|Capitulo 06
N/A: Lysander le cantará una canción a Aileen porque ella no puede dormir, la canción se llama «You are my sunshine de Christina Perri». Es una canción para dormir, su significado es bonito.
06|SECRETOS
|LYSANDER|
De niño les insistí a mis padres que me dejaran ir a un campamento, ellos aceptaron luego de tanta insistencia por mi parte. Estando en el campamento, decidí no seguir las instrucciones de los profesores y terminé perdido en el bosque hasta que una profesora logró dar conmigo. Ella me dio un buen sermón sobre las consecuencias de perderse. Sin embargo, yo no tuve miedo. Solo me senté a esperar, sabía que vendría por mí tarde o temprano. Nunca recuerdo haber experimentado tanto miedo como cuando vi que a la chica que ahogaban y herían era ella.
Mis piernas, mis sentidos y mi corazón actuaron por impulso. Mi mente se nubló, solo quería hacerle lo mismo a esos malditos que se burlaban de ella. A cada uno partirles el rostro, ahogarlos y si me era posible acabar con ellos.
Uno por uno.
Su cuerpo temblaba, su cabello se pegaba a su frente y sus labios adquieran un tono azulado. No era para menos. A estas horas de la noche, más en esta época del año, el agua es helada. Su respiración se volvía cada vez más trémula y me daba miedo que cogiera un posible e inevitable resfriado.
—Ya pasó, pricesse —Ryle la acurruca a contra él, pasa sus manos apartando el cabello de su rostro mientras sigue hablando en voz susurrante y pacifica. Con todo el escándalo que se armó la música paró y un incómodo silencio reinó entre los culpables. Los demás espectadores murmuraban entre sí.
No me importó quitarme la camisa para ponérsela encima, Azazel e Ivette se abrieron pasos entre las personas. Mi hermano se posiciona a mi lado un poco tenso y molesto. No llevan nada conociéndose él y Aileen pero ya le ha agarrado cierto cariño. A diferencia que con Gabriella, él le cae mal la actitud que ella toma en un sinfín de ocasiones.
—Llévatela a tu casa —Alguien a mis espaldas ordena. Nosotros no somos amigos pero hemos tratado de que nuestra enemistad no se note—. Matheus y yo nos encargaremos de que borren las fotos y vídeos que le sacaron.
Matheus resopla.
—Es imposible borrar toda la evidencia de lo que ocurrió, Ziran.
—Ya pensaremos en eso.
Me agacho sobre el cuerpo de Aileen mis manos pasan por debajo de sus piernas y la alzo en mis brazos. Ella no pone resistencia alguna. Está tan liviana como una muñequita de trapo. Mis pisadas se hacen más firmes a como voy avanzando hacia mi auto, Azazel que me siguió se encarga de abrirme la puerta del copiloto y la meto dentro.
—Te estoy mojando tu auto —murmura, tiene la mirada gacha y perdida. Algo más le sucedió, no puede estar tan triste y destrozada por lo que le hicieron en la piscina. No indago más. No quiero salir como un metiche, pero me preocupa.
—El auto no es mi prioridad —«Tú si lo eres». Quise completar. Me mordí la lengua para no soltarlo. ¿Qué es lo que sucede conmigo? Es extraño, un instinto de protección surgió de la nada.
—Te causo problemas. Tuviste que irte de la fiesta por mi culpa.
—No me divertía en esa mierda —Aprieto mis manos sobre el volante—. No creas que esto es tu culpa, la mia vita —Enciendo el motor y giro el volante saliendo de ese lugar. Por el rabillo del ojo observo como ella se queja por el frío que siente—. En la guantera hay una manta. Tómala, te ayudará a calentar —Asiente. Esa una manta pequeña y de tela delgada, le ayudará a no sentir frío.
—Gracias.
—No tienes que agradecer, muñequita. Era mi deber cuidar de ti e Ivette, no lo hice como debía. Perdóname a mí —No respondió. Iba sumergida en sus pensamientos. Volví a detallarla de reojo, específicamente su rostro. Su piel estaba pálida, con los ojos cerrados y las lágrimas aún marcando sus mejillas—. ¿Quieres que te lleve al departamento de Ryle? —Niega. El alivio que me invade mi pecho no se puede describir—. ¿Quieres ir a mi casa? —se encoge de hombros. Lo tomo como un «tal vez».
No se diga más. La llevaré para la casa de mis padres. Yo aún no tengo casa.
Es pasadas de la medianoche, mis padres han de estar dormidos. Un alivio tanto para mí como para Aileen, le debe resultar incómodo que le hagan preguntas sobre lo que le sucedió. Conozco a mamá y lo curiosa que es.
Apenas llegamos le abrí la puerta del auto, ella se baja titubeando. No espero para volver a tomarla en mis brazos, sus delgados brazos los enrolla por alrededor de mi cuello. Subo las escaleras que conducen a mi habitación sin hacer mucho ruido. Mis padres son de sueño ligero, al menos lo es mamá. No quiero que me reprenda pensando que he traído un ligue a casa mientras ellos duermen. Ya me sucedió una vez y me hizo pasar vergüenza frente a la chica. Desde ese día juré no volver a repetir esa mala experiencia.
La llevo hasta la orilla de la cama, me doy la vuelta para buscar en mi armario ropa seca que ella pueda usar. Juro que no suelo ser así de fácil con ninguna chica. Solo que Aileen tiene algo diferente, no solo se trata por la desafiante que puede llegar a ser. Es todo lo que implica ser ella. Su sonrisa, su manera de ver el mundo, su corazón que parece ser una roca. Estoy loco, ya no me cabe dudas de ello.
Tomo una sudadera que para mi cuerpo resultaba pequeña, en cambio para ella le podía llegar por sus rodillas o más abajo. Me senté en el borde de la cama y le extendí la ropa hacia su dirección.
—Puedes cambiarte en el baño y me das tu ropa para ponerla en la secadora.
—Lysander.
—¿Si?
—Yo... —Duda—. Estoy muy agradecida. Aunque dijiste que debías de cuidar de Ivette y de mí, no es tu obligación.
No es mi obligación, era verdad. En cierta parte sentía que debía de cuidar de ella, así como lo hago con mi hermana. Con Aileen es un trato diferente, y no me cansaré de repetirlo o de hacerlo saber. Ahorita en especial debo de guardar silencio, no es el momento para llevarle la contraria.
Solo me permito asentir.
Se levanta con cuidado, caminando hacia el baño. La puerta se cierra detrás de ella con un suave clic, el silencio se instala en la habitación. Yo me encargo de ir a la cocina ubicada en la primera planta de esta enorme casa que mis padres poseen. Enciendo una lámpara que hay en una esquina, cerca de un florero. No sé a quién se le ocurrió conservar ese florero viejo y desgastado. El silbido del agua hirviendo no tardó en hacerse sonar. Vertí el líquido caliente en una taza y añadí un par de cucharadas de chocolate en polvo, revolviendo hasta que se disolvieran por completo.
—¿Lysander? —inquiere mi padre. Asustado me llevo una mano a mi pecho. Él tiene el ceño fruncido y el cabello despeinado—. ¿Qué haces despierto a estas horas? Mañana tenemos que ir a la reunión que tu abuelo organizó —continúa frotando uno de sus ojos con su mano cerrada como si tratara de despejarse. Su mirada se detiene en la taza de chocolate que sostengo—. ¿Y eso? ¿Estás haciendo un chocolate caliente?
—Solo es un antojo.
—¿Desde cuando tienes antojos a las tres de la mañana? —sigue preguntando colocando sus manos sobre su cadera. Joder, no me cree. ¿Por qué no se pudo despertar después que yo terminara de preparar el chocolate? La mala suerte me persigue a donde quiere que vaya—. Tú odias el chocolate, ¿que te hizo cambiar de opinión, jovencito?
—Papá —Trato de desviar su atención—. Mamá debe de extrañarte.
—Ella está dormida.
—No la dejes sola.
—Responde primero.
Rasco el puente de mi nariz.
—Estas nervioso. No es común que te quede despierto tan tarde, menos aún solo preparando chocolate —Un ruido suena arriba en mi habitación. Maldigo internamente—. Si tu mamá se entera que volviste a traer a una chica para hacer tus cochinadas se pondrá furiosa. Es mejor que la lleves de regreso a su casa o donde sea que la conociste.
Su sermón me hace sentir como un niño atrapado en una travesura. Respiro hondo y maldigo mi suerte nuevamente.
—No es lo que crees. Lo juro. Es solo una... —Busco la palabra correcta que pueda definir nuestra relación. No somos amigos pero tampoco me considero su enemigo. ¿Conocidos o compañeros de estudios? No sería creíble para mi padre—. Es una amiga.
—Una amiga —repite serio—. Eso dijiste la última y te encontré con esa "amiga" en una situación embarazosa.
Ni me lo recuerdes.
Todavía me da vergüenza.
—He madurado.
—¿Maduraste en dos semanas?
—No exageres —Paso saliva por mi garganta. Mis labios están resecos—. Fue hace seis meses.
—Para mí fue hace dos semanas.
Entrecierro los ojos hacia él.
—En la fiesta hubo un problema y a ella la tiraron en la piscina —explico—. Solo estoy siendo amable. No pasará nada.
—Está bien.
—Solo le preparo este chocolate para que no agarre un resfriado.
—¿Estás seguro que no es tu novia?
—¡Es mi amiga, papá!
—Eso le decía yo a tu madre y mírate.
—No necesito esos detalles innecesarios —refunfuño con las mejillas rojas. Él se ríe divertido. Se despide con un gesto y se retira, dejándome solo de nuevo.
Subo las escaleras con cuidado, tratando de no hacer ruido. La puerta del baño está entreabierta, y el vapor se escapa por la rendija. La luz suave de la habitación ilumina el pasillo, unos bajitos sonidos suenan del otro lado de la puerta. ¿Está llorando? Quiero pegar mi oreja a la puerta, el miedo a que me descubra me hace retroceder y esperar.
Aileen emerge del baño, vestida con la sudadera que le di. La tela le queda holgada, pero le da un aire acogedor. Su cabello aún gotea un poco y sus mejillas están sonrojadas y sus ojos rojizos, no solo por el frío, sino por su llanto.
—¿Te sientes mejor?
—Un poco —responde, con una media sonrisa que apenas ilumina su rostro. Se acerca a la cama y toma asiento—. Gracias por esto, Lysander.
Le ofrezco la taza de chocolate caliente. Ella la acepta, sus dedos rozan con los míos en un toque fugaz.
—Es chocolate caliente, pensé que te podría gustar.
—Está delicioso —susurra, con los ojos brillantes por el calor del líquido—. Eres un buen cocinero.
—Lo dices cómo si fuera difícil de preparar —mascullo y añado a modo de broma—. ¿Quién no sabe preparar un simple chocolate caliente?
—Yo —confiesa—. La cocina y yo somos enemigas.
—¿Tan mala eres?
—No querrás comer un alimento que yo prepare, te puedo intoxicar.
—No lo dudo.
—El chocolate es mi favorito.
—El de mi madre también lo es —La miro. Ella está distraída hacia una foto que tengo enmarcada en la mesita de noche, en ella salimos mis padres, mis hermanos, mi abuelo Mario y yo.
—¿Esa señora es tu mamá? —Señala hacia la foto.
—Si.
—Es bonita. No se parece a ti.
En definición me dijo me feo.
Es la única chica que no me haya atractivo.
—Eso es cierto —admito, sonriendo—. Ella tiene una belleza más clásica, mientras que yo… digamos que heredé más de mi padre.
Aileen ríe divertida.
Cuando ríe sus ojos se achican y se iluminan con una chispa que hace que mi corazón se acelere. Es un sonido contagioso, no puedo evitar sonreír al escucharla. Tiene un solo lunar en su mejilla izquierda. Sus pestañas son largas y abundantes. Su cabello es ondulado, cae por su cintura.
—Tu madre también debe de ser bonita —comento—, si tú eres una hermosa obra de arte —Ella hace una mueca.
—Seguro —susurra, su voz se rompe.
—¿Seguro?
—Yo no tengo padres, Lysander.
—Todos tenemos padres, Aileen.
—Como dicen, padres son los que engendran y los que crían. En mi caso solo me engendraron y al nacer me dejaron en las puertas de una iglesia a mi suerte. Terminé en un orfanato —Hace una pausa tratando de contener las lágrimas—. Nadie me quiso adoptar, nadie me quiso tener como su hija.
Ahora todo tiene sentido. Ella ha crecido sin amor, sin una familia que la apoye, que estuviera presente en sus malos momentos y en los de triunfo. Por más que sea un niño, si crece en soledad no es el mismo al que crece rodeado del amor de sus padres y familiares.
—No tengo que estar contándote esto —balbucea limpiando sus lágrimas que no dejan de correr—. Odio dar vergüenza.
—No estás dando vergüenza.
—Nosotros, es decir, tú y yo no nos llevamos bien. Nos detestamos mutuamente y —La interrumpo, cogiéndola de sus manos.
—No te detesto. Si te odiara no te diría lo bonita que eres, o no te fuera defendido porque no me importaras, pero lo haces.
—Bien —Acepta sin réplica—. No nos detestamos. Quiero que sepas algo, no quiero ser tu amiga. Vamos a quedar como compañeros de clases. No quiero estar involucrada en tu mundo, solo quiero graduarme para aplicar en unas de las mejores universidades del país y si me es posible en el extranjero.
—Yo tampoco quiero ser tu amigo.
—Es bueno que estemos de acuerdo. Por favor, no le digas a nadie sobre que yo estuve en un orfanato. Suficientes problemas tengo con Matheus.
Arrugo el entrecejo.
—¿Matheus?
—No me digas que lo conoces.
—El único Matheus que conozco es rubio platino, tiene los ojos color miel y... —Me detengo—. ¿Es ese verdad?
—Era mi mejor amigo en el orfanato.
—¿También estuvo en un orfanato?
—Asi es, por lo que recuerdo sus padres fallecieron en un accidente o fueron asesinados. Era niña para recordar con exactitud cada detalle de su familia.
Ese idiota nos ha mentido a todos. ¿Qué gana con oculta su verdadero origen? Nos íbamos a enterar por cualquier manera. Bien guardado que se lo tenía.
—Tengo sueño... —murmura.
—Duerme —Se cubre con las mantas. Aprovecho para llevar su ropa a la secadora. Permanezco allí con el zumbido del aparato resonado en mis oídos. Aileen es más fuerte de lo que creía. Quisiera conocerla a profundidad, con lo dicho por ella misma, me deja claro que estoy en territorios que no debo tan siquiera tocar. «Somos de mundos diferentes» Me quema, arde y me desgarra. Mis padres me apoyarían, mi abuelo Aurelio no lo hará. Primero es la familia, no me arriesgaré por alguien que recién conozco. No vale la pena.
En dado caso la indicada sería Gabriella, mi abuelo le tiene un gran aprecio y no solo porque los padres de mi amiga sean socios de mi abuelo, es por el porte y gracia que a los ojos de Aurelio ella posee. Para mí no es más que una niña consentida por sus padres. Antes de involucrarme en asuntos del corazón debo de sanar por completo, mi salud ha mejorado últimamente. No me he vuelto a desmayar y no me causa temor comer cualquier tipo de alimento gracias a la ayuda que mis padres me han brindado.
Pronto ellos se volverán a enojar conmigo. Tal vez me lo merezco, quiero volver al mundo de la fama. Estar de vuelta a lo que me "apasiona" En mi interior lo hago para complacer a cierto adulto dueño de diversas empresas y negocios. Dice que yo soy su orgullo, no quiero un día de estos diga que me volví una decepción. Mis padres siempre me dicen lo orgulloso que están, ellos no conocen el gran amor que le tengo a mi abuelo Aurelio. No quiero estar separado de él. Papá me obligó a poner distancia y mamá no se quedó atrás en esa decisión, ella simplemente lo apoyó.
Regreso a la habitación y la veo allí, envuelta en mantas, con la taza vacía en la mesita de noche. Se lo bebió todo. Está cubierta por mantas de pies a cabeza, solo puedo ver su cabello que se esparce en el colchón en diferentes direcciones. El temblor que sacude su cuerpo y los sollozos me hacen saber que no duerme. Sigue llorando. ¿Será que le dolió haber hablado de su pasado? Como sea lo que esté atormentando su mente, rodeo la cama y me tumbo a su lado, abrazándola.
Hay una canción que mamá solía cantarme cuando yo despertaba llorando de una pesadilla, es una que me llenaba de paz, no solo por su significado sino por lo bonita que es.
—«You are my sunshine, my only sunshine. You make me happy when skies are gray. You'll never know, dear, how much I love you. Please, don't take my sunshine away» —Canto en voz baja mientras le dejo suaves caricias por la coronilla de su cabeza—. «The other night, dear, as I laid sleeping. I dreamed I held you in my arms. When I awoke, dear, I was mistaken. So I hung my head and cried» —Su respiración se vuelve regular. Miro el techo con una sonrisa.
«Eres mi rayo de Sol, mi único rayo de Sol. Me haces feliz cuando el cielo se ve gris. Nunca sabrás, cariño, cuánto te amo. Por favor, no se lleven mi rayo de Sol». «La otra noche, cariño, mientras dormía. Soñé que te sostenía en mis brazos. Cuando desperté, cariño, vi que estaba equivocada. Así que bajé mi cabeza y lloré». «Eres mi rayo de Sol, mi único rayo de Sol. Me haces feliz cuando el cielo se ve gris. Nunca sabrás, cariño, cuánto te amo. Por favor, no se lleven mi rayo de Sol».
Yo a los minutos caí dormido, aún abrazado a ella.
(***)
Una lluvia de flashes van directo a mi rostro. Mi abuelo Aurelio había organizado un evento a favor de su campaña política. En estos últimos meses ha estado involucrado en ese mundo. Si ganaba las elecciones sería el próximo alcalde. No me emocionaba en lo más mínimo, incluso me sentía ahogado entre tantas personas que se nos acercan llenos de hipocresía.
Ya acostumbraba que a donde quiera que estuviéramos las personas, camarógrafos; y socios se girarán a vernos.
La mayoría, todas las miradas se la llevaban mis padres, ellos no eran de salir en el ojo de las cámaras. Preferían mantener su vida privada ante el ojo del espectador. Juliet seguía a mis padres por toda la sala, Azazel solo permanecía sentado en unas de las mesas centrado en su celular y, yo permanecía oculto de Aurelio. No quería que me presentara antes personas mayores. Me incómoda.
—¿Quieres? —Hago que mi hermano levante la vista del celular, le ofrezco una copa—. Nuestros padres no nos están viendo —Ellos no dejan que Azazel beba alcohol, mi hermano borrocho no actúa como una persona coherente.
Quiero sentarme al lado de mi hermano, pero a los lejos mi abuelo me hace una seña con su mano para que me acerque. Está rodeado de hombres y mujeres que desde lejos se ve que son igual de influyente que él. Hago una mueca que trasformo con una sonrisa tensa, al círculo de personas se unen los padres de Gabriella. Aprieto mis puños.
—Este es mi nieto —habla Aurelio dándome una palmada en el hombro. Saludos van y vienen. Respondo a todos automático, ya se de memoria lo que debo de decir o lo que no—. Mi gran orgullo. Será mi heredero de todo lo que me pertenece.
La presión de las expectativas pesa sobre mis hombros. «Heredero», eso suena mucho más grande de lo que realmente soy. La mayoría de estas personas no conocen mis sueños, ni mis miedos, solo ven un apellido y una imagen. Yo no quiero ser su heredero.
Más allá está Azazel observando frustrado, él y nuestro abuelo no tienen una buena relación. Aurelio es estricto y no apoya en las decisiones de mi hermano.
—¿Cómo va tu escuela?
Una mujer alta, rubia platina y de ojos azules pregunta. No digo nada al principio, su parecido con Aileen me descoloca por completo. Esta mujer se ve joven, como de unos veinticinco años más o menos, es hija de la familia O'Connell. Dicha familia forjó su fortuna en generación en generación. Existen rumores que están implicados con la mafia, esto no se ha confirmado.
—Bien, gracias.
—Lysander —El padre de Gabriella me habla, volteo hacia él sorprendido. Gabriella se agarra al brazo de su padre, su mirada pasa a ser cálida a coqueta—. Creí que no vendrías, es una gran sorpresa —Gabriella se acerca para plantar un beso en mi mejilla.
—Lo mismo pienso —Gabriella ladea su cabeza mordiendo sus labios con sutileza—. Nunca se sabe que movimiento harás, Ly. Eres un misterio.
Mi cuerpo ha tensado, la presencia de alguien más hace que de un respingo. Los padres de Gabriella hablan con mi abuelo hasta que tocan un tema un tanto delicado para mí.
—¿Cuando tendrás novia Lysander?
—Yo... —Un nudo se forma en mi estómago. Qué les importa, quiero responderles. Aurelio se me adelanta.
—Gabriella podría ser la compañera ideal para Lysander. Ambos son de las mejores familias, sería un honor verlos juntos.
Mi respiración se agita y el miedo llega a mis pulmones. No puedo respirar. Mis manos tiemblan al igual que el resto de mi cuerpo. Los ojos de Gabriella se iluminan ante la sugerencia de mi abuelo. Para él, Gabriella es la indicada.
—Mi hijo estará con quién él quiera —escucho la voz de mi madre.
—Hija —Aurelio se le acerca para besarle una de las mejillas de ella, pero mamá da un paso hacia atrás, rechazándolo.
—Aurelio, no te sigas involucrando en la vida de Lysander —masculla mi padre con severidad. Él tiene agarrada de la cintura a mamá, ambos están serios—. Somos mi esposa y yo que debemos de decirle lo que él tiene que hacer, y no nos importa la chica con la que él elija estar, lo importante es que sea feliz.
Doy un paso para atrás y me permito caminar entre las personas, buscando a un rostro en específico. Esa mujer. Ella está cruzando la puerta principal, se está marchando del evento junto con el hombre mayor que la acompañaba. Acelero el paso enroscando mi mano alrededor de su muñeca. Ella se detiene.
—Disculpa, ¿cual es tu nombre?
—Soy Evelyn O'Connell —Sus labios pintados de rojo se esbozan en una ligera sonrisa que no llega ser auténtica, hay una profunda tristeza—. Eres un chico encantador, Lysander —Con eso la veo girar hacia la puerta y alejarse.
(***)
|ZIRAN|
El dolor de cabeza está llevándome al borde de la locura.
No he dormido nada, mis ojos pesan y arden.
Ella volvió a recaer.
Peor que la última vez.
Los hospitales se han vuelto una segunda casa a la que tengo que recurrir con constancia. No por mí, sino por mi hermana menor, Emma. Ella desde pequeña ha sufrido de problemas del corazón, lo que ha hecho que nuestras vidas giren en torno a citas médicas, tratamientos y hospitalizaciones.
Solo somos ella, mi madre y yo. Mi padre nunca quiso hacerse cargo, y el del Emma está preso por intento de asesinato hacia mi persona.
Tengo dos trabajos para cubrir con los gastos de los tratamientos, mamá también trabaja, su pago es menor que el mio por lo que decidimos en dejarlo para la comida y algunos gastos que el hogar necesite.
Si les hago un resumen a como este caos inició, debo de retroceder a mis primeros años de vida. A mis cinco años, cuando solo éramos mamá y yo. Un dúo que se podía adaptar a diferentes circunstancias que se nos presentaran. Fue en mi cumpleaños número seis que mi madre entró por nuestra casa con un hombre desconocido, lo presentó como mi padrastro. Un balde de agua fría que me cayó y me heló los huesos, no tuve tiempo de procesarlo. Encima mi progenitora quería que me llevara bien con ese desagradable tipo.
Yo al ser niño no me dieron opción a recharzarlo. Mi opinión no contaba.
Lo que mi madre no sabía era que había firmado su propia sentencia y con ella arrastró a que su hijo viviera un sinfín de golpes y malos tratos por parte de ese hombre alcohólico y drogadicto.
No solo pudo quedarse satisfecho a que fuera mi madre que se hiciera cargo de él. Desarrolló una adicción por las apuestas, mismas que lo llevaron a la perdición. Nos quedamos sin casa porque él no podía controlar su impulso de gastar el dinero que no teníamos. Las deudas se acumularon y las discusiones entre mi madre y mi padrastro se volvían cada vez más frecuentes, más acaloradas y más dañinas. Habían noches en las que me despertaba por el sonido de sus voces elevándose.
Aprendí a mentir a la perfección con el primer golpe, a fingir que no me dolían sus palizas y al asegurarles a las maestras de mi colegio que los moretones que habían en mi cuerpo eran a causa de jugar hockey sobre hielo. Desde niño lo he jugado y por ello creí que sería el capitán del equipo cuando James, el antiguo capitán de la Academia se graduó y se fue para la universidad. La sorpresa más inesperada fue que eligieron a Lysander.
A Marchetti. Él solo lo hacía por hobby. Yo por pasión. La tristeza que mi corazón sentía en aquellos días fue inexplicable. Por supuesto, me emocioné en parte porque mi amigo se había ganado ese puesto. Él siempre va a brillar por encima de todos. Yo vivo a sus sombras, nunca seré como él y sinceramente no quiero serlo.
Él sigue siendo mi amigo. Lo sigo considerando como tal. Pero nos tuvimos que separar después que descubrió mis verdaderos orígenes.
No quiero su dinero, ni el de su familia. Él no lo pensó de esa manera. Por su mente pensó que todo era una mentira.
—¡Hermanito! —Emma exclama, agita sus bracitos al ver que la he visitado—. Te extrañé tanto, ¿por qué no habías venido a verme? —Tomo asiento a un lado de ella, hace un puchero—. Me tenias abandona —Termina triste.
—Mis clases empezaron, preciosa. Tu hermanito trabaja y estudia —Pellizco unas de sus mejillas regordetas—. Debes de comprenderlo —Sus brazos están cubiertos de moretones, y mi corazón se quiebra al verlas. Emma espera por un transplante de corazón.
Los médicos han sido claros: necesita el trasplante pronto, o su salud podría deteriorarse aún más. La lista de espera es larga, no encuentro una salida rápida. Estoy desesperado, necesito ayuda. No quiero seguir viéndola sufrir, ni a mi madre viendo que su pequeña está en peligro. Cada día se le dificulta para respirar, su corazón está débil y su estado crítico. Froto mis sienes.
—Ya no quiero seguir aquí —Con sus ojos llorosos me mira—. Llévame a casa. Prometo que no me volveré a enfermar. Quiero jugar, quiero ser una niña normal, deseo ser como antes —susurra, y su voz tiembla con cada palabra. Mis ojos se humedecen, la impotencia me consume.
—Estamos haciendo todo lo posible para que vuelvas a casa pronto.
—Eres un mentiroso. Mamá y tú solo mienten.
—Emma, los doctores te están haciendo los exámenes para ver si pueden encontrar un donante adecuado. No es fácil mi niña bonita —Paso detrás de su oreja un mechón rizado de su cabello.
—¿Y si nunca llega? —inquiere con un hilo de voz, y mi corazón se siente como un peso en mi pecho. No sé qué decirle.
—No digas eso, bonita. Siempre hay esperanza. —Acaricio su cabeza.
—¿Cuándo me llevarás a la feria?
—Pronto, te lo prometo. Solo necesito que te mejores.
La habitación del hospital es fría y monótona, llena de máquinas que emiten pitidos constantes y luces que parpadean sin cesar. Este frío me estremece, un frío que se cuela por tus huesos. Inclino mi cuerpo hacia ella y dejo un casto beso en su frente.
—Te quiero mi guerrera.
—¿Qué tenemos aquí? —Mamá ha regresado de la casa con su cabello húmedo y unas bolsas de ropa para ella y Emma. Con un suspiro resignado me pongo de pies—. Ya te puedes ir, cielo.
—Mamá —Aprieto mis labios—, te quiero.
No espero una respuesta por su parte, solo salgo de la habitación y del hospital mismo a paso apresurado. Pongo sobre mi cabeza la capucha de mi sudadera y meto mis manos en los bolsillos de ésta cuando de pronto un auto de vidrios blindados frena a mis pies. Asoma su cabeza por la ventana con su característica apariencia arrogante.
—Entra —ordena.
—¿Qué haces aquí? —pregunto, sorprendido y un poco desconfiado.
No esperaba encontrarme con él en un lugar como este.
—Vine a hablar de negocios, pero primero, ¿qué te pasa? Te veo preocupado —Sus ojos mieles se detienen en los míos. Entro al auto y cierro la puerta tras de mí.
—No es nada que te importe —espeto. Él no se anda con rodeos y suelta lo que tiene que decir.
—Yo puedo ayudarte a conseguir ese transplante que tu hermana necesita, a cambio, tú debes de hacerme un favor.
—No voy a involucrarme en nada ilegal.
—Nada en la vida se obtiene jugando limpio, Ziran. Siempre debes de manchar tus manos por cualquier situación que se te enfrente —Aprieto la mandíbula, él continua hablando—. La vida de tu hermana depende de decisiones rápidas. Puedes quedarte aquí lamentándote o actuar. Tú elijes.
—¿Qué es lo que propones?
—Oh, es demasiado fácil. Mata a Evelyn O'Connell.
—Yo no soy un asesino.
—Tu hermana se está muriendo, solo vas a tomar esa vida a cambio para conservar la de tu hermanita.
—No puedo hacerlo, no puedo —Abro la puerta del auto, otra vez él habla.
—No querrás que todos se enteren de lo que tú y Lysander ocultan.
—Cállate hijo de...
—Yo soy una tumba —Se burla.
(***)
Hola mis amores, aquí les traigo otra actualización. El día fijo para las actualizaciones serán los sábados, pero comenzaremos a partir de la semana que viene.
¿Qué opinan del capítulo? ¿Quién será ese otro chico que habló con Ziran? ¿Qué creen que ocultan Lysander y Ziran? ¿Alguna teoría que contar?
Nos leemos la próxima semana. Cuídense, lxs quiero.
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