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Parte VII



Nicholas se sentó sobre una de las mesas del salón de clases para charlar más cómodo mientras esperaba a que James pasara a recogerlo.

—Siempre he querido niños —Su compañero de trabajo estaba diciendo. —Saber que tu tienes a Mika me da esperanzas. Tu hijo es encantador, al igual que tú.

Nick se rio de eso.

Andreas era un hombre simpático. Pero más que eso, era un coqueto por naturaleza. Algo así como Miles, solo que mayor y si tenía que decirlo, también mucho más guapo. El hombre tenía el rostro de un hada. Un porte muy similar al de James, alto y de hombros anchos y un cabello envidiable.

Llevaban trabajando juntos el último año, daban clases en el mismo teatro. Nick ya le había sacado la película, por eso mismo él no se tomaba sus juegos a pecho.

—Dices eso porque solo viste a Mika media hora. Créeme, adoro a mi hijo. No lo cambiaría por nada en este mundo, pero puede sacarte de quicio, anoche mismo estaba...

Sus palabras fueron cortadas por labios demandantes encima de los suyos.

Se tragó una protesta cuando una mano firme le sujetó por la nuca. Sus ojos enfocaron a James a medias y se relajó contra su cuerpo cubriéndolo, devolviéndole el beso aturdido y mareado.

Hubo un ruido de sorpresa proveniente de Andreas, seguido de una indiscutible carcajada.

Nicholas puso su mano sobre el hombro de James para dar por finalizado su beso.

—Amor —dijo despacio. —Llegas tarde.

James le miró con un brillo curioso en los ojos y una sonrisa contenida en los labios. Él tomó su mano, dejando caer un beso en sus nudillos.

—Lamento el retraso, me ha tomado el tráfico. —Como si no hubiese hecho nada malo y recién notara que tenían compañía, se volteó hacia el otro hombre allí de pie, tendiéndole su mano libre. —James Gallo, el esposo de Nicholas.

Andreas miró a Nick antes de estrechar la mano de James.

—Andreas Lovelace, su compañero de teatro. He escuchado mucho de ti, James. Nick habla de ustedes todo el tiempo.

Afloró una sonrisa presumida en el rostro de James.

—Siento no poder decir lo mismo de ti, Nicky nunca te ha mencionado. —Nicholas golpeó el hombro de James.

Andreas sonrió, negando con su cabeza.

—Un placer de todas maneras. —Recogió sus cosas que estaban apoyadas a sus pies y les dio una inclinación de cabeza. —James. Nicholas, te veré mañana.

—Adiós. —Nick lo vio salir, dejándolo a solas con su esposo. Se cruzó de brazos. —¿Qué fue eso?

—¿Qué fue qué? —James ganó tiempo tomando el maletín de Nick y su abrigo. Lo instó a que se pusiera de pie para ayudarlo a colocárselo. Nicholas lo hizo.

—Oh James, que a mi no me engañas. —dijo con una risita. Metió los hombros en la chaqueta, James le enderezó el cuello de lana. Quedó frente a él alzando una ceja. —Eres el más adorable tipo en la tierra cuando te pones celoso.

James le miró en silencio por un minuto entero antes de suspirar y mirar al piso.

—Te he visto hablando con él y no me he podido resistir. —confesó avergonzado. —Además, te ves hermoso con el rostro coloreado por el frío.

Nicholas negó. Él no estaba a favor de los celos, nunca lo había estado. Pero James siempre conseguía comprarlo. No solo su faceta protectora lo calentaba por dentro, sino que su inseguridad lo volvía todo tierno. Se puso de puntillas para darle un casto beso.

—Es un buen compañero de trabajo, solo eso.

James asintió, posando su brazo por encima del hombro de Nick para guiarlo a la salida.

—Lo sé. Pero nunca está de más hacer una declaración.

Nicholas no tuvo tiempo de protestar cuando James lo estaba besando de nuevo y como cada vez que pasaba, su cuerpo tenía problemas para conectarse con su mente.

Entre el jaleo de la mudanza que aún faltaba por concretar, entre la novedad de las noticias que tenían a mano respecto al hermano de James, ellos habían postergado uno de los pasatiempos preferidos de Nick. Las compras. Y qué mejor que las compras navideñas para ponerse al día.

—Tengo la lista que Mika le ha escrito a Santa. —James sacó de su bolsillo una hoja arrugada, llena de dibujos y garabatos para extendérsela a Nick. —Creo que deberíamos empezar por esto primero, luego podemos entretenernos con el resto.

—Me agrada como piensas.

Las calles estaban atestadas, James no había mentido al decir que el trafico había sido el culpable de su demora. La gente corría de aquí para allá y la nieve lo retrasaba todo aun más. James recurrió a toda su paciencia para no ponerse a tocar el claxon como el resto de los conductores para llegar a destino. Él necesitaba una tarde de normalidad con Nick. Una tarde donde no fuesen más que una pareja en busca de regalos para su hijo y sus seres queridos.

Encontraron un estacionamiento y Nicholas lo arrastró tienda tras tienda en busca de libros, balones, autos de carreras y cuanto juguete Michael había pedido a Santa. Su hijo era un niño bien portado y bastante maduro para su edad, pero después de todo era un niño, al fin y al cabo.

—Creo que Mika piensa que Santa es millonario. Su lista es inmensa. —Se quejó horas después. Sus pies punzaban dentro de sus zapatos. Se detuvieron en un café para refugiarse del frío y comer algo para retomar fuerzas.

—Ha visto demasiadas veces esa película donde ve a los duendes crear los juguetes. Él cree que puede tener cualquier cosa. —Nicholas tomó asiento en una mesa del rincón, dejando las bolsas a su lado.

Pidieron cafés para calentar sus cuerpos y pasteles dulces porque Nick no podía resistirse a ellos.

—¿Has tenido suerte con Miguel? —preguntó soplando su taza. —Lo he llamado temprano desde el trabajo, pero su secretaria me ha dicho que estaba en una junta.

—Tengo lo mismo que tú. Casi me creo que es una excusa.

Nick hizo una mueca.

—Silvia ha estado esquiva. Dice que Miguel tiene mucho trabajo y que apenas han podido hablar del tema de las fiestas. Si no se deciden rápido, se van a quedar sin boletos para cuando quieran viajar. —Él se vio abatido. James llamó su atención tocando su pierna bajo la mesa.

—Ya verás como todo sale bien. En el peor de los casos, si tu hermano no puede venir a pasar la navidad con nosotros, la pasamos con mis padres simplemente y volamos a España para recibir el año nuevo, ¿qué te parece?

Nicholas le ofreció una semi sonrisa.

—Me parece que eres de lo más lindo. Vamos a ver cómo se dan las cosas. De verdad quiero una blanca navidad donde estemos todos juntos. Quiero que sea especial.

James comenzó a subir y bajar su pie a lo largo de la pierna de Nick para toda respuesta.

Comieron, descansaron y reanudaron sus compras. James estaba cansado del turno en el hospital, sus brazos cargados con compras de todo tipo, pero él no tenía corazón para ponerle un alto a Nicholas. Nada alegraba su semblante como pasearse en busca de obsequios.

Por no mencionar, que tan pronto llegaran a casa, ellos tendrían que volcarse a los temas serios. James había ido a visitar a la psicóloga de su caso, a informarle que llevaría a Mika con Peter, pero que él quería verlo antes a solas.

En la maletera de su jeep había una carpeta guardada, una con los datos para ir a la prisión correcta y una carta de puño y letra de Peter.

James la había leído en el trabajo y las últimas palabras seguían resonando en su mente.

Quiero la posibilidad de hablar. Quiero volver a verte, hermano. Espero que no sea tarde. 





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