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|Capitulo 07

Empezaré a dedicar capítulos, solo háganse notar en los comentarios. Este capítulo estará dedicado a: KatherineAbreu255 SilvellaRenyed anelam2003 TifanyEspinoza269 y Gali_az

07|GUARDAR DISTANCIAS

|AILEEN|

Luego del incidente que hubo en la fiesta y que por alguna extraña razón accedí a que Lysander me llevara a su casa, lo empecé a evitar en la Academia. Sabía los días que entrenaba con el equipo de hockey sobre hielo, los pasillos que toma para dirigirse a sus clases y las horas en las que solía encontrarse con sus amigos en la cafetería.

Dioses, parezco una acosadora. Una acosadora desquiciada. ¿Se habrá dado cuenta que lo estoy evitando? No por mal, solo que no quiero establecer un vínculo amistoso con él.

No pude seguir evitándolo por más que quisiese, compartimos tres clases —que para mi desgracia son clases que van seguidas—, una después de la otra. Tuve que soportar el ardor en mis mejillas durante cuatro horas consecutivas, mi salvación fue el sonido del timbre.

Fui la primera en abandonar el aula a paso rápido. Sentí sus ojos en mi nuca, y al voltearme él venía caminando atrás. Mi corazón dio un salto pero él solo me regaló una sonrisa a medias y se unió con Matheus que lo esperaba al otro extremo del pasillo. Suspiré aliviada.

Mi alivio duró tan poco porque en la cafetería me lo volví a encontrar. Él estaba a tres mesas más lejos, mi mesa que compartía con los chicos: Ryle, Ivette y Eiden, queda cerca de la salida. En la suya están más al fondo, pude alcanzar a ver a Matheus, de nuevo. A la plástica de Gabriella, a Aidan y a uno que otro chico del equipo de hockey.

—¿Me extrañaron? Porque yo si —Azazel deja caer su bandeja en la mesa, tomando lugar junto a Ryle que se enfurruñó tan pronto como lo vio llegar—. ¿Qué me cuentan hoy? —Sus ojos caen en mi puesto, su enorme sonrisa coqueta sale a flote—. Hola preciosa.

—Hola, Azazel.

—¿Qué haces aquí? —Ryle gruñe—. Estábamos muy bien sin tu presencia.

—Ryle —Ivette lo reprende—, no le hagas caso, Aza. Ya sabes como es mi primo.

—¿Cómo soy de qué?

—Un odioso —Eiden se echa para atrás de su silla—. No me sorprende porque no tienes novia, a todas las espantas con esa cara de culo que luces siempre.

—Él está esperando por su amorcito.

—Apartáte.

—Yo soy su amorcito —prosigue el italiano—. Ryle me ama y yo lo amo a él.

—Te amo tanto que quiero que te pongan una orden de alejamiento —rueda sus ojos revolviendo su comida.

—¿Y si me das un beso? —Azazel se inclina hacia el cuerpo de mi amigo, éste abre y cierra su boca—. Puede que yo te lo robe si te niegas a dármelo.

—Puede que te deje sin descendencia si sigues invadiendo mi espacio personal.

—Uno solo te pido y soy feliz. Un besito.

—No, carajo. Deja de insistir.

—Puedes darme un beso como regalo de cumpleaños.

—¿Regalo de cumpleaños?

—Hoy es mi cumpleaños.

—¿Qué fecha tenemos hoy, Ivette?

—No es su cumple, Ryle. El cumpleaños de Azazel es el tres de abril.

—Mentiroso de mierda —El pelirrojo acusa a Azazel.

—Barbie dijo tú puede ser lo que quieras ser y, si yo quiero que hoy sea mi cumpleaños, hoy será mi cumpleaños.

—Tú no te caíste de pequeño ¿no?

—¡Si! —exclama dándole la razón—. Siendo bebé Lysander quiso cargarme en brazos, me sacó de la cuna y caí al piso, ¿por qué lo preguntas?

—Ya veo el problema, tu hermano te aplastó el cerebro.

—¿Eso es bueno o es malo?

Ryle se abofetea la frente.

—Todavia se atreve a preguntar.

—¿Me darás el beso o busco a alguien más que me lo de?

—Búscate a alguien más.

—Eres un aburrido, yo quiero un beso tuyo. Un besito de mi francés amargado.

—Yo no soy amargado.

—Te quiero, Ryle —confiesa, el rostro de Ryle adquiere un tono rojo intenso. Baja la cabeza a su plato a medio probar, su flequillo le cae por sus cejas, mismo que Azazel le aparta con delicadeza—. Tan lindo mi francesito, te sonrojaste.

—Cállate jodido imbécil —sententia—. Me gustan las chicas. Las mu-je-res, no los hombres, ¿entiendes? ¿O quieres que te lo explique con manzanas?

—Mejor con bananas.

—No, con manzanas —corta él con desdén—. No quiero que confundas las frutas, no sea que te dé una idea equivocada.

—No veo el problema, Rylecito. Las bananas también se comen —masculla. Permanezco en silencio escuchando. Soy yo, o estos chicos están hablando con doble sentido—. Al igual que una manzana, son ricas y poseen un sabor único que puede ser muy placentero.

Ryle se estruja sus mejillas, frustrado.

—Tú no eres una chica, y si lo fueras, no eres mi tipo.

—Eso no dijiste la última vez que yo te metí mi lengua... —El grito que Ryle suelta nos toma por sorpresa a todos. Las patas de la silla chirrían al arrastrarla para atrás y ponerse de pies de un salto. Arranca un puñado de papel higiénico que sacó de su mochila, se lo mete a Azazel a la boca para que no continúe hablando.

—¡¿Ustedes dos se besaron!? —grita Ivette sorprendida. Ryle parece querer matarla ahora mismo, se le ha olvidado que estamos en una cafetería con muchos oidos puestos en esta mesa.

—¡No!

—¡Si! —Azazel lo contradice, escupiendo el papel.

—¡NO!

—¡SII!

—¡No le crean a este maniático!

—¡Maniático por ti, bebé!

—¡CÁLLATE! —grita más alto el pelirrojo muerto de vergüenza. Muchos se han volteado para ver quiénes son los locos que gritan en el comedor sin parar.

—¿Pueden guardar silencio? —Pide un asiático de mal genio al otro lado del comedor.

—¿Si no queremos que harás?

El asiático le dice algo en su idioma, a lo que Azazel se indigna más.

—Ningún guachu guachunai, a mí me hablas en mi idioma.

—Azazel —comienza a decir Ryle, tomándolo del brazo—. Si no sabes lo que te dijo, mejor no repliques y así no nos haces quedar como el hazmerreír de la Academia. Cállate. Es una orden.

—¿Y yo que dije de malo?

—Qué no dijiste, cariño —Ivette rompe en risotadas.

—Tu hermano lleva rato mirando hacia esta dirección —añade Eiden serio.

—¡Ay, Dios mío! —exclama, sentándose—. ¿Por qué no me dijiste, cabrón?

—Te lo estoy diciendo.

No tengo que ser adivina para saber que Lysander está atento a esta mesa no es porque esté su hermano presente, en cuanto a eso le da igual. Es por mí, sueno engreída y tal vez lo sea. No hay que sacar demasiadas conclusiones como para saberlo, lo he evitado desde lo que sucedió ese «día» solo alcancé a decirle un gracias cuando me llevó de regreso al departamento de Ryle. En lo que restó de semana me encargué de no tener ningún encuentro con él.

En mi mente, vida en la Academia y fuera de ella no quiero distracciones. Lysander Marchetti es claramente una.

Tengo una meta que cumplir y por más solitaria y aburrida que sea, no quiero que nada ni nadie me estropee mi oportunidad de poder salir adelante con mis propios esfuerzos. En el poco tiempo que he estado en Armagh es lo suficiente como para saber que vale más una persona con una buena posición social que una que no. Las personas becadas como yo somos desechadas, menospreciadas y hasta olvidadas. Corrí con la suerte de tener a Ryle de amigo, eso me abrió la puerta a conocer a Ivette, Azazel y Eiden. Sin embargo, no quiero involucrarme con ese chico que juega al hockey sobre hielo. Con él ya estaría pisando un terreno más complicado.

Tener sentimientos por alguien queda en segundo plano. Más si vienen del corazón. Esas son letales.

Al menos asi lo pienso.

—¿Ya escucharon lo que se anda diciendo en Armagh? —Ivette mete unas papas fritas a su boca, cambiando de tema para dejar atrás la tensión entre los chicos y hasta ese asiático que se entrometió a lo último—. Es de lo que sucedió en la fiesta con Aileen y bueno, Lysander. Yo me he encargado de desmentir a las chicas que se los he escuchado, como odio que creen un chisme de lo que no es. Y no pasará.

Mis músculos se contraen, tengo el leve presentimiento a lo que se refiere.

—Déjame adivinar —Eiden se hace notar—, ¿esto lo ha causado Gabriella?

—Obviamente.

—Esa bruja —farfulla apretando la mandíbula mi amigo.

—¿Qué inventó ahora señorita lamento?

—Ha dicho que Aileen está estropeado su "noviazgo" con Lysander. Todos sabemos que ellos no han sido novios, pero ni de broma —informa. Retengo el aire en mis pulmones. Ahora entiendo las malas miradas que muchas me han echado por la mañana y parte de la clase de Química. Yo sin tener la menor idea, creía que era discriminación por saber que soy una simple becada.

—¿Lysander lo sabe?

—Tú eres el hermano, tú debes de saberlo, cariño.

—Le voy a preguntar —Se pone de pies, Ryle tira de su camisa y lo obliga a tomar asiento nuevamente—. Yo sé que estamos recién casado, amor. Déjame hablar con mi hermano, con esa víbora no puede estar. Se lo prohíbo.

—Primero, no soy tu amor. Segundo, no seas tan imprudente. Pregúntale cuando estén solos, Gabriella está ahí con él. No hagas meter a Aileen en problemas.

—Te lo agradecería mucho.

—¿Le tienes miedo a esa? Una sola bofetada y la haces dar siete vueltas en el aire —Tanto Eiden como Ivette rompen en carcajadas ante el comentario de Azazel—. No lo digo de broma, solo mírenla, cada día está más esquelética.

—Como te gusta hacerle bullying a las personas.

—Es exactamente a lo que Gabriella se dedica, hacerle bullying a los demás.

—Concuerdo, hay que darle su merecido.

—¡Así se habla, bonita! —Azazel e Ivette chocan puños.

—¿No pensarán hacerle daño? —inquiere dudoso Eiden.

—Si se sigue metiendo con mi hija se la verá feo conmigo —No puedo. Cubro mi rostro para soportar el rubor que sube a mis mejillas y orejas. Resulta que soy hija de Azazel. ¿En que momento?

—¿Tu hija?

—Si, Ryle, y tuya también. Hazte cargo.

—Quisieras que fuera tu padre —Me saca la lengua, yo lo pateo por debajo de la mesa. Creo que me he confundido y terminé golpeando fue a Eiden. Es el que jadea de dolor, él concluye que Azazel lo ha golpeado porque le estampa su rostro a la mesa sin contemplaciones.

—¡¿Yo que te hice, hombre!?

—¡Me golpeaste!

—¿Yo?

—Fue Ivette.

—¡¿QUÉ!?

—Con mi prima no se metan.

—¿Entonces fuiste tú?

—Con mi francés no te metas, Eiden.

—Pagaras tú por él —Le vuelve a estampar el rostro a la mesa.

—¡Basta! —Golpeo la mesa, los chicos dejan de golpearse uno contra el otro—. Fui yo, lo siento. Me confundí.

—¿A quien querías golpear?

—A Ryle —sonrío inocente.

—¡¿A MÍ?

—¿Ahora eres sordo, niño?

—¡¿NIÑO?!

—Efectivamente, se ha quedado sordo.

—Ryle podrá ser feo, desnutrido, con cabeza de alienígena, pero niño no es.

—Gracias por la gran ayuda, Azazel.

—De nada, amorcito.

—Imbécil —Le saca su dedo corazón, Azazel lo toma como un halago.

Dejando atrás quien golpeó a quien. Ivette sigue contando que Gabriella se le tiró en brazos llorando a su hermano el día de la fiesta porque una chica le robaba al amor de su vida. Ridículo. Ese mismo ser sin cerebro fue el que ordenó a sus amigos que me ahogaran. Hay unas fotos y vídeos que circulan por grupos de WhatsApp de la Academia. Han hecho memes míos de mal gusto.

No sólo es una estúpida, sino que su hermano salió un cobarde. Él no esperó a que Lysander llegara, ya se había marchado antes que el escándalo escalara de nivel. No lo conozco, pero juro que cuando sepa quién es se llevará una grata sorpresa de mi parte.

De niña hice un juramento en el cual no dejaría que nadie se atrevería a tocarme un cabello. Este juramento surgió una noche en la que sollozaba asustada, unas niñas me encerraron en una habitación que teníamos prohibido entrar en el orfanato por sus malas condiciones y los animales (ratas) que habitaban ahí. De solo pensarlo el estómago se me encoge, desarrollé un miedo a la oscuridad a causa de ello.

Dejo mi mochila en mi asiento y me dirijo a la barra de frutas.

No acostumbraba a tanto lujo en mi antiguo instituto. No poseíamos este tipo de comodidades que se gozan aquí. En mi anterior instituto lo que eran las aulas, la cafetería, la biblioteca y los baños por lo viejo sus paredes mostraban signos de daños, el moho cubría las esquinas. En las puertas habían escritos con palabras obscenas hacia otro estudiante o profesor. En cambio en Armagh es diferente, es más pulcro, más superficial por así decirlo.

No todo es perfecto. Armagh no es la excepción.

Este comedor cabe destacar que es como un restaurante. El menú varia en función van pasando los días, los lunes por ejemplo, se sirve Risotto, y los viernes, Salsa boloñesa. Hay otros platos que están elevados por encima de lo que podría ser un simple almuerzo escolar, como filetes de salmón a la plancha o pechuga de pollo rellena de espinacas y queso feta. Hasta el respirar es caro en este lugar, vale, exagero. Si no fuera por el pelirrojo moriría de hambre o tendría que traer mi almuerzo.

La mensualidad que cada padre paga es de 20.000 € o más, dependiendo de los otros gastos que se suman a parte, como los libros de la biblioteca,  el mismo almuerzo o simplemente las actividades extracurriculares. Mi beca solo cubre lo básico: los libros, mi uniforme, lo que significa que muchas veces tengo que ingeniármelas para hacer que mi presupuesto rinda.

Agarro una manzana, de solo ver el precio la dejo en su lugar. Madre mia, ¿existirá algo que no sea costoso?

Un perfume masculino entra por mis fosas nasales. Eso responde mi pregunta. Nada es barato.

—¿Por qué llevas días evitándome?

—Tengo prisa —digo como excusa. Su enorme cuerpo bloquea unas de mis posibles salidas. Mis labios los curvo en una mueca—. ¿Puedes darme espacio? —Él no obedece, encuentro un hueco para escapar. Fallido. Es más rápido y me atrapa antes de irme—. Lysander.

—Alto, ahí, muñeca —Su mano tira de mi brazo, mi espalda choca con su pecho—. Vi que querías esta manzana —La agarra y me la entrega. Me arrastra hasta donde está la mujer detrás de la caja—. No te preocupes, yo te la pago, preciosa —La mujer de edad avanzada, levanta su cabeza y hace un vago gesto de aprecio—. Elena, pon esta manzana en mi cuenta —Se gira para encargarme, mi orgullo me hace voltear mi cara—. ¿No deseas algo más? —No respondo—. Todo lo que ella pida en los próximos días lo anotas en mi cuenta —indica.

—Por supuesto, joven Marchetti.

—No necesito de tu caridad. Yo puedo pagarme mis cosas.

—No es caridad, déjame gastar en ti.

—No gracias. No quiero tu dinero.

Mi interior chilla. Mi terquedad está dominando lo que digo. Dinero es lo que más necesito, no doblegaré. Por él no. Así me este retorciendo por dentro.

—¿No tienes una tarjeta de créditos? —Cambia de tema. Claro, él tampoco doblegará en lo que acaba de ordenar. Niego lentamente. Al ver mi confusión, explica—. A los estudiantes becados el director Finn le accede una tarjeta de crédito para que puedan cubrir gastos que la beca no. Es una ayuda extra —Sus ojos grises potentes absorben los míos—. ¿No te han dado una? —inquiere en un susurro demasiado masculino.

Ay, Diosito.

Aleja a este pecado hecho carne.

—No me mencionaron nada, solo me dieron la beca y eso fue todo.

—Es un error. Te lo voy a arreglar.

—No quiero que te preocupes por mí. Mis problemas son míos.

—Eres más fría que un iceberg.

—No soy fría, Lysander. Solo estoy siendo sincera. No necesito tu ayuda.

—Hay una línea delgada entre ser sincero y ser terco. Y tú amore mio, eres terca.

—Y tú amore mio, eres un fastidio —replico.

—¿Usas mis encantos en mi contra? —esboza una sonrisa ladeada. ¿Por qué cada expresión suya lo hace ver tan jodidamente sexy? Maldición—. No sabes cuánto me pones, muñequita.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho, observándolo de mala gana. Su porte alto provoca que me sienta indefensa, la boca de mi estómago cosquillea con solo tenerlo cerca, a unos cuantos centímetros, mis defensas se activan y tengo que sacar ese caparazón que he creado durante todos esos años que fueron golpes tras golpes. Sobre todo en mi infancia. Fue inevitable no perderme en él, en el gris claro de sus ojos, en su olor masculino combinado con su loción. Olía a cítricos y chicles de fresa.

—Guardemos distancias —Doy un paso para atrás—. Ya te lo he dicho millones de veces, no quiero ser tu amiga, no quiero involucrarme contigo ni con las personas cercanas a ti. No es personal.

—¿En serio, Aileen?

—Dijiste que no querías ser mi amigo. Cumple por favor, cumple.

—¿Y si no quiero?

—Tendré que irme.

—¿Solo porque quiero estar cerca de ti? No seas dramática, no te voy a comer.

—En la fiesta me aseguraste que harías hasta lo imposible para hacer que me fuera de Armagh. ¿Qué cambió?

—Lo he pensado mejor. Te quiero conmigo.

—¿Eh?

—No de esa forma.

—Jamás estaría con alguien como tú.

—Yo nunca me enamoraría de ti. Estamos a mano. No me gustas.

—Bien.

—Bien.

—No eres un chico bonito.

—No tienes nada de especial. Eres básica y lo básico aburre.

—Solo te buscan por tu dinero.

—A ti por estúpida.

—¿A quien llamas estúpida?

—¿Ves a alguien estúpida a parte de ti?

—Si, y lo tengo en frente.

—Insoportable.

—Imbécil.

No réplica, está molesto y frustrado, tensa la mandíbula a la par que aprieta sus manos en puño tan fuerte que las venas en sus brazos se acentúan. Con brusquedad se echa sobre sus hombros su mochila marchándose del comedor a grandes pasos. Gabriella intercambia miradas con los que están en su mesa, extrañados por la repentina salida de Lysander. Los ojos de ella caen hacia mi dirección, destila ese odio que me tiene. No tarda en irse detrás de él. Me quedo pensativa, dejo salir un largo suspiro.

—Aileen —Llama Ivette en cuanto paso junto a ellos—, ¿para donde vas?

—Tengo un compromiso.

El peor enemigo de un ser humano es su estúpido corazón cuando late por alguien equivocado, en contra de tu voluntad. Es lo que me sucedía, yo una chica inexperta en lo que se refiere a mis sentimientos y emociones, intento reprimir mis impulsos hacia «ese».

Solo me confundo.

Es eso, no puede ser nada más. Alguien ajeno a mi entorno se ha preocupado a su manera, ha demostrado interés incluso si es solo para molestar. Nadie se había interesado en alguien como yo.

Yo soy la definición del desastres. Nadie puede querer mi desastre. Ese chico se trae otros pensamientos. No caeré.

Es astuto.

Él cree que puede debilitar mis barreras, como no acepté irme de Armagh por las malas, ahora está utilizando su "encanto" para hacerme flaquear.

En lo que restó de mi horario académico no puedo ir peor. En los pasillos lo que se oyen son los susurros, como apuntan con sus dedos sin ocultar el cinismo, he recibido insultos. Para ellos soy una zorra, la necesitada, y no es sólo en Armagh. Fuera de ella es más agresivo. De redes sociales solo tengo Instagram, apenas abrí la app para entretenerme en mi receso de quince minutos, tres millones de notificaciones me atropellaron.

Siete mil comentarios en la única foto que publiqué el año pasado en donde vestía mi uniforme de Hambur e caffé, lo demás eran like. Mis labios temblaron y mis dedos se detuvieron en esos feos comentarios hacia mi persona: «"¿Quién se cree esta chica para meterse con Lysander?" "Prefiero a Gabriella que a esta desnutrida" "Es evidente que esta chica se aprovechó de nuestro bello Lysander" "Lysander se compadece de la basura" "Solo busca atención y fama"».

Busqué el perfil de Lysander por Instagram, me sorprendí. Tiene veinte millones de seguidores, ¿a que se dedica este chico? ¿Es modelo? O algo parecido en Versace. Gabriella si es modelo y es conocida en redes, pero ella tiene menos seguidores que Lysander.

¿Tanto ataque por unas simples fotos que se realizaron en aquella fiesta?

Mi ansiedad crece y oprime mi pecho.

No puedo respirar.

Debo de controlarme.

No podía controlarme.

La humedad que se desliza por mis mejillas quema y arde.

Cubro mi rostro con ambas manos, ¿como se atreven a opinar tales palabras en mi contra? Soy un ser humano que siente, no soy un robot que que no puede sentir dolor.

Alguien extiende un pañuelo para que me seque mis mejillas, levanto mi mirada del suelo para dar de lleno con esos ojos grises frívolos.

—¿Qué quieres?

—Sécate el rostro y no llores que a nadie le importa tu sufrimiento, solo te verás patética y vulnerable. No demuestre lo débil que puedes ser a los demás.

Es el chico con que Ivette pillé en el baño.

Seco mis mejillas avergonzada.

Él abre una bolsa de papas fritas y comienza a comer, como si nada de lo que acaba de decir importara.

—¿Cuanto tiempo llevas viéndome llorar?

Hace un esfuerzo monumental para volver a ponerme atención. Se ve que es del tipo de chicos que nada lo entretiene, su cara de aburrimiento lo dice.

—Lo suficiente como para decir que tienes que dejar de lloriquear.

—No sabes lo que me pasa.

—Si los problemas si solucionaran llorando, me pondría a llorar a cada rato.

—No estás en mis zapatos, no conoces mis problemas.

—Te puedo asegurar que tus problemas son una miniatura comparados con los míos, ¿y me ves llorando?

—No.

—En efecto, deja de llorar o te daré un motivo para hacerte llorar de verdad.

Alzo una ceja.

—¿Es una amenaza?

—No tengo las energías suficiente para andar amenazando a niñas indefensas.

Se deja caer junto a mí.

—No soy una niña indefensa.

—Con tus acciones te contradices, niña.

—No soy una niña, mi nombre es Aileen.

—¿Y?

—¿Como que "y"?

—Si me importara ya te lo fuera preguntado. Bah, no lo hice.

—Eres molesto.

—No más que una... —Me mira de reojo—... que lloriquea por idioteces.

—No lloro por idioteces.

—Lo que digas.

—No respondiste mi primera pregunta, ¿qué quieres?

—Estas en mi lugar.

—¿En tu lugar? —inquiero, él señala donde estoy sentada.

—Ahi me suelo sentar todos los días en mis recesos.

—Ahora es mío.

Nunca en mi vida alguien me había echado una mirada tan mortífera como la suya.

—Ahora me lo he quedado yo —repito. Como él no vuelve a hablar, aclaro mi garganta, tambaleando mis pies—. ¿Tu nombre es Ziran o es tu apellido?

—Mi apellido es Superman y mi nombre es Batman —ironiza rodando sus ojos.

—Ya, entendí que te llamas Ziran. No hace falta ser sarcástico.

(***)

Mi última materia es educación física, fui a la taquilla a recoger mi ropa deportiva cuando de pronto noté unas fotos pegadas en el metal, las arranqué todas de un tirón haciéndolas una bola. No había un espejo para ver mi cara pero mi facciones ha ser de espasmo. Con la boca abierta de la sorpresa y una inmensa rabia que me recorría mi espina dorsal cogí mi uniforme destrozado. Desafortunadamente no me había llegado el de repuesto. ¿Como haré deportes con el pantalón cortado en tiras? Alguien forzó la cerradura.

Un grupito de tres chico se reían a lo lejos, supuse que ellos fueron que me destruyeron mi uniforme.

No lo dudé.

Caminé a su dirección lista para golpearlos pero un dedo se clavó en mi pecho provocando que por inercia me detuviera y los chicos aprovecharan huir.

—¿Qué quieres tú otra vez?

Contemplé su otra mano extendida con un uniforme deportivo.

—Ponte esta. Es de Ivette.

—¿Como es que...?

—Yo se la pedí para ti —Agita la ropa para que la tome. Lo hago—. Es nuevo, nunca se lo ha puesto. Conserva todavía la etiqueta, solo está un poco arrugada.

—¿Donde está ella?

—En su clase de física.

—¿Como es que tú...? —Seguía consternada—. ¿Supiste lo de mi uniforme? No te vi cerca.

—Llegué antes y vi cuando esos idiotas cerraban tu taquilla, no hay que ser inteligente como para saberlo —Mete sus manos dentro de sus bolsillos—. El pantalón si es mío, eres más alta que Ivette y su pantalón te quedaría corto.

—¿Por qué haces esto?

—Tómalo como un favor. No te estoy haciendo un acto de caridad, simplemente no soporto ver cómo en esta puta Academia se burlan de las personas de bajos recursos como lo eres tú, como lo soy yo. Como lo son muchos aquí. No hagas caso a lo que te hacen, demuéstrales que eres fuerte y que no te dejarás intimidar por ellos.

Cierro mis ojos por un breve momento, Lysander no se equivocó al decir que soy una persona terca. No me gusta que me ofrezca ayuda. De por sí ya soy débil y patética. Quiero valerme por mis propios meteoritos. ¿Está mal ser así?

—Gracias por... la ropa.

—¿Por qué estás a punto de llorar? —frunce su entrecejo, confundido—. Ve a cambiarte —ordena frío—. Vamos.

—Te estuve buscando toda la jodida mañana, Ziran. ¿Donde te metes para no encontrarte? —Una tercera voz se hace sonar. Mis extremidades se congelan y mi respiración se agita. Quiero vomitar, correr y no volver a mirar atrás. Se apoya contra unas de las taquillas de brazos cruzados—. El profesor Connor está organizando los grupos para... —calla abrupto notando mi presencia. Estrecha sus ojos mieles como si quisiera mandarme bajo tierra. Ladea la cabeza analizándome de arriba a abajo con desprecio—. ¿Qué haces con esta?

—Ella tiene nombre, Matheus. ¿La conoce?

—Si —niega rápido—. Digo, no. No la conozco, ¿es nueva?

—No seas mentiroso —Lo encaro molesta—, si me conoces, que finja no hacerlo ya es problema tuyo.

Las facciones de Matheus endurecen. No me importa lo que él me dijo sobre no decirle nada a nadie que nos conocemos desde niño. Yo no tengo nada que perder. La noche de la fiesta se definió lo que será entre nosotros, ya no existe ese lazo que creamos siendo unos niños. A diferencia de nuestro primer encuentro que logró verme llorar, no se atreve a desafiarme. Ni se mueve de su sitio. Solo se limita quedarse en silencio, no tiene buenos argumentos.

Y a Ziran le hace gracia el silencio de Matheus.

—¿No tienes nada de decir, princeso?

—Vete al infierno. Ambos. Váyanse al infierno —Gira sobre sus talones y se pierde con rumbo al gimnasio.

—La niña buena si sabe defenderse, que curioso. Tú y Matheus se conocen.

Su tono sarcástico no pasa desapercibido. Si no fuera tan alto me atrevería a darle un puñetazo. Pero no. Porque a pesar de todo, es el único que se ha portado bien conmigo.

—Lo que me encantó fue que no supo que responder, te aplaudo, niña.

Pongo mis ojos en blanco.

—Creí que eras de las que se dejan intimidar fácilmente con solo una amenaza. Ya veo que no.

—Iré a cambiarme.

—Ve, chica ruda.

—¿En serio Ziran?

Estalla en risotadas.

—No soy tu payaso.

—Ambos tenemos mucho en común, me caes bien, Aileen —Se pierde por la misma dirección que lo hizo Matheus.

Regresé a los baños que para mi suerte estaban vacíos, a excepción de una señora que parecía ser una profesora. Solo se terminó de peinar el cabello y salió tras darme una sonrisa amable. Masajeo mis sienes, relajo mis hombros y estiro mis extremidades. El espejo me devuelve una chica de cabello rubio platino, con unas ligeras marcas enrojecidas en mi cuello.

La chaqueta de este uniforme me ha provocado un sarpullido por toda la extensión de mi cuello, hombros y pecho, es por la presión constante de las costuras y el roce del tejido. Me acerco más al espejo, las ronchas se asoman en mi piel como pequeños puntos rojos y rosas. Suspiro, sintiendo cómo la incomodidad se mezcla con mi eminente irritación. Este uniforme no solo es ajustado e incómodo, sino que también me hace estar encajada en un molde que no me representa.

Saco la crema que me aplico y procuro untar con cuidado de no lastimarme.

El uniforme que Ziran me ha cedido es una prenda de un pantalón rojo con tres líneas azul marinas, menos la del centro que es de un color distinto, negra. La camiseta es blanca de manga cortas con el logo de la Academia impreso ubicado en la parte superior izquierda.

No me queda mal.

Puedo sobrevivir con esto el día de hoy.

Cuando vea a Ivette me encargaré de agradecerle. Estoy segura que ninguna otra chica se molestaría en ceder un uniforme que les pertenece, aunque para ellos comprar otro no es nada. Es como sacarle un cabello a un gato, así se define el gastar dinero para las personas que desde cuna nacen poseyendo.

Una chica entra al baño, asegurándose de que esté solo. Detrás de ella entran más, la última es la que obtiene mi atención. Entra al espacio apoyando su cadera al lavamanos a su derecha.

—¿Aileen cierto? —cuestiona hostil.

—Si.

—No hace falta presentarnos porque ya nos conocemos.

—Eres la que se ha encargado de esparcir el rumor del supuesto engaño de Lysander. Ustedes no son nada.

—Lo seremos, querida.

—No tienes derecho de joder mi maldita paciencia.

—Esa palabrota.

—Vamos a dejar las formalidades para otro día.

—Eres directa. Me gusta  —pronuncia. Juega con un mechón de mi cabellera, tira de él—. Yo también lo seré. No te acerques a mi chico —estallo en risas, Gabriella se toma el tiempo para procesar porque me estoy riendo. Enarca unas de sus cejas perfiladas—. ¿Qué es tan gracioso?

—¿Desde cuando es tu chico? ¿En tu desquiciada cabecita?

—Lysander será mi novio tarde o temprano.

—¿Según quien?

—Su abuelo nos ha dado su aprobación.

—¿Lysander te ama? ¿Te ha dado un indicio que lo hace? Dejemos en claro ciertos puntos, Lysander y yo no somos nada. No somos amigos o conocidos. No tengo sentimientos por él, ni él por mí.

—No quiero que te hagas cercana a él.

—Bien —acepto sin más.

—¿Qué? ¿Eso es todo?

—¿Quieres pelear? —pregunto perpleja.

—¿No formarás ningún escándalo?

—No peleo por el amor de un chico, con esas acciones me estaría rebajando —Acaricio su mejilla con mi dedo índice—. Ten un poco de amor propio, Gabriella.

Abro la puerta del baño, ella se ha quedado parada en el mismo sitio.

—Si Lysander te busca es porque te ama, y si no lo hace no hace falta explicarlo —comento guiñando mi ojo—. Entiende las señales, existen otros chicos que darían lo que fuera por estar contigo. No comas de las migajas de un amor que otro te puede ofrecer en su totalidad.

Antes de llegar al gimnasio y poder incorporarme a la clase, detrás de unas columnas habían dos chicos hablando. Ziran y Lysander. Pretendía seguir mi trayecto, con lo que soltó Ziran me quedé detrás de esa misma columna del otro lado sin que ellos lo notaran. Sin saber si seguir o quedarme. Hablaban en voz baja, mi buen sentido de la audición me ayudó a entender a la perfección lo que decían. «No te metas en problemas ajenos». Repetí en mi mente, iba a retomar mi andar cuando:

—¿Le diste el uniforme?

—Al inicio no lo quería recibir, pero terminó aceptando creyendo que fue Ivette quien se lo había prestado.

—No importa. ¿Dejó de llorar?

—Si.

—No me gusta decir esto, te debo una, Ziran. Odio verla triste, menos que esté llorando por algo que no fue su culpa.

—Ponle preparo a tu amiguita. Causó que ahogaran a Aileen en la fiesta, y también fue la que expandió videos y fotos de lo que sucedió. Alteró las fotos y esos comentarios negativos que Aileen está recibiendo le están afectando, aquí todos le hacen bromas pesadas como rayar su taquilla y destrozarle su uniforme deportivo. Todo por culpa de una sola chica, Gabriella.

—¿Ella ya está bien?

—Te he dicho que sí. Si te importa tanto ¿por qué no te acercas?

—Pidió que guardemos distancia, respetaré su decisión.

—¿Te gusta?

—¿Qué?

—¿Que si te gusta? ¿Te gusta Aileen?

—¡No! ¿De donde sacas eso?

—Te conozco, Marchetti. Nunca te habías preocupado por una chica.

—Solo me aseguro que nadie le haga pasar un mal rato.

—¿No escondes otra razón?

—No.

—No te creo.

—No necesito que me creas.

—Lysander —advierte Ziran.

—Nosotros no somos amigos para contarte.

—Y muy bien que me buscaste porque solo confías en mí.

—Eres el único que no levanta sospechas.

—Si, claro. No tengo cinco años para creerme esa excusa. Estás perdido, hermano. Te gusta esa chica.

(***)

Este fue un capítulo sorpresa en agradecimiento porque en Tiktok ya somos 10k de seguidores. Todo se debe a su apoyo y al amor que le han dado a Azrael & Jaelyn, ahora a Lysander & Aileen. Lxs quierx mucho.

¿Me ayudan a inventar un nombre con el que shippear a los protagonistas?

Curiosidad: Aunque esto se hizo obvio Lysander fue a buscar a Ziran cuando vio llorando a Aileen para que la calmara, pero Ziran no sirve para consolar a las personas.

¿Cual es tu personaje favorito de la historia hasta el momento?

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