? —No habla—, es una oferta que no te puedes perder.
—Llámame como quieras, yo no te voy a besar.
—Yo que esperaba un beso de mi muñeca.
—Oh por dios, para.
—Aún no he especificado donde será el beso.
—No te besaré.
—En la mejilla para que no te desmayes de la alegría de que me estás besando.
—Sueña —contesta con timidez.
¿Como alguien puede ser tan bonita incluso estando en esa faceta de timidez?
Estoy loco.
—Aileen —La llamo.
—¿Eres novio de Gabriella?
—¿Eh?
—En la Academia me están llamando zorra porque creen que le estoy quitando el novio a otra chica.
—¿Quién ha inventado semejante mentira?
—¿No son novios?
—No. Nunca sería novio de ella.
—¿Eres así con todas las chicas?
—¿Así cómo?
—Te enrollas con ellas y luego las desechas.
—Yo no haría tal cosa.
—Gabriella dijo que tú te acostaste con ella.
—Aileen...
—¿Es verdad?
—Por favor...
—Dime. ¿Lo hiciste?
—Si.
(***)
Hola mis amores, como están. Este cap está dedicado a: Princess0818 Emma_Smet544 mvhs_1600 myeternaljjk AbiTorres_ anyrecinos13 Mpf2019 novelasparaelmundo
Ya tenemos un shipp oficial para esta parejita, de antemano les agradezco a todas la que se tomaron la delicadeza de aportar una idea: Lyleen.
Aileen ya le está reclamando cositas a Lysander y no son nada, no me quiero imaginar cuando lo sean.
¿Desde donde me leen? ¿Qué esperan en para el otro capítulo?
Como curiosidad tenemos: El cumpleaños de Azazel está inspirado en el de mi papá, el tres de Abril. Al igual que su personalidad divertida.
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