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Capítulo 01: Buscar la respuesta

☠ Kozlov Ayami.

—Hombre, es una bicicleta usada, creo que podríamos reconsiderar el precio. ¥15.000 es un poco... caro.

El chico se cruzó de brazos y me miró con el ceño fruncido ante mi intento de negociación. Le devolví la mirada, casi amenazante, luego pensé que de esa forma no llegaría a ninguna parte. Maldije para mis adentros y me forcé a mostrar una sonrisa "humilde".

—Está usada, pero es de buena marca y como puedes ver está en buenas condiciones, apenas la usé.

—Mh... ¿puedo revisar los neumáticos y la cadena?

—Adelante.

Necesitaba una bicicleta para movilizarme. El pasaje del metro era demasiado caro, y aunque la bicicleta también estaba cara (a mi gusto), la consideraba una buena inversión.

Revisé los neumáticos y la cadena. Los neumáticos daban fe del poco uso del que el chico me hablaba.

—Bueno... ¿¥10.000? —intenté negociar cuando terminé de revisar el resto de la bicicleta. Estaba en buen estado pero no quería dar mi brazo a torcer. —Soy estudiante de secundaria, no tengo mucho dinero y realmente necesito la bicicleta. Tu anuncio fue el mejor que encontré por internet. —Lo vi poco convencido de mis palabras. —Por favor...

—¥12.500.

—Trato hecho.

Me descolgué la mochila y busqué el dinero. Cuidé que el chico no viera que tenía dinero de más en la mochila y saqué los ¥12.500 justitos.

Cerramos el negocio, yo más contenta que él y me subí de inmediato a la bicicleta, el airecito que me dio en la cara cuando comencé a pedalear fue casi rejuvenecedor.

Ya que las calles de la ciudad estaban bastante ajetreadas la mayoría del tiempo, debía ir con cuidado sorteando varios peatones. Hubo un punto dónde la calle se bloqueó completamente por el tumulto de personas que había. Apoyé un pie en el suelo y me detuve a evaluar la situación.

—Ah, mierda, siempre tiene que pasar algo.

La calle estaba cortada. Olía a quemado y había humo en el aire, además de que se oía el escándalo de la gente.

Pedaleé casi con flojera hacia la multitud de personas que estaban ahí, detuve la bicicleta y volví a apoyar un pie en el asfalto. Entremedio de todo el caos y fuego, vi una masa de lodo gigante con vida propia que tenía a un chico de rehén.

Un supuesto villano, uh.

Puse atención a la conversación que dos ciudadanos estaban teniendo:

—¿Por qué los héroes no hacen nada?

—No pueden. Agarró a un chico de secundaria. Están esperando a que llegue un héroe con un quirk más adecuado a la situación.

Me fijé más en el rehén y no pude evitar sonreír al ver quién era.

Qué pequeño es el mundo. Ojalá se muera ese insoportable.

Bakugou apenas podía moverse gracias a la presión que el villano ejercía contra él. Se veía ciertamente lamentable y era un poco divertido de ver.

Alguien salió entre la multitud, disparado hacia el villano.

—¡Oye niño, detente!

—¡No vayas!

Me quedé quieta viendo a Midoriya correr hacia el villano.

¡¿Midoriya?!

¿Qué demonios le pasa por la cabeza?

Midoriya se sacó la mochila y la lanzó abierta hacia su enemigo. Sus libros volaron, golpeando los ojos del villano de lodo y cegándolo por unos momentos.

—Ah, ese fue un buen movimiento —murmuré para mí misma—, pero... ¿qué cree que hace? ¿Intenta salvar a su bully? A Bakugou se le acumuló el mal karma y ya, no te metas, Midoriya...

Muy pocas veces había visto a alguien tan comprometido con lo que estaba haciendo. Midoriya lanzaba manotazos con fervor hacia el villano, intentando liberar a Bakugou del peligro, aunque no obtenía ningún resultado.

Ejercí presión con mis manos alrededor del manubrio de mi bicicleta, pensando en si valía la pena tratar de entrometerme. Una cosa es que atacaran a Bakugou, quién me parecía un indeseable total, y otra cosa es que Midoriya saliera lastimado. De todas formas, ¿qué iba a hacer yo? Parecía que la fuerza bruta no tenía efecto contra el villano, ya que ni los esfuerzos de Bakugou ni de Midoriya parecían dar buenos frutos.

All Might apareció en escena de un momento a otro. Salvó a Bakugou con facilidad e hizo a Midoriya a un lado. Todo eso en apenas unos pocos segundos. Los músculos se me tensaron involuntariamente al ver lo rápido y fuerte que era.

La fuerza bruta sí había sido la solución contra el villano. Claro que era un nivel de fuerza fuera de la lógica.

—¡Detroit: Smash!

El cabello se me sacudió tanto con la fuertísima corriente de aire formada que me tuve que llevar las manos al pelo y afirmármelo contra la nuca para que no obstruyera mi vista. Se formó una especie de espiral de aire hacia el cielo y unas nubes no tardaron mucho en llenar el cielo. Comenzó a llover ligeramente.

—Esto es... ¿por la presión del aire? ¿Solamente... con su puño...?

¿Cómo es que alguien puede contener tanta fuerza en su cuerpo? Incluso si es su quirk, la cantidad de fuerza y resistencia es ridícula. Ejercer esa cantidad de fuerza requiere mucho más que unos musculitos, también buenos huesos y articulaciones... All Might es la definición de súperhumano.

En ese momento caí en cuenta de que era mi primera vez viendo a All Might en persona. Antes solamente lo había observado en pantallas, había visto su fuerza descomunal cuando pasaban por las noticias sus increíbles hazañas, pero era completamente distinto el verlo en persona, en sentir su presencia y fuerza en persona. Ese hombre, que era catalogado como el más fuerte del mundo, estaba ahí, a solo unos metros de distancia de mí.

Los gritos de las demás personas me volvieron a tierra.

Cuanto envidiaba la fuerza de All Might.

Antes de que el aclamado héroe hiciera su típica pose de victoria, lo vi tambalearse un poco. Y yo mejor que nadie conocía los rastros de sangre: tenía un poco en los bordes de los labios. Lo quedé observando con fijeza hasta que comenzaron a aparecer los reporteros a entrevistar a los héroes y testigos del incidente. Antes de irme miré a Midoriya: estaba siendo regañado por la policía por sus actos imprudentes. Bakugou a su lado, tenía cara de derrota.

Jeje, al menos el idiota comprende su situación.

Volví a emprender camino: pedaleé con rumbo al orfanato dónde vivía, aún pensando en la increíble fuerza de All Might.


Los siguientes días Bakugou apenas miraba a Midoriya y mucho menos le dirigía la palabra. Con eso, los demás también habían dejado de hacerle el vacío, aunque no conseguía tener amigos.

Pero... Midoriya parecía tener problemas gestionando su tiempo. Se mostraba cansado en clases y apenas terminaba la jornada escolar salía corriendo en dirección a quién sabe dónde. Como solíamos almorzar juntos en el comedor de la secundaria, un día le pregunté si seguía en pie lo de ayudarlo a entrenar. Crucé los dedos para que me dijese que no.

—¡Oh, cierto! —chilló, casi saltando en su asiento— Lo había olvidado, perdóneme Kozlov-san.

—No te preocupes...

—Tendré que revisar mi agenda y ver cuándo podemos establecer nuestro horario de entrenamiento compartido... —farfulló.

Miré su almuerzo. Hace tiempo que él había dejado de comer la comida de la cafetería y había comenzado a llevar sus propios bentos a rebosar de variada comida.

—¿Tienes la agenda llena? —le pregunté con cierta burla— Oye, tienes un horario apretado y estás comiendo distinto ahora, ¿qué pasa? ¿Tienes un entrenador personal muy estricto?

Estaba bromeando pero él se atragantó con su comida y comenzó a tartamudear tantísimo que apenas entendía la sílaba que estaba repitiendo una y otra vez. Movió sus brazos en el aire y finalmente terminó cubriéndose la cara. Estaba tratando de mentirme.

Midoriya sí tiene un entrenador personal...

¿Quién?

A pesar de que sentía curiosidad, no me metí en sus asuntos. Midoriya me parecía un tipo muy honesto, si estuviese metido en cosas turbias se le notaría en seguida.

Aunque tampoco debería confiarme.

Al final, acordamos con Midoriya que podíamos entrenar durante una hora y media los jueves después de clases. Así que sin perder tiempo, nos pusimos a ello en un gimnasio desocupado de la escuela:

—No dudes, debes lanzar tu mejor golpe con toda tu fuerza.

—P-Pero...

—No vas a hacerme daño, Midoriya.

—¡No puedo golpearla, Kozlov-san!

Le di tal puñetazo que por un segundo temí haberle sacado un diente.

Midoriya cayó al suelo llevándose las manos a la cara.

—Escucha, soy más alta y musculosa que tú. Quién debería estar con miedo de dañar al otro soy yo, no tú, así que deja de llorar y agárrame como saco de boxeo si quieres... o si puedes.

Ayudé a Midoriya a ponerse de pie, pues había quedado mirando estrellitas con el golpe que le había dado.

—Tiene razón —lloriqueó—, sé que tiene razón... pero no puedo...

—¿Por qué no? ¿Porque soy una chica? —inquirí, cruzándome de brazos.

—¡No es eso...! —negó de inmediato— Yo... la considero mi amiga... no puedo golpear a mis amigos...

Suspiré, sin dejarme ablandar por sus palabras ni por su puchero.

—Los amigos también nos podemos agarrar a putazos y no pasa nada —le prometí—. Sobre todo en este contexto. Te estoy enseñando a pelear y mover tu cuerpo en general, así que hazme caso y no temas a hacerme daño.

Durante el transcurso de la semanas, podía notar que Midoriya estaba avanzando a pasos agigantados. Sabía que él estaba entrenando por su cuenta también (¿con su entrenador personal?), porque cada día se ponía más en forma. Sus músculos estaban más desarrollados y tardaba más tiempo en cansarse, además de mostrarme movimientos que yo no le había enseñado.

—Oye —le hablé un día en el almuerzo—, ¿por qué Bakugou te llama "inútil sin quirk" y "Deku"?

Midoriya sonrió como con melancolía.

—Kacchan y yo somos amigos de la infancia. —Me atraganté con los fideos que estaba comiendo y Midoriya se apresuró a palmear mi espalda. Tosí como gato tratando de expulsar una bola de pelo y los fideos salieron volando desde mi garganta para aterrizar en mi plato— ¡¿Tan sorprendente es?!

—¡Demasiado! Ugh... —Tomé los fideos que había prácticamente regurgitado y los miré sin saber exactamente qué hacer. Los dejé a un lado fuera de mi plato y miré con asombro a Midoriya, volviendo a ponerle atención a nuestra conversación— ¿Cómo pasaron de ser amigos de la infancia a... esto?

Midoriya apretó sus labios en una línea recta.

—No lo sé... Yo siempre perseguía a Kacchan a dónde sea. Él... siempre pareció brillante ante mis ojos.

—Pero si es un puto imbécil.

—¡Kozlov-san! —me regañó. Me encogí de hombros y soplé un poco mis fideos antes de llevármelos a la boca— Compartíamos intereses... hasta el día de hoy ambos admiramos a All Might, pero... las cosas cambiaron radicalmente cuando el quirk de Kacchan despertó.

—Ah, las explosiones. Pues sí, es un buen quirk, debo reconocerlo, ¿pero qué tiene que ver eso con que sea un idiota?

—Es un poco complicado... —Midoriya se vio triste y un poco nervioso.

—Bueno, bueno —lo corté, moviendo una de mis manos en el aire. No quería verlo triste, era incómodo—. Sigamos con lo de nuestro entrenamiento, el examen de ingreso a UA está cada vez más cerca.

—Cierto... a todo esto... ¿puedo hacerle una pregunta?

—Dime.

—Nunca ha manifestado su quirk...

—¿Quieres saber cuál es mi quirk? —Él asintió. —No es la gran cosa —respondí encogiéndome de hombros—, solamente es súper velocidad. Cuando me paso de la raya se me rompen los ligamentos.

Midoriya rápidamente sacó una libreta (sepa Dios de dónde se la sacó) y comenzó a anotar cosas mientras meditaba en voz baja.

—Tiene sentido, la presión que genera el cuerpo para ir a una velocidad sobrehumana debe ser enorme, los ligamentos no lo soportan y se lesionan... ¡Oh! —saltó de pronto, interrumpiendo sus murmullos— ¿Sus ojos son súper veloces también...? O mejor dicho... su ojo... —terminó susurrando, mirando como con timidez mi ojo parchado.

—Tengo reflejos excepcionales.

Siguió anotando un par de cosas. Me resultó curioso (y un poco sospechoso), pero no era nada del otro mundo. Estaba analizando mi quirk en su cuaderno de análisis de héroes.

Luego de que terminara de anotar le pedí su cuaderno para leerlo. Con su rostro y voz nerviosa de siempre, me tendió su cuaderno y comencé a hojearlo. Midoriya tenía una mente bastante ágil, además de ser un buen observador. Lo único que le faltaba era un cuerpo fuerte y experiencia en batalla.

—Eres muy bueno en estas cosas, ¿no? —dije, pasando de hoja.

Vi por el rabillo del ojo cómo él se sonrojaba y medio sonreía.

—M-Muchas gracias... 

Midoriya no me desagradaba.

Lo miré de soslayo preguntándome si era buena idea que siguiéramos siendo amigos.


Narrador omnisciente, centrado en Midoriya Izuku.

Hace días que Kozlov Ayami no se aparecía en clases.

El puesto al lado de Midoriya Izuku llevaba vacío alrededor de dos semanas. Para el resto de la clase el cambio era prácticamente nulo, pero para Izuku era significativo. Volvió a almorzar solo y por las tardes de los jueves después de la jornada escolar tampoco tenía a alguien que le ayudara a entrenar.

Estaba preocupado, pero no había mucho que pudiera hacer. Si bien se había hecho amigo de Ayami, no habían intercambiado número celular ni nada que los ayudase a contactarse el uno con el otro.

De tanto pensar en ella, Izuku no podía concentrarse en sus entrenamientos secretos con All Might.

El pensamiento que más lo carcomía era:

¿Y si ella necesita ayuda?

El no saber qué le sucedía a su amiga y por eso mismo no poder tenderle ayuda era desesperante para Izuku. Suspiraba con frustración, se pasaba las manos por entre su cabello y por las noches daba vueltas y vueltas en su cama.

Hasta que finamente se decidió por pedir la dirección de la casa de su amiga en la central de su secundaria.

—Es para entregarle los apuntes de clase —dijo Izuku, sonriendo con nerviosismo.

La mujer a cargo de guardar los datos de los estudiantes lo miró. Sabía que Izuku no era un mal chico, los conocía a su madre y a él desde hace años.

Izuku se consiguió la dirección de Ayami.

"Orfanato Sur de la prefectura de Shizuoka". Izuku releía una y otra vez el papel en dónde le había sido escrita la dirección de su amiga, sin creérselo. Pero tenía sentido. Cuando Izuku hablaba de su madre, Ayami se quedaba en silencio escuchándolo. Cuando Izuku hablaba de lo mucho que quería llegar a su casa a descansar y darse un baño de agua caliente, Ayami guardaba silencio. Nunca hablaba de nada que tuviese que ver con su hogar o sobre la gente con la que convivía. Bueno... en general, Ayami hablaba muy poco sobre sí misma.

Las manos de Izuku sudaban y él temblaba de pies a cabeza. Cuando llegó al orfanato, se quedó de pie frente a la estructura. Se veía hecha de madera antigua. Tragó saliva con nerviosismo, se acercó a la puerta principal y la tocó.

—¡En seguida! —escuchó una voz femenina desde adentro.

No pasaron muchos segundos antes de que la puerta fuera abierta, dejándolo ver a una señora un poco más baja que él, de contextura rechoncha y rostro redondo que le recordó a su madre. Con una mujer tan parecida a su propia progenitora, Izuku logró sonreír con cierta naturalidad.

—Buenas tardes —saludó—, mi nombre es Midoriya Izuku, soy de la secundaria Orudera, compañero de Kozlov Ayami-san y vengo a verla...

La mujer demostró sorpresa en su rostro, luego nervios.

—¿Ayami? —preguntó ella.

Izuku asintió.

—Vine a entregarle los apuntes de clase.

—No sé si sea buena idea que la veas ahora... —murmuró ella, sobando sus manos la una con la otra.

—¿Ella no está bien? —preguntó Izuku, preocupado.

La mujer lo miró durante un buen rato, indecisa sobre sus acciones.

—Ayami no quiere recibir visitas ahora... —explicó después de un rato en silencio.

—¿Ella no está bien? —insistió Izuku, sintiendo su ansiedad aumentar.

—Ella está bien —se apresuró a responder—, solo está cansada porque se está recuperando de una gripe terrible que la agarró de un día para otro...

Izuku no quedó satisfecho con esa respuesta, pero fingió que sí. Tenía la sospecha de que, aunque siguiera ahí solicitando ver a Ayami, no iba a tener respuestas positivas.

Se descolgó la mochila y sacó las fotocopias de sus apuntes de clase.

—¿Puede entregarle esto en mi nombre, por favor?

La mujer asintió, tomando los folios.

—Claro que sí, cariño. Gracias por preocuparte por Ayami...

—No es nada —aseguró Izuku de inmediato mientras hacía una reverencia—. Por favor, dígale que vine y que quiero verla.

Necesitaba cerciorarse de que Ayami estuviera bien.

Contrario a lo que Izuku había pensado, esa visita lo dejó aún más intranquilo que antes, y la pregunta "¿Qué le pasó?" no salía de su mente.

Ciertamente, Izuku se había hecho una amistad un tanto peculiar.


❀ Kuroka Hanako.

—Así que, ¿en qué quieres trabajar en el futuro, Hanako-chan?

Mi maestra titular me miró con dulzura y yo apreté los labios.

—Ahm... alguna clase de trabajo social... —respondí, sin estar segura de mis palabras.

Las responsabilidades siempre me parecieron terribles. Lastimosamente, nunca se acaban. De todas formas, me parecía ridículo que nos pusieran a decidir cosas tan importantes a tan corta edad. Apenas iba a terminar la secundaria, ¿cómo iba a estar 100% de lo que quería hacer cuando fuera una adulta? No me extrañaba que este país tuviera una tasa de suicidio tan alta.

Dirigí mi mirada hacia abajo, viendo mis zapatos de interiores. Estaban desgastados, se notaba lo mucho que los ocupaba. Siempre había sido una persona inquieta que iba de allá para acá, según papá, lo heredé de mamá.

—Kuroka Hanako —me llamó la maestra con un poco de apremio—, eres una chiquilla prometedora, tienes muchos talentos. Deberías pensar más en esto.

Me entregó el formulario sobre "qué aspiro a ser en el futuro". Mis compañeros ya lo habían rellenado, pero yo no. El tema no es que no quisiera hacer nada, el problema es que quería hacer tantas cosas, todo se veía tan apetecible... que al final solamente me quedaba un mal sabor de boca por no saber qué elegir.

La vida adulta no lucía tentadora para mí.

Me gustaba bailar, jugar voleyball, enseñar, resolver los problemas de los demás (tenía un gran talento para meter mis narices dónde no me llamaban) y un montón de cosas más. Tan solo quería seguir descubriéndome a mí misma, no ser como un caballo de carreras y correr directo hacia la meta sin ver nada más que su trayecto recto.

Suspiré con decaimiento cuando salí de la sala de profesores, dónde había sido citada por mi maestra.

Ya se comenzaba a ocultar el sol. Mi entrenamiento de voley había terminado hace rato y ningún compañero de curso ni compañera del equipo de voley quedaba en el edificio.

Salí del establecimiento cabizbaja y arrastrando los pies, pensando en que quería hablar del tema con mi hermano mayor. Él había entrado al curso de héroes en UA, pero a mitad de su último año se arrepintió, se cambió de escuela y terminó estudiando Trabajo Social, aunque los estudios formales no eran su pasión y su carrera como héroe se veía prometedora. Su actuar había sido una sorpresa para todo mundo menos para papá, incluso la prensa se había ocupado de cubrir la decisión de mi hermano.

"Primogénito de la difunta heroína Marina decide abandonar el curso de héroes".

Aún después de pasados los años, seguía recordando los titulares y comentarios que estaban tanto en la TV como en los periódicos.

"¿Qué lo habrá impulsado a cambiar su carrera? ¿Qué pensaría su madre?".

Mi hermano mayor, Shisui, era la promesa de su generación: era la estrella de los festivales deportivos de UA y en sus prácticas había logrado muchas cosas. Había heredado el cuerpo y quirk de mi familia materna, además de tener buena intuición y carisma. En todos los festivales de UA lo comparaban con mamá, y con razón, ambos tenían un excelente rendimiento físico, agregando un sentido fantástico de la batalla, y yo...

—¿Necesita que la ayude con eso?

Tenía buena voluntad.

La viejita que cargaba con bolsas en sus dos manos me miró con agradecimiento. Asintió con la cabeza y tomé las bolsas fingiendo que no me costaba. No había heredado un cuerpo excepcionalmente fuerte y resistente. Tampoco había sido capaz de heredar toda la potencia del quirk de mi familia materna.

Los Kuroka. El soberbio Clan Kuroka.

Permanecía desde la primera generación de quirks hasta la actualidad. Una familia con un cuerpo resistente, fuerte y ágil, y un quirk de potencia increíble: llamas negras, tan abrasadoras como la lava misma.

—¿Y ese olor...?

Escuché la voz de la anciana como a lo lejos, a pesar de que estuviera a mi lado. Me había enfrascado demasiado en mis propios pensamientos.

Dejé las bolsas en el suelo al ver humo desde una esquina de la manzana. Pronto, los gritos se hicieron presentes.

—¡Que alguien llame a los bomberos! ¡Hay un incendio!

—Dios mío, qué terrible... —la ancianita a mi lado se persignó y miró al cielo.

Era un edificio relativamente alto, ardía desde el primer piso hasta el penúltimo. Me quedé casi congelada viendo el desastre hasta que una mujer se asomó por una de las ventanas del edificio que estaba siendo alcanzada por las llamas. Tenía a un niño desmayado en brazos.

El corazón se me apretó y mis músculos se activaron. Con un subidón de adrenalina y sin pensarlo más, me lancé hacia el edificio, buscando la entrada entre tanto fuego. En el camino tiré mi mochila lejos para deshacerme del peso y correr más rápido. Escuché gritos tratando de detenerme, pero no hice caso a ninguno porque si bien no había heredado en su totalidad el quirk de mi familia materna, sí tenía la capacidad de ser rodeada por el fuego y no quemarme, solamente debía tener cuidado de no respirar tanto humo.

Tendría que subir las escaleras, 5 pisos. Subí los escalones de dos en dos, teniendo en mente la imagen de la mujer gritando por la ventana y con un niño en brazos y nada más que eso. Cuando llegué, el umbral de la puerta de la habitación en la que estaba la mujer se consumía por el fuego, casi cayéndose. Entré corriendo y tomé en brazos al niño que me tendía la mujer, tendría alrededor de 4 años.

—Llévalo rápido —habló ella apenas. Había tanto humo que apenas podía ver su cara—, llévalo rápido... rápido.

—Sígame —le pedí balbuceando, rechazando la idea de dejarla sola en el fuego.

Ella cayó de rodillas y lo comprendí.

No tengo la fuerza suficiente como para cargar al niño en brazos y llevar a la mujer sobre mi espalda, si me demoro aquí tratando de salvar a los dos al mismo tiempo, terminaremos muriendo los tres...

—Volveré.

Me dolieron las piernas al salir de la habitación, no por el cansancio que efectivamente sentía, sino por dejar sola a la mujer. Volteé a verla y el umbral de la puerta cayó casi sobre ella.

—Volveré —repetí, más para mí que para ella.

Bajé las escaleras tan rápido como pude, casi cayéndome varias veces. Comenzaba a marearme. Apreté mis brazos contra mí, sosteniendo al niño con tanta firmeza como me era posible mientras me concentraba en seguir moviendo mis piernas para llegar al primer piso y salir del edificio.

—¡Ahí está!

Caí de rodillas al suelo y me quitaron al niño de las manos. Habían llegado los paramédicos antes que los bomberos.

—¡¿No hay nadie con un quirk de agua?!

Tosí y me tomaron de un brazo.

—Necesito que venga y...

—No. —Me aparté y una arcada vino a mí. Escupí saliva a un lado y respiré hondo. —No.

"Tengo que volver", quise decir, pero me dolía mucho la garganta como para hablar.

Antes de que pudieran detenerme, volví a correr hacia el edificio; tal y como la primera vez, no hice caso a las personas que me gritaban para que no entrase.

Subir las escaleras fue el doble de difícil que la vez anterior. Dolía, cansaba, fatigaba. Mi cerebro apenas funcionaba, mi cuerpo se movía por motivos más grandes que la razón.

Podría morir ahora, pero seguí subiendo las escaleras. Mi papá está viudo y ahora perderá a su hija, pero entré hacia la habitación incendiada. Mi hermano quedará sin su hermana, pero...

Eso no va a pasar.

Agarré a la mujer que estaba tirada en el suelo y me di cuenta de que apenas podía levantarla. Yo no tenía la fuerza suficiente, no podría bajar con ella en brazos, al menos no por las escaleras.

Tomé su cuerpo, la abracé contra mí y nos lancé a ambas por la ventana, esperando que sucediera un milagro.

Con los ojos cerrados y cayendo, pensé que al menos ya no tendría que preocuparme por buscar una respuesta para mi futuro.



n/a:

AAAAAAA, hanako es original de un fanfic de naruto (por eso su hermano es shisui), pero me divierte TANTO escribirla que aquí también la metí lmao

ella toma decisiones cuestionables, pero ya verán que es una buena chiquilla, jiji

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