PARTE XI
Las fiestas se vinieron encima más rápido de lo que un niño tarda en dar un grito al abrir su primer regalo en la mañana de navidad.
Para consternación de Nicholas, su familia efectivamente no pudo viajar para pasar las fiestas juntos y él tuvo que asumir la decepción como el chico grande que era. Decoró la casa tan pronto Mika corrió escaleras abajo en un pijama de una sola pieza con estampados de duendes. Muérdago en las ventanas, guirnaldas para los barandales de las escaleras. Muñecos de fieltro en los sofás y asegurarse de que su pequeño no rompiera las decoraciones del árbol mientras lo armaba con ímpetu.
—¿Qué está mal? —James le sorprendió envolviéndolo entre sus brazos desde atrás. Nicholas se recargó contra él, aferrando su taza de chocolate caliente.
—No hay nada mal.
—No me mientas, estás tenso. —Para probar su punto, deslizó sus cálidas manos dentro de la bata del más joven y las llevó a su espalda para darle un masaje que le hizo cerrar los ojos. —Tienes la columna rígida. ¿Qué hay en tu cabeza?
Nicholas se permitió disfrutar de las caricias por unos instantes antes de tener que asumir la verdad.
—Estoy triste, quería ver a mis sobrinos aquí y enseñarles la obra en su estreno. —dijo de modo quejumbroso. Él no quería ser mal agradecido, no quería pedirle a la vida más de lo que ya le daba, pero ningún pensamiento de esos aligeraba su corazón. Se volteó en los brazos de James, quedando de frente para que viera su rostro. —Estoy siendo un acaparador.
James le regaló una sonrisa.
—No Nicky, no lo estás siendo. Solo estás sobrepasado. Ha sido mucho para procesar en los últimos días y ya viene siendo hora de que nos demos un respiro. —Él apartó el cabello de la frente de Nicholas para darle un beso en el centro. —Ve a alistarte, tengo una llamada que hacer y luego, tu y yo iremos a un lugar.
Con el ceño fruncido, Nick lo vio alejarse.
Aunque horas más tarde lo entendió todo y su boca cayó abierta de puro asombro.
—¡James, oh, James! —Nicholas no cabía en sí mismo de regocijo ante lo que veían sus ojos.
James sintió su pecho inflarse ante la alegría en su esposo. No lo había visto de tal manera en semanas y saber que su plan estaba funcionando a la perfección, lo hizo reírse en voz alta.
—Pensé que te gustaría, guardé un folleto que me entregó un chico en la calle días atrás. —Revisó los bolsillos de su pantalón y lo encontró. Estaba doblado y roto en las puntas, pero se podía leer con claridad "Tocata en honor a Freddie Mercury". Se lo extendió a Nicholas y le guio por su apartamento hasta el balcón.
El lugar estaba ahora por completo vacío, lo que lo hacía lucir aun más grande de lo que en realidad era. En el centro de lo que una vez fue el salón, James había colocado un par de sillas y una pequeña y redonda mesa, servida con velas, champagne y pizza margherita.
Ellos podían tener un nuevo hogar ahora, uno donde un hiperactivo niño los esperaba para ser arropado antes de dormir, pero aquel apartamento con vistas a Times Square había sido testigo de su enamoramiento y James se negaba a sacarlo de su vida así como así; aquel sería su lugar de escapada de ahora en adelante, cuando necesitasen volver a ser solo ellos y el amor que se tenían el uno al otro.
Tomó la mano de Nicholas y la llevó hasta sus labios para depositar un beso sobre sus dedos entrelazados. Nick se recargó contra él, apreciando la vista calle abajo.
El paseo estaba iluminado con luces de todos los colores, algunas de ellas apuntando hacia los edificios y a todos los curiosos que se habían asomado desde sus ventanas a mirar el espectáculo. Un enorme escenario estaba apostado cortando el tráfico y los asistentes se ordenaban tras las vallas establecidas, agrupándose contra el frío con coros de risas jocosas siendo arrastradas por el viento.
Era un ambiente de celebridad, por lo que James no quería ver ese tono apagado en los ojos de su chico, pero lamentablemente para él, tenía que morderse la lengua y no revelar las sorpresas que le aguardaban. Siempre había sido terrible guardando secretos, mucho más a Nicholas, porque con Nick, James no tenía resistencia alguna. Él solo se entregaba. Él daba lo que fuese con verlo feliz.
Un muchacho como Nicholas, que no había traído más que brillo a su vida, se lo merecía todo.
Las primeras notas de música fueron arrancadas desde el escenario y aprovechando que Nick se distraía con este, James se trasladó hasta la mesa para servirles a ambos copas llenas del brebaje dorado que esperaba caldeara sus sistemas.
—Ten, amor —Llamó la atención de Nicholas dándole uno y viéndolo profundamente a los ojos para que viera sus intenciones en estos. —Quiero que hagamos un brindis.
Las mejillas coloreadas del muchacho se alzaron al sonreír.
—¿Por qué?
James negó.
—No hay un porqué en específico, solo quiero marcar este momento. Es una bella noche, y la estoy disfrutando con mi esposo. —Ellos chocaron sus copas con sutileza sonriéndose como la primera vez que habían hecho aquel simple acto. —Además, hubo cierto muchacho que me enseñó que el amor debe ser demostrado cuando se siente.
Nicholas se carcajeó; ligero y etéreo. James se sintió cautivado con tan sencillo gesto.
—Dios, como amo esa risa —dijo acercándose a acunar la mejilla de Nick. Trazó con su pulgar la piel tersa hasta detenerse en los labios de piquito que tenían un gesto coqueto en ellos. —Daría lo que fuera por escucharla cada día, cada mañana, me harías el hombre más feliz si tu solo...
Nicholas lo besó para callarlo, no porque lo que estaba escuchando le molestara, todo por el contrario, se estaba sintiendo tan conmovido que amenazaba con volverse un llorón emocional y eso no era lindo para nada.
El espectáculo en la calle dio inicio, pero James y Nick estaban tan sumidos en su burbuja personal que apenas prestaron atención a ello, mas que por el ruido que los envolvió marcando el ritmo de sus caricias.
Caminaron de espaldas al interior del departamento, besándose en todo momento. Se rieron en los labios del otro, mientras que en la vorágine de la pasión volcaron la mesa con bocadillos y James solo se molestó en devolverla a su lugar para poder sentar a Nicholas en ella y acomodarse a si mismo entre sus piernas abiertas que lo aceptaron con gusto y le envolvieron las caderas.
Besó a su amado en una calma nacida del deseo de saborear, de guardar cada recoveco de Nick en su memoria. Solía hacerlo de tanto en tanto y regocijarse con lo que encontraba. Nicholas era perfecto en cada punto de su ser.
Su ángel terrenal.
Y diablillo sinvergüenza.
Nicholas desplazó sus manos hasta la dureza de James y le acunó a través de los pantalones. Era una de sus partes favoritas de su hombre. Aunque no la única, claro está. Aprovechó que su beso se rompía para dar paso a los gemidos guturales y llenó la barbilla de James con pequeños besos delicados.
James posó sus manos en el cuello de Nicholas y entre vaivén de caderas se rozaron contra el otro por encima de la tela que los contenía de dar rienda suelta a su pasión.
Eran unos suertudos, encontrando el amor en el mismo lugar en el que encontraban el mejor sexo de sus vidas.
No había dudas en dónde tocar al otro, o el ritmo que tomar. Eran dos mitades de un todo.
Ellos se conocían bien.
Ellos se pertenecían.
En una proeza, James alzó a Nicholas por la cintura y lo entretuvo con besos húmedos en su cuello mientras lo despojaba de sus pantalones y ropa interior. Cuando Nick fue consciente de si mismo nuevamente, él estaba de espaldas a la mesa cuyo contenido se daba por perdido regado en el suelo. Su trasero en el borde de esta y sus ojos a medio abrir contemplaron el espectáculo que era James Gallo desnudo en toda su gloria, preparándose para entrar en él.
Se cernió sobre él, cubriéndolo del ligero frío de la noche. El calor de su cuerpo y el calor de las emociones en sus ojos ambarinos le caldearon hasta el fondo.
—Te amo, Nick. Te amo. —James sentenció con voz rasposa en su oído. Sus dedos lubricados se colaron entre las piernas del más joven, en una intromisión prometedora.
Minutos más tarde, lánguido y gimiendo acalorado Nicholas apenas tuvo tiempo de tomar aire antes de estar gimiendo ronco de lo profundo que James se insertó en él. Esperó el tiempo necesario para que su esposo se acomodara, siempre tan atento y amoroso; y luego lo aferró por la camiseta en su bajo vientre, en un firme agarre que le permitió sostener al chico a su merced mientras le hacía el amor mirándolo a los ojos por cuanto tiempo quisiese.
Y él lo hizo largo, solo para torturarse mutuamente. Ver el mohín en los labios de Nicholas al estar a la luz de su placer y serle negado, solo para que James tocase ese punto dentro de él que lo hacía cantar de éxtasis.
—Jesús santo —exclamó Nicholas riendo.
Estaba feliz, fatigado y sudoroso. Pero más que nada feliz, placenteramente feliz.
—Eso mismo digo yo —James pegó su frente perlada en sudor en el hombro de Nick.
Sus respiraciones eran erráticas. Las piernas de ambos temblaban. El orgasmo había sido demoledor y el esfuerzo de ambos puesto detrás no se quedaba corto.
—Si esta ha sido tu sorpresa —Nicholas corrió el pelo húmedo del rostro de James. —Te ha salido de maravilla.
James se rio quedo.
—Bueno, era parte de ella. La cena era la otra, y creo que se ha estropeado por completo.
—La comida no es uno de mis pensamientos en este instante.
Se volvieron a besar entre risas. Se vistieron ayudándose mutuamente y se trasladaron al balcón a escuchar un poco de música en los brazos del otro. Era una velada encantadora en verdad.
Todo lo es cuando estás con la persona correcta.
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